DOCUMENTO 153
LA CRISIS EN CAPERNAUM
1707§1
153:0.1
El
viernes, por la noche del día de su llegada a Betsaida, y el sábado por la mañana, los apóstoles observaron que
Jesús estaba seriamente ocupado con un problema de gran importancia; se daban cuenta de que el Maestro
prestaba una atención poco común a algún asunto importante. No desayunó, y comió poco al mediodía. Todo el
sábado por la mañana y la noche anterior, los doce y sus compañeros se reunieron en pequeños grupos alrededor
de la casa, en el jardín y en la playa. Pesaba sobre todos ellos una nube de incertidumbre y aprehensión. Jesús
poco les había hablado desde que salieron de Jerusalén.
1707§4
153:1.1
Una congregación distinguida recibió a Jesús a las tres de la tarde de este bellísimo sábado, en la nueva sinagoga
de Capernaum. Jairo presidía y entregó a Jesús las Escrituras para leer. El día anterior, habían llegado de
Jerusalén cincuenta y tres fariseos y saduceos; también estaban presentes más de treinta de los líderes y jefes de
las sinagogas vecinas. Estos líderes religiosos judíos actuaban directamente bajo las órdenes del sanedrín de
Jerusalén, y constituían la vanguardia ortodoxa que venía para inaugurar una guerrilla abierta contra Jesús y sus
discípulos. Sentados junto a estos dirigentes judíos, en los asientos de honor de la sinagoga, estaban los
observadores oficiales de Herodes Antipas, enviados por él para que averiguaran la verdad sobre los preocupantes
rumores de que la plebe había intentado en tierras de su hermano Felipe, proclamar a Jesús rey de los judíos.
1708§3
153:1.4
Esta crisis en la vida terrenal de Jesús comenzó con el episodio de la comida para los cinco mil y terminó con este
sermón en la sinagoga; la crisis en la vida de los apóstoles comenzó con este sermón en la sinagoga y continuó
durante todo un año, terminando tan sólo con el juicio y crucifixión del Maestro.
1708§4
153:1.5
Mientras estaban sentados allí en la sinagoga esa tarde, antes de que Jesús comenzara a hablar, un solo gran
misterio, una sola pregunta suprema, se alojaba en la mente de todos. Tanto sus amigos como sus enemigos
tenían un solo pensamiento, y era éste: «¿Por qué sofocó él tan deliberada y eficazmente el entusiasmo popular?»
Fue inmediatamente antes e inmediatamente después de este sermón, cuando la incertidumbre y el desencanto de
sus seguidores desilusionados cundieron en una oposición inconsciente que finalmente se transformó en auténtico
encono. Fue después de este sermón en la sinagoga cuando Judas Iscariote acarició su primer pensamiento
consciente de deserción. Pero supo, por el momento, dominar eficazmente tales inclinaciones.
1709§2
153:2.1
Jesús comenzó este sermón leyendo de la ley tal como se encuentra en el Deuteronomio:
«Pero acontecerá que, si
el pueblo no obedece la voz de Dios, con seguridad vendrán sobre ellos las maldiciones de la transgresión. El
Señor te entregará derrotado delante de tus enemigos; serás vejado por todos los reinos de la tierra. El Señor te
llevará a ti y al rey que hubieres puesto sobre ti, a una nación extranjera. Serás motivo de horror, y servirás de
refrán y de burla entre todas las naciones. Tus hijos e hijas irán en cautiverio. Los extranjeros que estarán en
medio de ti se elevarán sobre ti muy alto y tú descenderás muy abajo. Y estarán todas estas cosas sobre ti y tu
descendencia para siempre por cuanto no habrás atendido a la palabra del Señor. Servirás, por tanto, a tus
enemigos que vendrán contra ti. Sufrirás hambre y sed y llevarás este yugo ajeno de hierro. El Señor traerá contra
ti una nación de lejos, del extremo de la tierra, nación cuya lengua no entiendas, gente fiera de rosto, nación que
no tendrá respeto a ti. Pondrá sitio a todas tus ciudades hasta que caigan tus muros altos y fortificados en que tú
confías; y toda la tierra caerá en sus manos. Y sucederá que llegarás a comer el fruto de tu vientre, la carne de tus
hijos e hijas, en el sitio y en el apuro con que te angustiarán tus enemigos».
