DOCUMENTO 174
EL MARTES POR LA MAÑANA EN EL TEMPLO
1897§1
174:0.1
A
eso de las siete de este martes por la mañana Jesús se reunió con los apóstoles, el cuerpo de mujeres, y unas dos
docenas de otros discípulos prominentes en la casa de Simón. En esta reunión se despidió de Lázaro, dándole esa
instrucción que le llevó tan pronto después a huir a Filadelfia en Perea, donde más tarde se relacionó con el
movimiento misionero que tenía su central en esa ciudad. Jesús también se despidió del anciano Simón, y dio sus
consejos de despedida al cuerpo de mujeres, puesto que no volvió a dirigirse a ellas formalmente.
1898§1
174:1.1
Ya durante varios días Pedro y Santiago habían discutido de sus diferencias de opinión sobre las enseñanzas del
Maestro relativas al perdón de los pecados. Ambos habían acordado plantear el asunto a Jesús, y Pedro
aprovechó esta ocasión como una oportunidad adecuada para obtener el consejo del Maestro. Por lo tanto, Simón
Pedro interrumpió la conversación que trataba de las diferencias entre la alabanza y la adoración, preguntando:
«Maestro, Santiago y yo no nos ponemos de acuerdo sobre tus enseñanzas relativas al perdón de los pecados.
Santiago sostiene que tú enseñas que el Padre nos perdona aun antes de que nosotros se lo pidamos, y yo pienso
que el arrepentimiento y la confesión deben preceder al perdón. ¿Quién de nosotros tiene razón? ¿Qué dices tú?»
1899§1
174:2.1
El lunes por la noche se celebró un concilio entre el sanedrín y unos cincuenta líderes adicionales, seleccionados
entre los escribas, fariseos y saduceos. Fue consenso de esta reunión que sería peligroso arrestar a Jesús en
público, debido al afecto con que contaba entre la gente común. También era opinión de la mayoría que debía
hacerse un esfuerzo decidido por desacreditarlo a los ojos de la multitud antes de arrestarlo y llevarlo a juicio. Por
lo tanto, varios grupos de hombres eruditos fueron designados para estar disponibles a la mañana siguiente en el
templo con el objeto de hacerlo caer en la trampa de preguntas difíciles, y de otra manera tratar de ponerlo en una
situación embarazosa ante la gente. Por fin, los fariseos, los saduceos y aun los herodianos estaban todos unidos
en este esfuerzo dirigido a desacreditar a Jesús a los ojos de las multitudes pascuales.
1900§1
174:3.1
Antes de que Jesús pudiera comenzar con su enseñanza, otro grupo se adelantó para hacerle preguntas, esta vez,
un grupo de saduceos instruidos y astutos. Su portavoz, acercándosele, dijo: «Maestro, Moisés dijo que si un
hombre casado moría sin dejar hijos, su hermano se casaría con la mujer y levantaría descendencia a su hermano
muerto. Ahora bien, ocurrió que cierto hombre que tenía seis hermanos murió sin dejar hijos; el hermano siguiente
se casó con su mujer, pero también murió muy pronto, sin dejar hijos. Del mismo modo el segundo hermano tomó
a la mujer, pero también murió sin dejar descendencia. De la misma manera los seis hermanos se casaron con
ella, y los seis murieron sin dejar hijos. Luego, después de todos ellos, murió también la mujer. Ahora bien, lo que
nosotros quisiéramos preguntarte es esto: En la resurrección, ¿de quién será ella esposa, puesto que los siete
hermanos la han poseído?»
1900§4
174:3.4
Jesús apeló tan sólo a Moisés en este encuentro con los saduceos sólo porque esta secta político-religiosa
reconocía solamente la validez de los cinco así llamados libros de Moisés; ellos no creían que las enseñanzas de
los profetas fueran admisibles como base para los dogmas de la doctrina. El Maestro en su respuesta, aunque
afirmando positivamente el hecho de la supervivencia de las criaturas mortales por la técnica de la resurrección, no
habló de ninguna manera con aprobación de las creencias fariseas de la resurrección del concreto cuerpo humano.
El concepto que Jesús deseaba acentuar era: Que el Padre había dicho: 'Yo soy el Dios de Abraham, Isaac y
Jacob', no yo era su Dios.
