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Los DOCE APOSTOLES
Desde el documento # 139 -- El Libro de Urantia

 

Todos los apóstoles amaban a Jesús, pero es verdad que cada uno de los doce había sido atraído a él por un rasgo específico de su personalidad, que tocaba una fibra íntima de ese apóstol en particular.

ANDRES

Andrés admiraba a Jesús por su sinceridad constante, su dignidad sin afectación. Una vez que los hombres conocían a Jesús, se sentían poseídos del deseo de compartirlo con sus amigos; realmente deseaban que todo el mundo lo conociera.

SIMON PEDRO

El rasgo que Pedro más admiraba en Jesús era su extrema ternura. Pedro no se cansaba jamás de discurrir la paciencia de Jesús. Jamás olvidaría la lección acerca de perdonar al malhechor no siete veces tan sólo sino setenta veces más siete. Mucho pensó sobre estas impresiones del carácter misericordioso del Maestro durante esos lúgubres días de desesperación que vivió inmediatamente después de negar a Jesús sin pensarlo, y sin intención, en el patio del sumo sacerdote.

SANTIAGO ZEBEDEO

El rasgo de la personalidad de Jesús que Santiago más admiraba era la compasión afectuosa del Maestro. El interés comprensivo de Jesús en los pequeños y en los grandes, en los ricos y en los pobres, le resultaba muy atractivo.

JUAN ZEBEDEO

Las características de Jesús que apreciaba Juan más eran el amor y el altruismo del Maestro; estos rasgos le impresionaron tanto que el resto de su vida estuvo dominado por los sentimientos de amor y de devoción fraternal.

FELIPE EL CURIOSO

La cualidad de Jesús que Felipe admiraba tan continuamente era la infalible generosidad del Maestro. Jamás halló Felipe nada en Jesús que fuera pequeño, mezquino o avaro, y él adoraba esta constante e infalible generosidad.

EL HONESTO NATANAEL

Natanael reverenciaba a Jesús particularmente por su tolerancia. No se cansaba de contemplar la tolerancia y la compasiva generosidad del Hijo del Hombre.

MATEO LEVI

Lo que Mateo más apreciaba era la disposición del Maestro para perdonar. Nunca dejaba de repetir que la fe era lo único que se necesitaba en el asunto de encontrar a Dios. Siempre se complacía en referirse al reino como "este asunto de encontrar a Dios".

TOMAS EL DIDIMO

Los otros apóstoles reverenciaban a Jesús por algún rasgo especial y distinguido de su desbordante personalidad, pero Tomás reverenciaba a su Maestro por su carácter magníficamente equilibrado. Tomás admiraba y honraba cada vez más a aquel que era tan amorosamente misericordioso y al mismo tiempo tan inflexiblemente justo y equitativo; tan firme pero nunca obstinado; tan calmo, pero nunca indiferente; tan socorrido y tan compasivo, pero nunca entrometido ni dictatorial; tan fuerte y al mismo tiempo tan manso; tan positivo, pero nunca áspero ni rudo; tan tierno pero nunca vacilante; tan puro e inocente, pero al mismo tiempo tan viril, enérgico y fuerte; tan verdaderamente valiente, pero nunca temerario ni imprudente; tan amante de la naturaleza pero tan libre de toda tendencia de reverenciar a la naturaleza; tan lleno de humor y tan jovial, pero tan libre de ligereza y frivolidad. Era esta inigualable simetría de la personalidad lo que tanto encantaba a Tomás. Probablemente disfrutaba él de la más elevada comprensión intelectual y apreciación de la personalidad de Jesús entre los doce.

JACOBO Y JUDAS ALFEO

No hay mucho que decir acerca de estos dos pescadores comunes. Amaban a su Maestro y Jesús los amaba, pero jamás interrumpían sus palabras con preguntas. Jacobo Alfeo amaba especialmente a Jesús por la sencillez del Maestro. Los gemelos no podían comprender la mente de Jesús, pero sentían el lazo comprensivo entre ellos y el corazón de su Maestro. Su mente no era de un orden elevado; hasta se les podría considerar, con reverencia, estúpidos, pero tenían una experiencia auténtica en su naturaleza espiritual. Creían en Jesús; eran hijos de Dios y miembros del reino. Judas Alfeo se sentía atraído por Jesús por la humildad sin ostentación del Maestro. Esa humildad, vinculada con tan grande dignidad personal, le resultaba particularmente atractiva a Judas. El hecho de que Jesús les ordenara siempre que no mencionaran sus acciones extraordinarias, grandemente impresionaba a este simple hijo de la naturaleza.

SIMON EL ZELOTE

Lo que más admiraba Simón en Jesús era la calma del Maestro, su seguridad, su equilibrio y su inexplicable serenidad.

JUDAS ISCARIOTE

No había ningún rasgo especial en Jesús que Judas admirara más que admiraba en general la personalidad atractiva y exquisitamente encantadora del Maestro. Judas nunca fue capaz de superar sus prejuicios judeos contra sus asociados galileos; aún llegaría a criticar, en su mente, muchas cosas de Jesús mismo. Este nativo de Judea satisfecho de sí mismo, a menudo se atrevía a albergar crítica en su corazón sobre aquel a quien once de los apóstoles consideraban el hombre perfecto, "aquel totalmente encantador, el más señalado entre diez mil". Realmente llegó a pensar que Jesús era timorato, que tenía cierto miedo de proclamar su poder y autoridad.