DOCUMENTO 125
JESÚS EN JERUSALÉN
1377§1
125:0.1
Ningún
episodio de la extraordinaria andadura terrenal de Jesús fue más conmovedor, más humanamente estremecedor,
que ésta su primera recordable visita a Jerusalén. El hecho de haber ido por su cuenta a presenciar las
discusiones en el templo le resultó particularmente estimulante y se grabó en su memoria durante mucho tiempo
como el acontecimiento más importante de su niñez y de su juventud. Fue ésta su primera oportunidad de disfrutar
de unos pocos días de vida independiente, el regocijo de ir y venir sin sujeción ni restricciones. Este breve período
de vivir a su antojo, durante la semana siguiente a la Pascua, representó la primera, total liberación de las
obligaciones que hubiera disfrutado jamás. Muchos años habrían de transcurrir antes de que pudiera de igual
manera liberarse, aunque fuera por un corto tiempo, de todo sentido de responsabilidad.
1377§2
125:0.2
Las mujeres rara vez iban a Jerusalén para la Pascua, pues no era de rigor que hicieran acto de presencia. Sin
embargo, Jesús virtualmente rehusó ir a menos que los acompañara su madre. Cuando ella finalmente decidió ir,
muchas otras nazarenas se sintieron motivadas a emprender el viaje, de manera que la expedición pascual estuvo
compuesta del mayor número de mujeres que jamás había ido de Nazaret a la celebración pascual en relación con
el número de hombres. Camino a Jerusalén, los viajeros entonaban por momentos el salmo ciento treinta.
1378§3
125:1.1
Al recorrer los patios del templo, se encontró Jesús por doquier con un espíritu de irreverencia que le llenó el
corazón de disgusto y pesadumbre. Juzgaba que la conducta de las multitudes no armonizaba con el hecho de que
estaban presentes en «la casa de su Padre». Pero su joven corazón se estremeció particularmente al conducirle su
padre al patio de los gentiles donde se topó con la jerga ruidosa de las masas que gritaban y maldecían en voz
alta, mezclada indiscriminadamente con el balido de las ovejas y la cháchara que traicionaba la presencia de los
cambistas y de los vendedores que pregonaban animales para el sacrificio y otras mercancías.
1379§2
125:2.1
Cinco familias de Nazaret habían sido invitadas por la familia de Simón de Betania para celebrar la Pascua. Simón
había comprado el cordero pascual para compartirlo con sus invitados. El sacrificio de un número tan enorme de
estos corderos es lo que tanto había afectado a Jesús en su visita al templo. José y María habían pensado festejar
la Pascua con los parientes de María, pero Jesús persuadió a sus padres que aceptaran la invitación de ir a
Betania.
1380§2
125:2.7
El miércoles de la semana de Pascua, le permitieron a Jesús ir a la casa de Lázaro para pasar la noche en
Betania. Esa noche escucharon Lázaro, Marta y María las palabras de Jesús sobre asuntos temporales y eternos,
humanos y divinos, y desde aquella noche los tres lo amaron como si hubiera sido su propio hermano.
1381§1
125:3.1
Se había dispuesto que el grupo de Nazaret debía reunirse en la zona del templo al promediar la mañana del
primer día de la semana siguiente al festival de la Pascua. Así lo hicieron, y allí comenzaron su viaje de regreso a
Nazaret. Jesús había ido al templo para escuchar los debates mientras sus padres aguardaban la llegada de sus
compañeros de viaje. Enseguida los nazarenos se prepararon para partir, separándose como era costumbre en
estos viajes de ida o vuelta a las festivales de Jerusalén en un grupo de hombres y uno de mujeres. En el viaje de
ida Jesús había acompañado a su madre y a las otras mujeres. Pero ahora, siendo un joven consagrado, se
suponía que viajaría de vuelta a Nazaret con su padre en el grupo de los hombres. Sin embargo, al emprender los
nazarenos el camino de regreso hacia Betania, Jesús aún se encontraba en el templo, tan absorto en escuchar una
discusión sobre los ángeles, que había perdido completamente la noción del tiempo y se le pasó la hora indicada
para partir con sus padres. No se dio cuenta de que se había quedado atrás hasta el receso del mediodía de los
debates en el templo.
