ÍNDICE
El libro de Urantia
Edición 1999
DOCUMENTO 86
LA EVOLUCIÓN PRIMITIVA DE LA RELIGIÓN
950:1 86:0.1
LA EVOLUCIÓN de la religión que partió del impulso de adoración primitivo
y precedente no depende de la revelación. El funcionamiento normal de la mente
humana bajo la influencia directora del sexto y séptimo ayudantes de la mente
de la dote espiritual universal es totalmente suficiente para asegurar tal
desarrollo.
950:2 86:0.2
El más primitivo temor prerreligioso del hombre a las fuerzas de la naturaleza,
gradualmente se volvió religioso a medida que la naturaleza se fue personificando,
espiritualizando y finalmente deificando en la conciencia humana. La religión
de tipo primitivo fue por lo tanto una consecuencia biológica natural de la
inercia psicológica de la mente animal en evolución una vez que dicha mente
llegaba a captar el concepto de lo sobrenatural.
1. EL AZAR: LA BUENA SUERTE Y LA MALA SUERTE
950:3 86:1.1 Aparte del
impulso natural de adoración, la religión evolutiva primitiva tuvo su origen
en las experiencias humanas del azar: la así llamada suerte, los sucesos comunes.
El hombre primitivo era un cazador de alimentos. Los resultados de la caza
variaban constantemente, y esto dio origen inevitable a esas experiencias
que el hombre interpreta como buena suerte y mala suerte. La infortunio fue
un factor muy importante en la vida de los hombres y mujeres que vivían constantemente
bajo el filo de la navaja de una existencia precaria y difícil.
950:4 86:1.2
El horizonte intelectual limitado del salvaje tanto concentra la atención
sobre el azar que la suerte se torna un factor constante en su vida. Los urantianos
primitivos luchaban por su subsistencia, no por un estándar de vida; vivían
vida llena de peligro en la que el azar jugaba un papel importante. El temor
constante de lo desconocido y de las calamidades invisibles pesaba sobre estos
salvajes como una nube de desesperación que efectivamente eclipsaba todo placer;
vivían en temor constante de hacer algo que hiciera volver la mala suerte.
Los salvajes supersticiosos siempre temían el soplo de la buena suerte; veían
tan buena fortuna como un signo certero de calamidades futuras.
950:5 86:1.3
Este terror de la mala suerte constantemente presente era paralizante. ¿Para
qué trabajar tanto y cosechar mala suerte -nada por algo- cuando era posible
dejarse llevar y encontrar la buena suerte -algo por nada? Los hombres que
no razonan olvidan la buena suerte -la toman como cosa natural- pero recuerdan
dolorosamente la mala suerte.
950:6 86:1.4
El hombre primitivo vivía en la inseguridad y en el temor constante del azar
-de la mala suerte. La vida era un estimulante juego de azar; la existencia,
una empresa arriesgada. No es de extrañar que los pueblos parcialmente civilizados
aún crean en el azar y manifiesten predisposiciones residuales por el juego
de azar. El hombre primitivo alternaba entre dos poderosos intereses: la pasión
de conseguir algo por nada y el temor de conseguir nada por algo. Este juego
de la existencia era el interés principal y la suprema fascinación de la mente
salvaje primitiva.
951:1 86:1.5
Más adelante los pastores compartieron estos sentimientos sobre el azar y
la fortuna, mientras que los agricultores aun más recientes tenían clara conciencia
del hecho de que las cosechas dependían de muchas cosas sobre las que el hombre
tenía poco o ningún control. El agricultor se halló víctima de la sequía,
las inundaciones, el granizo, las tormentas, las plagas y las enfermedades
de las plantas, así como también del calor y el frío. Y puesto que todas estas
influencias naturales afectaban la prosperidad individual, se las consideraba
buena suerte o mala suerte.
951:2 86:1.6
Esta idea de azar y suerte colorearon fuertemente la filosofía de todos los
pueblos antiguos. Aun en tiempos recientes en la sabiduría de Salomón está
escrito: "Me volví y vi que ni es de los ligeros la carrera, ni la guerra
de los fuertes, ni aun de los sabios el pan, ni de los prudentes las riquezas,
ni de los elocuentes el favor; sino que tiempo y occasión acontenecen a todos.