1711§2
153:2.10
Al pausar Jesús un momento para contemplar la congregación, uno de los maestros de Jerusalén (miembro del
sanedrín) se levantó y preguntó: «¿Debo comprender yo según lo que tú dices que eres el pan que viene del cielo,
y que el maná que Moisés diera a nuestros antepasados en el desierto no lo era?» Jesús respondió al fariseo:
«Comprendiste bien». Entonces dijo el fariseo: «Pero, ¿no eres tú Jesús de Nazaret, el hijo de José, el carpintero?
¿Acaso no son tu padre y tu madre, así como también tus hermanos y hermanas, bien conocidos de muchos entre
nosotros? ¿Cómo puede ser que vengas aquí a la casa de Dios y declares que has venido del cielo?»
1712§1
153:3.1
Muchas fueron las preguntas hechas a Jesús durante esta reunión después del sermón. Algunas fueron formuladas
por sus perplejos discípulos, pero más provinieron de los críticos descreídos que tan sólo trataban de poner a
Jesús en apuros y hacerlo caer en una trampa.
1713§3
153:4.1
Durante esta reunión después de los servicios, en el medio de las discusiones, uno de los fariseos de Jerusalén
condujo ante Jesús a un joven perturbado, poseído por un espíritu rebelde y turbulento. Después de conducir a
este mancebo demente ante Jesús, dijo: «¿Qué puedes hacer tú por semejante aflicción? ¿Puedes echar afuera a
los diablos?» Cuando el Maestro contempló al joven, fue conmovido por la compasión y, señalando al muchacho
que se le acercara, lo tomó de la mano y dijo:
«Tú sabes quién soy yo; sal de él; ¡y yo ordeno a uno de tus
semejantes leales que se asegure de que no vuelvas!»
Inmediatamente el joven se sintió normal y recobró su
mente sana. Este es el primer caso en el que Jesús realmente echó a un «espíritu malvado» fuera de un ser
humano. Todos los casos previos sólo habían sido supuestamente poseídos por el diablo; pero este era un caso
genuino de posesión demoníaca, tal como de cuando en cuando ocurría en aquellos días y hasta el día de
Pentecostés, cuando el espíritu del Maestro fue derramado sobre toda la carne, haciendo por siempre imposible
que estos pocos rebeldes celestiales se aprovecharan de ciertos tipos inestables de seres humanos.
1715§1
153:5.1
Una y otra vez Jesús había hecho añicos las esperanzas de sus apóstoles, repetidamente había destruido sus
expectativas más ansiadas, pero ningún período de desilusión ni temporada de pesadumbre igualó jamás la que
ahora estaban sufriendo. Además, esta vez, a la depresión se mezclaba el temor por su propio bienestar. Estaban
todos sorprendidos y asombrados por la deserción tan repentina y completa de la plebe. Al mismo tiempo, también
los desconcertaba y asustaba un tanto la audacia inesperada y la determinación asertiva, exhibidas por los fariseos
que habían venido de Jerusalén. Pero más que nada estaban pasmados por el repentino cambio en las tácticas de
Jesús. Bajo circunstancias ordinarias, se habrían alegrado de la aparición de esta actitud más militante, pero
apareciendo como había aparecido, juntamente con tantas otras cosas inesperadas, se sorprendieron.
1707§2
153:0.2
No veían al Maestro tan preocupado y poco comunicativo desde hacía meses. Aun Simón Pedro estaba deprimido
y abatido. Andrés no sabía qué hacer por sus entristecidos compañeros. Natanael observó que estaban en un
período de «calma antes de la tormenta». Tomás expresó la opinión de que «está por suceder algo fuera de lo
ordinario». Felipe aconsejó a David Zebedeo que «olvidara todo plan de alimentar y hospedar a la multitud, hasta
que sepamos qué es lo que está pensando el Maestro». Mateo estaba tratando con renovado esfuerzo de surtir el
tesoro. Santiago y Juan conversaron sobre el próximo sermón en la sinagoga, perdiéndose en especulaciones
relativas a su probable naturaleza y alcance. Simón el Zelote expresó la opinión, en realidad la esperanza, de que
«el Padre en los cielos tal vez esté a punto de intervenir de alguna manera inesperada para reivindicación y apoyo
de su Hijo», mientras que Judas Iscariote se atrevió a albergar el pensamiento de que tal vez Jesús estaba
oprimido por el arrepentimiento por no haber «tenido el coraje y la osadía de permitir a los cinco mil que lo
proclamaran rey de los judíos».