1381§3
125:4.1
Entretanto Jesús había permanecido en el templo durante toda la tarde escuchando las discusiones y disfrutando
de una atmósfera más apacible y decorosa, puesto que las grandes multitudes de la semana de Pascua casi
habían desaparecido. Al concluir las discusiones de la tarde, en ninguna de las cuales participó Jesús, se dirigió a
Betania, llegando precisamente cuando la familia de Simón se disponía a sentarse a la mesa. Los tres jóvenes se
regocijaron mucho de ver a Jesús, el cual pasó la noche en casa de Simón. Poco participó en las conversaciones
esa velada, permaneciendo en cambio a solas largo rato en el jardín, sumido en sus meditaciones.
1382§3
125:5.1
Durante esta tercera jornada de Jesús en el templo con los escribas y maestros, se reunió en la sinagoga una
muchedumbre curiosa, pues se había corrido la voz de la presencia de este jovencito de Galilea que confundía a
los sabios de la ley. También vino Simón desde Betania, para ver qué estaba haciendo el muchacho. Durante toda
la jornada José y María seguían buscando ansiosamente a Jesús, e incluso llegaron a entrar varias veces al
templo, pero no se les ocurrió acercarse a los diversos grupos de discusión, aunque en una ocasión se
encontraban casi al alcance de la fascinante voz del joven.
1383§1
125:5.8
Durante la entera jornada se admiraron los espectadores de estas preguntas, y nadie estaba más atónito que
Simón. Durante más de cuatro horas este joven nazareno acosó a los maestros judíos con preguntas que
estimulaban el intelecto y obligaban al examen de conciencia. Hizo pocos comentarios sobre las observaciones de
sus mayores. Trasmitía sus enseñanzas con las preguntas que hacía. Mediante la agudeza y sutileza con que
planteaba su pregunta, conseguía a la vez poner en tela de juicio las enseñanzas de ellos y sugerir las suyas
propias. Había tan encantadora combinación de sagacidad y humor en su forma de preguntar, que suscitaba la
simpatía aun entre aquellos que resentían en mayor o menor grado su juventud. Al hacer estas preguntas
penetrantes, su tono se mantenía en todo momento altamente imparcial y considerado. En esta tarde memorable
en el templo, se mostró tan reacio a derrotar a los opositores por medios desleales, como se mostraría siempre en
su subsecuente ministerio público. Tanto de joven como más adelante cuando hombre, parecía estar
completamente libre de todo deseo egoísta de ganar una discusión sólo para experimentar el triunfo de su lógica
sobre la de sus contrincantes: su interés supremo sólo y exclusivamente residía en proclamar la verdad sempiterna
revelando así más plenamente al Dios eterno.
1383§2
125:5.8
Al terminar el día, Simón y Jesús se dirigieron de regreso a Betania. Durante la mayor parte del camino, el hombre
y el niño callaron. Nuevamente se detuvo Jesús en la cresta del Monte de los Olivos; pero ya no lloró al contemplar
la ciudad y su templo, sino que inclinó la cabeza en devoción silenciosa.
1383§4
125:6.1
Jesús estaba extrañamente despreocupado de sus padres terrenales. Aun cuando, durante el desayuno, la madre
de Lázaro le comentó que sus padres debían ya estar por llegar al hogar, no se le ocurrió a Jesús que tal vez
estarían un poco preocupados por su ausencia.
1383§7
125:6.4
La noche antes, los padres de Jesús habían oído hablar de este extraño mancebo que tan hábilmente se ponía a la
altura de los intérpretes de la ley, pero no se les había ocurrido que ese joven fuera su hijo. Estaban a punto de
dirigirse a la casa de Zacarías, pensando que Jesús podría haber ido hasta allá para visitar a Elisabet y a Juan.
