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LA
FUERZA DE LA UNIFICACIÓN
Stan Hartman
Traducción
de Ángel F. Sánchez-Escobar
"Y nunca se podrá llevar
a efecto esta liberación de la mente y del alma sin el impulso de un entusiasmo
inteligente que raye en el fervor religioso" --p. 1773.
La actual crisis existente en la comunidad de Urantia, entre aquellos
a favor o en contra de que la Fundación ostente los derechos de autor de la
revelación, no puede resolverse ni con acusaciones ni evitando las confrontaciones,
como tampoco puede agotar nuestra capacidad de inventiva. Hay una labor que
realizar que es mucho más importante que los actuales litigios, aunque está
claro que estas acciones legales no carecen de importancia o significado.
Al final, los Altísimos regirán con su discernimiento nuestro mundo, y aunque
es cierto que no se pondrán del lado del engaño y de la prevaricación, su
gobierno celestial no se gozará en la proliferación del sentimiento de enemistad
que se ha engendrado en ambos lados de la disputa.
Es verdad que tenemos que
luchar por lo que creemos que es justo, pero juzgar los motivos de
los que se oponen a nosotros resulta una actitud innecesaria y extenuante
producto del recelo, no de la fe. Podremos oponernos a las decisiones y acciones
de nuestros hermanos y hermanas, pero si nos regocijamos en condenar a sus
personas, moradas del espíritu, estaremos traicionando las enseñanzas del
Maestro. Esos que de forma imperceptible dirigen el desarrollo de nuestra
civilización nos observan para saber qué hacemos con nuestros "talentos",
y si los enterramos para tenerlos "seguros" o los desatendemos para enfrentarnos
al mal que se ha provocado en los lectores, en lugar de tratar de vencer el
mal con el bien, nuestro don se escapará de nosotros y se irá a quienes sepan
responder de él con mayor sensatez.
El libro de Urantia
constituye nuestro "talento" y no pertenece a ningún ser humano
ni a ningún grupo de seres humanos. Se nos confió con el fin de engrandecer
a nuestro planeta. Sus fiduciarios somos todos los que sabemos que esto es
verdad, y que hemos asumido la responsabilidad de divulgar la buena nueva
a todo el mundo, a pesar de estar en desacuerdo sobre la mejor forma de hacerlo.
Una casa dividida contra sí misma no puede sostenerse de pie, como tampoco
lo puede aquella que se ha cimentado falsamente.
Siendo realistas, lo único que podemos exigir de nosotros
mismos es, sin embargo, sinceridad y una dosis apropiada de humildad, no un
discernimiento perfecto. Cuando tenemos algún conflicto con los demás, tal
como el que existe actualmente en la comunidad urantiana, no tiene por qué
haber siempre una confrontación directa. A veces es importante enfrentarse
a la discordia, pero existe otra opción mejor, si nos decidimos por ella con
honestidad: podemos transformar esos conflictos si nos concentramos en los
valores y carencias que subyacen en lo profundo de tal fricción.
La falta de honestidad,
la manipulación y los intentos por reclamar una arbitraria autoridad sobre
los demás tienen que verse y condenarse por lo que son, pero permitir que
esos delitos espirituales nos distraigan de forma innecesaria de cosas más
importantes nos infringe un gran daño. Jesús no fortalecía el bien perdiendo
el tiempo en destruir el mal. Tenemos la responsabilidad de recordar su advertencia
sobre la viga y la mota (p. 1571), y una de las afirmaciones que simula mota
(1): "la defensa argumentativa de cualquier proposición es inversamente proporcional
a la verdad que contiene" (p. 557). La verdad no se encuentra en nuestros
juicios personales sobre los demás sino en la calidad de nuestra hermandad,
que incluye a aquellos con los que estamos en desacuerdo, especialmente con
los que menos nos gustan. "En cuanto lo hicisteis por uno de estos mis hermanos
más pequeños, a mí me lo hicisteis" (p. 1727).
