ÍNDICE
El libro de UrantiaEdición 1999
  DOCUMENTO 166 
   LA ÚLTIMA VISITA A PEREA DEL NORTE 
 
   1825:1  166:0.1 
    DEL 11 al 20 de febrero, Jesús y los doce hicieron una gira por todas las 
    ciudades y pueblos del norte de Perea donde trabajaban los asociados de Abner 
    y los miembros del cuerpo de mujeres. Se encontraron con que estos mensajeros 
    del evangelio obtenían éxito, y Jesús llamó repetidas veces la atención de 
    sus apóstoles sobre el hecho de que el evangelio del reino se podía difundir 
    sin necesidad de milagros y prodigios. 
    1825:2  166:0.2 
    Toda esta misión de tres meses en Perea fue llevada a cabo con éxito y con 
    poca ayuda por parte de los doce apóstoles; desde aquel momento en adelante, 
    el evangelio reflejó más las enseñanzas de Jesús que su personalidad. 
    Pero sus discípulos no siguieron durante mucho tiempo sus instrucciones, pues 
    poco después de la muerte y resurrección de Jesús, se desviaron de sus enseñanzas 
    y empezaron a construir la iglesia primitiva alrededor de los conceptos milagrosos 
    y de los recuerdos glorificados de su personalidad divina y humana. 
  1. Los FARISEOS EN RAGABA
1825:3  166:1.1
El sábado 18 de febrero, Jesús se encontraba en Ragaba, donde vivía un rico fariseo llamado Natanael; puesto que un número considerable de sus compañeros fariseos seguían a Jesús y a los doce por todo el país, este sábado por la mañana, Natanael preparó un desayuno para todos ellos, unas veinte personas, e invitó a Jesús como huésped de honor.
1825:4  166:1.2
Cuando Jesús llegó a este desayuno, la mayoría de los fariseos, junto con dos o tres juristas, ya se encontraban allí sentados a la mesa. El Maestro tomó asiento de inmediato a la izquierda de Natanael, sin lavarse las manos en las palanganas. Muchos fariseos, especialmente los que estaban a favor de las enseñanzas de Jesús, sabían que sólo se lavaba las manos con fines higiénicos, y que detestaba estas prácticas puramente ceremoniales; por eso no se sorprendieron de que se dirigiera directamente a la mesa sin haberse lavado la manos dos veces. Pero Natanael se escandalizó porque el Maestro olvidó cumplir con las estrictas exigencias de las prácticas fariseas. Jesús tampoco se lavaba las manos, como hacían los fariseos, después del servicio de cada plato, ni al final de la comida.
1825:5  166:1.3
Después de mucho cuchicheo entre Natanael y un fariseo poco amistoso que estaba a su derecha, y después de muchos levantamientos de cejas y muecas burlonas de desprecio por parte de los que estaban sentados enfrente del Maestro, Jesús finalmente dijo: 
"Creí que me habíais invitado a esta casa para partir el pan con vosotros y quizás para hacerme preguntas sobre la proclamación del nuevo evangelio del reino de Dios; pero percibo que me habéis traído aquí para presenciar una exhibición de devoción ceremonial a vuestra propia presunción. Ese servicio ya me lo habéis hecho; ¿con qué nueva cosa váis a honrarme como invitado vuestro en esta ocasión?"
1826:1  166:1.4
Cuando el Maestro hubo hablado así, bajaron la mirada hacia la mesa y permanecieron en silencio. Como nadie hablaba, Jesús continuó: 
"Muchos de vosotros, fariseos, estáis aquí conmigo como amigos, y algunos son incluso mis discípulos, pero la mayoría de los fariseos persisten en negarse a ver la luz y en reconocer la verdad, aunque la obra del evangelio se les presente con un gran poder. ¡Con cuánto cuidado limpiáis el exterior de las copas y de los platos, mientras que los recipientes del alimento espiritual están sucios y contaminados! Os aseguráis en mostrarle al pueblo una apariencia piadosa y santa, pero vuestra alma interior está llena de presunción, de codicia, de extorsión y de todo tipo de maldad espiritual. Vuestros dirigentes se atreven incluso a conspirar y a planear el asesinato del Hijo del Hombre. ¿No comprendéis, insensatos, que el Dios del cielo mira los móviles internos del alma, así como vuestros fingimientos exteriores y vuestras ostentaciones de piedad? No creáis que el hecho de dar limosnas y de pagar los diezmos os limpiará de vuestra injusticia y os permitirá aparecer puros ante el Juez de todos los hombres. ¡Ay de vosotros, fariseos, que habéis persistido en rechazar la luz de la vida! Sois meticulosos en el pago del diezmo y dáis limosnas con ostentación, pero despreciáis a sabiendas la visita de Dios y rechazáis la revelación de su amor. Aunque hacéis bien en prestar atención a esos deberes menores, no deberíais haber dejado sin hacer otras exigencias más importantes. ¡Ay de todos los que rehuyen la justicia, desdeñan la misericordia y rechazan la verdad! ¡Ay de todos los que desprecian la revelación del Padre, mientras aspiran a conseguir los principales asientos en la sinagoga y anhelan los saludos halagadores en las plazas de los mercados!"