Pero, reflexionando que tal vez Zacarías estaría en el templo, se detuvieron allí, camino a la Ciudad de Judá.
Mientras deambulaban por los patios, imaginaos su sorpresa y asombro cuando reconocieron la voz de su hijo
extraviado, y le vieron sentado entre los maestros del templo.
1384§2
125:6.6
Debe recordarse que Jesús era supuestamente un joven adulto. Había completado el curso escolar normal para un
niño, había sido reconocido como hijo de la ley, y consagrado como ciudadano de Israel. Y sin embargo su madre
acababa de regañarlo más que suavemente ante el público reunido, en medio del esfuerzo más serio y sublime de
su joven existencia, poniendo fin ignominiosamente a una de las mejores oportunidades que se le habían
presentado hasta ese momento de enseñar la verdad, predicar la justicia, y revelar el carácter amoroso de su
Padre celestial.
1384§8
125:6.12
Aunque Jesús muchas veces después rehusaría mentalmente consentir con los esfuerzos, ciertamente bien
intencionados pero descaminados, de sus padres de dictar el curso de su pensamiento y de promulgar el plan de
su obra en la tierra, siempre trató por todos los medios posibles, dentro de su dedicación al cumplimiento de la
voluntad de su Padre del Paraíso, de conformarse con mucho donaire a los deseos de su padre terrenal y a las
costumbres de su familia en la carne. Aun cuando no pudiera consentir, haría todo lo posible por conformarse. En
el delicado equilibrio entre deber y lealtad, Jesús fue un verdadero artista, pues siempre supo balancear su
dedicación al deber con sus obligaciones para con su familia y la sociedad.
1385§1
125:6.13
José estaba perplejo, pero María, después de reflexionar sobre estos acontecimientos, encontró consuelo, pues
acabó por ver en las palabras de Jesús en el Oliveto una profecía de la misión mesiánica de su hijo como liberador
de Israel. Con renovada energía se dedicó ella pues a moldear la mente de Jesús con pensamientos nacionalistas
y patrióticos, aliándose con su hermano, el tío favorito de Jesús; y en todo sentido la madre de Jesús se entregó a
la tarea de preparar a su hijo primogénito para que se convirtiera en el líder de los que restaurarían el trono de
David, rompiendo para siempre las cadenas de la dominación política de los gentiles.
1377§3
125:0.3
Desde el momento en que salieron de Nazaret hasta que llegaron a la cima del Monte de los Olivos, Jesús sintió el
apremio de una prolongada expectativa. En el transcurso de su alegre infancia había escuchado con reverencia las
alusiones a Jerusalén y su templo; por fin podría contemplarlos con sus propios ojos. Desde el Monte de los
Olivos, y más tarde desde afuera, al observarlo más de cerca, el templo era todo lo que él esperaba y más; pero al
traspasar los sagrados pórticos, comenzó la gran desilusión.
1377§4
125:0.4
En compañía de sus padres, Jesús atravesó los recintos del templo para reunirse con el grupo de nuevos hijos de
la ley que estaban a punto de ser consagrados ciudadanos de Israel. Sintió el primer desencanto por el
comportamiento general de las multitudes que llenaban el templo; pero la primera gran conmoción del día se
produjo cuando su madre tuvo que dejarles para dirigirse al atrio de las mujeres. A Jesús nunca se le había
ocurrido que su madre no le acompañaría en las ceremonias de consagración, y mucho le indignó que ella tuviese
que sufrir tan injusta discriminación. Aunque estaba muy resentido por este hecho, nada dijo, excepto unas
palabras de protesta a su padre. Pero mucho pensó y muy profundamente reflexionó, tal como lo demostrarían las
preguntas que hizo a los escribas y maestros una semana después.
