ÍNDICE
El libro de UrantiaEdición 1999
  DOCUMENTO 161 
   OTRAS DISCUSIONES CON RODÁN 
 
   1783:1  161:0.1 
    EL DOMINGO 25 de septiembre del año 29, los apóstoles y los evangelistas se 
    congreraron en Magadán. Aquella tarde, después de una larga conferencia con 
    sus asociados, Jesús los sorprendió a todos anunciando que, al día siguiente, 
    partiría temprano hacia Jerusalén con los doce apóstoles para asistir a la 
    fiesta de los tabernáculos. Ordenó a los evangelistas que visitaran a los 
    creyentes en Galilea, y al cuerpo de mujeres que regresara durante un tiempo 
    a Betsaida. 
    1783:2  161:0.2 
    Cuando llegó la hora de salir hacia Jerusalén, Natanael y Tomás estaban aún 
    en medio de sus discusiones con Rodán de Alejandría, y consiguieron el permiso 
    del Maestro para quedarse unos días en Magadán. Y así, mientras Jesús y los 
    diez iban de camino hacia Jerusalén, Natanael y Tomás estaban enfrascados 
    en un serio debate con Rodán. La semana anterior, durante la cual Rodán había 
    expuesto su filosofía, Tomás y Natanael se habían alternado para presentar 
    el evangelio del reino al filósofo griego. Rodán descubrió que las enseñanzas 
    de Jesús le habían sido bien expuestas por su profesor de Alejandría, uno 
    de los antiguos apóstoles de Juan el Bautista. 
  1. LA PERSONALIDAD DE DIOS
1783:3  161:1.1
Había una cuestión que Rodán y los dos apóstoles no percibían de la misma manera, y era la personalidad de Dios. Rodán aceptaba de buena gana todo lo que se le exponía sobre los atributos de Dios, pero sostenía que el Padre que está en los cielos no es, y no puede ser, una persona tal como el hombre concibe la personalidad. Aunque los apóstoles tenían dificultades para intentar probar que Dios es una persona, Rodán encontraba aun más difícil probar que no es una persona.
1783:4  161:1.2
Rodán sostenía que el hecho de la personalidad consiste en el hecho simultáneo de que unos seres semejantes que son capaces de entenderse con afinidad, se comunican plena y mútuamente entre ellos. Rodán dijo: "Para que Dios sea una persona, debe utilizar unos símbolos de comunicación espiritual que le permitan ser plenamente comprendido por los que entran en contacto con él. Pero como Dios es infinito y eterno, y es el Creador de todos los demás seres, de esto se desprende que, en lo que concierne a los seres semejantes, Dios está solo en el universo. No hay nadie igual a él; no hay nadie con quien pueda comunicarse de igual a igual. Dios puede ser en verdad el origen de toda personalidad, pero como tal origen trasciende la personalidad, de la misma manera que el Creador está por encima y más allá de la criatura."
1783:5  161:1.3
Este argumento había perturbado mucho a Tomás y Natanael, y habían pedido a Jesús que viniera a ayudarlos, pero el Maestro se negó a participar en sus discusiones. Sin embargo le dijo a Tomás:
"Poco importa la 
idea
 que podáis tener del Padre, con tal que conozcáis espiritualmente el 
ideal
 de su naturaleza infinita y eterna."
1784:1  161:1.4
Tomás sostenía que Dios se comunica con el hombre, y que por consiguiente el Padre es una persona, según incluso la definición de Rodán. El griego rechazó esto sobre la base de que Dios no se revela personalmente, de que continúa siendo un misterio. Entonces, Natanael recurrió a su propia experiencia personal con Dios, y Rodán la admitió afirmando que recientemente había tenido experiencias similares, pero sostenía que estas experiencias probaban solamente la 
realidad
 de Dios, no su 
personalidad.
1784:2  161:1.5