1826:2  166:1.5
Cuando Jesús se levantó para marcharse, uno de los juristas sentados a la mesa le dirigió la palabra, diciendo: "Pero, Maestro, en algunas de tus declaraciones también nos haces reproches. ¿No hay nada bueno en los escribas, los fariseos o los juristas?" Jesús, que permanecía de pie, respondió al jurista: 
"Vosotros, al igual que los fariseos, os deleitáis en ocupar los mejores lugares en las fiestas y en lucir largas túnicas, mientras que colocáis unas cargas pesadas, difíciles de llevar, sobre los hombros de la gente. Y cuando las almas de los hombres se tambalean debajo de esas pesadas cargas, no levantáis ni uno solo de vuestros dedos. ¡Ay de vosotros, que encontráis vuestra mayor satisfacción en construir tumbas para los profetas que vuestros padres mataron! Que vosotros aprobáis lo que hicieron vuestros padres se pone de manifiesto en el hecho de que ahora planeáis matar a los que vienen a hacer, en el día de hoy, lo que hicieron los profetas en su día -proclamar la justicia de Dios y revelar la misericordia del Padre celestial. Pero de todas las generaciones pasadas, la sangre de los profetas y de los apóstoles será exigida a esta generación perversa y presuntuosa. ¡Ay de todos vosotros, juristas, que le habéis quitado la llave del conocimiento a la gente común! Vosotros mismos os negáis a entrar en el camino de la verdad, y al mismo tiempo quisiérais impedir la entrada a todos los que la buscan. Pero no podéis cerrar así las puertas del reino de los cielos; las hemos abierto a todos los que tienen fe para entrar; y esos portales de misericordia no serán cerrados por los prejuicios y la arrogancia de los falsos educadores y de los pastores engañosos que se parecen a los sepulcros blanqueados, los cuales aparecen hermosos por fuera, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de todo tipo de impurezas espirituales."
1826:3  166:1.6
Cuando Jesús hubo terminado de hablar en la mesa de Natanael, salió de la casa sin haber participado en la comida. De todos los fariseos que habían escuchado estas palabras, algunos creyeron en su enseñanza y entraron en el reino, pero más numerosos fueron los que persistieron en el camino de las tinieblas, estando cada vez más decididos a espiarlo para poder atrapar algunas de sus palabras y utilizarlas para procesarlo y juzgarlo ante el sanedrín de Jerusalén.
1827:1  166:1.7
Había únicamente tres cosas a las que los fariseos prestaban una atención particular:
1. Practicar estrictamente el diezmo. 
2. Cumplir escrupulosamente las reglas de purificación. 
  3. Evitar asociarse con todos los que no fueran fariseos. 
  
 1827:5  166:1.8 
    En aquel momento, Jesús trataba de poner al descubierto la esterilidad espiritual 
    de las dos primeras prácticas; en cuanto a sus observaciones destinadas a 
    reprender a los fariseos por su rechazo a mantener relaciones sociales con 
    los no fariseos, las reservó para una ocasión posterior en la que cenaría 
    de nuevo con muchos de estos mismos hombres. 
  2. Los DIEZ LEPROSOS 
  
 1827:6  166:2.1 Al día 
    siguiente, Jesús fue con los doce a Amatus, cerca de la frontera de Samaria. 
