ÍNDICE
El libro de Urantia
Edición 1999
DOCUMENTO 182
EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ
1963:1 182:0.1
DERAN aproximadamente las diez de este jueves por la noche cuando Jesús llevó
de regreso a los once apóstoles desde la casa de Elías y María Marcos hasta
el campamento de Getsemaní. Desde el día que estuvo con el Maestro en las
colinas, Juan Marcos se había ocupado de vigilar constantemente a Jesús. Como
tenía necesidad de dormir, Juan había descansado varias horas mientras el
Maestro estaba con sus apóstoles en la sala de arriba, pero al escuchar que
bajaban las escaleras, se levantó y se puso rápidamente un manto de lino;
luego los siguió a través de la ciudad, cruzó el arroyo Cedrón y continuó
hasta su campamento privado que lindaba con el parque de Getsemaní. A lo largo
de esta noche y del día siguiente, Juan Marcos permaneció tan cerca del Maestro
que lo presenció todo y escuchó muchas cosas que dijo el Maestro desde este
instante hasta el momento de la crucifixión.
1963:2 182:0.2
Mientras Jesús y los once regresaban al campamento, los apóstoles empezaron
a preguntarse por el significado de la prolongada ausencia de Judas; hablaron
entre sí acerca de la predicción del Maestro de que uno de ellos lo traicionaría,
y sospecharon por primera vez que las cosas no iban bien con Judas Iscariote.
Pero no se dedicaron abiertamente a hacer comentarios sobre Judas hasta que
llegaron al campamento y observaron que no estaba allí esperándolos para recibirlos.
Cuando todos acosaron a Andrés para saber qué le había pasado a Judas, su
jefe se limitó a comentar: "No sé dónde está Judas, pero me temo que
nos ha abandonado."
1. LA ÚLTIMA ORACIÓN EN GRUPO
1963:3 182:1.1 Poco después
de llegar al campamento, Jesús les dijo: "Amigos y hermanos míos, me
queda muy poco tiempo que estar con vosotros, y deseo que nos aislemos mientras
le rogamos a nuestro Padre que está en los cielos que nos dé fuerzas para
sostenernos en esta hora y de aquí en adelante en todo el trabajo que tenemos
que hacer en su nombre."
1963:4 182:1.2
Después de haber hablado así, Jesús los llevó un poco más arriba por el Olivete
hasta una gran roca plana desde donde se veía todo Jerusalén, y les pidió
que se arrodillaran en círculo a su alrededor como lo habían hecho el día
de su ordenación; luego, mientras permanecía allí en medio de ellos, glorificado
en la suave luz de la luna, levantó los ojos al cielo y oró:
1963:5 182:1.3
"Padre, mi hora ha llegado; glorifica ahora a tu Hijo para que el Hijo
pueda glorificarte. Sé que me has dado plena autoridad sobre todas las criaturas
vivientes de mi reino, y daré la vida eterna a todos los que se vuelvan hijos
de Dios por la fe. Y la vida eterna consiste en que mis criaturas te conozcan
como el único verdadero Dios y Padre de todos, y que crean en aquel que has
enviado a este mundo. Padre, te he exaltado en la tierra y he realizado la
obra que me encargaste. Casi he terminado mi donación a los hijos de nuestra
propia creación; sólo me queda abandonar mi vida en la carne. Ahora, oh Padre
mío, glorifícame con la gloria que tenía contigo antes de que existiera este
mundo y recíbeme una vez más a tu diestra.
1964:1 182:1.4
"Te he manifestado a los hombres que escogiste en el mundo para dármelos.
