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LA VERDAD, LA BELLEZA, Y LA BONDAD EN LAS PALABRAS DE JESÚS, EL MAESTRO

Presentación por: Aníbal Pacheco Oliva


Antes que nada les doy las gracias por su presencia en esta reunión.  

En el día de ayer hemos comenzado a reflexionar sobre la verdad, la belleza y la bondad, como partes de la naturaleza de nuestro Padre Dios.  Permítanme ahora introducirlos a estos mismos valores desde una perspectiva más cercana, tal como nos la presentó el Maestro.

Primero, debemos indicar que tratar de aproximarse a la verdad, la belleza y la bondad, no significa simplemente adecuarse a un estilo de vida saludable, a sentir simpatía por el prójimo o ser sensible. Recordemos que estamos hablando de valores verdaderos y trascendentes, y como bien se expreso anteriormente, reconocemos que estos valores son parte de la Deidad.  Luego, no podemos buscar al modelo de estos valores verdaderos en la naturaleza material, ya que ellos pertenecen a los niveles divinos de la realidad.

Pero, ¿por qué se quiere alcanzar estos valores? ¿Por qué se nos invita a obtenerlos? ¿Por qué somos capaces, en cierta medida, de percibirlos y de reconocerlos cuando se presentan en nuestras vidas?  Si todos los hombres son distintos, en personalidad y en carácter, entonces claramente debe existir en nosotros un factor que responde de igual medida a estos valores.  Nos referimos al Espíritu Residente, el cual viene de Dios Padre y comparte su naturaleza.

Es este Espíritu quien nos permite la posibilidad de percibir estos valores, de que estos se revelen en nuestras vidas, y es esta percepción la que permite a las almas evolutivas de los hombres efectuar las decisiones personales de elección que son esenciales para la supervivencia eterna. Se cumple entonces que este espíritu interior es la norma de la supervivencia de la personalidad.

Se debe tener cuidado con creer que la idealización de la verdad, la belleza y la bondad, y el intento de servirlas, son un sustituto de la experiencia religiosa auténtica. La psicología y el idealismo nunca han sido el equivalente de la realidad religiosa, ya que éstas no reconocen necesariamente al origen de estos valores, Dios Padre.  Recuerden que la verdadera conciencia de Dios reside sólo en el espíritu interior y no en las recreaciones de la mente humana.

Las formulaciones del intelecto humano han originado muchos de los sistemas religiosos del hombre, pero la conciencia de Dios no forma parte necesariamente de estos sistemas religiosos.

Finalmente la unión de la verdad, la belleza y la bondad sólo se puede realizar en la experiencia espiritual de la personalidad que conoce a Dios.

SOBRE LA VERDAD

Debemos eliminar de nuestro concepto de verdad, la confusión con el término conocimiento.  En el cuadro de abajo ustedes podrán ver algunas de las diferencias entre ambos términos.  Favor, revísenlos más tarde.  Basta que recuerden por ahora que la verdad es un valor trascendente y que va más allá del nivel material.

La verdad no es definible mediante palabras, sino solamente viviéndola. La verdad se origina en la experiencia religiosa de la vida espiritual. La verdad, al revelarse en la experiencia humana, es siempre relativa

Cuando uno descubre personalmente la verdad, se produce un gozo supremo en el alma y como esta, la verdad descubierta es una creación conjunta de la mente material y del espíritu interior. Uno no puede experimentar conflictos reales entre el verdadero conocimiento y la verdad. Pero, si puede haber conflicto entre el conocimiento y nuestras creencias, creencias salpicadas de prejuicios, deformadas por el miedo y dominadas por el terror de tener que afrontar los nuevos hechos de los descubrimientos materiales o de los progresos espirituales.

Lo anterior, provoca en nosotros la tendencia a cristalizar la ciencia, a formular la filosofía y a dogmatizar la verdad. La pereza mental nos vuelve lentos para adaptarnos a las luchas progresivas de la vida y el miedo nos paraliza frente a lo desconocido.

Si estamos dominados por el terror y nos da flojera dar un paso, ¿qué nos podría movilizar hacia delante para tener este encuentro personal con la verdad?

Esta es la fe, la cual actúa para liberar las actividades superhumanas de la chispa divina, el germen inmortal que vive dentro de la mente del hombre, y que es el potencial de la supervivencia eterna.

Sin el ejercicio de la fe, nunca poseeremos a la verdad. Esto es así porque los pensamientos, la sabiduría, la ética y los ideales, nunca se elevarán por sobre nuestra fe, sobre nuestra esperanza sublime. Y toda verdadera fe de este tipo está basada en una reflexión profunda, en una autocrítica sincera y en una conciencia moral intransigente. La fe es la inspiración de la imaginación creativa impregnada de espíritu.

Por otro lado no estamos solos ya que el Espíritu de la Verdad (otorgado por Jesús en Pentecostés), siempre está conduciendo a los hijos de la luz a nuevos dominios de realidad espiritual y de servicio divino. A nuevas expresiones de los valores verdaderos.