1901§1
174:4.1
Otro grupo de saduceos había sido instruido para enredar a Jesús en preguntas sobre los ángeles, pero cuando
contemplaron la suerte de sus compañeros que habían tratado de hacerlo caer en la trampa con las preguntas
relativas a la resurrección, con mucho tino decidieron permanecer callados; se retiraron sin hacer preguntas. Era el
plan premeditado de los confederados fariseos, escribas, saduceos y herodianos plantear preguntas engorrosas
durante todo el día con la esperanza de desacreditar de esta manera a Jesús ante la gente y al mismo tiempo de
prevenir efectivamente que él tuviera tiempo para la proclamación de sus enseñanzas perturbadoras.
1901§4
174:4.4
Jesús habló la verdad cuando se refirió a este abogado diciendo
«no estás muy lejos del reino»,
porque esa misma noche él fue al campamento del Maestro cerca de Getsemaní,
profesó su fe en el evangelio del reino, y fue bautizado por Josías, uno de los discípulos de Abner.
1901§5
174:4.5
Dos o tres otros grupos de escribas y fariseos estaban presentes y habían tenido la intención de hacer preguntas,
pero se encontraban desarmados por la respuesta de Jesús al abogado o bien los disuadió la derrota de todos los
que habían intentado enredarlo. Después de esto, ningún hombre se atrevió a hacerle pregunta alguna en público.
1902§2
174:5.1
Alrededor de mediodía, mientras Felipe compraba abastecimiento para el nuevo campamento que se estaba
estableciendo ese día cerca de Getsemaní, se le acercó una delegación de extranjeros, un grupo de griegos
creyentes de Alejandría, Atenas y Roma, cuyo portavoz dijo al apóstol: «Los que te conocen te han señalado; por
eso, venimos a ti, Señor, con la petición de ver a Jesús, tu Maestro». Felipe fue tomado de sorpresa al encontrar
así a estos gentiles griegos prominentes e indagadores en la plaza, y, puesto que Jesús había tan explícitamente
encargado a los doce que no hicieran enseñanza pública alguna durante la semana de Pascua, estuvo un tanto
perplejo en cuanto a cómo manejar este asunto. También estaba desconcertado porque estos hombres eran
gentiles extranjeros. Si hubieran sido judíos o gentiles conocidos de la zona, no habría titubeado tan
marcadamente. Lo que hizo fue: Les pidió a los griegos que permanecieran allí donde estaban. Cuando se alejó de
prisa, supusieron que había ido en busca de Jesús, pero en realidad corrió a la casa de José, donde sabía que
estaban almorzando Andrés y los demás apóstoles; y llamando afuera a Andrés, le explicó el propósito de su
venida, y luego, acompañado por Andrés, retornó a donde esperaban los griegos.
1902§4
174:5.3
«Mi Padre me envió a este mundo para revelar su comprensión amante a los hijos de
los hombres, pero aquellos a quienes primero me dirigí se han negado a recibirme. Es verdad que muchos de
vosotros habéis creído mi evangelio, pero los hijos de Abraham y sus líderes están por rechazarme, y al así hacer,
ellos rechazan a Aquél que me envió. Yo he proclamado libremente el evangelio de la salvación a este pueblo; les
he hablado de la filiación con felicidad, libertad y vida más abundante en el espíritu. Mi Padre ha hecho muchas
obras maravillosas entre estos hijos del hombre dominados por el temor. Pero en verdad el profeta Isaías se refirió
a este pueblo cuando escribió: 'Señor, ¿quién ha creído nuestras enseñanzas? ¿A quién ha sido revelado el
Señor?' En verdad los líderes de mi pueblo deliberadamente han cegado sus ojos para no ver, y endurecido su
corazón para no creer ni ser salvados. Todos estos años he tratado de curarlos de su incredulidad para que
puedan recibir la salvación eterna del Padre. Sé que no todos me han fallado; algunos entre vosotros habéis en
verdad creído mi mensaje. En este aposento ahora hay una veintena de hombres que fueron anteriormente
miembros del sanedrín, o que ocupaban altas posiciones en los concilios de la nación, aunque algunos entre
vosotros todavía os resistís a confesar abiertamente la verdad, para que no os expulsen de la sinagoga. Algunos
entre vosotros están tentados de amar la gloria de los hombres más que la gloria de Dios. Pero yo me veo
obligado a mostrar paciencia, puesto que temo por la seguridad y la lealtad aun algunos de los que han estado por
tanto tiempo junto a mí, y que han vivido tan cerca a mi lado.