Son tuyos -como toda vida está en tus manos- tú me los diste y yo he vivido
entre ellos enseñándoles el camino de la vida, y ellos han creído. Estos hombres
están aprendiendo que todo lo que tengo procede de ti, y que la vida que vivo
en la carne es para hacer que los mundos conozcan a mi Padre. La verdad que
me has dado se la he revelado a ellos. Estos amigos y embajadores míos han
querido recibir sinceramente tu palabra. Les he dicho que he salido de ti,
que tú me has enviado a este mundo, y que estoy a punto de volver a ti. Padre,
ruego de hecho por estos hombres escogidos. Y ruego por ellos no como rogaría
por el mundo, sino como por aquellos a quienes he escogido en el mundo para
que me representen en el mundo después de que haya regresado a tu tarea, al
igual que te he representado en este mundo durante mi estancia en la carne.
Estos hombres son míos; tú me los has dado; pero todas las cosas que son mías
son siempre tuyas, y has hecho que todo lo que era tuyo ahora sea mío. Has
sido exaltado en mí, y ahora ruego para que yo pueda ser honrado en estos
hombres. No puedo estar más tiempo en este mundo; estoy a punto de volver
a la tarea que me has encargado. Tengo que dejar atrás a estos hombres para
que nos representen y representen a nuestro reino entre los hombres. Padre,
mantén fieles a estos hombres mientras me preparo para abandonar mi vida en
la carne. Ayuda a estos amigos míos para que sean uno en espíritu, como nosotros
también somos uno. Mientras podía estar con ellos, podía velar por ellos y
guiarlos, pero ahora estoy a punto de irme. Permanece cerca de ellos, Padre,
hasta que podamos enviar al nuevo instructor para que los consuele y los fortalezca.
1964:2 182:1.5
"Me diste doce hombres, y los he conservado a todos salvo a uno, el hijo
de la venganza, que no ha querido seguir asociado con nosotros. Estos hombres
son débiles y frágiles, pero sé que podemos confiar en ellos; los he puesto
a prueba; me aman al igual que te veneran a ti. Aunque deberán sufrir mucho
por mí, deseo que también estén llenos de alegría ante la seguridad de la
filiación en el reino celestial. He dado a estos hombres tu palabra y les
he enseñado la verdad. El mundo puede odiarlos como me ha odiado a mí, pero
no pido que los saques del mundo, sino que los protejas del mal que hay en
el mundo. Santifícalos en la verdad; tu palabra es la verdad. Del mismo modo
que me enviaste a este mundo, yo estoy a punto de enviar a estos hombres al
mundo. Por el bien de ellos, he vivido entre los hombres y he consagrado mi
vida a tu servicio, a fin de poder inspirarlos para que se purifiquen por
medio de la verdad que les he enseñado y el amor que les he revelado. Sé muy
bien, Padre mío, que no necesito pedirte que veles por estos hermanos después
de que me haya ido; sé que los amas como yo, pero hago esto para que puedan
darse cuenta mejor de que el Padre ama a los hombres mortales como el Hijo
los ama.
1964:3 182:1.6
"Y ahora, Padre mío, quisiera rogar no solamente por estos once hombres,
sino también por todos los demás que ahora creen en el evangelio del reino,
o que puedan creer más adelante gracias a la palabra del ministerio futuro
de mis apóstoles. Quiero que todos sean uno solo, como tú y yo somos uno.
Tú estás en mí y yo estoy en ti, y deseo que estos creyentes estén igualmente
en nosotros; que nuestros dos espíritus residan en ellos. Si mis hijos son
uno como nosotros somos uno, y si se aman los unos a los otros como yo los
he amado, entonces todos los hombres creerán que he salido de ti y estarán
dispuestos a recibir la revelación que he efectuado de la verdad y de la gloria.