Porque el hombre tampoco conoce su tiempo; como los peces que son presos en
la mala red, y como las aves que se enredan en lazo, así son enlazados los
hijos de los hombres en el tiempo malo, cuando cae de repente sobre ellos".
2. LA PERSONIFICACIÓN DEL AZAR
951:3 86:2.1 La ansiedad
era un estado natural de la mente salvaje. Cuando los hombres y las mujeres
caen víctimas de una ansiedad excesiva, vuelven simplemente al estado natural
de sus antepasados distantes; y cuando la ansiedad se vuelve realmente dolorosa,
inhibe la actividad e instituye infaliblemente cambios evolutivos y adaptaciones
biológicas. El dolor y el sufrimiento son esenciales para la evolución progresiva.
951:4 86:2.2
La lucha por la vida es tan dolorosa que ciertas tribus retrógadas aún hoy
lloran y lamentan cada amanecer. El hombre primitivo constantemente se preguntaba:
"¿Quién me atormenta?". Al no hallar una fuente material de su sufrimiento,
se contentó con una explicación espiritual. Así nació la religión del temor
a lo misterioso, el respeto a lo invisible y el terror de lo desconocido.
El temor a la naturaleza se volvió así un factor en la lucha por la existencia:
primero por la presencia del azar y luego por la presencia del misterio.
951:5 86:2.3
La mente primitiva era lógica pero contenía pocas ideas para la asociación
inteligente; la mente salvaje no era educada, era totalmente no sofisticada.
Si un acontecimiento seguía al otro, el salvaje lo consideraba causa y efecto.
Lo que el hombre civilizado considera superstición era tan sólo ignorancia
en el salvaje. La humanidad ha sido lenta en aprender que no hay necesariamente
relación alguna entre propósitos y resultados. Los seres humanos tan sólo
ahora comienzan a darse cuenta de que las reacciones de la existencia aparecen
entre las acciones y sus consecuencias. El salvaje trata de personalizar todo
lo que sea intangible y abstracto, y de este modo tanto la naturaleza como
el azar se vuelven personalizados como fantasmas -espíritus- y más adelante
como dioses.
951:6 86:2.4
El hombre naturalmente tiende a creer en lo que cree le convenga, lo que es
de su inmediato o remoto interés; el autointerés oscurece en gran parte a
la lógica. La diferencia entre la mente del salvaje y la mente del hombre
civilizado es más una de contenido que de naturaleza, o de grado más bien
que de calidad.
951:7 86:2.5
Pero seguir atribuyendo a causas sobrenaturales lo que resulta difícil de
comprender no es más que una manera perezosa y conveniente de evitar toda
forma de trabajo duro e intelectual. La suerte es meramente un término creado
para amparar lo inexplicable en cualquier era de la existencia humana; define
aquellos fenómenos que el hombre es incapaz de penetrar o no desea penetrar.
Azar es una palabra que significa que el hombre es demasiado ignorante o demasiado
indolente para determinar las causas. El hombre considera los sucesos naturales
como accidentes o mala suerte sólo cuando carece de curiosidad e imaginación,
cuando la raza no tiene iniciativa ni sentido de la aventura. La exploración
de los fenómenos de la vida más tarde o más temprano destruye la creencia
del hombre en el azar, la suerte y los así llamados accidentes, sustituyéndola
por un universo de ley y orden en el que los efectos son precedidos por causas
definidas. Así pues, el temor a la existencia es reemplazado por la felicidad
del vivir.
952:1 86:2.6
El salvaje consideraba que la naturaleza toda estaba viva, como poseída por
algo. El hombre civilizado aún patea e insulta a aquellos objetos inanimados
que lo obstaculizan o lastiman. El hombre primitivo siempre creyó que todo
era intencional y nunca consideró que fuese accidental. Para el hombre primitivo
el dominio de los hados, la función de la suerte, el mundo espiritual, era
tan desorganizado y confuso como la sociedad primitiva. La suerte se consideraba
la reacción azarosa y temperamental del mundo espiritual; más adelante, el
estado de ánimo de los dioses.