1377§5
125:0.5
Participó en la ceremonia de la consagración, pero le decepcionó su naturaleza rutinaria, casi mecánica; echaba de
menos ese interés personal que caracterizaba las ceremonias de la sinagoga de Nazaret. Luego de regresar para
saludar a su madre, se preparó para acompañar a su padre en su primer recorrido del templo y de sus varios
patios, atrios y corredores. Los recintos del templo podían dar cabida a más de doscientos mil creyentes a la vez, y
aunque la vastedad de estos edificios en comparación con cualquiera que hubiera visto nunca causó una gran
impresión en su mente, más le intrigaba la contemplación de la significación espiritual de las ceremonias del
templo y el culto que con éstas se asociaba.
1378§1
125:0.6
Aunque muchos de los rituales del templo conmovieron vivamente su sentido de lo bello y lo simbólico, la
explicación del verdadero significado de estas ceremonias que le daban sus padres respondiendo a sus muchas
preguntas curiosas le desilusionaba una y otra vez. Jesús simplemente no podía aceptar las explicaciones de culto
y devoción religiosa basadas en la idea de la ira de Dios o de la cólera del Todopoderoso. Después de la visita al
templo, mientras seguían conversando sobre estos asuntos, su padre le insistía suavemente que se aviniera a
aceptar las creencias ortodoxas judías; Jesús se volvió repentinamente hacia sus padres y, fijando la mirada llena
de fervor en los ojos de su padre, le dijo:
«Padre, no puede ser verdad no es posible que el Padre celestial
considere de este modo a sus hijos descarriados en la tierra. No es posible que el Padre celestial ame menos a sus
hijos de lo que tú me amas a mí. Yo bien sé que tú nunca darías rienda suelta a tu cólera, derramando tu ira sobre
mi cabeza, sean cuales fueran las necedades que yo pudiera cometer. Si tú, mi padre terrenal, posees ese reflejo
humano de lo Divino, cuánto más lleno de bondad y rebosante de misericordia deberá ser el Padre celestial. Me
niego a creer que mi Padre que está en los cielos me ame menos que mi padre que está en la tierra».
1378§2
125:0.7
Al oír José y María estas palabras de su hijo primogénito, guardaron silencio. De allí en adelante no trataron nunca
más de cambiar sus ideas sobre el amor de Dios y la misericordia del Padre celestial.
1378§4
125:1.2
Pero por sobre todo su sentido de la decencia se sublevaba a la vista de las frívolas cortesanas que deambulaban
dentro del recinto del templo, mujeres pintarrajeadas como las que había visto recientemente en su visita a Séforis.
Esta profanación del templo suscitó su plena indignación juvenil, que no titubeó en expresar libremente a José.
1378§5
125:1.3
Jesús admiraba el concepto y el oficio del templo, pero le acongojaba la fealdad espiritual que descubría en el
rostro de tantos adoradores desconsiderados.
1378§6
125:1.4
De allí descendieron al patio de los sacerdotes bajo el saliente rocoso que se encontraba en el frente del templo,
donde se levantaba el altar, para observar la matanza de las manadas de animales y la lavada de la sangre de las
manos, en la fuente de bronce, de los sacerdotes que oficiaban la masacre. El piso manchado de sangre, las
manos ensangrentadas de los sacerdotes y el balido de los animales agonizantes era más de lo que podía soportar
este muchacho amante de la naturaleza. El terrible espectáculo descompuso al joven nazareno, aferrando la mano
de su padre le imploró que se lo llevara de allí. Regresaron cruzando el patio de los gentiles, y las risas groseras y
las bromas profanas de la multitud le parecieron más soportables que lo que acababa de presenciar.