1903§4
174:5.7
«El que cree en este evangelio, cree no solamente en mí sino en Aquél que me envió.
Cuando me contempláis, veis no solamente al Hijo del Hombre, sino también a Aquél que me envió. Yo soy la luz
del mundo, y el que crea mi enseñanza ya no vivirá en las tinieblas. Si vosotros los gentiles me escucháis,
recibiréis las palabras de la vida y entraréis inmediatamente en la libertad regocijante de la verdad de la filiación de
Dios. Si mis conciudadanos, los judíos, eligen rechazarme y rehúsan mis enseñanzas, no los juzgaré, porque no he
venido para juzgar al mundo sino para ofrecerle salvación. Sin embargo, los que me rechazan y rehúsan recibir
mis enseñanzas serán llevados a juicio cuando la temporada sea propicia por mi Padre y por aquellos a quienes él
ha nombrado para que juzguen a los que rechazan los dones de la misericordia y las verdades de la salvación.
Recordad todos vosotros que hablo no por mí mismo, sino que he declarado fielmente a vosotros lo que el Padre
mandó que yo debía revelar a los hijos de los hombres. Y estas palabras que el Padre me dijo que hablara al
mundo son palabras de verdad divina, misericordia sempiterna, y vida eterna.
1897§2
174:0.2
Esta mañana saludó a cada uno de lo doce con un saludo personal. A Andrés le dijo:
«No te desanimes por los acontecimientos inminentes. Controla firmemente a tus
hermanos y cuida de que no te vean deprimido».
A Pedro le dijo:
«No deposites tu confianza en el brazo ni en el acero. Establécete sobre los cimientos
espirituales de las rocas eternas».
A Santiago le dijo:
«No titubees por las apariencias exteriores. Permanece fiel en tu fe, y pronto
conocerás la realidad de aquello en lo que crees».
A Juan le dijo:
«Sé tierno; ama aun a tus enemigos; sé tolerante. Y recuerda que yo te he confiado
muchas cosas».
A Natanael le dijo:
«No juzgues por las apariencias; permanece firme en tu fe aun cuando todo parezca
esfumarse; sé fiel a tu misión de embajador del reino».
A Felipe le dijo:
«No te dejes conmover por los acontecimientos inminentes. Permanece inmutable,
aun cuando no puedas ver el camino. Sé leal a tu juramento de consagración».
A Mateo le dijo:
«No olvides la misericordia que te recibió en el reino. Que ningún hombre te quite tu
recompensa eterna. Así como has resistido las inclinaciones de la naturaleza mortal, dispónte a ser constante».
A Tomás le dijo:
«Aunque sea muy difícil, ahora debes caminar por lo que crees y no por lo que ves.
No tengas dudas de mi habilidad para completar la obra que he comenzado, hasta que finalmente veré a todos mis
fieles embajadores en el reino más allá».
A los gemelos Alfeo les dijo:
«No permitáis que las cosas que no podéis comprender os sobrecojan. Sed fieles al
afecto de vuestro corazón y no coloquéis vuestra confianza ni en grandes hombres ni en la actitud cambiante de la
gente. Aliaos con vuestros hermanos».
A Simón el Zelote le dijo:
«Simón, puedes estar sobrecogido por la desilusión, pero tu espíritu se elevará por
sobre todas las cosas que te puedan suceder. Lo que no pudiste aprender de mí, mi espíritu te lo enseñará.
Persigue las realidades verdaderas del espíritu y deja de ser atraído por las sombras irreales y materiales».
Y a Judas Iscariote le dijo:
«Judas, te he amado y he orado para que tú amaras a tus hermanos. No te canses de
hacer el bien; y quiero advertirte que te cuides de los senderos resbalosos de las lisonjas y de los dardos
envenenados del ridículo».
1897§3
174:0.3
Y cuando hubo concluido estas salutaciones, partió hacia Jerusalén con Andrés, Pedro, Santiago y Juan mientras
los demás apóstoles establecían el campamento de Getsemaní, a donde irían esa noche, y donde trasladaron su
sede central por el resto de la vida en la carne del Maestro. Aproximadamente a mitad del camino bajando el
Monte de los Olivos, Jesús pausó y conversó más de una hora con los cuatro apóstoles.