1707§3
153:0.3
Fue pues partiendo de este grupo de seguidores deprimidos y desconsolados que Jesús se abrió paso en esta bella
tarde de sábado para predicar en la sinagoga de Capernaum su trascendental sermón. Las únicas palabras de
alegría y buenos augurios de todos sus seguidores inmediatos, provinieron de los inocentes gemelos Alfeo
quienes, al salir Jesús de la casa camino de la sinagoga, lo saludaron alegremente diciendo: «Oramos porque el
Padre te ayude, y porque tengamos multitudes más grandes que nunca».
1708§1
153:1.2
Jesús comprendía que estaba por enfrentarse con una inmediata declaración de guerra abierta y jurada por parte
de sus enemigos en aumento, y audazmente eligió tomar la ofensiva. Al alimentar a los cinco mil había desafiado
las ideas de éstos sobre el Mesías material; ahora, nuevamente decidió poner abiertamente en tela de juicio el
concepto del libertador judío. Esta crisis, que comenzó con la alimentación de los cinco mil y culminó con este
sermón de la tarde del sábado, marcó el momento en que se redujo drásticamente la corriente de su fama y
popularidad. De allí en adelante, el trabajo del reino estaría cada vez más dedicado a la tarea más importante de
ganar conversos espirituales duraderos para la hermandad verdaderamente religiosa de la humanidad. Este
sermón marca la crisis en la transición, del período de discusión, controversia y decisión, al de guerra abierta y
aceptación final o rechazo final.
1708§2
153:1.3
El Maestro bien sabía que muchos de sus seguidores estaban, lenta pero seguramente, preparándose
mentalmente para un rechazo final. Del mismo modo sabía que muchos de sus discípulos estaban, lenta pero
seguramente, pasando por esa capacitación de la mente y esa disciplina del alma que les permitirían triunfar sobre
la duda y valientemente afirmar su fe madura en el evangelio del reino. Jesús comprendía plenamente cómo se
preparan los hombres para tomar decisiones en una crisis y realizar acciones inmediatas y audaces mediante un
lento proceso de selección reiterada entre situaciones recurrentes de bien y mal. Sometió a sus mensajeros
elegidos a repetidas pruebas de desilusión y les proporcionó con frecuencia oportunidades llenas de dificultad para
que seleccionaran entre el camino justo y el camino erróneo de enfrentar las pruebas espirituales. Sabía que podía
confiar en sus seguidores, cuando éstos se enfrentaran con la prueba final, que ellos tomarían sus decisiones
vitales de acuerdo con actitudes mentales y reacciones espirituales previas y habituales.
1708§5
153:1.6
Todos se encontraban en un estado de perplejidad. Jesús los había dejado confundidos y en zozobra.
Recientemente, se había lanzado a la más grande demostración de poder sobrenatural de toda su andadura. El
episodio en que sació a los cinco mil fue el acontecimiento singular de su vida terrenal que más apeló al concepto
judío del Mesías esperado. Pero esta extraordinaria ventaja fue inmediatamente contrarrestada en forma
inexplicable por su pronto e inequívoco rechazo de la corona de rey.
1709§1
153:1.7
El viernes por la noche, y nuevamente el sábado por la mañana, los dirigentes de Jerusalén trataron de convencer
a Jairo de que impidiera el discurso de Jesús en la sinagoga, pero sin resultados. La única respuesta de Jairo a
sus ruegos fue: «Yo he otorgado su solicitud, y no me retractaré».
1709§3
153:2.2
Cuando Jesús hubo terminado esta lectura, pasó a los Profetas, y leyó de Jeremías:
«'Si no atendéis a las
palabras de mis siervos los profetas que os he enviado, yo pondré esta casa como Silo, y esta ciudad la pondré
por maldición a todas las naciones de la tierra'. Y los sacerdotes y los maestros oyeron a Jeremías hablar estas
palabras en la casa del Señor. Y sucedió que, cuando Jeremías terminó de decir todo lo que el Señor le había
ordenado que dijera a todo el pueblo, los sacerdotes y los maestros lo agarraron, diciendo: 'De cierto morirás'. Y
todo el pueblo se agolpó en la casa del Señor alrededor de Jeremías. Cuando los príncipes de Judá oyeron estas
cosas, se sentaron para abrir juicio contra Jeremías. Entonces hablaron los sacerdotes y maestros a los príncipes
y a todo el pueblo, diciendo: 'En pena de muerte ha incurrido este hombre porque profetizó contra nuestra ciudad, y
vosotros lo habéis oído con vuestros oídos'. Entonces habló Jeremías a los príncipes y a todo el pueblo: 'El Señor
me envió a profetizar contra esta casa y esta ciudad todas las palabras que habéis oído. Mejorad ahora vuestros
caminos y vuestras obras, y obedeced la voz del Señor vuestro Dios para libraros de los males que se han
pronunciado contra vosotros. En lo que a mí toca, he aquí estoy en vuestras manos. Haced conmigo lo que os
parezca bueno y recto. Mas sabed de cierto, que si me matáis, sangre inocente echaréis sobre vosotros y sobre
este pueblo, porque en verdad el Señor me envió para que dijese todas estas palabras en vuestros oídos'.