He revelado a estos creyentes la gloria que tú me has dado. Así como tú has
vivido conmigo en espíritu, yo he vivido con ellos en la carne. Así como tú
has sido uno conmigo, yo he sido uno con ellos, y el nuevo instructor será
siempre uno con ellos y en ellos. He hecho todo esto para que mis hermanos
en la carne puedan saber que el Padre los ama como el Hijo los ama, y que
tú los amas como me amas a mí. Padre, trabaja conmigo para salvar a estos
creyentes a fin de que dentro de poco puedan estar conmigo en la gloria, y
luego continúen hasta unirse contigo en el abrazo del Paraíso. A los que sirven
conmigo en la humillación, quisiera tenerlos conmigo en la gloria para que
puedan ver todo lo que has puesto entre mis manos como cosecha eterna de la
siembra del tiempo en la similitud de la carne mortal. Anhelo mostrar a mis
hermanos terrestres la gloria que tenía contigo antes de la fundación de este
mundo. Este mundo sabe muy poco de ti, Padre justo, pero yo te conozco y te
he hecho conocer a estos creyentes, y ellos harán conocer tu nombre a otras
generaciones. Y ahora les prometo que estarás con ellos en el mundo al igual
que has estado conmigo -que así sea."
1965:1 182:1.7
Los once permanecieron arrodillados en círculo alrededor de Jesús durante
varios minutos, antes de levantarse y regresar en silencio al campamento cercano.
1965:2 182:1.8
Jesús oró por la unidad entre sus seguidores, pero no deseaba la uniformidad.
El pecado crea un nivel muerto de inercia maligna, pero la rectitud alimenta
el espíritu creativo de la experiencia individual en las realidades vivientes
de la verdad eterna y en la comunión progresiva de los espíritus divinos del
Padre y del Hijo. En la comunión espiritual de un hijo creyente con el Padre
divino, nunca puede haber una finalidad doctrinal ni una superioridad sectaria
de conciencia de grupo.
1965:3 182:1.9
En el transcurso de esta oración final con sus apóstoles, el Maestro aludió
al hecho de que había manifestado al mundo el nombre del Padre. Y esto
es realmente lo que hizo al revelar a Dios mediante su vida perfeccionada
en la carne. El Padre que está en los cielos había intentado revelarse a Moisés,
pero no pudo ir más allá de hacer que se dijera: "YO SOY". Y cuando
se le instó a que revelara más cosas de sí mismo, sólo se reveló: "YO
SOY el que SOY". Pero cuando Jesús hubo terminado su vida terrenal, el
nombre del Padre se había revelado de tal manera que el Maestro, que era el
Padre encarnado, podía decir en verdad:
1965:4 182:1.10
Yo soy el pan de la vida.
Yo soy el agua viva.
Yo soy la luz del mundo.
Yo soy el deseo de todos los tiempos.
Yo soy la puerta abierta a la salvación eterna.
Yo soy la realidad de la vida sin fin.
Yo soy el buen pastor.
Yo soy el sendero de la perfección infinita.
Yo soy la resurrección y la vida.
Yo soy el secreto de la supervivencia eterna.
Yo soy el camino, la verdad y la vida.
Yo soy el Padre infinito de mis hijos finitos.
Yo soy la verdadera vid; vosotros sois los sarmientos.
Yo soy la esperanza de todos los que conocen la verdad viviente.
Yo soy el puente viviente que va de un mundo a otro.
Yo soy el enlace viviente entre el tiempo y la eternidad.
1965:20 182:1.11
Jesús amplió así la revelación viviente del nombre de Dios para todas las
generaciones. De la misma manera que el amor divino revela la naturaleza de
Dios, la verdad eterna revela su nombre en unas proporciones siempre crecientes.
2. LAS ÚLTIMAS HORAS ANTES DE LA TRAICIÓN
1966:1 182:2.1 Los apóstoles
se quedaron profundamente anonadados cuando regresaron a su campamento y comprobaron
que Judas no estaba allí. Mientras los once emprendían una viva discusión
sobre el asunto de su compañero apóstol traidor, David Zebedeo y Juan Marcos
llevaron a Jesús a un lado y le revelaron que habían estado observando a Judas
durante varios días, y que sabían que tenía la intención de traicionarlo poniéndolo
en manos de sus enemigos. Jesús los escuchó pero se limitó a decir: "Amigos
míos, al Hijo del Hombre no puede sucederle nada a menos que lo quiera el
Padre que está en los cielos. Que no se inquiete vuestro corazón; todas las
cosas concurrirán para la gloria de Dios y la salvación de los hombres."
