Vuestro mundo, Urantia, es uno de muchos planetas habitados
similares que juntos comprenden el universo local de Nebadón. Este
universo, juntamente con otras creaciones similares, forma el superuniverso
de Orvontón, desde cuya capital, Uversa, proviene nuestra comisión.
Orvontón es uno de los siete superuniversos evolucionarios del tiempo
y del espacio que rodean la creación de la perfección divina
que no posee ni principio ni fin -- el universo central de Havona. En el corazón
de este universo central y eterno está la Isla estacionaria de Paraíso,
el centro geográfico de la infinidad y la morada del Dios eterno.
Hay en la mente de Dios un plan que involucra a cada criatura
de todos sus vastos dominios, y este plan consiste en un proposito eterno
de oportunidades ilimitadas, progreso sin limites, y una vida sin fin. Y los
tesoros infinitos de esa carrera tan inigualable son vuestros con solo luchar!
El Padre desea que todas sus criaturas esten en comunion personal
con él. El tiene un lugar en el Paraíso para recibir a todos
los que por su estado de supervivencia y naturaleza espiritual hacen posible
tal logro.
Vosotros los humanos habéis comenzado una progresión
sin fin de panorama casi infinito, una expansión sin límites
de esferas de oportunidad que nunca acaban, en constante ampliación
para el servicio regocijante, la aventura sin par, la incertidumbre sublime,
y el logro ilimitado. Cuando se acumulan las nubes allá arriba, vuestra
fe debe aceptar el hecho de la presencia del Ajustador residente, y así
deberíais poder contemplar más allá de las nieblas de
la incertidumbre mortal el brillo claro del sol de la rectitud eterna.
El amor por la aventura, la curiosidad y el pavor a la monotonía
-- esas características inherentes a la naturaleza humana en evolución
-- no se pusieron allí tan sólo para irritarte y perturbarte
durante tu breve estadía en la tierra, sino más bien para sugerirte
que la muerte es tan sólo el comienzo de una interminable carrera de
aventura, una vida sempiterna de anticipación, un viaje eterno de descubrimiento.
Urantia entera está esperando la proclamación
del mensaje ennoblecedor de Micael, libre de las doctrinas y dogmas acumulados
en diez y nueve siglos do contacto con las religiones de origen evolucionario.
Está llegando la hora de presentar al budismo, al cristianismo, al
hinduismo, aun a los pueblos de todas las fes, no el evangelio sobre Jesús,
sino la realidad viviente, espiritual, del evangelio de Jesús.
La esperanza del cristianismo moderno consiste en que deje de
patrocinar los sistemas sociales y las políticas industriales de la
civilización occidental, inclinándose humildemente ante esa
cruz, que tan valientemente ensalza, para aprender allí nuevamente
de Jesús de Nazaret, las verdades más grandes que al hombre
mortal puede escuchar jamás: el evangelio vivo de la paternidad de
Dios y de la hermanidad del hombre.
. . . desde El Libro de Urantia