Como pueden ver, la verdad no se da para que la encasillemos en formas establecidas, seguras y veneradas. Nuestra revelación de la verdad debe ser tan sublime al pasar por nuestra experiencia personal, que ha de descubrir nueva belleza y beneficios espirituales reales a todos aquellos que contemplan nuestros frutos espirituales, de tal forma que nuestros compañeros se verán inducidos en consecuencia a glorificar al Padre que está en los cielos. Sólo aquellos servidores fieles que crecen así en el conocimiento de la verdad, y que gracias a ello desarrollan la capacidad de apreciar divinamente las realidades espirituales, pueden esperar "compartir plenamente la alegría de su Señor".

Cuidado con guardarse la moneda espiritual de los valores, ya que ciertamente el Maestro de la verdad le exigirá al indolente espiritual una rendición de cuentas de acuerdo con la verdad que le ha sido confiada.

LA VERDAD

EL CONOCIMIENTO

Es el dominio del intelecto espiritualmente dotado que es consciente de conocer a Dios

Es la esfera de la mente material, la que discierne los hechos.

La verdad se experimenta, se vive

Se puede demostrar

Una experiencia del alma, del yo que progresa

Es una posesión de la mente

Es una fase del nivel mental-espiritual de los universos

Es una función del nivel no espiritual

La visión del intelecto espiritualizado discierne un mundo de valores verdaderos

La visión de la mente material percibe un mundo de conocimiento basado en hechos

   

Estos dos puntos de vista, sincronizados y armonizados, revelan el mundo de la realidad, en

el cual la sabiduría interpreta los fenómenos del universo en términos de experiencia personal progresiva.

SOBRE LA BONDAD

La bondad, al igual que la verdad, es siempre relativa y contrasta infaliblemente con el mal.  Les recuerdo que el Mal es la transgresión inconsciente o involuntaria de la ley divina, de la voluntad del Padre. El mal es igualmente la medida de la imperfección con que se obedece a la voluntad del Padre.

Luego, la bondad está en permanente crecimiento hacia nuevos niveles de mayor libertad para su autorrealización moral y para alcanzar la personalidad espiritual, que es descubrir el Espíritu interior e identificarse con Él.

Como hemos dicho, los valores se descubren en la experiencia espiritual del humano. Luego reconocemos una experiencia como buena cuando esta experiencia eleva la apreciación de la belleza, aumenta la voluntad moral, realza el discernimiento de la verdad, aumenta la capacidad para amar y servir a nuestros semejantes, exalta los ideales espirituales y unifica los supremos motivos humanos del tiempo con los planes eternos del Espíritu interior. Todo lo anterior nos conduce directamente a un mayor deseo de hacer la voluntad del Padre, alimentando así la pasión divina de encontrar a Dios y de parecernos más a Él.

Como ven la bondad es viviente, está siempre en progreso, es invariablemente una experiencia personal y está perpetuamente correlacionada con el discernimiento de la verdad y de la belleza. La bondad se encuentra en el reconocimiento de los valores positivos de verdad del nivel espiritual, que deben contrastar, en la experiencia humana, con su contrapartida negativa, las sombras del mal potencial.

A medida que aumenta nuestro crecimiento espiritual, aumenta nuestra capacidad para experimentar la bondad y discernir la verdad. La capacidad de mantener el error o de experimentar el mal no se perderá por completo hasta que el alma humana alcance los niveles espirituales finales.

Sólo al estar al nivel del Paraíso, podremos decir que poseemos a la bondad, mientras tanto no será más que una búsqueda, una meta. Pero, para aquel que tiene hambre y sed de rectitud, a medida que avance experimentará una satisfacción creciente cuando alcance parcialmente la bondad. La presencia del bien y del mal en el mundo es, en sí misma, una prueba positiva de la existencia y de la realidad de la voluntad moral del hombre, de la personalidad, que identifica así estos valores y también es capaz de escoger entre ellos.

La "posibilidad" del mal es necesaria para la elección moral, pero su actualidad no lo es. Una sombra sólo tiene una realidad relativa. El mal actual no es necesario como experiencia personal. El mal potencial funciona igual de bien para estimular la decisión en las áreas del progreso moral, en los niveles inferiores del desarrollo espiritual. El mal sólo se vuelve una realidad de la experiencia personal cuando una mente moral lo escoge deliberadamente.

La evolución espiritual es una experiencia de la elección creciente y voluntaria de la bondad, acompañada de una disminución igual y progresiva de la posibilidad del mal. Cuando se alcanza la finalidad de elección de la bondad y la plena capacidad para apreciar la verdad, surge a la existencia una perfección de belleza y de santidad cuya rectitud inhibe eternamente la posibilidad de que emerja siquiera el concepto del mal potencial. El alma que conoce así a Dios no proyecta ninguna sombra de mal que ocasione dudas, cuando funciona en un nivel espiritual tan elevado de divina bondad.