Tanto acusar a otros como
evitar la confrontación tienen también su peligro, claro está, cuando adoptamos
una actitud de superioridad. La clave para saber si hacemos lo uno o lo otro
es preguntarnos si estamos o no a la defensiva y sin recelo, y si la energía
que nos motiva a actuar es "entusiasmo espiritual". El libro de Urantia
dice que Jesús "estaba lleno de entusiasmo divino" (p. 1102). También
dice que Jesús sencillamente no tenía tiempo para dedicarse a los problemas
insignificantes de los mortales entre los que estaba. El hecho de que este
entusiasmo pueda convertirse en fanatismo no debe llevarnos a creer que es
pernicioso en sí mismo, ni que podemos prescindir de éste para seguir a Jesús
de verdad.
Obviamente no somos Jesús,
y no podemos engañarnos pensando que estamos "por encima de todo". No todos
los conflictos son insignificantes, tampoco. Nuestras fricciones no son nada
comparadas con el potencial que tenemos como comunidad, si verdaderamente
nos consideramos comunidad, pero pueden resultar un impedimento si les prestamos
una excesiva atención. No podemos dejarnos llevar por el pensamiento de que
las cosas del mundo --como por ejemplo los pleitos judiciales- representan
una seria amenaza para nuestra misión en la tierra, teniendo en cuenta de
que todavía dicha misión está por descubrir y definir con claridad, y que
depende del mismo descubrimiento y definición de nuestra propia comunidad.
Mucho más perjudicial para "el movimiento Urantia" es el recelo y sus consecuencias:
la sospecha, la duda, el prejuicio, la cortedad de miras, la impaciencia,
el desconocimiento del libro mismo, la ambición, la sed de poder, la tendencia
a la enemistad, los celos y la servidumbre a una arbitraria autoridad humana.
Pero el recelo y sus consecuencias ejercerían poco poder
si estuviéramos unificados como comunidad urantiana, si formáramos una familia
auténtica capaz de aceptar una sincera desavenencia y hacer de ésta el motivo
de una unión más profunda. Si lo deseamos verdaderamente, de cada uno de nosotros
puede brotar, desde ahora, un entusiasmo que desvanezca la ansiedad y la hostilidad
y las sustituya por el inmenso gozo de la lealtad a la voluntad del Padre.
Como comunidad, podemos ayudarnos unos a otros para dejar a un lado nuestro
recelo y la animosidad que genera, y encontrar una calma de la que brote esa
innata pasión divina a la que espiritualmente tenemos derecho, esa fe que
consuma nuestra inacción, esa certidumbre y ese divino entusiasmo que sobrecogió
de pies a cabeza al Jesús niño ante el espectáculo que se extendía ante él
y que le hizo gritar: "Oh Jerusalén."
Tal pasión espiritual es el preludio del eterno éxtasis
de nuestra fusión, y requiere de nosotros lealtad y cuidado constantes. Es
necesario también que tengamos presente que es como una familia como
se fusiona nuestra comunidad, que ese es el propósito de Dios para nosotros,
y, que debemos comenzar a caminar juntos bajo ese mismo horizonte. No podemos
realizar la voluntad de Dios si pensamos en el futuro con ansiedad por los
errores que hemos podido cometer y por el daño que nos hemos causado. Como
señalan los autores del libro, "sólo las actitudes de avance y progreso son
reales desde el punto de vista de la persona" (p. 135). La única amenaza seria
a nuestra misión en la tierra es nuestra duda personal y colectiva
No siempre se asocian palabras como apasionada
o extática a una comunidad saludable, espiritualmente hablando. Pero
cuando nuestra fe es real y fuerte, tanto como familia como seres individuales,
estos adjetivos son apropiados, especialmente si le añadimos otro: tranquila.
"El éxtasis espiritual genuino se asocia generalmente con una gran calma exterior
y con un dominio emocional casi perfecto" (1000).
