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El libro de Urantia
Edición1999

ESCRITO 143

LA TRAVESÍA DE SAMARIA

 

5. LA MUJER DE SICAR

1612:4  143:5.1 Cuando el Maestro y los doce llegaron al pozo de Jacob, Jesús estaba cansado del viaje y se detuvo cerca del pozo, mientras Felipe se llevaba a los apóstoles a Sicar para que le ayudaran a traer la comida y las tiendas, pues tenían la intención de permanecer algún tiempo en aquellos parajes. Pedro y los hijos de Zebedeo se hubieran quedado con Jesús, pero éste les rogó que se fueran con sus hermanos, diciendo: "No temáis por mí, estos samaritanos serán amistosos; sólo nuestros hermanos, los judíos, intentan hacernos daño." Eran casi las seis de aquella tarde de verano, cuando Jesús se sentó cerca del pozo para esperar el regreso de los apóstoles.
1612:5  143:5.2 El agua del pozo de Jacob contenía menos minerales que la de los pozos de Sicar, y por eso era más apreciada como agua potable. Jesús tenía sed, pero no disponía de ningún medio para sacar el agua. Por eso, cuando una mujer de Sicar llegó con su cántaro y se dispuso a sacar agua del pozo, Jesús le dijo: "Dame de beber." Esta mujer de Samaria sabía que Jesús era judío debido a su apariencia y a su vestido, y supuso que era un judío de Galilea a causa de su acento. Se llamaba Nalda y era una hermosa criatura. Se quedó muy sorprendida de que un hombre judío le hablara así al lado del pozo y le pidiera de beber, porque en aquellos tiempos no se consideraba correcto que un hombre que se preciara hablara en público con una mujer, y mucho menos que un judío conversara con una samaritana. Por eso Nalda le preguntó a Jesús: "¿Cómo es que tú, siendo judío, me pides de beber a mí, a una mujer samaritana?" Jesús contestó: "En verdad te he pedido de beber, pero si solamente pudieras comprender, me pedirías un trago de agua viva." Entonces, Nalda dijo: "Pero Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es profundo; ¿de dónde tienes pues ese agua viva? ¿Eres más grande que nuestro padre Jacob que nos dio este pozo, del que bebió él mismo y también sus hijos y su ganado?"
1613:1  143:5.3 Jesús respondió: "Todo el que bebe de este agua volverá a tener sed, pero cualquiera que beba el agua del espíritu vivo nunca tendrá sed. Este agua viva se volverá en él un manantial refrescante que brotará hasta la vida eterna." Nalda dijo entonces: "Dame de ese agua para no tener más sed, ni tener que venir hasta aquí para sacarla. Además, todo lo que una samaritana pueda recibir de un judío tan digno de elogios será un placer."
1613:2  143:5.4 Nalda no sabía cómo interpretar la buena disposición de Jesús para hablar con ella. Veía en el rostro del Maestro la expresión de un hombre recto y santo, pero tomó su cordialidad por una familiaridad ordinaria, y malinterpretó su simbolismo como una manera de hacerle insinuaciones. Como era una mujer de moral descuidada, estaba dispuesta a volverse abiertamente coqueta cuando Jesús, mirándola directamente a los ojos, le dijo con una voz imperativa: "Mujer, ve a buscar a tu marido y traelo hasta aquí." Esta orden devolvió a Nalda su sentido común. Vio que había juzgado mal la bondad del Maestro; percibió que había interpretado mal el sentido de sus palabras. Estaba asustada; empezó a darse cuenta de que estaba en presencia de una persona excepcional, y buscando a ciegas en su mente una respuesta apropiada, dijo con gran confusión: "Pero Señor, no puedo llamar a mi marido, porque no tengo marido." Entonces dijo Jesús: "Has dicho la verdad porque, aunque una vez tuviste un marido, el hombre con quien vives ahora no es tu marido. Sería mejor que dejaras de jugar con mis palabras, y buscaras el agua viva que te he ofrecido hoy."
1613:3  143:5.5 Ahora Nalda había recobrado la seriedad, y su lado bueno se había despertado. No era una mujer inmoral por haberlo elegido así plenamente. Había sido repudiada cruel e injustamente por su marido y, en esta situación desesperada, había consentido en vivir como esposa de cierto griego, pero sin casarse. Nalda se sentía ahora muy avergonzada por haberle hablado a Jesús con tanta ligereza, y se dirigió al Maestro muy arrepentida, diciendo: "Señor, me arrepiento de la manera en que te he hablado, pues percibo que eres un hombre santo o quizás un profeta." Y estaba a punto de solicitar al Maestro una ayuda directa y personal, cuando hizo lo que tantas personas han hecho antes y después de ella —eludió la cuestión de la salvación personal, orientándose hacia una discusión sobre teología y filosofía. Desvió rápidamente la conversación sobre sus propias necesidades espirituales hacia un debate teológico. Señalando al Monte Gerizim, continuó: "Nuestros padres adoraban en esta montaña, pero sin embargo, dirías que el lugar donde los hombres deberían adorar se encuentra en Jerusalén; ¿cuál es pues el lugar apropriado para adorar a Dios?"