1898§2
174:1.2
Después de un corto silencio Jesús miró significativamente a los cuatro y contestó:
«Hermanos míos, erráis en vuestras opiniones porque no comprendéis la naturaleza
de esas relaciones íntimas y amantes entre la criatura y el Creador, entre el hombre y Dios. Falláis en captar esa
compasión comprensiva que el padre sabio tiene para con su hijo inmaduro que, a veces, yerra. Es en verdad
discutible si los padres inteligentes y afectuosos jamás se vean en una situación de perdonar a un hijo normal y
corriente. Las relaciones comprensivas, vinculadas con actitudes amantes, efectivamente previenen todas esas
alienaciones que más tarde necesitan una readaptación mediante el arrepentimiento por parte del hijo y el perdón
por parte del padre.
1898§3
174:1.3
«Una parte de todo padre vive en el hijo. El padre disfruta de prioridad y superioridad
de comprensión en todos los asuntos relacionados con la relación hijo-padre. El padre es capaz de ver la
inmadurez del hijo a la luz de la madurez paterna más avanzada, la experiencia más madura del miembro mayor.
En el caso del hijo terrenal y el Padre celestial, el padre divino posee infinitud y divinidad de comprensión, y
capacidad para una compasión amante. El perdón divino es inevitable; es inherente e inalienable a la infinita
comprensión de Dios, en su conocimiento perfecto de todo lo que se relaciona con el juicio erróneo y la elección
equivocada del hijo. La justicia divina es tan eternamente ecuánime que infaliblemente comprende una compasión
misericordiosa.
1898§4
174:1.4
«Cuando un hombre sabio comprende los impulsos interiores de sus semejantes, los
amará. Y cuando amáis a vuestro hermano, ya le habéis perdonado. Esta capacidad de comprender la naturaleza
humana y olvidar sus errores aparentes es deiforme. Si sois padres sabios, de esta manera amaréis y
comprenderéis a vuestros hijos, aun les perdonaréis cuando una falta de comprensión pasajera os pueda
aparentemente haber separado. El hijo, siendo inmaduro y faltándole la comprensión más plena de la profundidad
de la relación hijo-padre, debe frecuentemente experimentar una sensación de separación culpable de la
aprobación plena del padre, pero el verdadero padre no tiene nunca conciencia de una separación semejante. El
pecado es una experiencia de la conciencia de la criatura; no es parte de la conciencia de Dios.
1898§5
174:1.5
«Vuestra incapacidad o falta de deseo de perdonar a vuestros semejantes es la
medida de vuestra inmadurez, de vuestra incapacidad para alcanzar una compasión adulta, comprensión y amor.
Sois rencorosos y vengativos en proporción directa a vuestra ignorancia de la naturaleza interior y de los deseos
verdaderos de vuestros hijos y de vuestros semejantes. El amor es la manifestación exterior del impulso divino e
interior de la vida. Está fundado en la comprensión, alimentado por el servicio altruista, y perfeccionado en la
sabiduría».
1899§2
174:2.2
El martes por la mañana, cuando Jesús llegó al patio del templo y comenzó a enseñar, apenas si había
pronunciado unas pocas palabras cuando un grupo de los estudiantes más jóvenes de las academias, a quienes se
había hecho ensayar con este propósito, se adelantaron y por medio de su portavoz se dirigieron a Jesús:
«Maestro, sabemos que eres un instructor recto, y sabemos que proclamas los caminos de la verdad, y que tan
sólo sirves a Dios, porque no temes a ningún hombre, y no haces acepción de personas. Somos tan sólo
estudiantes, y nos gustaría conocer la verdad sobre un asunto que nos preocupa; nuestra dificultad es ésta: ¿Es
legal para nosotros pagar tributo al César? ¿Hemos de pagar tributo o no?» Jesús, percibiendo su hipocresía y
artificio, les dijo:
«¿Por qué venís de esta manera para tentarme? Mostradme el dinero del tributo, y yo
os contestaré».
Y cuando ellos le entregaron un denario, él lo miró y dijo:
«¿Qué imagen e inscripción lleva esta moneda?»
Cuando ellos le contestaron: «La del César», Jesús dijo:
«Dad al César las cosas que son del César y dad a Dios las cosas que son de Dios».