    Al acercarse a la ciudad, se encontraron con un grupo de diez leprosos que 
    residían por algún tiempo cerca de aquel lugar. Nueve de ellos eran judíos 
    y uno samaritano. Normalmente, estos judíos habrían evitado toda asociación 
    o todo contacto con este samaritano, pero la aflicción que tenían en común 
    era más que suficiente para superar todos los prejuicios religiosos. Habían 
    oído hablar mucho de Jesús y de sus primeras curaciones milagrosas, y como 
    los setenta tenían la costumbre de anunciar la hora aproximada en que Jesús 
    llegaría cuando el Maestro estaba de gira con los doce, los diez leprosos 
    se habían enterado de que aparecería por estas inmediaciones hacia esta hora; 
    en consecuencia, estaban apostados aquí en las afueras de la ciudad, con la 
    esperanza de atraer su atención y pedirle la curación. Cuando los leprosos 
    vieron llegar a Jesús, no se atrevieron a acercarse a él y se mantuvieron 
    a distancia, gritándole: "Maestro, ten piedad de nosotros; límpianos 
    de nuestra aflicción. Cúranos como has curado a otros." 
    1827:7  166:2.2 
    Jesús acababa de explicar a los doce por qué los gentiles de Perea, junto 
    con los judíos menos ortodoxos, estaban más dispuestos que los judíos de Judea, 
    más ortodoxos y atados a la tradición, a creer en el evangelio predicado por 
    los setenta. Había llamado su atención sobre el hecho de que su mensaje también 
    había sido recibido más fácilmente por los galileos, e incluso por los samaritanos. 
    Pero los doce apóstoles aún no estaban dispuestos a mantener sentimientos 
    amistosos hacia los samaritanos, despreciados durante tanto tiempo. 
    1827:8  166:2.3 
    En consecuencia, cuando Simón Celotes observó al samaritano entre los leprosos, 
    intentó persuadir al Maestro para que siguiera andando hasta la ciudad sin 
    detenerse siquiera para intercambiar saludos con ellos. Jesús le dijo a Simón: 
    "Pero, ¿y si el samaritano ama a Dios tanto como los judíos? ¿Vamos a 
    juzgar a nuestros semejantes? ¿Quién puede decirlo? Si curamos a estos diez 
    hombres, quizás el samaritano resulte ser más agradecido incluso que los judíos. 
    ¿Te sientes seguro de tus opiniones, Simón?" Simón replicó de inmediato: 
    "Si los purificas, lo averiguarás enseguida." Y Jesús contestó: 
    "Así será, Simón, y pronto conocerás la verdad sobre la gratitud de los 
    hombres y la misericordia amante de Dios." 
    1827:9  166:2.4 
    Jesús se acercó a los leprosos, y dijo: "Si queréis recuperar la salud, 
    id inmediatamente a mostraros a los sacerdotes, como lo exige la ley de Moisés." 
    Y mientras iban de camino, recuperaron la salud. Cuando el samaritano vio 
    que había sido curado, volvió sobre sus pasos buscando a Jesús, y empezó a 
    glorificar a Dios en voz alta. Cuando hubo encontrado al Maestro, cayó de 
    rodillas a sus pies y dio gracias por su purificación. Los otros nueve, los 
    judíos, también habían descubierto que habían sido curados, y aunque también 
    estaban agradecidos por su purificación, continuaron su camino para mostrarse 
    a los sacerdotes. 
    1828:1  166:2.5 
    Mientras el samaritano permanecía arrodillado a los pies de Jesús, el Maestro 
    miró sucesivamente a los doce, especialmente a Simón Celotes, y dijo: "¿No 
    han sido purificados los diez? ¿Dónde están entonces los otros nueve, los 
    judíos? Solamente uno, este extranjero, ha regresado para dar gloria a Dios." 
    Luego dijo al samaritano: "Levántate y sigue tu camino; tu fe te ha curado." 
    
    1828:2  166:2.6 
    Jesús miró de nuevo a sus apóstoles mientras el extranjero se alejaba. Y todos 
    los apóstoles miraron a Jesús, excepto Simón Celotes, que tenía la mirada 
    baja. Los doce no dijeron ni una palabra. Y Jesús tampoco habló; no era necesario 
    que lo hiciera. 
   1828:3  166:2.7 
    Aunque estos diez hombres creían realmente que tenían la lepra, solamente 
    cuatro sufrían de ella. Los otros seis fueron curados de una enfermedad de 
    la piel que había sido confundida con la lepra. Pero el samaritano tenía realmente 
    la lepra. 