Los problemas con los que nos encontramos en la vida
y en nuestras relaciones con los demás son reales; sin embargo, si disfrutamos
de esta calma con una pasión que llegue a abrumarnos, "tomando el reino por
asalto", nos daremos cuenta de que nuestras dificultades van a ceder sin esfuerzo
y sin ansiedades. En contraste con el vacío que conlleva nuestro deseo de
evitar o no evitar entrar en conflicto, esta pasión es capaz de transformar
las dificultades porque las dispone en una perspectiva de cosas más
amplias. La crisis nos abre la posibilidad de crecer y de servir.
Intentar excluir de nuestras vidas gentes, ideas o cosas
genera tensión, ansiedad y preocupación constante, porque nos concentramos
en aquello de lo que queremos librarnos, como el marinero inexperto que mira
fijamente al mar agitado, causa de sus mareos, y lo único que consigue es
sentirse más mareado. Si por el contrario alzara la vista al horizonte, vería
las olas, pero encontraría un sostén ante la danza marina circundante, un
ancla que le daría el equilibrio perdido.
¿Cómo podemos conseguir ese sostén, ese horizonte, que
nos estabilice, que nos ayude a actuar con pasión espiritual? Es fácil para
el marinero: sólo tiene que mirar adelante. Pero, ¿hacia dónde hemos de mirar
los urantianos como familia o como seres individuales para encontrar ese horizonte
de paz en nuestras vidas, cuando nos encontramos rodeados de cosas muchos
más complejas y confusas que el mismo mar, cuando hay conflictos en el seno
de nuestra creciente comunidad?
Es cierto que antes que nada tenemos que creer profundamente
en esa estabilidad. Necesitamos preguntarnos con toda franqueza si sabemos
que nuestros espíritus son reales, y si estamos seguros de la verdad de
ese destino unificado que nos espera --no simplemente a nivel intelectual,
sino desde lo más profundo de nuestros corazones y almas--, de una fe de la
que demos testimonio con auténticas acciones. Si no hallamos en nosotros mismos
esa fe, hay que pedir que se nos conceda. Si tenemos éxito y la encontramos,
necesitamos concentrarnos en ella sin las distracciones propias de
nuestro tiempo, y pedir a aquellos que comparten nuestra fe que nos ayuden,
como nosotros les ayudaremos si nos lo piden, a permanecer en contacto consciente
con ella. Al tomar sentido de esa fe y de sus efectos, brotará de manera natural
el poder en calma del entusiasmo, al igual que brotará en nuestra comunidad
la calma, el bien hacer y la pasión espiritual.
Poder conservar nuestro aplomo espiritual ante las distracciones
de la vida en el planeta significa ni más ni menos que aprender algo nuevo,
como el marinero que aprende a bailar con el mar, hasta que el horizonte más
que una percepción visual sea un sentimiento, que le dé la ansiada
calma incluso bajo la cubierta o en medio de la bruma. Es como cuando se aprende
a conducir en bicicleta, sólo lo conseguimos cuando llegamos a sentir
ese equilibrio dinámico.
Como en cualquier aprendizaje, mantener un aplomo espiritual
comienza prestando atención. Moshe Feldenkrais, un sorprendente sanador, una
vez dijo: "No podéis hacer lo que queréis hasta que sepáis lo que estáis haciendo."
Cuando hacemos algo, cuando nos relacionamos con otras personas, cuando sentimos
o pensamos, ¿en qué creemos verdaderamente? Solemos recordar que somos hijos
de Dios, pero si nuestros pensamientos, sentimientos, acciones y relaciones
no lo confirman en un determinado momento, resulta no ser verdad. ¿En qué
creemos entonces si no es en esta verdad? Cuando nos sentimos enojados, recelosos,
con ambición, heridos, vengativos, solos, deprimidos, decepcionados, ¿en qué
creemos? Si queremos seguir con la esperanza de cambiar en lugar de seguir
cayendo una y otra vez en lo mismo, hemos de estar muy conscientes en esos
momentos, de aquello en lo que verdaderamente creemos. También el marinero,
para aprender a remontar las agitadas olas, ha de ser consciente de lo que
hace, hasta que la necesidad de estar vigilante se convierta en parte de ese
aprendizaje.