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125:1.5
Al ver José de qué manera habían afectado a su hijo los ritos del templo, prudentemente lo llevó a ver «la hermosa
puerta», la artística puerta de bronce corintio. Pero Jesús ya había visto bastante para esta primera visita al
templo. Regresaron pues al patio superior en busca de María y salieron a caminar al aire libre, distanciándose por
una hora de la multitud; contemplaron el palacio asmoneo, la imponente residencia de Herodes, y la torre de los
guardias romanos. Durante este paseo José explicó a Jesús que sólo los habitantes de Jerusalén podían
presenciar los sacrificios diarios en el templo, y que los galileos tan sólo concurrían al templo tres veces por año
para participar de las ceremonias: en la Pascua, en la fiesta de Pentecostés (siete semanas después de Pascua), y
en octubre para la fiesta de los tabernáculos. Estos festivales habían sido establecidos por Moisés. Hablaron
también de las dos fiestas establecidas con posterioridad: la de la dedicación y la de Purim. Después regresaron a
su albergue y se prepararon para la celebración de la Pascua.
1379§3
125:2.2
Esa noche se reunieron para los ritos de la Pascua, comiendo la carne asada con pan ázimo y hierbas amargas.
Se le pidió a Jesús, como novel hijo del pacto, que relatara la historia del origen de la Pascua; así lo hizo pues,
desconcertando sin embargo un poco a sus padres con comentarios que reflejaban suavemente las impresiones
captadas por su mente joven, pero lúcida, de lo mucho que tan recientemente había visto y oído. Esta cena marcó
el comienzo de los siete días de ceremonias de la fiesta pascual.
1379§4
125:2.3
Ya en esta parte de su vida, aunque nada dijo a sus padres sobre estos asuntos, Jesús había comenzado a darle
vueltas en la cabeza a la idea de celebrar la Pascua sin el cordero sacrificado. Estaba plenamente seguro de que el
Padre celestial no se complacía con este espectáculo de ofrendas de sacrificios y, con el paso de los años, estaba
cada vez más determinado de que algún día establecería una celebración incruenta de la Pascua.
1379§5
125:2.4
Esa noche Jesús durmió muy poco. Su descanso se vio gravemente turbado por horribles pesadillas de matanzas
y sufrimientos. Su mente estaba perturbada y su corazón torturado por los elementos contradictorios y absurdos
que descubría en la teología de todo el sistema ceremonial judío. Sus padres tampoco pudieron dormir. Estaban
muy desconcertados por los acontecimientos del día que acababa de terminar. El corazón y la mente de ellos
estaban perturbados por la actitud, según ellos, extraña y empecinada del mancebo. María pasó la primera mitad
de la noche en gran agitación mientras José se mantenía calmo, aunque estaba igualmente perplejo. No se
atrevían a encarar francamente estos problemas con el joven, aunque Jesús hubiera conversado libremente con
sus padres si éstos se hubiesen atrevido a alentarlo.
1379§6
125:2.5
Al día siguiente las ceremonias en el templo fueron más aceptables para Jesús, borrando en parte los recuerdos
desagradables del día anterior. A la mañana siguiente el joven Lázaro se hizo cargo de Jesús; juntos emprendieron
una exploración sistemática de Jerusalén y sus alrededores. Antes de que acabara el día, Jesús ya había
descubierto los varios sitios, alrededor del templo, en los que se daban cursos y conferencias de enseñanza y se
respondía a las preguntas de los asistentes; de allí en adelante, aparte de unas cuantas visitas al santo de los
santos para contemplar el velo de separación, preguntándose qué era lo que realmente se ocultaba tras el mismo,
Jesús pasó la mayor parte de su tiempo en torno al templo asistiendo a dichas conferencias docentes.
1380§1
125:2.6
Durante toda la semana de Pascua, Jesús ocupó su lugar entre los nuevos hijos de los mandamientos, o sea debía
sentarse fuera de la baranda divisoria que separaba a los que no disfrutaban de la plena ciudadanía de Israel.
Habiéndosele así recordado su juventud, se abstuvo pues Jesús de hacer las muchas preguntas que acudían una y
otra vez a su mente; por lo menos, se abstuvo hasta que concluyera la celebración de la Pascua y se levantaran
las restricciones impuestas sobre los jóvenes recién consagrados.