1899§3
174:2.3
Cuando así hubo contestado, estos jóvenes escribas y sus cómplices herodianos, se retiraron de su presencia, y la
gente, aun los saduceos, disfrutaron de su derrota. Aun los jóvenes que habían intentado hacerlo caer en la
trampa, grandemente se maravillaron de la inesperada sagacidad de la respuesta del Maestro.
1899§4
174:2.4
El día anterior, los líderes habían tratado de hacerlo tropezar ante la multitud en asuntos de autoridad eclesiástica,
y habiendo fracasado, ahora intentaban enredarlo en una discusión dañina de la autoridad civil. Tanto Pilato como
Herodes estaban en Jerusalén en ese momento, y los enemigos de Jesús conjeturaban que, si él se atrevía a
aconsejar que no se pagara el tributo al César, podrían ir inmediatamente ante las autoridades romanas y acusarlo
de sedición. Por otra parte, si aconsejaba en muchas palabras explicativas el pago del tributo calculaban con
justicia que dicha declaración heriría grandemente el orgullo nacional de sus oyentes judíos, alienando de esta
manera la buena voluntad y el afecto de la multitud.
1899§5
174:2.5
En todo esto, los enemigos de Jesús fueron derrotados puesto que era regla bien conocida del sanedrín,
establecida para guiar a los judíos dispersos entre las naciones gentiles, que el «derecho de acuñar monedas
conllevaba el derecho de cobrar impuestos». De esta manera Jesús había evitado la trampa. Haber contestado
«no» a su pregunta habría sido equivalente a incitar a la rebelión; haber contestado «sí» habría chocado a los
sentimientos nacionalistas profundamente arraigados de esa época. El Maestro no evadió la pregunta; meramente
empleó la sabiduría de ofrecer una respuesta doble. Jesús nunca fue evasivo, pero siempre fue sabio en su trato
con los que trataban de turbarlo y de destruirlo.
1900§2
174:3.2
Jesús sabía, y también lo sabía la gente, que estos saduceos no eran sinceros al hacer esta pregunta, porque no
era probable que realmente pudiera ocurrir este caso; además, esta práctica de los hermanos de un muerto que
tratan de hacer hijos en su nombre, estaba prácticamente abandonada en esta época entre los judíos. Sin
embargo, Jesús condescendió a contestar esta pregunta maliciosa. Dijo:
«Erráis al hacer estas preguntas, porque no conocéis ni las Escrituras ni el poder vivo
de Dios. Sabéis que los hijos de este mundo pueden casarse y pueden ser dados en matrimonio, pero parece que
no comprendéis que los que son considerados merecedores de alcanzar los mundos venideros, mediante la
resurrección de los rectos, ni se casan ni son dados en matrimonio. Los que experimentan la resurrección de los
muertos son más parecidos a los ángeles del cielo, y nunca mueren. Estos seres resurrectos son eternamente los
hijos de Dios; son los hijos de la luz resucitados al progreso de la vida eterna. Y aun vuestro padre Moisés
comprendió esto porque, en relación con sus experiencias junto a la zarza ardiente, él oyó al Padre decir: 'Yo soy el
Dios de Abraham, el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob'. Así pues, juntamente con Moisés, yo declaro que mi Padre
no es el Dios de los muertos sino el de los vivos. En él todos vosotros vivís, os reproducís, y poseéis vuestra
existencia mortal».
1900§3
174:3.3
Cuando Jesús hubo terminado de contestar estas preguntas, los saduceos se retiraron, y algunos de los fariseos
tanto se olvidaron de sí mismos como para exclamar: «Es verdad, es verdad, Maestro, has contestado bien a estos
saduceos incrédulos». Los saduceos no se atrevieron a hacerle más preguntas, y la gente común se maravilló de
la sabiduría de sus enseñanzas.
1900§5
174:3.5
Los saduceos habían querido someter a Jesús ala influencia nefasta del ridículo, sabiendo muy bien que la
persecución en público crearía con toda seguridad más simpatía hacia él en la mente de la multitud.