Pero mientras aprendemos tenemos que cumplir con una
condición importante: rechazar todo sentimiento de culpa por nuestros errores
o torpezas y no culpar a los demás. Si no nos damos un respiro a nosotros
mismos, aprender algo nuevo se convierte en una tarea innecesariamente difícil
y dolorosa. Cuando nos damos cuenta de que nuestro comportamiento es incompatible
con el hecho de nuestra consciente filiación divina, si no hemos dado esos
pasos erróneos intencionadamente, necesitamos saber perdonar, e incluso sería
deseable hacerlo con sentido de humor -"el antídoto divino contra la exaltación
del ego." Al despreciarnos a nosotros mismos o a los demás por los errores
cometidos, o al permanecer inactivos cuando los demás lo hacen (cara a cara
o en habladurías), nos estamos haciendo un flaco servicio a nosotros mismos
y a los demás, y a Dios, y estamos obstaculizando nuestra misión en la tierra.
No podemos permitirnos el lujo de ese sentimiento de culpabilidad ni permitir
que sea una excusa para no seguir creciendo. Valorar nuestros motivos o los
motivos de los demás resulta un acto de arrogancia, y es incompatible con
la fe viva y sincera en nuestra común filiación con Dios. De hecho, incluso
el recelo es una gran arrogancia, porque supone anticipar unos peligros que
no tienen por qué ser reales.
Este principio también se aplica a la comunidad. Como
familia espiritual, no tenemos ni la capacidad ni la necesidad de hacer una
valoración de nosotros mismos ni de otras comunidades espirituales. Es preciso
que sigamos creciendo espiritualmente, con honestidad, y alentar nuestro espíritu
de servicio, sobre la base de decisiones sinceras. Esto traerá consigo inevitables
errores y reveses, que nos sorprenderán y dañarán exclusivamente a nuestro
ego, pero tenemos que evitar que los reveses nos conminen a juzgar a los demás.
Perdón, perdón y más perdón es la actitud de Jesús, y tenemos que dejar que
juzguen aquellos que ven mucho más que nosotros, hasta conseguir que perdonar
no sea necesario nunca más porque hemos dejado atrás el hábito de culpar y
etiquetar a los demás.
Nuestro planeta necesita El libro de Urantia.
No necesita de nuestros conflictos sobre la mejor manera de darlo a conocer.
Nosotros somos sus protectores -todos los que los conocemos--. No podemos
atribuir a unos pocos, incluso si desean que lo hagamos, la responsabilidad
que tenemos todos los que sabemos que el libro es lo que dice ser. Han pasado
generaciones desde que llegó hasta nosotros, sin embargo, es todavía bastante
desconocido e incomprendido. Si tuviéramos que echar las culpas a alguien,
tendríamos que comenzar por nosotros mismos, aunque sería mejor no hacerlo
sino comenzar a actuar como lo haría un verdadero hijo de Dios.
Los que se niegan a asumir responsabilidad por lo que
saben, los que insisten en vivir en continuo conflicto, juicio o negación,
quizás tengan que acarrear las consecuencias de sus actos hasta que acepten
tal responsabilidad. Los que tienen mayor fe y humildad han de seguir y hacer
lo que hay que hacer, y continuar siendo leales a su más elevada y honesta
percepción personal de las cosas, sin tener en cuenta lo confuso, indeciso
o corto de miras que hayan sido en el pasado, incluso si ese pasado es reciente.