1380§3
125:2.8
Para el fin de la semana, Jesús vio menos a Lázaro puesto que éste no tenía derecho a entrar ni siquiera en el
círculo exterior de las discusiones del templo, aunque asistía a algunas de las charlas públicas dictadas en los
patios externos. Lázaro tenía la misma edad que Jesús, pero en Jerusalén los jóvenes rara vez eran admitidos a la
consagración de los hijos de la ley antes de cumplir los trece años de edad.
1380§4
125:2.9
Una y otra vez, durante la semana pascual, los padres de Jesús lo encontraban sentado a solas, con su cabeza
joven entre las manos, profundamente pensativo. Nunca lo habían visto comportarse de este modo y,
desconociendo cuán confundido de mente y cuán atribulado de espíritu estaba, debido a la experiencia por la que
atravesaba, estaban dolorosamente perplejos, sin saber qué hacer. No veían la hora de que pasara la semana de
Pascua, ansiando volver a la calma de Nazaret con este hijo que actuaba de manera tan extraña.
1380§5
125:2.10
Día a día Jesús se debatía entre estos problemas. Para el fin de la semana ya había hecho muchas
modificaciones; pero cuando llegó la hora de regresar a Nazaret, su mente juvenil aún estaba repleta de perplejidad
y acosada por cientos de preguntas sin respuesta y de problemas sin solución.
1380§6
125:2.11
José y María, antes de partir de Jerusalén, en compañía del maestro nazareno de Jesús, habían tomado medidas
definidas para que Jesús regresara a Jerusalén cuando cumpliera los quince años con el propósito de comenzar un
prolongado curso de estudios en una de las más renombradas academias rabínicas. Jesús visitó la academia en
compañía de sus padres y su maestro, pero todos ellos estaban afligidos al ver cuán indiferente parecía Jesús a
todo lo que decían y hacían. María estaba profundamente dolida por la reacción de Jesús a la visita a Jerusalén,
mientras que José estaba profundamente perplejo por los extraños comentarios y la sorprendente conducta del
muchacho.
1380§7
125:2.12
Después de todo, la semana de Pascua había sido un acontecimiento imponente en la vida de Jesús. Tuvo la
oportunidad de conocer a decenas de muchachos de su misma edad, candidatos a la consagración como él, y
aprovechó la ocasión para aprender cómo vivía la gente en Mesopotamia, Turquestán, Partia y en las provincias
más occidentales del Imperio Romano. Ya él conocía bastante bien el modo de vida de los jóvenes egipcios y el de
otras regiones próximas a Palestina. Había miles de jóvenes en Jerusalén en ese momento, y el adolescente de
Nazaret conoció personalmente, y entrevistó más o menos extensamente, a más de ciento cincuenta. Le
interesaban en particular los que provenían del Lejano Oriente y de los remotos países del Occidente. Como
resultado de estos intercambios, el joven comenzó a abrigar el deseo de viajar por el mundo con el fin de aprender
cómo se ganaban la vida los diversos grupos de sus semejantes.
1381§2
125:3.2
Los viajantes nazarenos por su parte tampoco se dieron cuenta de la ausencia de Jesús, porque María suponía
que él se había integrado al grupo de los hombres, mientras que José pensaba que viajaría con las mujeres,
puesto que en el viaje de ida había ido con ellas, conduciendo el asno de María. Así pues no descubrieron la
ausencia de Jesús hasta llegar a Jericó y prepararse para pasar la noche. Después de preguntarles a los
rezagados que iban llegando a Jericó y de enterarse de que ninguno de ellos había visto a su hijo, pasaron una
noche sin reposo haciendo conjeturas de toda índole sobre qué podía haberle ocurrido a Jesús, rememorando a la
vez sus extrañas reacciones ante los acontecimientos de la semana pascual, y regañándose suavemente el uno al
otro por no haberse asegurado de su presencia en el grupo antes de salir de Jerusalén.
