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Los Estudios de la Sr. Yolanda Silva

EL VERDADERO CALVARIO DE JESÚS.


A raíz de la tan comentada película sobre la Pasión de Cristo, en donde la crueldad y el dolor físico han sido el tema central, yo me pregunto el por qué no se habla ni se mencionan los dolores emocionales que Jesús sufrió mientras cumplía su misión de darnos a conocer nuestra filiación divina y enseñarnos la fraternidad con los hombres.

Este domingo se celebra el Domingo de Ramos, los invito hermanos queridos que nos imaginemos como fue esa entrada aparentemente triunfal de Jesús a la ciudad de Jerusalén que muy pronto celebraría la pascua judía.

Jesús, no quiso entrar a Jerusalén montado en un caballo como un rey guerrero, prefirió hacerlo montando un humilde asno como símbolo de la paz y buena voluntad que como el Hijo del Hombre venía a traernos. Imaginemos lo que pudo sentir su corazón al verse vitoreado por una multitud ferviente que lo aclamaba como Mesías esperado y que a voz en cuello decía: Hosanna al hijo de David, bendito sea el que viene en el nombre del Señor. Hosanna en las alturas, bendito sea el reino que baja del cielo.

Sin embargo a pesar de estos gritos jubilosos, al llegar a la cumbre del monte Oliveto, desde donde se apreciaba el plano de toda la ciudad, Jesús se detiene y su corazón se llena de gran congoja, al darse cuenta que esos vítores de la multitud no son más que una exaltación emocional, que no brotan de una convicción de la doctrina que por tres largos años El ha entregado a su pueblo y a todos los que han querido escucharlo, porque esa misma multitud que hoy lo aclama, dentro de muy poco estará pidiendo a gritos su muerte.

Fue tan duro para Jesús el asumir esta realidad, que no pudiendo contener su pena, dejó que las lágrimas cubrieran su rostro. Creo, sinceramente que esta desilusión fue para Él, más dolorosa que muchos de los azotes que recibió a su cuerpo. Y esta escena continúa repitiéndose no solamente el Domingo de Ramos, sino diariamente, cada vez que nuestros labios proclaman lo que no sentimos con el corazón. ¡ es tan fácil decir Yo soy , pero es tan difícil saber quien Soy .!

Es tan fácil llamarse cristiano y es tan difícil el comportarnos como verdaderos hijos de Dios, si no hubiese esa falta de consecuencia entre lo que decimos creer y lo que hacemos, ciertamente el mundo no estaría como está.

Nos conmovemos hasta las lágrimas ante la evidencia de lo que físicamente sufrió Jesús, pero   ¿quién piensa en la pena de Jesús en el domingo de ramos .?

Otra ocasión conmovedora que debe hacernos reflexionar es la que ocurrió en el huerto de Getsemaní, Jesús sabía que se aproximaba el fin de su vida como hombre y como había vivido como hombre, quería también morir como tal. El deseaba hacer la voluntad del Padre como siempre lo había hecho, pero como hombre, sentía su corazón angustiado y por eso llevó consigo a Pedro, Santiago y Juan. Como cualquiera de nosotros, Jesús necesitaba de la compañía de sus amigos en su hora de dolor y de aceptación a la voluntad del Padre, Él quería que lo ayudarán a orar pero... sus apóstoles más íntimos no fueron capaces de acompañar a Jesús y se quedaron dormidos, lo cual hirió profundamente el corazón del Maestro quién les dijo:  ¡ Qué pasa!,    ¿acaso no podéis velar ni siquiera una hora conmigo? ¿ Acaso no veis que mi alma está extremadamente acongojada ante la muerte y que anhelo vuestra compañía?

En ese momento Jesús se sentía abandonado e incomprendido no sólo por la muchedumbre que antes lo había aclamado, sino también por sus amigos más íntimos y esto hacía aun más difícil su misión, le costaba beber el cáliz amargo de la soledad y la incomprensión por eso oró a su Padre diciendo: Padre, yo se que es posible evitar esta copa porque todas las cosas son posibles para tí, pero he venido a hacer tu voluntad, aunque esta copa sea amarga la beberé si es tu voluntad.

¡ Cuan solo y triste tiene que haberse sentido Jesús para hablar de esta manera, Él bebió el cáliz del desamor y la traición para enseñarnos que aun en los peores momentos debemos acudir a nuestro Padre y que sin importar las ofensas, los olvidos, las negligencias y los pecados de omisión, debemos aprender a perdonar como El perdonó cuando desde la cruz clamó a su Padre diciendo:  Perdónalos Padre, porque no saben lo que hacen.

No nos quedemos en la angustia del castigo físico, pensemos que a veces una palabra hiriente o la falta de un gesto de comprensión puede doler mucho más que un golpe. Por el recuerdo de lo que Jesús sufrió en su alma por nosotros, procuremos no causar dolor espiritual a nuestros hermanos, recordemos que Jesús nos dijo que todo lo que hacemos a uno de nuestros hermanos, a Él se lo hacemos.

Este domingo de ramos, hagamos un examen de conciencia y pensemos cuantas veces nuestros labios han alabado al Señor en un día determinado y luego durante la semana lo hemos ignorado y hasta lo hemos crucificado nuevamente con nuestra conducta indigna....

Que esta Semana Santa que comienza este domingo, no sea para nosotros una semana más, sino que la aprovechemos para sentirnos más cerca de Jesús, no lo abandonemos como lo hicieron sus apóstoles...demostrémosle que puede contar con nosotros, con nuestra lealtad y sobre todo con nuestra consecuencia entre el actuar y el hablar.