   1828:4  166:2.8 
    Jesús ordenó a los doce que no dijeran nada sobre la purificación de los leprosos, 
    y cuando entraban en Amatus, comentó: "Ya veis cómo los hijos de la casa, 
    incluso cuando son desobedientes a la voluntad de su Padre, dan por sentadas 
    sus bendiciones. Creen que es de poca importancia el dejar de dar las gracias 
    cuando el Padre les concede la curación, pero cuando los extranjeros reciben 
    los dones del dueño de la casa, se llenan de asombro y se sienten obligados 
    a dar las gracias en reconocimiento por las buenas cosas que les han sido 
    concedidas." Y los apóstoles continuaron sin decir nada en respuesta 
    a las palabras del Maestro. 
  3. EL SERMÓN EN GERASA 
  
 1828:5  166:3.1 Mientras 
    Jesús y los doce conversaban con los mensajeros del reino en Gerasa, uno de 
    los fariseos que creían en él hizo la pregunta siguiente: "Señor, ¿en 
    realidad se salvarán pocas o muchas personas?" Y Jesús contestó: 
   1828:6  166:3.2 
    "Os han enseñado que sólo los hijos de Abraham serán salvados, que sólo 
    los gentiles de adopción pueden esperar la salvación. Como las Escrituras 
    indican que de todas las multitudes que salieron de Egipto, sólo Caleb y Josué 
    vivieron para entrar en la tierra prometida, algunos de vosotros habéis deducido 
    que sólo un número relativamente pequeño de aquellos que buscan el reino de 
    los cielos conseguirá entrar en él. 
    1828:7  166:3.3 
    "También tenéis otro dicho entre vosotros, y es un dicho que contiene 
    mucha verdad: El camino que conduce a la vida eterna es recto y estrecho, 
    y la puerta de acceso es igualmente estrecha, de manera que, de aquellos que 
    buscan la salvación, pocos son los que logran entrar por esa puerta. También 
    tenéis una enseñanza que dice que el camino que conduce a la destrucción es 
    amplio, que su entrada es ancha, y que muchos escogen seguir ese camino. Este 
    proverbio no está desprovisto de significado. Pero yo declaro que la salvación 
    es, en primer lugar, una cuestión de elección personal. Aunque la puerta que 
    conduce al camino de la vida sea estrecha, es lo suficientemente ancha como 
    para recibir a todos los que intentan entrar sinceramente, porque yo soy esa 
    puerta. Y el Hijo nunca le negará la entrada a ningún hijo del universo que 
    aspira, por la fe, a encontrar al Padre a través del Hijo. 
    1829:1  166:3.4 
    "Pero he aquí el peligro para todos los que quisieran aplazar su entrada 
    en el reino, a fin de continuar buscando los placeres de la inmadurez y permitirse 
    las satisfacciones del egoísmo: Al haberse negado a entrar en el reino como 
    experiencia espiritual, quizás intenten más tarde entrar en él cuando la gloria 
    del mejor camino sea revelada en la era por venir. Por consiguiente, aquellos 
    que despreciaron el reino cuando yo vine en la similitud de la humanidad, 
    tratarán de encontrar una entrada cuando sea revelado en la similitud de la 
    divinidad; pero entonces diré a todos esos egoístas: No sé de dónde venís. 
    Tuvisteis la oportunidad de prepararos para esta ciudadanía celestial, pero 
    rehusasteis todas estas ofertas de misericordia; rechazasteis todas las invitaciones 
    para venir mientras que la puerta estaba abierta. Ahora, para vosotros que 
    habéis rechazado la salvación, la puerta está cerrada. Esta puerta no está 
    abierta para aquellos que quieren entrar en el reino para glorificarse egoistamente. 
    La salvación no es para los que no están dispuestos a pagar el precio de una 
    dedicación entusiasta a hacer la voluntad de mi Padre. Cuando en vuestro espíritu 
    y en vuestra alma le habéis dado la espalda al reino del Padre, es inútil 
    permanecer mental y corporalmente delante de esta puerta, y llamar diciendo: 
    `Señor, ábrenos; nosotros también queremos ser grandes en el reino.' Entonces 
    declararé que no pertenecéis a mi redil. No os recibiré para que estéis con 
    los que han librado el buen combate de la fe y han ganado la recompensa del 
    servicio desinteresado en el reino en la tierra. Y cuando digáis: `¿No comimos 
    y bebimos contigo, y no enseñaste en nuestras calles?', entonces declararé 
    de nuevo que sois unos extranjeros espirituales; que no servimos juntos en 
    el ministerio de misericordia del Padre en la tierra; que no os conozco; y 
    entonces, el Juez de toda la tierra os dirá: `Apartaos de nosotros, todos 
    los que habéis disfrutado con las obras de la iniquidad.' 