1710§1
153:2.3
«Los sacerdotes y maestros de ese día querían matar a Jeremías, pero los jueces no dieron su consentimiento,
aunque sí castigaron sus palabras de advertencia, mandando que lo ataran con sogas y lo bajaran a un calabozo
inmundo, hundiéndolo en el lodo hasta las axilas. Eso fue lo que esta gente le hizo al profeta Jeremías cuando él,
obedeciendo la orden del Señor, advirtió a sus hermanos sobre su inminente caída política. Hoy, deseo
preguntaros: ¿qué harán los altos sacerdotes y los líderes religiosos de este pueblo con aquél que se atreve a
advertirles sobre el día de su ruina espiritual? ¿Querréis condenar también a muerte al maestro que se atreve a
proclamar la palabra del Señor, y que no teme deciros que os negáis a caminar en el camino de la luz que conduce
a la entrada del reino del cielo?
1710§2
153:2.4
«¿Qué es lo que buscáis como prueba de mi misión en la tierra? Os hemos dejado tranquilos en vuestra posición
de influencia y poder, mientras predicábamos buenas nuevas a los pobres y a los parías. No hemos lanzado
ningún ataque hostil contra lo que vosotros reverenciáis, sino más bien hemos proclamado una nueva libertad para
el alma temerosa del hombre. He venido al mundo para revelar a mi Padre y para establecer sobre la tierra la
hermandad espiritual de los hijos de Dios, el reino del cielo. Aunque muchas veces os he recordado que mi reino
no es de este mundo, sin embargo mi Padre os ha otorgado muchas manifestaciones de portentos materiales,
además de las transformaciones y regeneraciones espirituales más evidentes.
1710§3
153:2.5
«¿Qué nuevo signo buscáis de mis manos? Os declaro que ya tenéis pruebas suficientes para permitiros tomar
una decisión. De cierto, de cierto digo a muchos que están sentados ante mí este día: os enfrentáis con la
necesidad de seleccionar qué camino seguiréis. Y yo os digo, como Josué dijera a vuestros antepasados: 'elige tú
este día a quién servirás'. Hoy, muchos de vosotros os encontráis ante la bifurcación de los caminos.
1710§4
153:2.6
«Algunos entre vosotros, cuando no pudieron encontrarme después del festín de la multitud en la otra orilla,
contratasteis la flotilla de pesca de Tiberias, que una semana antes se había refugiado ahí cerca durante una
tormenta, para ir en mi seguimiento, y ¿para qué? ¡No en pos de la verdad y la rectitud, ni para aprender cómo
mejor servir y ministrar a vuestros semejantes! No, más bien fue para conseguir más pan sin haber que trabajar
por éste. No buscabais llenar vuestra alma con la palabra viva, sino tan sólo llenar vuestro estómago con el pan
fácil. Por largo tiempo se os ha enseñando que el Mesías, cuando llegara, realizaría portentos que harían
agradable y fácil la vida para todo el pueblo elegido. No es de extrañar pues que habiendo recibido estas
enseñanzas, anheléis panes y peces. Pero yo os declaro que ésta no es la misión del Hijo del Hombre. Yo he
venido para proclamar la libertad espiritual, enseñar la verdad eterna, y promover la fe viviente.
1710§5
153:2.7
«Hermanos míos, no anheléis la carne que perece, sino más bien, buscad el alimento espiritual que alimenta aun
hasta la vida eterna; y éste es el pan de la vida que el Hijo da a todos los que lo tomen y lo coman, porque el Padre
ha dado esta vida al Hijo sin limitaciones. Cuando vosotros me preguntasteis: '¿qué hemos de hacer para realizar
la obra de Dios?', yo os dije claramente: 'ésta es la obra de Dios, que creáis en aquel que él ha enviado.'»