1901§2
174:4.2
Entonces se adelantó uno de los grupos de los fariseos para hacerle preguntas embarazosas y el portavoz,
señalando hacia Jesús, dijo: «Maestro, soy abogado, y me gustaría preguntarte cuál, en tu opinión, es el
mandamiento más grande». Jesús respondió:
«Existe tan sólo un mandamiento, y ese mandamiento es el más grande de todos, y
ese mandamiento es: 'Oye, Israel: el Señor nuestro Dios, el Señor uno es; y amarás al Señor tu Dios de todo tu
corazón y con toda tu alma, con toda tu mente y con toda tu fuerza'. Este es el primero y el gran mandamiento. Y
el segundo mandamiento es como el primero; en efecto, de él surge directamente, y es: 'Amarás a tu prójimo como
a ti mismo'. No hay otros mandamientos más grandes que estos; sobre estos dos mandamientos se apoyan toda
la ley y los profetas».
1901§3
174:4.3
Cuando el abogado percibió que Jesús había respondido no sólo de acuerdo con el concepto más elevado de la
religión judía, sino que también había respondido sabiamente a los ojos de la multitud reunida, pensó que la mejor
actitud era alabar abiertamente la respuesta del Maestro. Por lo tanto dijo: «En verdad, Maestro, bien has dicho
que Dios es uno y que no hay otro fuera de él; y que amarlo de todo corazón, con toda comprensión y fuerza, y
también amar al prójimo como a uno mismo, es el primero, y gran mandamiento; y estamos de acuerdo de que
este gran mandamiento debe considerarse mucho más que todos los holocaustos y sacrificios». Cuando el
abogado contestó de esta manera tan discreta, Jesús bajó la mirada sobre él y dijo:
«Amigo mío, percibo que no estás muy lejos del reino de Dios».
1901§6
174:4.6
Como no hubo más preguntas, y como se estaba acercando el mediodía, Jesús no reanudó su enseñanza sino que
se contentó con hacer una pregunta a los fariseos y a sus compañeros. Dijo Jesús:
«Puesto que no hacéis más preguntas, me gustaría preguntaros una. ¿Qué pensáis
del Libertador? Es decir, ¿de quién es hijo?»
Después de una breve pausa, uno de los escribas contestó: «El Mesías es el hijo de
David». Puesto que Jesús sabía que había habido mucha discusión, aun entre sus propios discípulos, sobre si él
era o no hijo de David, hizo otra pregunta:
«Si en efecto el Libertador es hijo de David, ¿cómo puede ser que, en el salmo que
acreditáis a David, él mismo, hablando en el espíritu, dice: 'El Señor dijo a mi señor: siéntate a mi diestra hasta
que ponga a tus enemigos de escaño a tus pies'. Si David lo llama Señor, ¿cómo es posible que éste sea su
hijo?».
Aunque los líderes, los escribas y los altos sacerdotes no contestaron esta pregunta,
tampoco le hicieron a él otras preguntas para enredarlo. No contestaron a esta pregunta que Jesús les había
hecho, pero después de la muerte del Maestro intentaron obviar la dificultad cambiando la interpretación de este
salmo para que se refiriera a Abraham en vez del Mesías. Otros trataron de escapar a este dilema diciendo que
David no había sido el autor de este así llamado salmo mesiánico.
1902§1
174:4.7
Poco tiempo antes, los fariseos habían disfrutado de la manera en la cual el Maestro había acallado a los
saduceos; ahora estaban encantados los saduceos por el fracaso de los fariseos; pero esta rivalidad era tan sólo
momentánea; rápidamente se olvidaron de sus diferencias tradicionales en un esfuerzo unido para impedir las
enseñanzas y las obras de Jesús. Pero a lo largo de todas estas experiencias la gente común le escuchó con
deleite.
1902§3
174:5.2
Puesto que Felipe había prácticamente terminado de comprar los abastecimientos, él y Andrés volvieron con los
griegos a la casa de José, donde Jesús los recibió; y se sentaron junto a él mientras hablaba a sus apóstoles y a
un grupo de discípulos importantes reunidos en este almuerzo. Dijo Jesús:
1903§1
174:5.4
«En este aposento de banquetes percibo que hay judíos y gentiles en números
aproximadamente iguales, y os dirigiré la palabra como a los primeros y a los últimos de tal grupo que yo pueda
instruir en los asuntos del reino antes de ir a mi Padre».
1903§2
174:5.5
Estos griegos habían asistido fielmente a las enseñanzas de Jesús en el templo. El lunes por la noche habían
celebrado una conferencia en la casa de Nicodemo, que se prolongó hasta el amanecer del día, y treinta de entre
ellos habían elegido entrar al reino.