Necesitamos apoyarnos unos a otros en lo que hacemos,
también, siempre teniendo presente que no todos debemos ni vamos a servir
de la misma manera. Al igual que Jesús nos prevenía de los peligros de tener
demasiada fe, puede existir también el peligro de tener demasiado sentido
de comunidad y dar una atención indebida a actividades meramente visibles
y formalistas. No necesitamos crear una familia de urantianos, sino
fomentar la que ya existe. Una comunidad espiritual no se crea, sino
que se desarrolla. ¿Os acordáis de la advertencia del libro sobre el error
de los primeros cristianos, que se convirtieron en una comunidad más en el
sentido social que en el espiritual? No obstante, necesitamos mostrar al
mundo que en verdad somos esa clase de familia de hijos de Dios que crece
en unión, una familia abierta a la verdad, al amor, a la misericordia, a la
compasión, al servicio, a la afabilidad espontánea, a la generosidad sensata,
sin excluir en nuestra generación actual, nuestra dedicación a la diseminación
de El libro de Urantia, a llevárselo a aquellos a quienes pertenecen,
a todos los pueblos de la tierra.
No es suficiente con formar grupos de estudio y hablar
del libro. Estudiar es importante, pero no puede ser la excusa para la inactividad
o para dormirse espiritualmente. Tenemos un tesoro que no pertenece a nosotros
solamente, que representa una enorme fuente de alimento espiritual en un mundo
donde hay millones que sufren hambre de verdad, aunque el mayor valor del
libro es la visión que nos invita a tener del propósito de las cosas. El más
grande error del cristianismo (necesitamos tener presente los errores, sin
regodearnos en éstos) fue exaltar más la figura de Jesús que la verdad y los
valores de sus enseñanzas. No repitamos ese error con El libro de Urantia,
por mucho cariño que le tengamos. Aunque habrá personas que se resistan a
aceptarlo en el contexto actual, serán muy pocos los que podrán resistirse
a su atracción espiritual. Tenemos el deber supremo de vivir ese espíritu,
no distribuir el libro, por muy importante que sea. Aunque también es cierto
que tenemos que hacer lo uno sin olvidar lo otro.
Aquellos que sienten la necesidad de ser leales a una
autoridad humana están obligados a hacerlo si sinceramente lo desean; los
que ven un engaño en la autoridad humana también están obligados a actuar
de acuerdo con sus más altos ideales de dedicación a la voluntad del Padre.
Jesús no dudó en romper las leyes que se interponían en la relación entre
Dios y el hombre, pero siempre respetó a aquellos que no lo hacían. Cada uno
tiene que determinar, con toda la honestidad que sea capaz, cuáles son sus
prioridades, pero sin tachar de deshonestos a los que difieran de nosotros.
Si sólo somos capaces de amar a los que están de acuerdo con nosotros, nunca
seremos embajadores de ese mundo mejor que anhelamos.
En todo lo que hagamos tenemos que ser honestos en cuanto
a los verdaderos motivos que nos mueven. Necesitamos saber discernir cuándo
actuamos movidos por la fe y cuando lo hacemos por la duda o la presunción.
El mundo ha tenido ya bastantes seguidores de la religión que han violado
los mismos principios que predicaban. No hay necesidad de obstinarse en sentir
animosidad ni de sentir superioridad moral en una comunidad de personas que
reivindican que son hijos de Dios y que viven de acuerdo con su voluntad.
Veamos ese mundo mejor de su voluntad en la manera en la que nosotros,
como urantianos, nos comportamos con los demás, sin excluir a los que piensan
de manera diferente. Mostremos a los demás que creemos en lo que decimos que
creemos, y si no es así, pidamos con humildad y sinceridad ayuda para creer
en lo que sabemos que debemos creer. Al proclamar que somos estudiantes de
la revelación, sin que nos importen nuestras diferencias, asumimos una responsabilidad
que exige más de nosotros de lo que se espera de aquellos que no proclaman
dicha fe.
Después de todo, no sólo no nos pertenece el libro, ni
siquiera nuestras vidas nos pertenecen sólo a nosotros. Se nos han confiado,
se nos ha puesto en buena medida al mando de éstas, pero no son solamente
nuestras por derecho. Nuestro ser se basa en relaciones con los demás. Cualquier
persona que sea capaz de escudriñar en las verdaderas profundidades de la
experiencia humana no reflexionará sobre mi vida, sino sobre nuestra
vida --una vida vivida en compañía de Dios, en la formidable, gozosa
responsabilidad de convertirnos con Dios en padres conjuntos de una alma en
desarrollo. Desde esta perspectiva, la vida se convierte en el valor supremo
de ser con Dios cocreadores del ser que tú y Dios desean ser.