952:2 86:2.7
Pero no todas las religiones evolucionaron del animismo. Otros conceptos de
lo sobrenatural fueron contemporáneos al animismo, y estas creencias también
condujeron a la adoración. El naturalismo no es una religión -es el vástago
de la religión.
3. LA MUERTE -LO INEXPLICABLE
952:3 86:3.1 La muerte
era para el hombre evolutivo el supremo arcano, la combinación más aterradora
de azar y misterio. El arcano de la muerte, más bien que la santidad de la
vida, inspiró el temor y de esta manera fomentó eficazmente la religión. Entre
los pueblos salvajes la muerte era generalmente violenta, de modo que la muerte
sin violencia se tornó cada vez más misteriosa. El concepto de muerte como
fin natural y previsto de la vida no era claro para la conciencia de los pueblos
primitivos, y le llevó al hombre edades tras edades darse cuenta de su inevitabilidad.
952:4 86:3.2
El hombre primitivo aceptaba la vida como hecho, pero consideraba la muerte
una visitación. Todas las razas tienen sus leyendas de hombres que no morían,
tradiciones residuales de la actitud primitiva hacia la muerte. Ya en la mente
humana existía el concepto nebuloso de un mundo espiritual vago y desorganizado,
un dominio del cual provenía todo lo inexplicable en la vida humana, y la
muerte fue agregada a esta larga lista de fenómenos sin explicación.
952:5 86:3.3
Todas las enfermedades humanas y la muerte natural se atribuyeron al principio
a la influencia de los espíritus. Aún en este momento algunas razas civilizadas
consideran la enfermedad como algo producido por "el enemigo" y
dependen de ceremonias religiosas para efectuar la curación. Sistemas más
recientes y más complejos de teología aún atribuyen la muerte a la acción
del mundo espiritual, todo lo cual condujo a doctrinas tales como el pecado
original y la caída del hombre.
952:6 86:3.4
Fue la comprensión de la impotencia ante la fuerza poderosa de la naturaleza,
juntamente con el reconocimiento de la debilidad humana ante las visitaciones
de la enfermedad y de la muerte, lo que obligó al salvaje a buscar ayuda en
el mundo supermaterial, que vagamente visualizaba como la fuente de estas
vicisitudes misteriosas de la vida.
4. EL CONCEPTO DE LA SUPERVIVENCIA DE LA
MUERTE
952:7 86:4.1 El concepto
de una fase supermaterial de la personalidad mortal nació de la asociación
inconsciente y puramente accidental de los sucesos de la vida diaria sumados
al sueño fantasmal. El hecho de que varios miembros de una tribu soñaran simultáneamente
con un cacique fallecido parecía constituir prueba convincente de que el viejo
cacique había realmente retornado en alguna forma. Resultaba todo muy real
para el salvaje quien despertaba de tales sueños bañado de sudor, temblando
y gritando.
953:1 86:4.2
El origen onírico de la creencia en una existencia futura explica la tendencia
a imaginar siempre cosas invisibles en términos de cosas vistas. Finalmente
este nuevo concepto de vida futura en el sueño fantasmal se tornó efectivamente
el antídoto para el temor a la muerte, asociado con el instinto biológico
de la autopreservación.
953:2 86:4.3
El hombre primitivo mucho se preocupaba por su respiración, especialmente
en los climas fríos, allí donde aparecía su aliento como una nube cuando exhalaba.
El aliento de la vida se consideraba un fenómeno que diferenciaba a los vivos
de los muertos. Sabía que el aliento podía abandonar al cuerpo, y sus sueños,
en los que hacía todo tipo de cosas extrañas mientras dormía, le convencieron
que había algo inmaterial en el ser humano. La idea más primitiva del alma
humana, el fantasma, se derivó del sistema ideacional del aliento-sueño.