1710§6
153:2.8
Luego dijo Jesús, indicando una imagen de vasija de maná que decoraba el dintel de esta nueva sinagoga,
embellecida con racimos de uva:
«Habéis creído que vuestros antepasados en el desierto comieron maná el pan
del cielo pero yo os digo que ése era el pan de la tierra. Aunque Moisés no dio a vuestros antepasados el pan del
cielo, mi Padre ahora está pronto para daros el verdadero pan de la vida. El pan del cielo es lo que desciende de
Dios y da vida eterna a los hombres del mundo. Y cuando vosotros me digáis, danos este pan viviente, yo os
contestaré: yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no pasará hambre, el que cree en mí, jamás tendrá sed. Me
habéis visto, habéis vivido conmigo, habéis contemplado mis obras, sin embargo no creéis que he venido del
Padre. Pero a los que sí creen: no temáis. Todos los que son conducidos por el Padre vendrán a mí, y el que
venga a mí no será rechazado.
1711§1
153:2.9
«Ahora, permitidme que os declare, de una vez por todas, que he venido a la tierra, no para hacer mi propia
voluntad, sino la voluntad de Aquél que me envió. Y ésta es la voluntad final de Aquél que me envió, que de todos
los que él me ha entregado, no debo perder ni uno. Y ésta es la voluntad del Padre: que todo el que contemple al
Hijo y crea en él, tendrá vida eterna. Sólo ayer os di pan para vuestro cuerpo; hoy, os ofrezco el pan de la vida para
vuestras almas hambrientas. ¿Tomaréis pues ahora el pan del espíritu con tanto entusiasmo como entonces
comisteis el pan de este mundo?»
1711§3
153:2.11
A esta altura tanto murmullo había en la sinagoga, y tal amenaza de un tumulto, que Jesús se puso de pie y dijo:
«Seamos pacientes; la verdad no sufre nunca por un escrutinio honesto. Yo soy todo lo que tú dices, pero aun
más. El Padre y yo somos uno; el Hijo hace tan sólo lo que el Padre le enseña, y todos los que el Padre entrega al
Hijo, el Hijo recibirá para sí. Habéis leído donde dice en los Profetas, 'todos seréis enseñados por Dios', y que 'los
enseñados por el Padre también oirán a su Hijo'. Todo el que se entrega a la enseñanza del espíritu residente del
Padre, finalmente vendrá a mí. Nadie ha visto al Padre, pero el espíritu del Padre vive dentro del hombre. Y el Hijo
que bajó del cielo, con toda seguridad ha visto al Padre. Y los que realmente creen en este Hijo, ya tienen vida
eterna.
1711§4
153:2.12
«Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron maná en el desierto y están muertos. Pero este pan que
desciende de Dios, si un hombre come de él, nunca morirá en el espíritu. Repito, yo soy este pan viviente, y toda
alma que llegue a alcanzar esta naturaleza unida de Dios y hombre vivirá por siempre. Este pan de vida que yo doy
a todos quienes quieren recibirlo, es mi propia naturaleza viva y combinada. El Padre en el Hijo y el Hijo uno con el
Padre: esa es mi revelación dadora de vida al mundo y mi don salvador para todas las naciones».
1711§5
153:2.13
Cuando Jesús terminó de hablar, el jefe de la sinagoga despidió a la congregación, pero no se iban. Se
congregaron alrededor de Jesús para hacer más preguntas, mientras otros murmuraban y discutían entre ellos.
Este estado de cosas continuó por más de tres horas. Eran más de las siete de la noche cuando el público
finalmente se dispersó.
1712§2
153:3.2
Uno de los fariseos visitantes, montado en un farol, gritó esta pregunta: «Nos dices que eres el pan de la vida.
¿Cómo puedes darnos tú tu carne para comer y tu sangre para beber? ¿De qué vale tu enseñanza si no puede ser
llevada a cabo?» Jesús respondió a esta pregunta diciendo:
«No os enseñé que mi carne es el pan de la vida ni
que mi sangre es el agua viva. Pero he dicho que mi vida en la carne es un don del pan del cielo. El hecho del
Verbo de Dios hecha carne y el fenómeno del Hijo del Hombre sujeto a la voluntad de Dios, constituyen una
realidad de experiencia que es equivalente al alimento divino. No podéis comer mi carne ni beber mi sangre, pero
podéis en espíritu volveros uno conmigo, aun como yo soy uno en espíritu con el Padre. Podéis alimentaros con la
palabra eterna de Dios, que es verdaderamente el pan de la vida, y que ha sido donada en la semejanza de la
carne mortal; podéis regar vuestra alma con el espíritu divino, que es verdaderamente el agua viva. El Padre me
ha enviado al mundo, para mostraros cómo desea morar en todos los hombres y guiarlos; y he vivido esta vida en
la carne para inspirar a todos los hombres para siempre a que también traten de conocer y hacer la voluntad del
Padre celestial que en ellos reside».