El lunes por la noche, Tomás se rindió. Pero el martes por la noche, Natanael había conseguido que Rodán creyera en la personalidad del Padre, y había producido este cambio de opinión en el griego mediante las etapas de razonamiento siguientes:
  1784:3  161:1.6 
  1. El Padre del Paraíso goza de una igualdad de comunicación con al menos otros 
  dos seres que son plenamente iguales y totalmente semejantes a él -el Hijo Eterno 
  y el Espíritu Infinito. En vista de la doctrina de la Trinidad, el griego estuvo 
  obligado a admitir la posibilidad de que el Padre Universal tuviera una personalidad. 
  (El examen posterior de estas discusiones fue lo que condujo a una ampliación 
  del concepto de la Trinidad en la mente de los doce apóstoles. Por supuesto, 
  la creencia general consideraba que Jesús era el Hijo Eterno).
  1784:4  161:1.7 
  2. Puesto que Jesús era igual al Padre, y puesto que este Hijo había conseguido 
  manifestar su personalidad a sus hijos terrestres, este fenómeno constituía 
  la prueba del hecho, y la demostración de la posibilidad, de que las tres Deidades 
  poseían una personalidad, y zanjaba para siempre la cuestión respecto a la aptitud 
  de Dios para comunicarse con el hombre, y la posibilidad de que el hombre se 
  comunique con Dios.
  1784:5  161:1.8 
  3. Jesús estaba en términos de asociación mútua y de comunicación perfecta con 
  el hombre; Jesús era el Hijo de Dios. La relación entre el Hijo y el Padre presupone 
  una igualdad de comunicación y un entendimiento afín mútuo; Jesús y el Padre 
  eran uno solo. Jesús mantenía igualmente y al mismo tiempo una comunicación 
  comprensiva tanto con Dios como con el hombre; puesto que ambos, Dios y el hombre, 
  comprendían el significado de los símbolos de la comunicación de Jesús, tanto 
  Dios como el hombre poseían los atributos de la personalidad en lo referente 
  a los requisitos para tener la aptitud de intercomunicarse. La personalidad 
  de Jesús demostraba la personalidad de Dios, y al mismo tiempo probaba de manera 
  concluyente la presencia de Dios en el hombre. Dos cosas que están relacionadas 
  con una tercera, están relacionadas entre sí.
  1784:6  161:1.9 
  4. La personalidad representa el concepto más elevado que el hombre tiene de 
  la realidad humana y de los valores divinos; Dios también representa el concepto 
  más elevado que el hombre tiene de la realidad divina y de los valores infinitos; 
  por consiguiente, Dios debe ser una personalidad divina e infinita, una personalidad 
  de verdad, aunque trascienda de manera infinita y eterna el concepto y la definición 
  humanos de la personalidad, pero sin embargo continúa siendo siempre y universalmente 
  una personalidad.
  1784:7  161:1.10 
  5. Dios debe ser una personalidad, puesto que es el Creador de toda personalidad 
  y el destino de toda personalidad. La enseñanza de Jesús "Sed pues perfectos, 
  como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto", había causado una 
  enorme influencia sobre Rodán. 
   1784:8  161:1.11 
    Cuando Rodán escuchó estos argumentos, dijo: "Estoy convencido. Reconoceré 
    que Dios es una persona si me permitís modificar mi confesión de esta creencia 
    atribuyendo al significado de personalidad un conjunto de valores más amplios, 
    tales como sobrehumano, trascendental, supremo, infinito, eterno, final y 
    universal. Ahora estoy convencido de que, aunque Dios debe ser infinitamente 
    más que una personalidad, no puede ser nada menos. Estoy satisfecho de poner 
    fin a la controversia y de aceptar a Jesús como la revelación personal del 
    Padre y como la compensación de todas las lagunas de la lógica, la razón y 
    la filosofía." 
  2. LA NATURALEZA DIVINA DE JESÚS 
  
