Hay
que leer esto sobre El Libro de Urantia
por JJ Johnson
Traducido por el Dr. Ángel Sánchez-Escobar
Ya es hora de que el hombre tenga una experiencia religiosa tan
personal y tan sublime que tan sólo pueda hacerse real y describirse mediante
"unos sentimientos que son demasiado profundos para poder ser expresados con
palabras".
La
verdad debe ser tan iluminadora que se pueda aceptar fácilmente, desde lo
más profundo de nuestros corazones, sin importar su origen. El Libro de
Urantia constituye una revelación en el terreno de la religión de gran
significado para nuestro planeta. Los escritos que constituyen dicho libro
describen y armonizan de manera clara ciencia y religión con la realidad misma,
vinculándolas en un admirable todo.
Éstas
son para mí, según mi experiencia religiosa personal y reflexión, las verdades
que El libro de Urantia nos ofrece:
-
los que conocen a Dios han experimentado el hecho de su presencia;
-
dichos mortales tienen en su propia experiencia personal la única válida
de la existencia del Dios viviente, la única prueba que el ser humano puede
ofrecer a otro ser humano;
-
la experiencia de la fe es la certeza de nuestra conciencia
de Dios.
El
libro de Urantia
representa para aquellos que durante eras han buscado la verdad una inmensa
fuente de respuestas. Como revelación de la Verdad que es, su autoridad se
basa en la aceptación misma de esas personas que deciden albergar en sus corazones
sus verdades y se dejan guiar por la fracción divina que mora en cada
uno de nosotros y por el espíritu de la verdad. El libro de Urantia
nos revela el origen y el destino del hombre y lo que media entre ambas cosas,
nos revela nuestra relación con el cosmos y con nuestro Padre Universal, y
nos da una descripción detallada del origen y la historia del planeta y de
nuestro camino de ascensión. Sus escritos nos hablan al final la vida y
las enseñanzas de Jesús, relatándonos muchas cosas nunca dichas con
anterioridad, llevándonos de la mano por cada uno de sus años de su vida
en nuestro planeta, incluso por momentos antes de su encarnación y después
de su crucifixión.
Merece
la pena que meditemos sobre algunas de las verdades que El libro de Urantia
nos revela: ser criaturas evolutivas de libre voluntad nos impide comprender
plena y completamente a Dios, al ser infinito. A pesar que Dios tiene entre
otros atributos suprahumanos la omnipotencia, la omnipresencia, la omnisciencia,
esto no disminuye en nada el hecho de que Él es un padre amoroso y personal,
el Padre de cada uno de nosotros. La noción de Dios como Padre es el concepto
más elevado que podemos tener de Él.
Entre
los muchos atributos de Dios el amor es el primero. El amor es el deseo
de hacer el bien a los demás. Si deseamos hace el bien a los demás
entonces deseamos hacer la voluntad del Padre.
Dios,
nuestro Padre Universal, nos otorgó a cada uno de nosotros nuestro ser personal,
único e individual, junto con nuestra libre voluntad en el ámbito de nuestra
propia mente. Dios, la primera fuente y centro de todas las cosas, nos ha
otorgado una fracción de sí mismo. Esta fracción divina es nuestro ser personal,
una fracción divina pre-mental, pre-personal y supraconsciente. Nuestra tarea
es elegir, mediante nuestra libre voluntad, ser como Dios, llegar a
ser perfectos como criaturas, tal como Él es perfecto como Creador. En la
medida en la que deseemos ser como Dios, y deseemos hacer su voluntad, en
esa misma medida tal fracción divina nos ayudará a percibir la naturaleza
espiritual y los contenidos cósmicos.
Dios,
nuestro Padre Celestial, tiene para nosotros un plan divino. Tenemos
la oportunidad, el potencial y la capacidad para ascender hasta donde reside
Dios personalmente. Si aceptamos ese camino de ascensión, este plan divino,
y deseamos hacer la voluntad del Padre, después de la muerte mortal adquiriremos
otra forma corporal en otra esfera o planeta, una forma que será menos material
que el que tenemos ahora, pero que estaría todavía lejos de alcanzar su estado
espiritual. Nuestro ser personal sobrevivirá y residirá entonces en nuestro
nuevo cuerpo junto con esa fracción divina que mora en nosotros, que es la
que hace posible que sobrevivamos a la muerte y que nos hace tan diferentes
del reino animal. Todo aquello que hayamos experimentado de valor para esa
supervivencia de nuestro ser -es decir, el alma-- también morará en ese nuevo
cuerpo junto con nuestra memoria.
Nada
puede sustituir a la experiencia. La única cosa que obtenemos de la muerte
es el hecho de que experimentamos la supervivencia. No hay atajos.
Lo que no aprendemos aquí tarde o temprano tendremos que aprenderlo.
Si
rechazamos este camino de ascensión, este plan divino, y tomamos una decisión
libre y consciente de no hacer la voluntad del Padre, después de la muerte,
nuestro ser personal no sobrevivirá. Cesaremos de existir y será como si nunca
hubiéramos sido. No me refiero a aquellos que son ignorantes o a aquellos
que tienen dudas honestas y sinceras. Puesto que nada que tenga valor de supervivencia
se pierde, cualquier cosa que experimente el ser personal de valor (que contenga
verdad, belleza y bondad) será absorbida en el sobrealma de la creación, en
el Ser Supremo.
Una
vez que reconocemos
nuestra condición personal de verdaderos y amados hijos de Dios, de nuestro
Padre Celestial, comenzaremos a ser cada vez más conscientes de que todos
somos hermanos y hermanas en el espíritu. Haber encontrado a Dios dentro de
nosotros no hace otra cosa que ayudarnos a compartir el amor del Padre con
nuestra familia espiritual. Las enseñanzas personales y la vida ejemplar de
Jesús de Nazaret, tal como se relatan en El libro de Urantia, nos incitan
a compartir su fe religiosa y a acercarnos al espíritu de la vida del Maestro,
un espíritu de servicio desinteresado a la humanidad.
Habita
en nuestro corazón el Espíritu de la Verdad que Jesús de Nazaret, el
Hijo de Dios y el Hijo del Hombre, nos ha otorgado. Este Espíritu de la Verdad,
también conocido como el Consolador, confirmará en nuestra mente que estas
verdades tienen un origen espiritual. Una vez que percibimos que estas
verdades tienen este origen espiritual debemos, mediante nuestra libre voluntad,
aceptarlas o rechazarlas. En la medida en que las aceptemos y deseamos hacer
la voluntad del Padre estaremos igualmente en armonía con el universo y con
nuestro Padre Universal.
El
reto religioso de nuestro día y era es para aquellos hombres y mujeres
de percepción espiritual y amplias miras que se atrevan a construir
una nueva y atractiva filosofía religiosa a partir de los nuevos conceptos
de la verdad cósmica, de la belleza universal y de la bondad divina tal como
se revelan, engrandecidos e integrados, en El libro de Urantia.
Sea
cual fuere nuestra perspectiva espiritual, debemos conocer las verdades de
El libro de Urantia para saber si tienen algún valor para nosotros.
¿Nos llevarán a estar mas cerca de Dios y a Dios más cerca de nosotros? Una
vez que sepas que estas verdades son de valor para ti, deja que la voluntad
de nuestro Padre sea lo dominante y transcendente en tu corazón. Y entonces,
como hijos e hijas transformados y guiados por Dios, unámonos en unidad espiritual
con todos los creyentes de El libro de Urantia y, como verdaderos ciudadanos
cósmicos, transformaremos este mundo.
Que la paz de nuestro Padre Universal esté con todos vosotros.