La salvación eterna de un alma que discierne la verdad y que ama la belleza, está asegurada por esa hambre y esa sed de bondad que conducen a este mortal a desarrollar una sola finalidad, la de hacer la voluntad del Padre, encontrar a Dios y volverse como Él.

SOBRE LA BELLEZA

La apreciación de la belleza está en directa relación con nuestra capacidad de percibir la realidad espiritual, la experiencia religiosa.  La belleza ciertamente nos conduce hacia Dios.

Ya hemos introducido este concepto de belleza en los párrafos anteriores, ahora solamente les mostraré algunas ideas que tenía Jesús sobre el valor de la belleza como influencia que conduce a la adoración, especialmente en los niños.

Jesús enseñó que era valioso adorar al Padre celestial en medio de los árboles y entre las humildes criaturas del mundo natural. Le encantaba contemplar al Padre a través del cielo estrellado, lugar donde habitan sus Hermanos Creadores.

Cuando no podamos adorar a Dios entre la naturaleza, deberíamos hacer todo lo posible por tener nuestras casas llenas de belleza, con santuarios sencillos pero atrayentes y bien decorados, para que puedan despertarse las emociones humanas más elevadas en asociación con un acercamiento intelectual a la comunión espiritual con Dios.

La belleza es más religiosa cuando es más sencilla y semejante a la naturaleza. Luego, llevemos a nuestros hijos a conocer a Dios en las maravillas de la naturaleza, antes que a edificios fríos y estériles. Llevemos a nuestros hijos a lugares donde la belleza les inspire santidad y alegría, donde puedan dar sus primeros pasos hacia la apreciación de aquella belleza superior, el reconocimiento de nuestro Padre y la hermandad espiritual de sus hijos en la Tierra.

DESAFIOS MODERNOS PARA ACTUALIZAR Los VALORES VERDADEROS

El LU nos dice claramente que la verdadera religión es la religión de la "revelación de los valores sobrenaturales", un atisbo parcial de las realidades eternas, un vislumbre de la bondad y la belleza del carácter infinito del Padre que está en los cielos -la religión del espíritu tal como está demostrada en la experiencia humana.

Luego, esta religión es claramente dinámica y siempre ascendente, en la medida que aceptemos voluntariamente la guía del Espíritu interior que nos conduce hacia el Padre, la fuente de los valores superiores.

De lo anterior se desprende de porque Jesús, cuando estuvo en la Tierra, no ofreció soluciones para los problemas no religiosos de su propia época, ni de ninguna época posterior. Jesús deseaba desarrollar la comprensión espiritual de las realidades eternas y estimular la iniciativa en la originalidad de la manera de vivir; se ocupó exclusivamente de las necesidades espirituales subyacentes y permanentes de la raza humana. Reveló una bondad igual a la de Dios. Exaltó el amor, la motivación más elevada que el hombre puede utilizar en su ascensión por el universo, como el ideal divino y la realidad eterna.

Pero el amor, cuando está despojado de la verdad, la belleza y la bondad, sólo es un sentimiento, una deformación filosófica, una ilusión psíquica, un engaño espiritual. El amor ha de ser siempre definido de nuevo en los niveles sucesivos de la evolución moroncial y espiritual.

El Maestro vino para crear un nuevo espíritu en el hombre, una nueva voluntad  (para conferirle una capacidad nueva para conocer la verdad, experimentar la compasión y escoger la bondad), la voluntad de estar en armonía con la voluntad de Dios, unida al impulso eterno de volverse perfecto, como el Padre que está en los cielos es perfecto.

Nuestra misión en el mundo, como personas religiosas, se basa en el hecho de que Jesús vivió su vida entre nosotros revelando a Dios, se basa en la verdad de que nosotros y todos los demás hombres somos los hijos de Dios; y esta misión consiste en vivir la vida entre los hombres, en la experiencia real y viviente de amar y servir a los hombres como, ciertamente Jesús nos amó y sirvió.

La fe debe revelar nuestra luz al mundo y dicha revelación de la verdad abrirá los ojos cegados por las tradiciones religiosas; que nuestro servicio amoroso destruya eficazmente los prejuicios engendrados por la ignorancia. Solo un acercamiento comprensivo y una dedicación desinteresada hacia nuestros semejantes, les  conducirá al conocimiento salvador del amor del Padre.

Jesús nos solicita una vida de servicio amoroso para con nuestros semejantes. Pero, la era moderna rehusará aceptar una religión que sea incompatible con los hechos y que no se armonice con sus conceptos más elevados de la verdad, la belleza y la bondad. Ha llegado la hora de volver a descubrir los verdaderos fundamentos originales del cristianismo de hoy deformado y comprometido -la vida y las enseñanzas reales de Jesús.

Sólo lo anterior puede contestar certeramente a las más hondas inquietudes de la mente humana, porque estas enseñanzas por siempre apelarán al potencial superior que poseen todos los hombres de todos los tiempos, la unión del Espíritu residente con la mente humana.  Unión que crece y se desarrolla a través de la elección eterna de esos valores superiores que han sido objeto de este documento: la verdad, la belleza y la bondad.