 1785:1  161:2.1 Natanael 
    y Tomás habían aprobado plenamente los puntos de vista de Rodán sobre el evangelio 
    del reino, y sólo quedaba un punto más por examinar: la enseñanza relacionada 
    con la naturaleza divina de Jesús, una doctrina que se había anunciado públicamente 
    muy recientemente. Natanael y Tomás presentaron conjuntamente sus puntos de 
    vista sobre la naturaleza divina del Maestro, y el relato que sigue es una 
    presentación abreviada, readaptada y reformulada de sus enseñanzas: 
   
  
1785:2  161:2.2 
    1. Jesús ha admitido su divinidad, y nosotros le creemos. Muchas cosas notables 
    han sucedido en conexión con su ministerio, y sólo las podemos comprender 
    si creemos que es el Hijo de Dios así como el Hijo del Hombre. 
  1785:3  161:2.3 
    2. Su asociación cotidiana con nosotros ejemplifica el ideal de la amistad 
    humana; sólo un ser divino podría ser quizás un amigo humano de este tipo. 
    Es la persona más sinceramente desinteresada que hemos conocido nunca. Es 
    amigo incluso de los pecadores; se atreve a amar a sus enemigos. Es muy leal 
    con nosotros. Aunque no duda en reprendernos, es evidente para todos que nos 
    ama realmente. Cuanto más lo conoces, más lo amas. Te encantará su consagración 
    inquebrantable. Durante todos estos años en que no hemos logrado comprender 
    su misión, ha sido un amigo fiel. Aunque no emplea la adulación, nos trata 
    a todos con la misma benevolencia; es invariablemente tierno y compasivo. 
    Ha compartido con nosotros su vida y todas las demás cosas. Formamos una comunidad 
    feliz; compartimos todas las cosas. No creemos que un simple ser humano pueda 
    vivir una vida tan libre de culpa en unas circunstancias tan duras.
     1785:4  161:2.4 
    3. Pensamos que Jesús es divino porque nunca hace el mal; no comete errores. 
    Su sabiduría es extraordinaria y su piedad, magnífica. Vive día tras día en 
    perfecta armonía con la voluntad del Padre. Nunca se arrepiente de haber actuado 
    mal porque no transgrede ninguna de las leyes del Padre. Ora por nosotros 
    y con nosotros, pero nunca nos pide que oremos por él. Creemos que está constantemente 
    libre de pecado. No creemos que alguien que sea únicamente humano haya declarado 
    nunca vivir una vida semejante. Declara vivir una vida perfecta, y reconocemos 
    que lo hace. Nuestra piedad procede del arrepentimiento, pero la suya proviene 
    de la rectitud. Afirma incluso perdonar los pecados y cura de hecho las enfermedades. 
    Ningún simple hombre en su sano juicio declararía que perdona los pecados; 
    eso es una prerrogativa divina. Desde el momento de nuestro primer contacto 
    con él, nos ha parecido así de perfecto en su rectitud. Nosotros crecemos 
    en la gracia y en el conocimiento de la verdad, pero nuestro Maestro manifiesta 
    la madurez de la rectitud desde el principio. Todos los hombres, buenos y 
    malos, reconocen estos elementos de bondad en Jesús. Sin embargo, su piedad 
    nunca es inoportuna ni ostentosa. Él es a la vez humilde e intrépido. Parece 
    aprobar nuestra creencia en su divinidad. O bien él es lo que declara ser, 
    o por lo contrario es el hipócrita y el impostor más grande que el mundo ha 
    conocido nunca. Estamos persuadidos de que es exactamente lo que declara ser.
   
    1785:5  161:2.5 
    4. Su carácter sin igual y la perfección de su control emotivo nos convencen 
    de que es una combinación de humanidad y de divinidad. Reacciona infaliblemente 
    ante el espectáculo de la miseria humana; el sufrimiento nunca deja de conmoverlo. 
    Su compasión se despierta por igual ante el sufrimiento físico, la angustia 
    mental o la pesadumbre espiritual. Reconoce rápidamente y admite con generosidad 
    la presencia de la fe o de cualquier otra gracia en sus semejantes. Es tan 
    justo y equitativo, y al mismo tiempo tan misericordioso y considerado. Se 
    entristece por la obstinación espiritual de la gente, y se regocija cuando 
    consienten en ver la luz de la verdad.
   