953:3 86:4.4
Finalmente el salvaje se concibió a sí mismo como un ente doble: cuerpo y
aliento. El aliento menos el cuerpo igualaba al espíritu, al fantasma. Aunque
tenían origen muy claramente humano, los fantasmas, o espíritus, se consideraban
sobrehumanos. Esta creencia en la existencia de espíritus sin cuerpo parecía
explicar la ocurrencia de lo raro, lo extraordinario, lo infrecuente y lo
inexplicable.
953:4 86:4.5
La doctrina primitiva de supervivencia después de la muerte no fue necesariamente
una creencia en la inmortalidad. Estos seres que no llegaban a contar más
de veinte difícilmente podían concebir la infinidad y la eternidad; más bien
pensaban en encarnaciones recurrentes.
953:5 86:4.6
La raza anaranjada se dejó llevar especialmente por la creencia en la transmigración
y reencarnación. Esta idea de la reencarnación se originó en la observación
de la similitud hereditaria de rasgos en los vástagos respecto de sus antepasados.
La costumbre de llamar a los hijos con el nombre de los abuelos y de otros
antepasados se debía a la creencia en la reencarnación. Algunas razas posteriores
creían que el hombre moría de tres a siete veces. Esta creencia (residuo de
las enseñanzas de Adán sobre los mundos de estancia), y muchos otros residuos
de la religión revelada, se pueden encontrar entre las doctrinas por otra
parte absurdas de los bárbaros del siglo veinte.
953:6 86:4.7
El hombre primitivo no imaginó el infierno ni castigos futuros. El salvaje
consideraba la vida futura como igual a ésta, menos la mala suerte. Más adelante,
se concibió un destino separado para los buenos fantasmas y los malos fantasmas
-el cielo y el infierno. Pero puesto que muchas razas primitivas creían que
el hombre entraba a la vida próxima tal como dejaba ésta, no les gustaba la
idea de volverse viejos y decrépitos. Los vejetes preferían que se los matara
antes de que se volviesen demasiado débiles.
953:7 86:4.8
Casi todos los grupos tenían una idea diferente sobre el destino del alma
fantasmal. Los griegos creían que los hombres débiles debían tener almas débiles;
así pues inventaron el Hades como el lugar adecuado para la recepción de tales
almas anémicas; también se creía que estos ejemplares no robustos tenían sombras
más cortas. Los anditas primitivos creían que sus fantasmas volvían a las
tierras ancestrales. Los chinos y los egipcios antiguamente creían que el
alma y el cuerpo permanecían juntos. Entre los egipcios esto condujo a la
construcción esmerada de la tumba y a grandes esfuerzos por la preservación
del cuerpo. Aun los pueblos modernos tratan de detener el deterioro de la
muerte. Los hebreos concebían que una réplica fantasmal del individuo bajaba
a sheol; no podía retornar a la tierra de los vivos. Hicieron un avance importante
en la doctrina de la evolución del alma.
5. EL CONCEPTO DEL ALMA FANTASMA
953:8 86:5.1 La parte
no material del hombre se ha denominado variadamente fantasma, espíritu, sombra,
espectro, y últimamente alma. El alma era el doble del hombre primitivo
en su sueño; era en todas las formas exactamente igual al mortal mismo excepto
que no respondía al sentido del tacto. La creencia en los dobles oníricos
condujo directamente a la idea de que todas las cosas animadas e inanimadas
tienen alma, tanto como tienen los hombres. Este concepto tendió a perpetuar
por largo tiempo las creencias en los espíritus de la naturaleza. Los esquimales
aún conciben que todo en la naturaleza tiene su espíritu.
954:1 86:5.2
El alma fantasmal podía oírse y verse, pero no se la podía tocar. Gradualmente
la vida onírica de la raza tanto desarrolló y amplió las actividades de este
mundo espiritual evolutivo que la muerte llegó a definirse como "echar
el alma". Todas las tribus primitivas, excepto las que estaban apenas
por encima de los animales, han desarrollado algún concepto del alma. A medida
que avanza la civilización, este concepto supersticioso del alma se destruye,
y el hombre depende completamente de la revelación y de la experiencia personal
religiosa para su nueva idea del alma como creación conjunta de la mente mortal
que conoce a Dios y de su espíritu residente, el Ajustador del Pensamiento.