1613:4  143:5.6 Jesús percibió la tentativa del alma de la mujer por evitar un contacto directo y escrutador con su Hacedor, pero también vio que en su alma estaba presente el deseo de conocer la mejor manera de vivir. Después de todo, en el corazón de Nalda había una verdadera sed de agua viva; la trató pues con paciencia, diciéndole: "Mujer, déjame decirte que se acerca el día en que no adorarás al Padre ni en esta montaña ni en Jerusalén. Actualmente adoráis aquello que no conocéis, una mezcla de la religión de numerosos dioses paganos y de las filosofías gentiles. Los judíos saben al menos a quien adoran; han eliminado toda confusión, concentrando su adoración en un solo Dios, Yahvé. Deberías creerme cuando digo que se acerca la hora —e incluso ya está aquí — en que todos los adoradores sinceros adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque estos son precísamente los adoradores que busca el Padre. Dios es espíritu, y aquellos que lo adoran deben adorarlo en espíritu y en verdad. Tu salvación proviene no de saber cómo deberían adorar los demás o dónde deberían hacerlo, sino de recibir en tu propio corazón este agua viva que te ofrezco en este mismo momento."
1614:1  143:5.7 Pero Nalda haría un esfuerzo más por esquivar la discusión del embarazoso problema de su vida personal en la tierra y del estado de su alma ante Dios. Una vez más recurrió a cuestiones sobre la religión en general, diciendo: "Sí, ya sé, Señor, que Juan ha predicado sobre la venida del Convertidor, aquel que será llamado el Libertador, y que cuando venga, nos proclamará todas las cosas..." y Jesús, interrumpiendo a Nalda, le dijo con una seguridad sorprendente: "Yo, que te hablo, soy esa persona."
1614:2  143:5.8 Ésta era la primera declaración directa, positiva y sin disfraz de su naturaleza y filiación divinas que Jesús hacía en la tierra; y la hizo a una mujer, a una samaritana, a una mujer de reputación dudosa hasta ese momento a los ojos de los hombres. Pero los ojos divinos veían más a esta mujer como una víctima del pecado de los demás, que como una pecadora por su propio deseo, y ahora la veían como un alma humana que deseaba la salvación, la deseaba sinceramente y de todo corazón, y con eso bastaba.
1614:3  143:5.9 Cuando Nalda estaba a punto de expresar su anhelo real y personal por las cosas mejores y por una manera más noble de vivir, en el momento en que se disponía a hablar del verdadero deseo de su corazón, los doce apóstoles regresaron de Sicar. Al encontrarse con esta escena, la de Jesús hablando tan íntimamente con esta mujer —esta mujer samaritana, y a solas— se quedaron más que sorprendidos. Depositaron rápidamente sus provisiones y se apartaron a un lado, sin que nadie se atreviera a censurarlo, mientras Jesús le decía a Nalda: "Mujer, continúa tu camino; Dios te ha perdonado. De ahora en adelante vivirás una nueva vida. Has recibido el agua viva; una nueva alegría brotará dentro de tu alma, y te convertirás en una hija del Altísimo." Al percibir la desaprobación de los apóstoles, la mujer abandonó su cántaro y huyó hacia la ciudad.
1614:4  143:5.10 Al entrar en la ciudad, fue diciendo a todo el que encontró: "Ve al pozo de Jacob, y date prisa, pues allí verás a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿Podría ser el Convertidor?" Antes de ponerse el sol, un gran gentío se había reunido en el pozo de Jacob para escuchar a Jesús. Y el Maestro les contó más cosas sobre el agua de la vida, el don del espíritu interior.
1614:5  143:5.11 Los apóstoles nunca dejaron de escandalizarse por la buena disposición de Jesús para hablar con las mujeres, con unas mujeres de reputación dudosa, e incluso con mujeres inmorales. A Jesús le resultaba muy difícil enseñar a sus apóstoles que las mujeres, incluso las calificadas de inmorales, tienen un alma que puede escoger a Dios como Padre suyo, y convertirse así en las hijas de Dios y en candidatas para la vida eterna. Incluso diecinueve siglos más tarde, mucha gente muestra la misma aversión para captar las enseñanzas del Maestro. La misma religión cristiana ha sido construída insistentemente alrededor del hecho de la muerte de Cristo, en lugar de hacerlo alrededor de la verdad de su vida. El mundo debería interesarse más por su vida feliz, reveladora de Dios, que por su muerte trágica y triste.
1614:6  143:5.12 Al día siguiente, Nalda contó toda esta historia al apóstol Juan, pero éste nunca la reveló íntegramente a los otros apóstoles, y Jesús no habló detalladamente de esto a los doce.
1615 -:1  143:5.13 Nalda le contó a Juan que Jesús le había dicho "todo lo que había hecho". Juan quiso muchas veces preguntarle a Jesús sobre esta charla con Nalda, pero nunca lo hizo. Jesús sólo le había dicho a Nalda una cosa sobre sí misma, pero su mirada clavada en sus ojos y la manera de tratarla, trajeron en un instante a su mente una revisión panorámica de toda su variada vida, de tal forma que asoció toda esta autorrevelación de su vida pasada con la mirada y las palabras del Maestro. Jesús nunca le dijo que había tenido cinco maridos. Había vivido con cuatro hombres diferentes desde que su marido la había repudiado, y este hecho, junto con todo su pasado, surgió tan vívidamente en su mente cuando se dio cuenta de que Jesús era un hombre de Dios, que posteriormente le repitió a Juan que Jesús le había dicho realmente todo sobre sí misma.

 

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