1966:2 182:2.2
La actitud jovial de Jesús iba decayendo. A medida que pasaba el tiempo se
volvía cada vez más serio e incluso triste. Los apóstoles, que estaban muy
agitados, eran reacios a regresar a sus tiendas aunque se lo pidiera el mismo
Maestro. Al volver de su conversación con David y Juan, Jesús dirigió sus
últimas palabras a los once, diciendo: "Amigos míos, id a descansar.
Preparaos para el trabajo de mañana. Recordad que todos deberíamos someternos
a la voluntad del Padre que está en los cielos. Os dejo mi paz." Después
de hablar así, les indicó que regresaran a sus tiendas, pero mientras se iban,
llamó a Pedro, Santiago y Juan, diciendo: "Deseo que permanezcáis un
rato conmigo."
1966:3 182:2.3
Los apóstoles se durmieron únicamente porque estaban literalmente agotados.
Habían estado escasos de sueño desde que llegaron a Jerusalén. Antes de ir
a sus diferentes tiendas para dormir, Simón Celotes los condujo a todos a
su tienda, donde estaban guardadas las espadas y otras armas, y entregó a
cada uno su equipo de combate. Todos recibieron estas armas y se las ciñeron
allí mismo, excepto Natanael. Al rehusar el arma, Natanael dijo: "Hermanos
míos, el Maestro nos ha dicho muchas veces que su reino no es de este mundo,
y que sus discípulos no deberían luchar con la espada para establecerlo. Yo
creo en esto, y no pienso que el Maestro necesite que utilicemos la espada
para defenderlo. Todos hemos visto su enorme poder y sabemos que podría defenderse
de sus enemigos si lo deseara. Si no quiere resistirse a sus enemigos, debe
ser porque esa conducta representa su intento por realizar la voluntad de
su Padre. Rezaré, pero no empuñaré la espada." Cuando Andrés escuchó
el discurso de Natanael, devolvió su espada a Simón Celotes. Así pues, nueve
de ellos estaban armados cuando se separaron para irse a dormir.
1966:4 182:2.4
El resentimiento que tenían porque Judas era un traidor eclipsó por el momento
todo lo demás en la mente de los apóstoles. El comentario del Maestro alusivo
a Judas, expresado en el transcurso de la última oración, había abierto sus
ojos al hecho de que los había abandonado.
1966:5 182:2.5
Después de que los ocho apóstoles se hubieron retirado finalmente a sus tiendas,
y mientras Pedro, Santiago y Juan estaban esperando recibir las órdenes del
Maestro, Jesús le dijo a David Zebedeo: "Envíame a tu mensajero más rápido
y fiable." Cuando David trajo ante el Maestro a un tal Jacobo, en otro
tiempo corredor al servicio de los mensajes nocturnos entre Jerusalén y Betsaida,
Jesús se dirigió a él y le dijo: "Ve a toda prisa hasta Abner en Filadelfia
y dile: `El Maestro te envía sus saludos de paz y dice que ha llegado la hora
en que será entregado en manos de sus enemigos, que le darán muerte, pero
que resucitará de entre los muertos y pronto aparecerá ante ti antes de ir
hacia el Padre, y que entonces te dará unas directrices hasta el momento en
que el nuevo instructor venga a vivir en vuestro corazón.'" Cuando Jacobo
hubo repetido este mensaje a la satisfacción del Maestro, Jesús lo envió a
su misión, diciendo: "No temas por lo que alguien pueda hacerte, Jacobo,
porque esta noche un mensajero invisible correrá a tu lado."
1967:1 182:2.6
Luego Jesús se volvió hacia el jefe de los visitantes griegos que estaban
acampados con ellos y le dijo: "Hermano mío, no te inquietes por lo que
está a punto de suceder, puesto que te he avisado de antemano. El Hijo del
Hombre será ejecutado a instigación de sus enemigos, los jefes de los sacerdotes
y los dirigentes de los judíos, pero resucitaré para estar con vosotros un
poco de tiempo antes de ir hacia el Padre. Cuando hayas visto que sucede todo
esto, glorifica a Dios y fortalece a tus hermanos."