    1786:1  161:2.6 
    5. Parece conocer los pensamientos de la mente de los hombres y comprender 
    los anhelos de su corazón. Siempre es compasivo con nuestros espíritus perturbados. 
    Parece poseer todas nuestras emociones humanas, pero magníficamente glorificadas. 
    Ama ardientemente la bondad y detesta el pecado con la misma intensidad. Posee 
    una conciencia sobrehumana de la presencia de la Deidad. Reza como un hombre, 
    pero actúa como un Dios. Parece conocer las cosas de antemano; incluso ahora, 
    se atreve a hablar de su muerte, de una referencia mística a su futura glorificación. 
    Aunque es amable, también es valiente e intrépido. Nunca vacila en el cumplimiento 
    de su deber.
  1786:2  161:2.7 
    6. Estamos constantemente impresionados por el fenómeno de su conocimiento 
    sobrehumano. Casi no pasa un solo día sin que nos enteremos de algo que revela 
    que el Maestro sabe lo que sucede lejos de su presencia inmediata. También 
    parece saber lo que piensan sus asociados. Está indudablemente en comunión 
    con las personalidades celestiales; vive indiscutiblemente en un plano espiritual 
    muy por encima del resto de nosotros. Todo parece estar abierto a su comprensión 
    excepcional. Nos hace preguntas para estimularnos, no para conseguir información. 
   
  1786:3  161:2.8 
    7. De un tiempo a esta parte, el Maestro no duda en afirmar su naturaleza 
    sobrehumana. Desde el día de nuestra ordenación como apóstoles hasta una época 
    reciente, nunca ha negado que venía del Padre del cielo. Habla con la autoridad 
    de un instructor divino. El Maestro no vacila en refutar las enseñanzas religiosas 
    de hoy en día, y en proclamar el nuevo evangelio con una autoridad positiva. 
    Es asertivo, positivo y está lleno de autoridad. Incluso Juan el Bautista, 
    cuando lo escuchó hablar, declaró que Jesús era el Hijo de Dios. Parece bastarse 
    a sí mismo. No anhela el apoyo de las multitudes; es indiferente a la opinión 
    de los hombres. Es valiente y sin embargo está libre de orgullo.
  
    1786:4  161:2.9 
    8. Habla constantemente de Dios como de un asociado siempre presente en todo 
    lo que hace. Circula haciendo el bien, porque Dios parece estar en él. Hace 
    las afirmaciones más asombrosas sobre sí mismo y su misión en la tierra, unas 
    declaraciones que serían absurdas si no fuera divino. Una vez declaró: "Antes 
    de que Abraham fuera, yo soy." Ha afirmado categóricamente su divinidad; 
    declara estar en asociación con Dios. Agota prácticamente las posibilidades 
    del lenguaje para reiterar sus afirmaciones de que está asociado íntimamente 
    con el Padre celestial. Se atreve incluso a afirmar que él y el Padre son 
    uno solo. Dice que cualquiera que lo ha visto, ha visto al Padre. Dice y hace 
    todas estas cosas extraordinarias con la naturalidad de un niño. Alude a su 
    asociación con el Padre de la misma manera con que se refiere a su asociación 
    con nosotros. Parece estar tan seguro de Dios, y habla de estas relaciones 
    de una manera muy natural.
   
