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EL JOVEN QUE TENÍA MIEDO
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Cualquier problema en tu joven vida es entendido por Jesús, nuestro Padre en el Universo Local. Luego, después de que el dejó su mundo, su espíritu, vino a residir contigo, de este modo está entregándote la ayuda del Espíritu de la Verdad como también la ayuda del Ajustador del Pensamiento.

Esta historia es de la vida de Jesús en Urantia y te cuenta como Jesús tenia la capacidad para ayudar al que tenia mayor necesidad de ayuda.

Mientras estaban en las montañas, Jesús tuvo una larga conversación con un joven que estaba temeroso y abatido. No pudiendo encontrar consuelo y coraje en la relación con sus semejantes, este joven había buscado la soledad de las colinas; había crecido con un sentimiento de desamparo e inferioridad. Estas tendencias naturales se habían visto acrecentadas por las numerosas circunstancias difíciles que el muchacho había experimentado al crecer, especialmente la pérdida de su padre cuando el niño contaba doce años de edad.

Al encontrarse, Jesús le dijo: «¡Saludos, amigo mío!, ¿por qué tan triste en un día tan hermoso? Si algo ha pasado para afligirte, tal vez yo pueda ofrecerte alguna ayuda. En todo caso, es para mi un placer ofrecer mis servicios».

El joven parecía no querer hablar, entonces Jesús probó otra manera para llegar al alma del muchacho, diciendo: «Comprendo que te acercas a estas colinas para escaparte de la gente; por eso es natural que no quieras conversar conmigo; pero me gustaría saber si conoces bien estas colinas, ¿conoces la dirección de los senderos? ¿Puedes acaso indicarme cómo encontrar mejor mi camino a Fénix?»

Ahora bien, este joven conocía muy bien estas montañas y se interesó mucho por mostrar a Jesús el camino para ir a Fénix, hasta tal punto que dibujó en la tierra todos los senderos, explicándole todo detalle.

Después de que Jesús, le dijo adiós y de hacer como si se estuviera yendo, se volvió repentinamente hacia el joven del cual estaba seguro quería permanecer a solas, pero luego de recibir tanta ayuda de él sobre las rutas para llegar a Fénix y seguir camino, no seria amable o justo dejarlo sin respuesta a su súplica. El joven estaba casi sobrecogido; apenas si pudo balbucear: «Pero, no te pedí nada». Y Jesús poniéndole suavemente la mano en el hombro, le dijo: «No, hijo, nada pediste con palabras, pero supiste hablar a mi corazón con tu mirada anhelante. Hijo mío siéntate a mi lado y te diré de las sendas de servicio y de los caminos de la felicidad que conducen de las penas del yo a las alegrías de las acciones de amor dentro de la hermandad de los hombres y en el servicio de Dios en el cielo».

Ya a esta altura el joven sentía muchos deseos de hablar con Jesús y cayó a sus pies de rodillas implorando a Jesús que lo ayudara, que le mostrara el camino para escapar de su mundo de pena y derrota personales. Jesús le dijo: «Amigo mío, ¡levántate! ¡Ponte de pie como un hombre! Puede que te rodeen enemigos insignificantes y que muchos obstáculos obstruyan tu marcha, pero las grandes  cosas y las cosas reales de este mundo y del universo están de tu parte. El sol sale todas las mañanas para saludarte a ti como al hombre más poderoso y próspero de la tierra. Mira, tienes un cuerpo fuerte y músculos poderosos, tu físico es mejor que el del hombre promedio. Por supuesto, prácticamente no sirve para nada mientras te quedes sentado aquí en las montañas, lamentándote de tus infortunios, reales o inventados. Pero podrías hacer grandes cosas con tu cuerpo si te apuraras donde hay grandes cosas por hacer. Tratas de huir de tu ser infeliz; pero eso no puede ocurrir. Tanto tú como tus problemas del vivir son reales; no podrás escapar de ellos mientras estés vivo. Tu cuerpo robusto tiene una mente inteligente que lo dirige. Pon tu mente a trabajar para resolver sus problemas; enseña a tu intelecto a que trabaje para ti; no te dejes dominar más  por el temor, como si fueras un animal que no piensa."

Luego le dijo Jesús a Fortunato que los más valioso de todo era el espíritu que vivía dentro de él, el cual le ayudaría a controlar su mente por sí misma y a activar el cuerpo si lo soltaba de las cadenas del miedo.

Le explicó de cómo el miedo de los hombres puede alejarse por el uso de la fe y de cómo el amor de sus semejantes puede colmar su alma para desbordarla.

Un mensaje más de ayuda de Jesús a Fortunato fue aquel en ese mismo día, de que podía nacer de nuevo, nacer del espíritu, al darse cuenta que era un hijo de Dios.

Le dijo que toda su vida sería de logro victorioso, los problemas aumentarán su vigor; la desilusión le servirá de acicate (agarre); las dificultades serán un desafío; los obstáculos, un estímulo. Jesús le dijo: "¡Levántate pues, joven! Dile adiós a la vida de terrores humillantes y de cobardía evasiva. Corre, regresa al deber y vive tu vida en la carne como un hijo de Dios, como un mortal dedicado al servicio ennoblecedor del hombre en la tierra."

Este joven se convertiría posteriormente en el líder de los cristianos en Creta.