    1829:2  166:3.5 
    "Pero no temáis; todo el que desee sinceramente encontrar la vida eterna 
    entrando en el reino de Dios, hallará con seguridad esa salvación eterna. 
    Pero vosotros, que rechazáis esta salvación, algún día veréis a los profetas 
    de la semilla de Abraham sentarse en este reino glorificado con los creyentes 
    de las naciones gentiles, para compartir el pan de la vida y refrescarse con 
    el agua de la vida. Aquellos que se apoderen así del reino mediante el poder 
    espiritual y los asaltos perseverantes de la fe viviente, vendrán del norte 
    y del sur, del este y del oeste. Y mirad, muchos que son los primeros serán 
    los últimos, y aquellos que son los últimos serán muchas veces los primeros." 
    
    1829:3  166:3.6 
    Ésta fue, en verdad, una versión nueva e insólita del viejo proverbio bien 
    conocido sobre el camino recto y estrecho. 
    1829:4  166:3.7 
    Lentamente, los apóstoles y muchos discípulos aprendían el significado de 
    la declaración inicial de Jesús: "A menos que nazcáis de nuevo, que nazcáis 
    del espíritu, no podréis entrar en el reino de Dios." Sin embargo, para 
    todos los que son honrados de corazón y tienen una fe sincera, es eternamente 
    cierto que: "Mirad, permanezco en la puerta del corazón de los hombres 
    y llamo; si alguien me abre, entraré, cenaré con él y lo alimentaré con el 
    pan de la vida; seremos uno solo en espíritu y tendremos una sola finalidad, 
    y así seremos siempre hermanos en el largo y fructífero servicio de buscar 
    al Padre del Paraíso." Así pues, si los que se van a salvar son muchos 
    o pocos, eso depende enteramente de que muchos o pocos hagan caso de la invitación: 
    "Yo soy la puerta, yo soy el camino nuevo y viviente, y cualquiera que 
    lo desee puede entrar para embarcarse en la búsqueda interminable de la verdad, 
    que durará la vida eterna." 
    1829:5  166:3.8 
    Los mismos apóstoles eran incapaces de comprender plenamente su enseñanza 
    sobre la necesidad de utilizar la fuerza espiritual a fin de vencer todas 
    las resistencias materiales, y para superar todos los obstáculos terrenales 
    que casualmente pudieran impedir la comprensión de los valores espirituales, 
    sumamente importantes, de la nueva vida en el espíritu, como hijos liberados 
    de Dios. 
  4. LA ENSEÑANZA SOBRE Los ACCIDENTES 
  
 1830:1  166:4.1 Aunque 
    la mayoría de los palestinos sólo hacían dos comidas al día, Jesús y los apóstoles 
    tenían la costumbre, cuando iban de viaje, de detenerse al mediodía para descansar 
    y tomar un refrigerio. En una de estas detenciones del mediodía, en el camino 
    de Filadelfia, fue cuando Tomás le preguntó a Jesús: "Maestro, después 
    de haber escuchado tus comentarios mientras viajábamos esta mañana, me gustaría 
    averiguar si los seres espirituales están implicados en la producción de acontecimientos 
    extraños y extraordinarios en el mundo material, y preguntar además si los 
    ángeles y otros seres espirituales son capaces de impedir los accidentes." 
   1830:2  166:4.2 
    En respuesta a la pregunta de Tomás, Jesús dijo: "¿He estado tanto tiempo 
    con vosotros, y sin embargo continuáis haciéndome estas preguntas? ¿No habéis 
    observado que el Hijo del Hombre vive como uno de vosotros, y que se niega 
    firmemente a emplear las fuerzas del cielo para su sostenimiento personal? 
    ¿No vivimos todos con los mismos recursos que emplean todos los hombres para 
    existir? ¿Acaso veis que el poder del mundo espiritual se manifieste en la 
    vida material de este mundo, salvo en la revelación del Padre y en la curación 
    esporádica de sus hijos afligidos? 