1903§3
174:5.6
Al estar Jesús de pie ante ellos en este momento, percibió el fin de una dispensación y el comienzo de otra.
Volviendo su atención a los griegos, el Maestro dijo:
1903§5
174:5.8
«Pero tanto a los judíos como a los gentiles yo declaro que está por haber llegado la
hora en la que el Hijo del Hombre será glorificado. Bien sabéis que, excepto que un grano de trigo caiga a la tierra
y muera, permanece solo; pero si muere en buena tierra, surge nuevamente a la vida y rinde mucho fruto. Aquél
que ama con egoísmo su vida, corre peligro de perderla; pero el que está dispuesto a dar su vida por mí y por el
evangelio gozará de una existencia más abundante sobre la tierra y en el cielo, vida eterna. Si en verdad me
seguís, aun después que yo haya ido al Padre, seréis mis discípulos y los siervos sinceros de vuestros semejantes
mortales.
1903§6
174:5.9
«Sé que mi hora se avecina, y estoy turbado. Percibo que mi pueblo está decidido a
despreciar el reino, pero me regocija recibir a estos gentiles que buscan la verdad, que están aquí hoy preguntando
por el camino de la luz. Sin embargo, mi corazón sufre por mi pueblo, y mi alma está atribulada por lo que me
espera. ¿Qué debo decir al mirar al futuro y discernir lo que está por caer sobre mí? ¿Acaso diré: Padre, sálvame
de esta hora espantosa? ¡No! Por este mismo propósito he venido al mundo y aun a esta hora. Más bien diré y
oraré para que os unáis a mí: Padre, glorifica tu nombre; se hará tu voluntad».
1904§1
174:5.10
Cuando Jesús habló así, su Modelador Personalizado que había residido en él antes de su bautismo apareció ante
él, y al hacer una pausa de manera evidente, éste espíritu ahora poderoso de representación del Padre habló a
Jesús de Nazaret, diciendo: «He glorificado mi nombre muchas veces en tus efusiones, y una vez más lo
glorificaré».
1904§2
174:5.11
Aunque los judíos y gentiles allí reunidos no oyeron ninguna voz, no pudieron dejar de discernir que el Maestro
había pausado en su discurso mientras le llegaba un mensaje de alguna fuente sobrehumana. Todos ellos dijeron,
cada uno al que estaba al lado de él: «Un ángel le ha hablado».
1904§3
174:5.12
Entonces Jesús continuó hablando:
«Todo esto no ha ocurrido por mi bien, sino por el vuestro. Yo sé con certidumbre que
el Padre me recibirá y aceptará mi misión en vuestro nombre, pero es necesario que seáis alentados y preparados
para la prueba de fuego que se avecina. Dejadme aseguraros que la victoria eventualmente coronará vuestros
esfuerzos unidos por esclarecer al mundo y liberar a la humanidad. El viejo orden se está enjuiciando a sí mismo;
yo ya he expulsado al Príncipe de este mundo; y todos los hombres serán libres por la luz del espíritu que yo
derramaré sobre toda carne después de ascender a mi Padre en el cielo.
1904§4
174:5.13
«Y ahora pues, os declaro que, cuando sea elevado de la tierra y de vuestras vidas,
atraeré a mí a todos los hombres, a la comunidad de mi Padre. Habéis creído que el Libertador moraría por
siempre en la tierra, pero yo declaro que el Hijo del Hombre será rechazado por los hombres, y que volverá al
Padre. Sólo por un corto tiempo estaré con vosotros; sólo por un corto tiempo estará la luz viva en el medio de
esta generación en tinieblas. Caminad mientras tengáis esta luz para que las tinieblas y la confusión venideras no
os sobrecojan. El que camina en las tinieblas no sabe adonde va; pero si elegís caminar en la luz, en verdad
seréis, todos vosotros, hijos liberados de Dios. Ahora pues, todos vosotros, venid conmigo para volver al templo y
yo les diré palabras de adiós a los altos sacerdotes, los escribas, los fariseos, los saduceos, los herodianos y los
dirigentes de Israel sumidos en la ignorancia».
1904§5
174:5.14
Habiendo hablado así, Jesús condujo al grupo por las angostas calles de Jerusalén, de vuelta al templo. Acababan
de oír al Maestro decir que éste sería su discurso de adiós en el templo, y le siguieron en silencio y profunda
meditación.