1967:2 182:2.7
En circunstancias normales, los apóstoles hubieran dado personalmente las
buenas noches al Maestro, pero esta noche estaban tan preocupados por la conciencia
repentina de la deserción de Judas y tan aturdidos por la naturaleza insólita
de la oración de despedida del Maestro, que escucharon su saludo de adiós
y se alejaron en silencio.
1967:3 182:2.8
Aquella noche, cuando Andrés se alejaba de su lado, Jesús le dijo lo siguiente:
"Andrés, haz lo que puedas para mantener juntos a tus hermanos hasta
que yo regrese con vosotros después de haber bebido esta copa. Fortalece a
tus hermanos, puesto que ya te lo he dicho todo. Que la paz sea contigo."
1967:4 182:2.9
Ninguno de los apóstoles esperaba que sucediera nada fuera de lo común aquella
noche, puesto que ya era muy tarde. Trataron de dormirse para poder levantarse
temprano por la mañana y estar preparados para lo peor. Pensaban que los jefes
de los sacerdotes intentarían capturar a su Maestro por la mañana temprano,
porque nunca se hacía ningún trabajo secular después del mediodía del día
de la preparación de la Pascua. Sólo David Zebedeo y Juan Marcos comprendieron
que los enemigos de Jesús vendrían con Judas aquella misma noche.
1967:5 182:2.10
David había acordado permanecer de guardia aquella noche en el sendero más
elevado que conducía a la carretera de Betania a Jerusalén, mientras que Juan
Marcos debía vigilar la carretera que subía del Cedrón a Getsemaní. Antes
de que David se dirigiera a su tarea autoimpuesta de centinela en un puesto
avanzado, se despidió de Jesús diciendo: "Maestro, he tenido la gran
alegría de servir contigo. Mis hermanos son tus apóstoles, pero yo he disfrutado
haciendo las cosas menores tal como debían hacerse, y te echaré de menos con
todo mi corazón cuando te hayas ido." Jesús le dijo entonces a David:
"David, hijo mío, los demás han hecho lo que se les ordenaba que hicieran,
pero tú has hecho este servicio por tu propia voluntad, y he sido consciente
de tu dedicación. Tú también servirás algún día conmigo en el reino eterno."
1967:6 182:2.11
Entonces, mientras se preparaba para ir a vigilar en el sendero de arriba,
David le dijo a Jesús: "Sabes, Maestro, he enviado a buscar a tu familia,
y un mensajero me ha dado la noticia de que esta noche están en Jericó. Mañana
por la mañana temprano estarán aquí, pues sería peligroso para ellos subir
de noche por este maldito camino." Bajando la mirada hacia David, Jesús
dijo solamente: "Que así sea, David."
1967:7 182:2.12
Cuando David se marchó hacia la parte alta del Olivete, Juan Marcos empezó
a vigilar cerca de la carretera que descendía a lo largo del arroyo hacia
Jerusalén. Juan habría permanecido en su puesto si no hubiera sido por su
gran deseo de estar cerca de Jesús y de saber qué estaba sucediendo. Poco
después de que David lo dejara, y al observar que Jesús se retiraba con Pedro,
Santiago y Juan hacia una hondonada cercana, Juan Marcos se sintió tan dominado
por una mezcla de devoción y de curiosidad, que abandonó su puesto de centinela
y los siguió, ocultándose entre los arbustos. Desde allí observó y escuchó
todo lo que sucedió durante estos últimos momentos en el jardín, poco antes
de que Judas y los guardias armados aparecieran para arrestar a Jesús.