954:2 86:5.3
Los mortales primitivos generalmente no supieron diferenciar los conceptos
de un espíritu residente y de un alma de naturaleza evolucionaria. El salvaje
estaba muy confundido en cuanto a si el alma fantasmal nacía del cuerpo o
era una agencia externa en posesión del cuerpo. La ausencia de pensamiento
razonado en presencia de la confusión explica las incongruencias groseras
del punto de vista salvaje sobre el alma, los fantasmas y los espíritus.
954:3 86:5.4
Se creía que el alma era al cuerpo como lo que el perfume es a la flor. Los
antiguos creían que el alma podía abandonar al cuerpo de varias maneras, como
por ejemplo:
1. En el desmayo común y pasajero.
2. Al dormir, en el sueño natural.
3. En el coma y la pérdida de conciencia asociada con la enfermedad o los
accidentes.
4. En la muerte, la partida permanente.
954:8 86:5.5
El salvaje consideraba el estornudo un intento abortivo del alma de escapar
al cuerpo. Como estaba despierto y en vigilancia, el cuerpo podía abortar
el intento de fuga del alma. Más adelante, el estornudo siempre fue acompañado
por alguna expresión religiosa, como por ejemplo, "¡que Dios te bendiga!"
954:9 86:5.6
Primitivamente en la evolución el sueño era considerado como la prueba de
que el alma fantasmal podía faltarle al cuerpo, y se creía que se la podía
llamar de vuelta hablando o gritando el nombre del que dormía. En otras formas
de pérdida de la conciencia, se creía que el alma se había alejado más, tal
vez tratando de escapar para siempre -amenaza de muerte. Los sueños se consideraban
experiencias del alma provisionalmente ausente del cuerpo que dormía. El salvaje
cree que sus sueños son tal reales como cualquier parte de su experiencia
cuando está despierto. Los antiguos tenían la práctica de despertar suavemente
a los que dormían para que el alma tuviera tiempo de volver al cuerpo.
954:10 86:5.7
A través de todas las edades los hombres han tenido miedo de las apariciones
nocturnas, y los hebreos no fueron una excepción. Verdaderamente creían que
Dios les hablaba en sueños, a pesar de las admoniciones de Moisés contra esta
idea. Y Moisés tenía razón, porque los sueños comunes no son métodos empleados
por las personalidades del mundo espiritual cuando buscan comunicarse con
los seres materiales.
954:11 86:5.8
Los antiguos creían que las almas podían entrar en los animales o aun en los
objetos inanimados. Esto culminó en las ideas de identificación animal, como
por ejemplo el hombre lobo. Era posible que el alma de un ciudadano, observante
de la ley durante el día, le abandonase cuando dormía para meterse en un lobo
u otro animal y cometer depredaciones nocturnas.
955:1 86:5.9
Los hombres primitivos creían que el alma estaba asociada con el aliento,
y que sus cualidades podían ser impartidas o transferidas por el aliento.
El cacique valeroso respiraba sobre el niño recién nacido, impartiéndole así
valor. Entre los cristianos primitivos la ceremonia de donar el Espíritu Santo
iba acompañada de respirar sobre los candidatos. Dijo el salmista: "Por
la palabra del Señor fueron hechos los cielos y todo el ejército de ellos
por el aliento de su boca". Por mucho tiempo fue costumbre del hijo mayor
tratar de aspirar el último aliento de su padre moribundo.
955:2 86:5.10
Más adelante se llegó a temer la sombra y reverenciarla, como el aliento.
El propio reflejo en el agua también se consideraba a veces como prueba del
ser doble, y los espejos se respetaban con miedo supersticioso. Aun ahora
muchas personas civilizadas dan vuelta al espejo contra la pared cuando hay
una muerte en la familia. Algunas tribus retrógadas aún creen que hacer retratos,
dibujos, modelos o imágenes quita todo o parte del alma del cuerpo; por lo
tanto estas cosas están prohibidas.