Sintamos de nuevo ese maravilloso entusiasmo que nos
sobrecogió la primera vez que supimos que el libro era verdad. Era un entusiasmo
que surgía del fuego que una chispa divina prendió en nosotros, y que habitó
nuestras mentes cuando niños; un fuego que se hubiese convertido en pavesas
si no llegamos a encontrar El libro de Urantia, aunque puede que en
estos momentos, después de descubrirlo, ese fuego se haya apagado temporalmente
por cualquier circunstancia. Hemos de tener todos presentes -y tendremos que
recordarnos unos a otros--, que, con nuestra fe, podemos avivar el fuego y
en la medida de nuestras fuerzas, llenarlo de esa pasión capaz de consumir
toda duda y unirnos para siempre con el Padre Último, incluso en este mundo.
No nos juntemos simplemente para hablar sino para trazar un camino unidos.
Es hora de hacerlo. Es hora de forjar una verdadera comunidad
de creyentes, o mucho mejor, de personas de fe, de personas conscientes que
se ayudan cuando tienen un traspié, que se reafirman cuando tienen éxitos,
que se apoyan unos a otros en una común filiación divina, cuando aprenden
a caminar como él lo hizo, de manera perfecta, mucho antes que nosotros.
Hizo solo aquí todo su viaje en la carne, sin acompañantes
que le entendieran de verdad. Nosotros nos tenemos unos a otros, y a él en
medio, y dos mil años de su obra de la Verdad tras nosotros formando unos
sólidos cimientos. Acudamos a él, todos juntos, para cumplir esa promesa que
nuestros espíritus descubrieron en nosotros antes de habitarnos cuando niños.
Sería algo formidable. Juntos, rodeados de esas otras personas que practican
con sinceridad lo que él claramente nos mostró, podemos ayudarnos a permanecer
leales a lo que sabemos es la verdad más profunda de nuestras vidas, con todo
lo que tiene de gozo y de libertad.
Nosotros, urantianos, que caminamos con Dios, que vemos
el pasado de la tierra en el universo eterno, que conocemos la verdadera raíz
y destino de nuestro mundo y sabemos la más grande historia jamás contada
porque nunca se había contado. Ese conocimiento es nuestro poder. Finalmente
y para siempre, usémoslo de la manera que él lo hizo, de la única forma en
que se puede usar. Su historia continúa en nosotros, si así lo hemos decidido.
Mostremos al universo lo que su amor por nosotros, y el nuestro por él, puede
hacer de nosotros, de un planeta que sufre como el nuestro. Mostremos a esos
que nos vigilan desde las estrellas que está justificada su fe en nosotros
es justificada. Hagamos que la grandeza de su historia despliegue la plenitud
de su belleza en nuestras almas hasta que el mundo sepa que lo que nosotros
sabemos debe ser verdad.
(1) La
palabra "mota" se usa en los escritos para indicar una percepción innata
de la verdad que trasciende la reflexión y la razón. Los reveladores se
refieren a este término como a "sensibilidad a la verdad". La esencia de
la mota es percepción mediante la fe y su sustancia es el conocimiento mediante
la razón.
Resumen de las relaciones entre la Urantia Foundation
y la Fellowship
redactado para las juntas directivas de las sociedades de la Fellowship
L. Dan Massey
Traducción
de Ángel F. Sánchez-Escobar
20 de junio del 2000
En su reunión del 3 de julio, el consejo general solicitó al comité
ejecutivo que nombrara a un equipo que se encargara particularmente de todos
los aspectos de la relaciones con la Urantia Foundation (UF, Fundación Urantia),
con la potestad de emplear en dicha tarea todos y cada uno de los recursos de
The Urantia Book Fellowship (Fraternidad de El libro de Urantia). Esta medida
iba encaminada a conseguir que los otros miembros de la Fellowship pudieran
continuar con su labor en la revelación sin tener que preocuparse de este problemático
asunto.