    1830:3  166:4.3 
    "Vuestros antepasados han creído durante demasiado tiempo que la prosperidad 
    era el signo de la aprobación divina, y que la adversidad era la prueba del 
    desagrado de Dios. Afirmo que esas creencias son supersticiones. ¿No observáis 
    que un número mucho mayor de pobres reciben el evangelio con regocijo y entran 
    inmediatamente en el reino? Si las riquezas prueban el favor divino, ¿por 
    qué los ricos se niegan tantas veces a creer en esta buena nueva que procede 
    del cielo? 
    1830:4  166:4.4 
    "El Padre hace caer su lluvia sobre los justos y los injustos; el sol 
    brilla de igual manera sobre los virtuosos y los perversos. Habéis oído hablar 
    de aquellos galileos cuya sangre mezcló Pilatos con la de los sacrificios, 
    pero yo os digo que esos galileos no eran de ninguna manera más pecadores 
    que todos sus semejantes, simplemente porque esto les sucedió a ellos. También 
    conocéis la historia de los dieciocho hombres que perecieron por la caída 
    de la torre de Siloé. No creáis que esos hombres que fueron aniquilados así 
    eran más pecadores que todos sus hermanos de Jerusalén. Esas personas fueron 
    simplemente las víctimas inocentes de uno de los accidentes del tiempo. 
    1830:5  166:4.5 
    "Existen tres tipos de acontecimientos que se pueden producir en vuestras 
    vidas: 
   1830:6  166:4.6 
    " 1. Podéis participar en aquellos acontecimientos normales que forman 
    parte de la vida que vosotros y vuestros compañeros vivís sobre la faz de 
    la tierra.
  1830:7  166:4.7 
    " 2. Podéis ser víctimas por casualidad de uno de los accidentes de la 
    naturaleza, de una de las desgracias humanas, sabiendo muy bien que esos sucesos 
    no están de ninguna manera preparados de antemano ni son producidos de otro 
    modo por las fuerzas espirituales del planeta. 
  1830:8  166:4.8 
     " 3. Podéis recoger la cosecha de vuestros esfuerzos directos 
    por acatar las leyes naturales que gobiernan el mundo." 
   1830:9  166:4.9 
    "Había un hombre que plantó una higuera en su patio, y después de ir 
    muchas veces a buscar los frutos sin encontrar ninguno, llamó a los viñadores 
    y les dijo: `He venido aquí durante tres temporadas para buscar los frutos 
    de esta higuera y no he encontrado ninguno. Derribad este árbol estéril; ¿para 
    qué tiene que estar estorbando en el suelo?' Pero el jardinero en jefe respondió 
    a su señor: `Déjalo tranquilo durante un año más para que yo pueda cavar a 
    su alrededor y echarle abono; si el año que viene no produce frutos, entonces 
    lo cortaremos.' Y cuando se hubieron sometido así a las leyes de la fertilidad, 
    fueron recompensados con una cosecha abundante, ya que el árbol estaba vivo 
    y en buen estado. 
    1831:1  166:4.10 
    "En las cosas de la enfermedad y de la salud, deberíais saber que esos 
    estados físicos son el resultado de causas materiales; la salud no es la sonrisa 
    del cielo, ni la aflicción el enojo de Dios. 
    1831:2  166:4.11 
    "Los hijos humanos del Padre tienen la misma capacidad para recibir las 
    bendiciones materiales; por eso, concede las cosas físicas a los hijos de 
    los hombres sin discriminación. Cuando se trata de atribuir los dones espirituales, 
    el Padre está limitado por la capacidad del hombre para recibir estos dones 
    divinos. Aunque el Padre no hace acepción de personas, en la atribución de 
    los dones espirituales está limitado por la fe del hombre y por su buena disposición 
    para atenerse siempre a la voluntad del Padre." 
   1831:3  166:4.12 
    Mientras viajaban hacia Filadelfia, Jesús continuó enseñándoles y respondiendo 
    a sus preguntas sobre los accidentes, las enfermedades y los milagros, pero 
    no fueron capaces de comprender plenamente esta enseñanza. Una hora de enseñanza 
    no es suficiente para cambiar por completo las creencias de toda una vida, 
    y por eso Jesús creyó necesario reiterar su mensaje, decirles una y otra vez 
    lo que deseaba hacerles comprender; y aun así, no lograron captar el significado 
    de su misión terrenal hasta después de su muerte y resurrección. 