1712§3
153:3.3
Entonces uno de los espías de Jerusalén que había estado observando a Jesús y a sus apóstoles, dijo: «Vemos
que ni tú ni tus apóstoles os laváis las manos en forma adecuada antes de comer pan. Bien debéis saber que la
práctica de comer con las manos sucias e impuras es una transgresión de la ley de los ancianos. Tampoco laváis
en forma adecuada vuestras copas de beber y vuestras vasijas de comer. ¿Por qué mostráis tal falta de respeto
por las tradiciones de los padres y las leyes de nuestros ancianos?» Cuando Jesús lo oyó hablar, respondió:
«¿Por
qué transgredís los mandamientos de Dios con las leyes de la tradición? El mandamiento dice, 'honrarás a tu
padre y tu madre', y os ordena que compartáis con ellos vuestra sustancia si es necesario; pero vosotros aplicáis
una ley basada en la tradición, que permite que los hijos desobedientes digan que el dinero que pudiera haber
ayudado a los padres, ha sido 'entregado a Dios'. Así libera la ley de los ancianos a estos hijos mañosos de sus
responsabilidades, sin tomar en cuenta el hecho de que estos hijos subsiguientemente utilizan el dinero para su
propia comodidad. ¿Por qué anuláis de este modo el mandamiento, basándoos en vuestra tradición? Bien profetizó
Isaías vuestra hipocresía diciendo: 'Con sus labios este pueblo me honra, pero su corazón está lejos de mí. En
vano me adoran, enseñando como doctrinas los preceptos de los hombres'.
1712§4
153:3.4
«Bien podéis ver cómo olvidáis el mandamiento, aferrándoos en cambio a las tradiciones de los hombres.
Rechazáis sin titubear la palabra de Dios, mientras mantenéis vuestra tradición. De muchas otras maneras os
atrevéis a emplazar vuestras enseñanzas por encima de la ley y de los profetas».
1712§5
153:3.5
Entonces se dirigió Jesús a todos los que estaban presentes, diciendo:
«Pero, prestadme atención todos vosotros.
No es lo que entra por la boca, lo que ensucia espiritualmente al hombre, sino más bien, lo que procede de la boca
y del corazón».
Pero ni siquiera los apóstoles pudieron captar plenamente el significado de sus palabras, porque
Simón Pedro también le preguntó: «Para que algunos de tus oyentes no se sientan innecesariamente ofendidos,
¿puedes explicarnos el significado de estas palabras?» Entonces le dijo Jesús a Pedro:
«¿Es que tú también eres
duro de comprensión? ¿Acaso no sabes que toda planta que no haya sembrado mi Padre será desarraigada?
Presta atención a los que quieren conocer la verdad. No puedes obligar a los hombres a que amen la verdad.
Muchos de estos maestros, son guías ciegos. Y tú sabes que, si un ciego conduce a un ciego, ambos caerán al
precipicio. Pero, prestad atención cuando os digo la verdad sobre esas cosas que ensucian moralmente y
contaminan espiritualmente a los hombres. Yo declaro que no es lo que entra al cuerpo por la boca o llega a la
mente por los ojos y los oídos, lo que ensucia al hombre. El hombre tan sólo se ensucia por el mal que puede
originarse dentro de su corazón, y que encuentra expresión en las palabras y acciones de estas personas impuras.
¿Acaso no sabes que es del corazón de donde provienen los malos pensamientos, los protervos proyectos de
asesinato, robo y adulterio, juntamente con los celos, el orgullo, la ira, la venganza, los regaños y el falso
testimonio? Estas son precisamente las cosas que ensucian al hombre, y no el comer pan con las manos
ceremonialmente sucias».