1381§4
125:4.2
Al día siguiente Jesús se levantó temprano, dirigiéndose al templo. En la cresta del Monte de los Olivos se detuvo
y lloró el espectáculo que se desenvolvía ante sus ojos el de un pueblo espiritualmente empobrecido, encadenado
por las tradiciones, viviendo bajo la vigilancia de las legiones romanas. Al promediar la mañana se encontraba en
el templo, decidido a tomar parte en los debates. Mientras tanto, José y María también se habían levantado al
amanecer con la intención de desandar el camino a Jerusalén. Primero acudieron apresuradamente a la casa de
sus parientes en la que todos ellos se habían hospedado durante la semana pascual; pero por averiguaciones
dedujeron de hecho que nadie había visto a Jesús. Después de buscar todo el día sin hallar rastros de él,
regresaron a la casa de sus parientes para pasar la noche.
1382§1
125:4.3
En la segunda conferencia, Jesús se atrevió a hacer algunas preguntas, participando de un modo sorprendente en
las discusiones del templo, aunque siempre respetuoso, como correspondía a su corta edad. En ocasiones, sus
preguntas directas ponían en aprietos a los eruditos maestros de la ley judía, pero tan clara e ingenuamente se
manifestaba su noción sincera de la justicia y tan evidente era su sed de conocimiento que casi todos los maestros
del templo estaban dispuestos a tratarle con la mayor consideración. Pero cuando se atrevió a poner en tela de
juicio la justicia en la pena de muerte para un gentil que, embriagado, se había salido del patio de los gentiles
penetrando inadvertidamente en los recintos prohibidos, supuestamente sacros, del templo, uno de los maestros
más intolerantes se impacientó con la crítica implícita del muchacho y, fulminándole con la mirada desde su
imponente altura, le preguntó cuántos años tenía. Jesús replicó:
«Trece años aunque me falta un poco más de cuatro meses para cumplirlos». «Entonces»,
reiteró el airado maestro, «¿qué haces aquí, si ni siquiera tienes edad
suficiente para ser hijo de la ley?» Al explicar Jesús que había sido consagrado durante la Pascua, y que era un
estudiante graduado de las escuelas de Nazaret, los maestros replicaron al unísono con aire burlón: «Haberlo
sabido: ¡es de Nazaret!» Pero el jefe arguyó que Jesús no tenía la culpa si los dirigentes de la sinagoga nazarena le
habían permitido que se graduara formalmente a los doce años en lugar de los trece; aunque varios de sus
detractores se levantaron y se fueron, se dictaminó pues que el muchacho podía seguir asistiendo como alumno a
las discusiones en el templo.
1382§2
125:4.4
Al acabar ésta, su segunda jornada en el templo, nuevamente fue Jesús a Betania para pasar la noche.
Nuevamente salió al jardín para meditar y orar. Bien se podía ver que su mente se debatía bajo el peso de
problemas muy serios.
1382§4
125:5.2
Antes de que terminara el día, la atención del grupo de debate principal del templo estuvo monopolizada por las
preguntas de Jesús. Algunas de estas preguntas eran:
1382§5
125:5.3
1.
¿Qué es lo que hay realmente en el santo de los santos, detrás del velo?
1382§6
125:5.4
2.
¿Por qué las madres de Israel deben separarse de los creyentes varones en el templo?
1382§7
125:5.5
3.
Si Dios es un padre que ama a sus hijos, ¿por qué tanta matanza de animales para ganar el favor divino? ¿Es que
se han interpretado erróneamente las enseñanzas de Moisés?
1382§8
125:5.6
4.
Puesto que el templo está dedicado al culto del Padre celestial, ¿no resulta incongruente permitir allí la presencia
de los que se dedican a los negocios y comercio seculares?
1382§9
125:5.7
5.
¿Será el esperado Mesías un príncipe temporal que ocupe el trono de David, o será más bien la luz de la vida, en
el establecimiento de un reino espiritual?