1968:1 182:2.13
Mientras todo esto se desarrollaba en el campamento del Maestro, Judas Iscariote
conversaba con el capitán de los guardias del templo, el cual había reunido
a sus hombres antes de ponerse en camino, bajo la dirección del traidor, para
arrestar a Jesús.
3. A SOLAS EN GETSEMANÍ
1968:2 182:3.1 Cuando
todo estuvo silencioso y tranquilo en el campamento, Jesús se llevó a Pedro,
Santiago y Juan, y subieron un corto trecho hasta una hondonada cercana donde
había ido anteriormente con frecuencia para orar y comulgar. Los tres apóstoles
no podían dejar de reconocer que el Maestro estaba dolorosamente abrumado.
Nunca antes lo habían observado tan triste y agobiado. Cuando llegaron al
lugar de sus devociones, pidió a los tres que se sentaran y velaran con él
mientras se alejaba a casi un tiro de piedra para orar. Cuando se hubo postrado
en el suelo, oró: "Padre mío, he venido a este mundo para hacer tu voluntad,
y la he hecho. Sé que ha llegado la hora de abandonar esta vida en la carne,
y no rehuyo hacerlo, pero quisiera saber si es tu voluntad que yo beba esta
copa. Envíame la seguridad de que te complaceré en mi muerte tal como lo he
hecho en mi vida."
1968:3 182:3.2
El Maestro permaneció unos momentos en actitud de oración, y luego se acercó
a los tres apóstoles; los encontró profundamente dormidos, pues tenían los
párpados pesados y no podían permanecer despiertos. Cuando Jesús los despertó,
dijo: "¡Cómo! ¿No podéis velar conmigo ni siquiera una hora? ¿No podéis
ver que mi alma está extremadamente afligida, afligida de muerte, y que anhelo
vuestra compañía?" Cuando los tres se despertaron de su sueño, el Maestro
se alejó de nuevo a solas y, cayendo al suelo, oró otra vez: "Padre,
sé que es posible evitar esta copa -todas las cosas son posibles para ti-
pero he venido para hacer tu voluntad, y aunque esta copa sea amarga, la beberé
si es tu voluntad." Después de haber orado así, un ángel poderoso descendió
a su lado, le habló, lo tocó y lo fortaleció.
1968:4 182:3.3
Cuando Jesús regresó para hablar con los tres apóstoles, los encontró de nuevo
profundamente dormidos. Los despertó diciendo: "En esta hora necesito
que veléis y oréis conmigo -necesitáis orar aún más para no caer en la tentación-
¿por qué os dormís cuando os dejo?"
1968:5 182:3.4
Entonces, el Maestro se retiró por tercera vez para orar: "Padre, ves
a mis apóstoles dormidos; ten misericordia de ellos. En verdad, el espíritu
está dispuesto, pero la carne es débil. Y ahora, oh Padre, si esta copa no
puede ser apartada, entonces la beberé. Que no se haga mi voluntad, sino la
tuya." Cuando hubo terminado de orar, permaneció unos momentos postrado
en el suelo. Cuando se levantó y regresó donde estaban sus apóstoles, los
encontró dormidos una vez más. Los observó y, con un gesto de piedad, dijo
tiernamente: "Dormid ahora y descansad; el momento de la decisión ha
pasado. Ha llegado la hora en que el Hijo del Hombre será traicionado y entregado
a sus enemigos." Mientras se inclinaba y los sacudía para poder despertarlos,
dijo: "Levantaos, volvamos al campamento, porque he aquí que el que me
traiciona está cerca, y ha llegado la hora en que mi rebaño va a ser dispersado.
Pero ya os he hablado de estas cosas."
1968:6 182:3.5
Durante los años que Jesús vivió entre sus discípulos, éstos tuvieron en verdad
muchas pruebas de su naturaleza divina, pero en este momento están a punto
de presenciar nuevas evidencias de su humanidad. Justo antes de la más grande
de todas las revelaciones de su divinidad, su resurrección, deben producirse
las pruebas más grandes de su naturaleza mortal: su humillación y su crucifixión.
