ÍNDICEEl libro de Urantia Edición1999
ESCRITO 129 CONTINUACIÓN DE LA VIDA ADULTA DE JESÚS
1424:5 129:4.1 Para las inteligencias celestiales del universo local que lo observaban, este viaje por el Mediterráneo fue la más cautivadora de todas las experiencias terrestres de Jesús, al menos de toda su carrera hasta el momento de su crucifixión y de su muerte física. Éste fue el período fascinante de su ministerio personal, en contraste con la época de ministerio público que pronto le seguiría. Este episodio único en su género fue aún más sobresaliente porque en aquel momento era todavía el carpintero de Nazaret, el constructor de barcas de Cafarnaum, el escriba de Damasco; era todavía el Hijo del Hombre. Aún no había conseguido el dominio completo de su mente humana; el Ajustador no había dominado ni transcrito plenamente la identidad mortal. Era todavía un hombre entre los hombres.
1425:1 129:4.2 La experiencia religiosa puramente humana del Hijo del Hombre —el crecimiento espiritual personal— alcanzó casi la cima de lo accesible durante este año, el vigésimo noveno de su vida. Esta experiencia de desarrollo espiritual fue un crecimiento permanentemente gradual desde el momento en que llegó su Ajustador del Pensamiento hasta el día en que finalizó y se confirmó esta relación humana normal y natural entre la mente material del hombre y la dotación mental del espíritu. El fenómeno de fundir estas dos mentes en una sola fue una experiencia que el Hijo del Hombre alcanzó de manera completa y final, como mortal encarnado del mundo, el día de su bautismo en el Jordán.
1425:2 129:4.3 A través de todos estos años, aunque no parecía dedicarse a muchos períodos de comunión formal con su Padre celestial, perfeccionó unos métodos cada vez más eficaces para comunicarse personalmente con la presencia espiritual interior del Padre del Paraíso. Vivió una vida real, una vida plena y una verdadera vida en la carne, normal, natural y corriente. Conoce por experiencia personal lo equivalente a la actualidad de toda la suma y sustancia de la vida que viven los seres humanos en los mundos materiales del tiempo y del espacio.
1425:3 129:4.4 El Hijo del Hombre experimentó la amplia gama de emociones humanas que van desde la alegría más espléndida al dolor más profundo. Era un niño alegre y un ser con un buen humor poco común; era igualmente un "varón de dolores que conocía las aflicciones". En un sentido espiritual, atravesó la vida mortal desde el punto más bajo hasta el más elevado, desde el principio hasta el fin. Desde un punto de vista material, podría parecer que evitó vivir en los dos extremos sociales de la existencia humana, pero intelectualmente se familiarizó totalmente con la experiencia entera y completa de la humanidad.
1425:4 129:4.5 Jesús conoce los pensamientos y los sentimientos, los deseos y los impulsos, de los mortales evolutivos y ascendentes de los mundos, desde el nacimiento hasta la muerte. Ha vivido la vida humana desde los principios del yo físico, intelectual y espiritual, pasando por la infancia, la adolescencia, la juventud y la madurez, llegando incluso hasta la experiencia humana de la muerte. No solamente pasó por estos períodos humanos, normales y conocidos, de avance intelectual y espiritual, sino que también experimentó plenamente las fases superiores y más avanzadas de aproximación entre el ser humano y su Ajustador, que tan pocos mortales de Urantia consiguen alcanzar. Así pues, experimentó en su plenitud la vida del hombre mortal, no sólo tal como se vive en vuestro mundo, sino también tal como se vive en todos los demás mundos evolutivos del tiempo y del espacio, e incluso en los más elevados y avanzados de los mundos establecidos en la luz y la vida.
1425:5 129:4.6 Esta vida perfecta que vivió en la similitud de la carne mortal quizás no haya recibido la aprobación completa y universal de sus compañeros mortales, de aquellos que fueron casualmente sus contemporáneos en la tierra; sin embargo, la vida encarnada que Jesús de Nazaret vivió en Urantia sí recibió la plena y completa aprobación del Padre Universal, porque constituía, al mismo tiempo y en una sola y misma vida de personalidad, la plenitud de la revelación del Dios eterno al hombre mortal, y la presentación de una personalidad humana perfeccionada que satisfacía plenamente al Creador Infinito.
1425:6 129:4.7 Éste fue su objetivo verdadero y supremo. No descendió para vivir en Urantia como el ejemplo perfecto y detallado a seguir por cualquier niño o adulto, por cualquier hombre o mujer, de aquella época o de cualquier otra. En verdad es cierto que todos podemos encontrar en su vida plena, rica, hermosa y noble, muchos elementos exquisitamente ejemplares y divinamente inspiradores, pero esto es así porque vivió una vida verdadera y auténticamente humana. Jesús no vivió su vida en la tierra para establecer un ejemplo a imitar por todos los demás seres humanos. Vivió esta vida en la carne mediante el mismo ministerio de misericordia que todos vosotros podéis utilizar para vivir vuestra vida en la tierra. Al vivir su vida mortal en su época y tal como él era, estableció un ejemplo para que todos nosotros vivamos también la nuestra en nuestra época y tal como somos. Quizás no aspiréis a vivir su vida, pero podéis decidir vivir la vuestra como él vivió la suya, y por los mismos medios. Jesús puede que no sea el ejemplo técnico y detallado para todos los mortales de todos los tiempos en todos los planetas de este universo local, pero es eternamente la inspiración y guía de todos los peregrinos con destino paradisiaco procedentes de los mundos de ascensión inicial, que pasan a través del universo de universos y de Havona hasta el Paraíso. Jesús es el nuevo camino viviente que va desde el hombre hasta Dios, de lo parcial a lo perfecto, de lo terrenal a lo celestial, del tiempo a la eternidad.1426:1 129:4.8 Al final de su vigésimo noveno año, Jesús de Nazaret casi había terminado de vivir la vida que se exige a los mortales como residentes temporales en la carne. Trajo a la tierra toda la plenitud de Dios que se puede manifestar al hombre; ahora casi se había convertido en la perfección del hombre que espera la ocasión para manifestarse a Dios. Y realizó todo esto antes de cumplir los treinta años.