En este resumen se especifican los acontecimientos y las circunstancias
que llevaron a dicha decisión. En los últimos dos años, The Urantia Book Fellowship
ha dirigido portales en la red de redes (WWW) - http://www.urantiabook.org y
http://www.ellibro.org - que han hecho factible
el acceso de la comunidad al texto de The Urantia Book, a las traducciones de
la Urantia Foundation, a traducciones experimentales de pequeñas porciones del
texto, a obras secundarias, a historias del movimiento, a servicios a los lectores,
a materiales de apoyo y a instrumentos técnicamente avanzados de búsqueda y
referencia y a hipervínculos.
El texto completo del libro en diferentes idiomas se colocó con permiso
concedido por la UF. Hace aproximadamente un año, George Dupont, fiduciario
de la Urantia Foundation, y algunos de sus colaboradores, se pusieron varias
veces en contacto con nosotros para presentar sus quejas sobre diversos aspectos
relacionados con el portal de la Fellowship. La primera queja, hecha por el
padre del Sr. Dupont, se refería a unos "derechos morales" sobre la traducción
al francés de The Urantia Book y exigía que se suprimiera ésta del portal de
forma inmediata. Puesto que el concepto francés de "derecho moral" sobre la
propiedad intelectual no existe en la legislación de Estados Unidos, y puesto
que habíamos colocado la traducción con permiso de la UF, remitimos el asunto
a los fiduciarios.
Posteriormente se sucedieron las quejas de parte de empleados de
la UF respecto a la colocación de artículos que informaban sobre actividades
de los creyentes en los que aparecía la palabra "Urantia", del material gráfico
realizado por los creyentes con la palabra "Urantia", del lema de los círculos
concéntrico y/o de citas del libro, así como de nuestra publicación de extractos
de estudios sobre el libro realizados por el Dr. William S. Sadler, sobre los
que la UF reclama la propiedad intelectual. Una a una estas quejas recibieron
puntual respuesta en la mejor de nuestras posibilidades, siempre intentando
armonizar el material expuesto en nuestro portal con sus exigencias.
Las obras secundarias del Dr. Sadler, que están hoy en día agotadas,
se suprimieron de nuestro portal impidiendo el acceso a ellas, en ninguno de
sus formatos, a la comunidad. Las traducciones experimentales se recolocaron
en páginas que necesitaban la identificación del usuario, restringiendo su acceso
a los creyentes de otros países que no conocen los idiomas en los que la UF
ha traducido el libro. Durante todo este tiempo, habíamos venido observando
que la forma en la que se han realizado estas exigencias, ninguna de las cuales
provenían directamente de los fiduciarios, denotaban que los empleados de la
UF interpretaban erróneamente los motivos que nos habían llevado a configurar
un portal en la red, y no valoraban en nada nuestra intención de hacerlo en
armonía con sus intereses.
Es por ello por lo que solicitamos, poco tiempo después, una reunión
con los cinco fiduciarios para analizar y elucidar las relaciones entre ambas
organizaciones. Desafortunadamente, los fiduciarios no facilitaron tal reunión.
Cierta vez se nos citó, con una semana de antelación, a una reunión en Chicago,
coincidiendo con una importante recaudación de fondos. También se nos citó en
París, Francia, de nuevo con una semana de antelación, aunque ésta fue anulada
de forma inmediata en el momento en que accedimos a ella. El Sr. Dupont solicitó
entonces que representantes de la Fellowship se reunieran exclusivamente con
él y con un grupo de personas de su elección, que no incluía a ningún otro fiduciario.
Notificamos a los fiduciarios que nos reuniríamos con el equipo de Dupont para
atender a sus reclamaciones si asentían en reunirse posteriormente con nosotros
para tratar extensamente de otros asuntos.