1383§3
125:5.10
Después de la cena en Betania nuevamente rehusó la invitación de participar en la alegre rueda de conversación,
yéndose al jardín. Allí permaneció largas horas, hasta bien entrada la noche, en vano intentando esbozar un plan
definido de acción para acometer el problema de su misión en la vida, y para decidir cuál sería la mejor manera de
enfrentar la tarea de revelar a sus compatriotas tan espiritualmente ciegos un concepto más bello del Padre
celestial, librándolos así de las duras cadenas de la ley, los ritos, las ceremonias y las tradiciones enmohecidas.
Pero la luz esclarecedora no se le presentaba a este joven que tanto anhelaba la verdad.
1383§5
125:6.2
Se dirigió nuevamente al templo, esta vez sin detenerse en la cresta del Monte de los Olivos para meditar. Mucho
se habló esa mañana de la ley y de los profetas, y los maestros se asombraron de los extraordinarios
conocimientos de Jesús sobre las escrituras, tanto en hebreo como en griego. Pero más les asombraba su
juventud que su conocimiento de la verdad.
1383§6
125:6.3
En la conferencia de la tarde no habían hecho más que empezar a responder a su pregunta sobre cuál era el
propósito de la oración, cuando el jefe invitó al mancebo a que se acercara, y sentando a su lado le solicitó que
expusiera su punto de vista respecto a la oración y la adoración.
1384§1
125:6.5
José se quedó mudo; pero María dio rienda suelta al temor y la ansiedad largamente reprimidos, corrió hacia el
mancebo, quien se había levantado para saludar a sus atónitos padres, diciendo: «Hijo mío, ¿por qué nos tratas
así? Hace más de tres días que tu padre y yo te buscamos acongojados. ¿Qué te llevó a abandonarnos?» Fue un
momento de tensión. Todos las miradas se volvieron hacia Jesús para ver cómo respondería. Su padre lo miraba
con reproche pero no decía nada.
1384§3
125:6.7
Pero el joven supo hacerle frente a la situación. Si tomáis en cuenta con imparcialidad todos los factores que se
combinaron para dar lugar a esta situación, estaréis mejor preparados para medir la sabiduría de la respuesta del
niño a la inintencionada reprimenda de su madre. Después de pensar un momento, Jesús le respondió diciendo:
«¿Por qué me habéis buscado durante tanto tiempo? ¿No os imaginabais que me encontraríais en la casa de mi
Padre, puesto que ha llegado el momento para mí de ocuparme de los asuntos de mi Padre?»
1384§4
125:6.8
Todo el mundo se asombró de la manera de hablar del mancebo. Todos se retiraron en silencio, dejándolo a solas
con sus padres. De inmediato el joven alivió la embarazosa situación de los tres, al decir de manera más suave:
«Vamos, padres míos, nadie hizo sino nada que no considerara su deber. Nuestro Padre que está en los cielos ha
ordenado estas cosas; vamos a casa.»
1384§5
125:6.9
En silencio emprendieron el viaje; por la noche llegaron a Jericó. Sólo una vez se detuvieron, y eso en la cima del
Oliveto donde levantó el joven su cayado hacia el cielo, y temblando con intensa emoción de pies a cabeza, dijo:
«Oh Jerusalén, Jerusalén, oh habitantes de Jerusalén ¡cuán esclavizados estáis —sometidos al yugo romano,
víctimas de vuestras propias tradiciones— pero yo volveré para purificar el templo y liberar a mi pueblo de esta
esclavitud!»
1384§6
125:6.10
Poco habló Jesús durante los tres días de viaje a Nazaret; sus padres tampoco dijeron mucho en su presencia. En
verdad no comprendían la conducta de su hijo primogénito, pero las palabras de Jesús se habían grabado en su
corazón, aunque ellos no entendieran plenamente su significado.
1384§7
125:6.11
Al llegar al hogar, Jesús hizo una breve declaración a sus padres, reiterándoles su afecto de un modo que sugería
tácitamente que ya no debían temer que nuevamente les ocasionara ansiedades con su conducta. Concluyó esta
importante declaración diciéndoles:
«Si bien debo hacer la voluntad de mi Padre celestial, no dejaré de obedecer a
mi padre terrenal. He de aguardar a que llegue mi hora».