1713§1
153:3.6
Ya los comisionados fariseos del sanedrín de Jerusalén estaban casi convencidos de que había que arrestar a
Jesús por blasfemia o porque se mofaba de la ley sagrada de los judíos; por eso intentaban enredarlo en
discusiones sobre algunas de las tradiciones de los ancianos, las así llamadas leyes orales del país, para darle la
oportunidad de que las atacara. Sin importarles el hecho que hubiera escasez de agua, estos judíos encadenados
por las tradiciones no dejaban jamás de realizar el lavado ceremonial de las manos antes de cada comida. Era su
creencia que «es mejor morir, que transgredir los mandamientos de los ancianos». Los espías hicieron esta
pregunta, porque sabían que Jesús había dicho «la salvación es asunto de corazón limpio más bien que de manos
limpias». Pero estas creencias, cuando se vuelven parte de una religión, son difíciles de eliminar. Aun muchos
años después de este día, el apóstol Pedro seguía siendo esclavo temeroso de muchas de estas tradiciones sobre
la limpieza y la impureza, y finalmente se liberó mediante la experiencia de un sueño extraordinario y vívido. Todo
esto se puede comprender mejor si se recuerda que estos judíos consideraban que comer sin lavarse las manos
equivalía a comerciar con una prostituta, y ambas acciones eran igualmente castigables de excomunión.
1713§2
153:3.7
Así pues, eligió el Maestro discutir y exponer la locura del entero sistema rabínico de reglas y reglamentaciones
representado por la ley oral: las tradiciones de los ancianos, todas las cuales eran consideradas más sagradas y
más obligatorias para los judíos que las enseñanzas mismas de las Escrituras. Y Jesús habló con menos reserva,
porque sabía que había llegado la hora en la que nada más podía hacer para prevenir una ruptura abierta de las
relaciones con estos dirigentes religiosos.
1714§1
153:4.2
Al mostrar el pueblo admiración, uno de los fariseos se puso de pie y acusó a Jesús de que podía hacer estas
cosas porque estaba aliado con los diablos; que admitía en el lenguaje mismo que empleó para echar fuera a este
diablo, que se conocían; y siguió diciendo que los instructores y dirigentes religiosos en Jerusalén habían decidido
que Jesús realizaba todos sus así llamados milagros por el poder de Beelzebú, el príncipe de los diablos. Dijo el
fariseo: «No os asociéis con este hombre; es compañero de Satanás».
1714§2
153:4.3
Entonces dijo Jesús:
«¿Cómo puede Satanás echar afuera a Satanás? Un reino dividido contra sí mismo no puede
permanecer; si una casa está dividida contra sí misma, pronto cae en la desolación. ¿Puede resistir el sitio una
ciudad desunida? Si Satanás echa a Satanás, está dividido contra sí mismo; ¿de qué manera pues puede perdurar
su reino? Pero vosotros deberíais saber que nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte y despojarlo de sus
bienes, si antes no lo vence y lo ata. Así pues, si yo por el poder de Beelzebú echo afuera a los demonios, ¿por
qué poder los echan vuestros hijos? Por eso ellos serán vuestros jueces. Pero si yo, por el espíritu de Dios, echo
fuera a los diablos, entonces el reino de Dios ha de veras venido sobre vosotros. Si no estuvierais cegados por el
prejuicio y confundidos por el temor y el orgullo, fácilmente percibiríais que el que es más grande que los diablos
está en vuestro medio. Me obligáis a declarar que el que no está conmigo, está contra mí, que el que no cosecha
conmigo lo dispersa todo a los cuatro vientos. ¡Dejadme pronunciar una advertencia solemne, a vosotros que
presumís, con los ojos abiertos y con malicia premeditada, atribuir a sabiendas la obra de Dios a las acciones de
los diablos! De cierto, de cierto os digo que todos vuestros pecados serán perdonados, aun todas vuestras
blasfemias, pero la blasfemia deliberada y maligna contra Dios no os será perdonada. Puesto que estos obreros
persistentes de la iniquidad nunca buscarán ni recibirán perdón, son culpables del pecado de rechazar eternamente
el perdón divino.
1714§3
153:4.4
«Muchos entre vosotros habéis llegado este día a la bifurcación de los caminos; habéis llegado al comienzo de la
elección inevitable entre la voluntad del Padre y los caminos autoelegidos de las tinieblas. Así como vosotros
elegís ahora, así seréis con el tiempo. Debéis hacer bueno el árbol y bueno su fruto, o de lo contrario el árbol será
corrupto y corrupto su fruto. Yo declaro que en el reino eterno de mi Padre, el árbol se conoce por sus frutos. Pero
algunos entre vosotros que sois como víboras, ¿cómo podéis, habiendo ya elegido el mal, dar buenos frutos?