Con este acuerdo, el 8 y 9 de abril, cuatro de nosotros (Steve Dreier,
Marilynn Kulieke, Marvin Gawryn y Dan Massey) nos reunimos en Chicago con Dupont,
Tonia Baney, Seppo Kanerva y Nancy Shaeffer. Nos consternó en cierto sentido
que Dupont hubiese también invitado a la reunión al señor Steve Hill, asesor
de la UF. En dicha reunión, el equipo de la UF trajo consigo un libro de unas
700 páginas compuesto de material copiado del portal de la Fellowship, organizado
en 21 reclamaciones puntuales. El tema principal de las reclamaciones se centraba
en el hecho de que la Fellowship usurpaba las funciones y la buena voluntad
de la UF al violar de forma sistemática su propiedad intelectual y sus marcas
registradas, incluyendo su marca llamada "The Urantia Book", que estaba últimamente
reivindicando.
No podemos entrar en detalles de estas reclamaciones porque se nos
ha exigido confidencialidad. En general, sin embargo, consideramos razonables
algunas de éstas y de muy estrechas miras otras. Había también reclamaciones
que conllevaban unas significativas directrices para la Fellowship, las cuales
deben plantearse en el Consejo General y, si es posible, con los fiduciarios
de la Urantia Foundation. Tras la reunión, trabajamos puntualmente para subsanas
aquellos errores que resultaban obvios y sencillamente accedimos a las peticiones
de la UF en otras áreas.
El día 8 de mayo, remitimos una carta a los fiduciarios y a Dupont
notificándoles de estas medidas, haciendo hincapié en la necesidad de tratar
estos temas y en la importancia de una reunión con los fiduciarios de la UF
para solventar esas directrices planteadas. El 9 de junio recibimos una carta
de Schaeffer de parte del equipo de Dupont en el que se admitieron algunas de
nuestras medidas y se pasaron por alto otras. En esta carta hay un resumen de
las cuatro áreas específicas en las que la Foundation reclamaba cambios respecto
a las actividades de la Fellowship. Estas áreas están relacionadas con la manera
en la que el portal de la Fellowship presenta el texto en inglés, en el hecho
en sí de la presentación de parte de la Fellowship de las traducciones de la
UF y de otras traducciones parciales de el libro, en el uso en la red de atributos
incorporando la palabra "Urantia" y "The Urantia Book " en relación al portal,
y el hecho de que la Fellowship utilice la denominación "The Urantia Book Fellowship
", algo que lleva haciendo muchos años.
Respecto al último punto, supimos posteriormente, dos semanas antes
de nuestra reunión con Dupont, que la Urantia Foundation había solicitado a
nivel nacional el registro de las palabras "The Urantia Book" para identificar
su ropa, juguetes, artículos de deporte, utensilios domésticos y cristalerías,
y papelería Tras un detallado examen de estos y de otros asuntos los días 3
y 4 de julio, el Consejo General llegó a la conclusión de que en el futuro había
necesidad de organizar un equipo que se dedicara particularmente a las relaciones
entre The Fellowship y The Urantia Foundation en estos asuntos, dejando que
el consejo y los comités realizaran su labor en otras tareas. Se tomó esta decisión
de acuerdo con las resoluciones de la TDA, al igual que por la petición hecha
por Schaeffer, en su carta del 9 de junio, de que se estableciera un punto de
contacto para poder mantener conversaciones oficiales.
Durante la reunión del consejo, se le dio al equipo directrices respecto
a la relativa importancia de los diferentes asuntos que la UF deseaba resolver;
sin embargo, las toma de medidas en relación a estos y a otros asuntos se dejaba
al juicio crítico del equipo, con el consejo de un asesor jurídico. El 9 de
julio, el equipo de la Fellowship notificó a los fiduciarios y Dupont de la
formación de este equipo y de su deseo de proceder sin demora bajo asesoramiento
legal y de trabajar con diligencia para la justa resolución de todos los asuntos.
El equipo de la Fellowship cree que la manera más fácil de llevar esto a cabo
es mediante contacto directo con la directiva completa de la Urantia Foundation;
sin embargo, dicho equipo lo hará de igual manera con todos los representantes
de la UF, según lo crean conveniente.
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