955:3 86:5.11
Se pensaba generalmente que el alma estaba identificada con el aliento, pero
también estaba ubicada según distintos pueblos en la cabeza, el cabello, el
corazón, el hígado, la sangre y la grasa. "La voz de la sangre de Abel
que clama desde la tierra" expresa la creencia antigua de la presencia
del fantasma en la sangre. Los semitas enseñaban que el alma residía en la
gordura del cuerpo, y entre muchos comer grasa animal era tabú. La caza de
cabezas fue un método para captar el alma del enemigo, así como también el
quitarle el cuero cabelludo. En tiempos recientes los ojos se han considerado
las ventanas del alma.
955:4 86:5.12
Los que mantenían la doctrina de tres o cuatro almas creían que la pérdida
de un alma significaba incomodidad; dos, enfermedad; tres, muerte. Un alma
vivía en el aliento, una en la cabeza, una en el cabello y otra en el corazón.
Se aconsejaba que los enfermos deambularan al aire libre con la esperanza
de volver a captar sus almas vagabundas. Los mejores curanderos intercambiaban
según se suponía el alma enferma de una persona enfermiza por un alma nueva,
el "nuevo nacimiento".
955:5 86:5.13
Los hijos de Badonán desarrollaron la creencia en dos almas, el aliento y
la sombra. Las primitivas razas noditas consideraban al hombre como que consistía
en dos personas: alma y cuerpo. Esta filosofía de la existencia humana se
reflejó más adelante en el punto de vista griego. Los griegos creían en tres
almas; el alma vegetativa residía en el estómago, el alma animal en el corazón,
el alma intelectual en la cabeza. Los esquimales creen que el hombre tiene
tres partes: cuerpo, alma y nombre.
6. EL MEDIO AMBIENTE DE ESPÍRITUS Y FANTASMAS
955:6 86:6.1 El hombre
heredó un medio ambiente natural, adquirió un medio ambiente social e imaginó
un medio ambiente fantasmal. El estado es la reacción del hombre a su medio
ambiente natural, el hogar a su medio ambiente social, la iglesia a su medio
ambiente fantasmal ilusorio.
955:7 86:6.2
Muy pronto en la historia de la humanidad las realidades del mundo imaginario
de los fantasmas y espíritus se volvieron universalmente creencias, y este
mundo espiritual imaginado nuevamente se tornó un poder en la sociedad primitiva.
La vida mental y moral de toda la humanidad fue modificada para siempre por
la aparición de este nuevo factor en el pensamiento y la actuación humanas.
955:8 86:6.3
Dentro de esta importante premisa de ilusión e ignorancia, el temor a la muerte
ha acumulado todas las supersticiones y religiones subsiguientes de los pueblos
primitivos. Ésta fue la única religión del hombre hasta los tiempos de la
revelación, y hoy en día muchas de las razas del mundo tan sólo tienen esta
burda religión evolucionaria.
955:9 86:6.4
A medida que progresó la evolución, la buena suerte se empezó a asociar con
los buenos espíritus y la mala suerte con los espíritus malignos. Las dificultades
de una adaptación forzada a un medio ambiente cambiante se consideraban mala
suerte, la ira de los fantasmas espíritus. El hombre primitivo lentamente
desarrolló la religión, partiendo de su innato impulso natural hacia la adoración
y de su interpretación errónea del azar. El hombre civilizado provee esquemas
de seguro para sobreponerse a estas vicisitudes del azar; la ciencia moderna
ofrece un actuario de seguros basado en la matemática para reemplazar a los
espíritus ficticios y dioses capr ichosos.
956:1 86:6.5
Cada generación que pasa se ríe de las supersticiones tontas de sus antepasados,
pero persiste en errores de pensamiento y de adoración que motivarán la risa
de una posteridad esclarecida.
956:2 86:6.6
Pero por fin la mente del hombre primitivo estuvo ocupada con pensamientos
que transcendían todos sus impulsos biológicos inherentes; por fin el hombre
estaba a punto de desarrollar un arte de vivir basado en algo más que la respuesta
a los estímulos materiales. Empezaban a brotar los comienzos de una primitiva
norma filosófica para la vida. Una norma de vida sobrenatural estaba a punto
de aparecer porque, si el fantasma espiritual airado desencadena la mala suerte
y complacido, la buena suerte, la conducta humana habrá de reglamentarse según
ello. El concepto del bien y del mal por fin se ha desarrollado; y todo ello
mucho antes de los tiempos de las revelaciones en la tierra.