Después de todo, por vuestra boca habla la abundancia del mal en vuestro corazón».
1714§4
153:4.5
Entonces otro fariseo se puso de pie, diciendo: «Maestro, querríamos que nos dieses un signo predeterminado
conque todos estemos de acuerdo que estableces tu autoridad y derecho de enseñar. ¿Estás de acuerdo con este
arreglo?» Y cuando Jesús escuchó esto, dijo:
«Esta generación incrédula y buscadora de signos desea un
portento, pero ningún signo se os dará excepto el que ya tenéis, y el que veréis cuando el Hijo del Hombre parta de
entre vosotros».
1714§5
153:4.6
Y cuando hubo terminado de hablar, sus apóstoles lo rodearon y lo condujeron fuera de la sinagoga. En silencio se
dirigieron con él a la casa en Betsaida. Todos estaban sorprendidos y un tanto atemorizados por el repentino
cambio en las tácticas de enseñanza del Maestro. No estaban acostumbrados para nada a verle actuar de esa
forma tan militante.
1715§2
153:5.2
Como si todo esto fuera poco, cuando llegaron a casa, Jesús se negó a comer. Se aisló durante horas en uno de
los cuartos de arriba. Era casi la medianoche cuando Joab, el líder de los evangelistas, volvió e informó que un
tercio de sus compañeros habían desertado. A lo largo de toda esa noche, fueron y vinieron discípulos leales,
trayendo la noticia de que el cambio de actitud hacia el Maestro era general en Capernaum. Los dirigentes de
Jerusalén no vacilaron en alimentar este sentimiento de desafecto y en fomentar de todas las formas posibles el
movimiento de abandono de Jesús y de sus enseñanzas. Durante estas horas difíciles, las doce mujeres se
encontraban reunidas en la casa de Pedro. Estaban atormentadas sobremanera, pero ninguna de ellas desertó.
1715§3
153:5.3
Poco después de la medianoche, Jesús bajó de la habitación del piso superior y se detuvo entre los doce y sus
compañeros, unos treinta en total. Dijo:
«Reconozco que este cernido del reino os preocupa, pero es inevitable. Sin
embargo, después de toda la enseñanza que habéis recibido, ¿había alguna buena razón para que tropezaréis con
mis palabras? ¿Por qué estáis llenos de miedo y consternación al ver que el reino está liberándose de estas
multitudes poco convencidas, estos discípulos que creen a medias? ¿Por qué os apenáis mientras surge un nuevo
día para gloria renovada de las enseñanzas espirituales del reino del cielo? Si encontráis difícil soportar esta
prueba, ¿qué haréis cuando el Hijo del Hombre deba retornar al Padre? ¿Cuándo y cómo os prepararéis para el
tiempo en que yo ascienda al lugar del que vine a este mundo?
1715§4
153:5.4
«Amados míos, debéis recordar que es el espíritu el que da la vida; la carne y todo lo que le pertenece es de poco
provecho. Las palabras que yo he dicho a vosotros son espíritu y vida. ¡Estad de buen ánimo! No os he
abandonado. Muchos se ofenderán por las palabras claras de estos días. Ya habéis vosotros oído que muchos de
mis discípulos me han dado la espalda; ya no caminan conmigo. Desde el comienzo, yo sabía que estos creyentes
a medias quedarían por el camino. ¿Acaso no os elegí a vosotros doce y os separé como embajadores del reino?
Ahora, en circunstancias como éstas, ¿queréis desertar vosotros también? Que cada uno de vosotros contemple
su propia fe, porque uno de vosotros corre grave peligro».
Cuando Jesús hubo terminado de hablar, Simón Pedro
dijo: «Sí, Señor, estamos apesadumbrados y perplejos, pero jamás te abandonaremos. Tú nos has enseñado las
palabras de la vida eterna. Hemos creído en ti y te hemos seguido todo este tiempo. No te volveremos la espalda,
porque sabemos que eres enviado de Dios». Y cuando Pedro terminó de hablar, todos ellos de total acuerdo
bajaron la cabeza en signo de aprobación de su promesa de lealtad.
1716§1
153:5.5
Entonces dijo Jesús:
«Id a descansar, porque se aproximan épocas de mucho trabajo para nosotros; se están
acercando días muy activos».