  5. LA CONGREGACIÓN DE FILADELFIA 
  
 1831:4  166:5.1 Jesús y 
    los doce iban de camino para visitar a Abner y a sus asociados, que predicaban 
    y enseñaban en Filadelfia. De todas las ciudades de Perea, es en Filadelfia 
    donde el grupo más numeroso de judíos y gentiles, ricos y pobres, eruditos 
    e ignorantes, aceptó las enseñanzas de los setenta y entró así en el reino 
    de los cielos. La sinagoga de Filadelfia nunca había estado sometida a la 
    supervisión del sanedrín de Jerusalén, por lo que nunca había estado cerrada 
    a las enseñanzas de Jesús y sus compañeros. En ese mismo momento, Abner enseñaba 
    tres veces al día en la sinagoga de Filadelfia. 
    1831:5  166:5.2 
    Esta misma sinagoga se convirtió más tarde en una iglesia cristiana y fue 
    el cuartel general de los misioneros que promulgaron el evangelio en las regiones 
    situadas al este. Fue mucho tiempo la plaza fuerte de las enseñanzas del Maestro, 
    y durante siglos se mantuvo sola en esta región como centro del conocimiento 
    cristiano. 
    1831:6  166:5.3 
    Los judíos de Jerusalén siempre habían tenido problemas con los judíos de 
    Filadelfia. Después de la muerte y resurrección de Jesús, la iglesia de Jerusalén, 
    cuyo jefe era Santiago, el hermano del Señor, empezó a tener graves dificultades 
    con la congregación de creyentes de Filadelfia. Abner se convirtió en el jefe 
    de la iglesia de Filadelfia, y continuó siéndolo hasta su muerte. Este distanciamiento 
    de Jerusalén explica por qué los relatos evangélicos del Nuevo Testamento 
    no mencionan nada sobre Abner y su obra. Esta enemistad entre Jerusalén y 
    Filadelfia permaneció durante toda la vida de Santiago y Abner, y continuó 
    hasta algún tiempo después de la destrucción de Jerusalén. Filadelfia fue 
    realmente el centro de la iglesia primitiva en el sur y en el este, como Antioquía 
    lo fue en el norte y el oeste. 
   1831:7  166:5.4 
    Fue una aparente desgracia para Abner estar en desacuerdo con todos los jefes 
    de la iglesia cristiana primitiva. Riñó con Pedro y Santiago (el hermano de 
    Jesús) sobre cuestiones relacionadas con la administración y la jurisdicción 
    de la iglesia de Jerusalén; se separó de Pablo por divergencias sobre filosofía 
    y teología. Abner tenía una filosofía más babilónica que helenista, y se opuso 
    obstinadamente a todos los intentos de Pablo por rehacer las enseñanzas de 
    Jesús para que ocasionaran menos objeciones, primero entre los judíos, y luego 
    entre los grecorromanos que creían en los misterios. 
    1832:1  166:5.5 
    Abner se vio obligado así a vivir una vida de aislamiento. Era el jefe de 
    una iglesia que no gozaba de ninguna reputación en Jerusalén. Se había atrevido 
    a desafiar a Santiago, el hermano del Señor, que posteriormente fue apoyado 
    por Pedro. Esta conducta lo separó efectivamente de todos sus antiguos asociados. 
    Luego se atrevió a oponerse a Pablo. Aunque estaba totalmente de acuerdo con 
    la misión de Pablo entre los gentiles, y aunque lo apoyaba en sus disputas 
    con la iglesia de Jerusalén, se opuso encarnizadamente a la versión de las 
    enseñanzas de Jesús que Pablo había elegido predicar. En los últimos años 
    de su vida, Abner denunció a Pablo como el "hábil corruptor de las enseñanzas 
    de la vida de Jesús de Nazaret, el Hijo del Dios viviente". 
    1832:2  166:5.6 
    Durante los últimos años de Abner y hasta algún tiempo después de su muerte, 
    los creyentes de Filadelfia se atuvieron a la religión de Jesús, tal como 
    éste la había vivido y enseñado, más estrictamente que cualquier otro grupo 
    en la tierra. 
    1832:3  166:5.7 
    Abner vivió hasta los 89 años de edad, y murió en Filadelfia el día 21 de 
    noviembre del año 74. Hasta el final de su vida, fue un creyente fiel en el 
    evangelio del reino celestial y un instructor del mismo.