956:3 86:6.7
Con la aparición de estos conceptos, comenzó la prolongada y ruinosa lucha
por apaciguar a los espíritus constantemente airados, la esclavitud y servidumbre
al temor religioso evolucionario, ese prolongado desperdicio del esfuerzo
humano en tumbas, templos, sacrificios y sacerdocios. Fue un precio tremendo
y tremebundo que hubo que pagar, pero valió su costo, porque el hombre por
este medio alcanzó una conciencia natural del bien y del mal relativos; ¡así
nació la ética humana!
7. LA FUNCIÓN DE LA RELIGIÓN PRIMITIVA
956:4 86:7.1 El salvaje
sintió la necesidad de asegurarse, y por consiguiente pagó voluntariamente
las pesadas primas de temor, superstición, terror y obsequios a los sacerdotes
para obtener su póliza de seguro mágico contra la mala suerte. La religión
primitiva fue simplemente el pago de las primas de seguro contra los peligros
del bosque; el hombre civilizado paga primas materiales contra los accidentes
de la industria y las exigencias del sistema moderno de vida.
956:5 86:7.2
La sociedad moderna traslada las operaciones de seguro del ambiente sacerdotal
y religioso al mundo de la economía. La religión se ocupa cada vez más al
seguro de la vida más allá de la tumba. Los hombres modernos, por lo menos
los que piensan, ya no pagan primas inútiles para controlar su suerte. La
religión asciende lentamente a niveles filosóficos más altos, en comparación
con su antigua función como sistema de seguros contra la mala suerte.
956:6 86:7.3
Pero estas antiguas ideas religiosas previnieron que el hombre se volviera
fatalista y desesperadamente pesimista; los hombres creyeron así que podían
por lo menos hacer algo para influir sobre sus hados. La religión del temor
a los fantasmas convenció a los hombres de que debían reglamentar su conducta,
de que existía un mundo supermaterial que controlaba el destino humano.
956:7 86:7.4
Las razas civilizadas modernas comienzan a salir del temor a los fantasmas
como explicación de las vicisitudes de la suerte y de las desigualdades comunes
de la existencia. La humanidad se está emancipando de la esclavitud de las
explicaciones espíritu-fantasmales de la mala suerte. Pero aunque los hombres
descartan la doctrina errónea de una causa espiritual de las vicisitudes de
la vida, exhiben una disposición sorprendente a aceptar una enseñanza casi
igualmente errónea que les incita a atribuir todas las desigu aldades humanas
a la falta de adaptación política, a la injusticia social y a la competencia
industrial. Las nuevas legislaciones, la mayor filantropía y la reorganización
industrial, aunque en sí sean buenas, no remediarán los hechos del nacimiento
y los accidentes del vivir. Sólo la comprensión de los hechos y la manipulación
sabia dentro de las leyes de la naturaleza permitirá al hombre conseguir lo
que quiere y evitar lo que no quiere. El conocimiento científico, que lleva
a la acción científica, es el único antídoto para los así llamados males accidentales.
957:1 86:7.5
La industria, la guerra, la esclavitud y el gobierno civil surgieron en respuesta
a la evolución social del hombre en su medio natural. La religión similarmente
surgió como respuesta al medio ilusorio del mundo imaginario de los fantasmas.
La religión fue un desarrollo evolutivo del automantenimiento, y ha tenido
una buena influencia, a pesar de que fuera originalmente errónea en su concepto
y totalmente ilógica.
957:2 86:7.6
La religión primitiva preparó el terreno de la mente humana, mediante la fuerza
poderosa y espeluznante del temor falso, para recibir una fuerza espiritual
auténtica de origen sobrenatural, el Ajustador del Pensamiento. Y los Ajustadores
divinos han laborado por siempre para transmutar el temor a Dios en amor a
Dios. La evolución podrá ser lenta, pero es infaliblemente eficaz.
957:3 86:7.7
[Presentado por una Estrella Vespertina de Nebadon.]