    1786:5  161:2.10 
    9. En su vida de oración, parece comunicarse directamente con su Padre. Hemos 
    oído pocas oraciones suyas, pero las pocas que hemos oído dan a entender que 
    habla con Dios, por así decirlo, cara a cara. Parece conocer el futuro tan 
    bien como el pasado. Simplemente no podría ser todo esto, y hacer todas estas 
    cosas extraordinarias, si no fuera algo más que humano. Sabemos que es humano, 
    estamos seguros de eso, pero estamos casi igualmente seguros de que también 
    es divino. Creemos que es divino. Estamos convencidos de que es el Hijo del 
    Hombre y el Hijo de Dios.
  1787:1  161:2.11 
    Cuando Natanael y Tomás hubieron terminado sus conversaciones con Rodán, partieron 
    de prisa para reunirse con sus compañeros apóstoles en Jerusalén, donde llegaron 
    el viernes de aquella semana. Había sido una gran experiencia en la vida de 
    estos tres creyentes, y los otros apóstoles aprendieron mucho cuando Natanael 
    y Tomás les contaron estas experiencias. 
    1787:2  161:2.12 
    Rodán regresó a Alejandría, donde enseñó su filosofía durante mucho tiempo 
    en la escuela de Meganta. Llegó a ser un hombre extraordinario en los asuntos 
    posteriores del reino de los cielos; fue un creyente fiel hasta el final de 
    sus días terrestres, y entregó su vida en Grecia con otros creyentes durante 
    el apogeo de las persecuciones. 
  3. LA MENTE HUMANA Y LA MENTE DIVINA DE 
    JESÚS 
  
 1787:3  161:3.1 La conciencia 
    de la divinidad se desarrolló de manera gradual en la mente de Jesús hasta 
    el momento de su bautismo. Después de volverse plenamente consciente de su 
    naturaleza divina, de su existencia prehumana y de sus prerrogativas universales, 
    parece ser que poseía el poder de limitar de diversas maneras la conciencia 
    humana de su divinidad. A nosotros nos parece que, desde su bautismo hasta 
    la crucifixión, Jesús dispuso plenamente de la opción de depender exclusivamente 
    de su mente humana, o de utilizar a la vez el conocimiento de la mente humana 
    y de la mente divina. A veces parecía valerse únicamente de la información 
    que poseía su intelecto humano. En otras ocasiones, parecía actuar con tal 
    plenitud de conocimiento y de sabiduría, que sólo la utilización del contenido 
    sobrehumano de su conciencia divina podía proporcionárselo. 
    1787:4  161:3.2 
    Sólo podemos comprender sus actuaciones extraordinarias aceptando la teoría 
    de que él mismo podía limitar a voluntad la conciencia que es característica 
    de su divinad. Sabemos plenamente que ocultaba con frecuencia a sus asociados 
    su presciencia de los acontecimientos, y de que era consciente de la naturaleza 
    de los pensamientos y proyectos de sus compañeros. Comprendemos que no deseara 
    que sus seguidores supieran con demasiada certeza que era capaz de discernir 
    sus pensamientos y de penetrar en sus planes. No deseaba trascender con exceso 
    el concepto de lo humano que formaba parte de la mente de sus apóstoles y 
    de sus discípulos. 
    1787:5  161:3.3 
    Somos totalmente incapaces de efectuar una diferencia entre su práctica de 
    limitar su conciencia divina, y su técnica para ocultar a sus asociados humanos 
    su preconocimiento y su discernimiento de los pensamientos. Estamos convencidos 
    de que utilizaba ambas técnicas, pero no siempre somos capaces de especificar, 
    en un caso concreto, el método que pudo haber empleado. Observábamos con frecuencia 
    que sólo actuaba con el contenido humano de su conciencia; en otros momentos 
    lo vimos conversar con los dirigentes de las huestes celestiales del universo, 
    y discerníamos el funcionamiento indudable de su mente divina. Y luego, en 
    multitud de ocasiones, presenciamos el funcionamiento de esta personalidad 
    combinada de hombre y de Dios, activada por la unión aparentemente perfecta 
    de su mente humana y de su mente divina. Éste es el límite de nuestro conocimiento 
    sobre estos fenómenos; realmente no sabemos de hecho toda la verdad sobre 
    este misterio.