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El libro de Urantia
Edición1999

ESCRITO 140

LA ORDENACIÓN DE Los DOCE

 

10. LA NOCHE DESPUÉS DE LA CONSAGRACIÓN

1584:4  140:10.1 Aquella noche, Jesús enseñó dentro de la casa porque había empezado a llover; habló muy extensamente a los doce para tratar de mostrarles lo que debían ser, y no lo que debían hacer. Sólo conocían una religión que imponía hacer ciertas cosas para poder alcanzar la rectidud —la salvación. Pero Jesús les repetía: "En el reino, tenéis que ser rectos para hacer el trabajo." Muchas veces reiteró: "Sed pues perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto." El Maestro explicaba todo el tiempo a sus apóstoles aturdidos que la salvación que había venido a traer al mundo sólo se podía obtener creyendo, con una fe simple y sincera. Jesús dijo: "Juan ha predicado un bautismo de arrepentimiento, de aflicción por la vieja manera de vivir. Vosotros vais a proclamar el bautismo de la comunión con Dios. Predicad el arrepentimiento a los que necesitan esa enseñanza, pero a los que ya buscan entrar sinceramente en el reino, abridles las puertas de par en par y pedidles que entren en la jubilosa hermandad de los hijos de Dios." Pero era una tarea difícil la de persuadir a estos pescadores galileos de que, en el reino, primero hay que ser recto por la fe, antes de obrar con rectitud en la vida cotidiana de los mortales de la tierra.

1584:5  140:10.2 Otro gran obstáculo en este trabajo de enseñar a los doce era su tendencia a aceptar los principios altamente idealistas y espirituales de la verdad religiosa, y transformarlos en reglas concretas de conducta personal. Jesús les presentaba el hermoso espíritu de la actitud del alma, pero ellos insistían en traducir estas enseñanzas en reglas de comportamiento personal. Muchas veces, cuando estaban seguros de recordar lo que el Maestro había dicho, casi no podían dejar de olvidar lo que no había dicho. Pero asimilaron lentamente su enseñanza, porque Jesús era todo lo que enseñaba. Lo que no pudieron obtener con sus instrucciones verbales, lo adquirieron paulatinamente viviendo con él.
1585:1  140:10.3 Los apóstoles no percibían que su Maestro estaba ocupado en vivir una vida de inspiración espiritual para todas las personas de todas las épocas en todos los mundos de un vasto universo. A pesar de lo que Jesús les decía de vez en cuando, los apóstoles no captaban la idea de que estaba efectuando una labor en este mundo, pero para todos los otros mundos de su inmensa creación. Jesús vivió su vida terrestre en Urantia, no para establecer un ejemplo personal de vida mortal para los hombres y mujeres de este mundo, sino más bien para crear un ideal altamente espiritual e inspirador para todos los seres mortales de todos los mundos.

1585:2  140:10.4 Esta misma noche, Tomás le preguntó a Jesús: "Maestro, tú dices que debemos volvernos como niños pequeños antes de poder entrar en el reino del Padre, y sin embargo nos has advertido que no nos dejemos engañar por los falsos profetas, ni que nos hagamos culpables de arrojar nuestras perlas a los cerdos. Pues bien, estoy francamente desconcertado. No consigo comprender tu enseñanza." Jesús le contestó a Tomás: "¡Cuánto tiempo seré indulgente con vosotros! Siempre insistís en entender literalmente todo lo que enseño. Cuando os he pedido que os volváis como niños pequeños, como precio de entrada en el reino, no me refería a la facilidad de dejarse engañar, a la simple buena voluntad de creer, ni a la rapidez para confiar en los extraños agradables. Lo que deseaba que pudierais deducir con este ejemplo era la relación entre un niño y su padre. Tú eres el hijo, y es en el reino de tu padre donde pretendes entrar. Entre todo niño normal y su padre existe ese afecto natural que asegura una relación comprensiva y amorosa, y que excluye para siempre toda tendencia al regateo para obtener el amor y la misericordia del Padre. Y el evangelio que vais a predicar tiene que ver con una salvación que se origina cuando se comprende, por la fe, esta misma relación eterna entre el niño y su padre."

1585:3  140:10.5 La característica principal de la enseñanza de Jesús consistía en que la moralidad de su filosofía se originaba en la relación personal del individuo con Dios —la misma relación que entre el niño y su padre. Jesús hacía hincapié en el individuo, y no en la raza o en la nación. Mientras cenaban, Jesús tuvo una conversación con Mateo en la que le explicó que la moralidad de un acto cualquiera está determinada por el móvil del individuo. La moralidad de Jesús era siempre positiva. La regla de oro, tal como Jesús la expuso de nuevo con más claridad, exige un contacto social activo; la antigua regla negativa podía ser obedecida en la soledad. Jesús despojó a la moralidad de todas las reglas y ceremonias, y la elevó a los niveles majestuosos del pensamiento espiritual y de la vida verdaderamente recta.
1585:4  140:10.6 Esta nueva religión de Jesús no estaba desprovista de implicaciones prácticas, pero todo lo que se puede encontrar en su enseñanza con un valor práctico, en el aspecto político, social o económico, es la consecuencia natural de esta experiencia interior del alma, que manifiesta los frutos del espíritu en el ministerio diario espontáneo de una experiencia religiosa personal auténtica.
1585:5  140:10.7 Después de que Jesús y Mateo terminaran de hablar, Simón Celotes preguntó: "Pero, Maestro, ¿todos los hombres son hijos de Dios?" Y Jesús contestó: "Sí, Simón, todos los hombres son hijos de Dios, y ésa es la buena nueva que vais a proclamar." Pero los apóstoles no conseguían comprender esta doctrina; era una declaración nueva, extraña y sorprendente. A causa de su deseo de inculcar esta verdad a sus discípulos, Jesús les enseñó a tratar a todos los hombres como a hermanos.
1585:6  140:10.8 En respuesta a una pregunta de Andrés, el Maestro indicó claramente que la moralidad de su enseñanza era inseparable de la religión de su manera de vivir. Enseñaba la moralidad, no partiendo de la naturaleza del hombre, sino partiendo de la relación del hombre con Dios.

1585:7  140:10.9 Juan le preguntó a Jesús: "Maestro, ¿qué es el reino de los cielos?" Y Jesús respondió: "El reino de los cielos consiste en estas tres cosas esenciales: primero, el reconocimiento del hecho de la soberanía de Dios; segundo, la creencia en la verdad de la filiación con Dios; y tercero, la fe en la eficacia del deseo supremo humano de hacer la voluntad de Dios —de ser semejante a Dios. Y he aquí la buena nueva del evangelio: por medio de la fe, cada mortal puede poseer todas estas cosas esenciales para la salvación."

1586:1  140:10.10 Ahora que la semana de espera había terminado, se prepararon para partir al día siguiente hacia Jerusalén.


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