1969:1 182:3.6
Cada vez que había orado en el jardín, su humanidad se había aferrado más
firmemente, por la fe, a su divinidad; su voluntad humana se había unificado
más completamente con la voluntad divina de su Padre. Entre otras palabras
que le había dicho el ángel poderoso se encontraba el mensaje de que el Padre
deseaba que su Hijo terminara su donación terrenal pasando por la experiencia
de la muerte que atraviesan las criaturas, exactamente como todas las criaturas
mortales deben experimentar la disolución material cuando pasan de la existencia
en el tiempo a la progresión en la eternidad.
1969:2 182:3.7
Anteriormente aquella noche, no había parecido tan difícil beber la copa,
pero cuando el Jesús humano se despidió de sus apóstoles y los envió a descansar,
la prueba se volvió más espantosa. Jesús experimentaba esos sentimientos naturales
de flujo y reflujo que toda experiencia humana tiene en común, y en aquel
momento estaba cansado de trabajar, agotado por las largas horas de esfuerzo
tenaz y de penosa ansiedad a causa de la seguridad de sus apóstoles. Aunque
ningún mortal puede atreverse a comprender los pensamientos y sentimientos
del Hijo encarnado de Dios en un momento como éste, sabemos que soportó una
gran angustia y sufrió una tristeza indecible, porque grandes gotas de sudor
corrían por su rostro. Por fin estaba convencido de que el Padre tenía la
intención de dejar que los acontecimientos naturales siguieran su curso; estaba
plenamente decidido a no emplear, para salvarse, ninguno de sus poderes soberanos
como jefe supremo de un universo.
1969:3 182:3.8
Las huestes reunidas de una inmensa creación se cernían ahora sobre esta escena,
bajo el mando temporal conjunto de Gabriel y del Ajustador Personalizado de
Jesús. Los jefes de división de estos ejércitos del cielo habían sido advertidos
repetidas veces que no interfirieran en estas transacciones terrenales, a
menos que el mismo Jesús les ordenara que intervinieran.
1969:4 182:3.9
La experiencia de separarse de los apóstoles suponía una gran tensión para
el corazón humano de Jesús; esta tristeza de amor le aplastaba y le hacía
más difícil enfrentarse a una muerte semejante a la que sabía muy bien que
le esperaba. Se daba cuenta de cuán débiles e ignorantes eran sus apóstoles,
y le horrorizaba abandonarlos. Sabía muy bien que había llegado la hora de
su partida, pero su corazón humano anhelaba descubrir si no existía la posibilidad
de que hubiera alguna vía legítima para escapar de este trance terrible de
sufrimiento y de pena. Cuando su corazón hubo buscado así una escapatoria,
sin conseguirla, estuvo dispuesto a beber la copa. La mente divina de Miguel
sabía que había hecho todo lo posible por los doce apóstoles; pero el corazón
humano de Jesús deseaba haber hecho más por ellos antes de dejarlos solos
en el mundo. El corazón de Jesús estaba destrozado; amaba sinceramente a sus
hermanos. Estaba aislado de su familia carnal; uno de sus asociados escogidos
lo estaba traicionando. El pueblo de su padre José lo había rechazado y había
sellado así su destino como pueblo con una misión especial en la tierra. Su
alma estaba atormentada por el amor frustrado y la misericordia rechazada.
Se trataba de uno de esos momentos terribles en la vida de un hombre en que
todo parece aplastarlo con una crueldad demoledora y una agonía terrible.
1969:5 182:3.10
La naturaleza humana de Jesús no era insensible a esta situación de soledad
personal, de oprobio público y de fracaso aparente de su causa. Todos estos
sentimientos pesaban sobre él con una fuerza indescriptible. En medio de esta
gran tristeza, su mente volvió a los tiempos de su infancia en Nazaret y de
sus primeros trabajos en Galilea. En el momento de esta gran prueba, muchas
escenas agradables de su ministerio terrenal surgieron en su mente. Gracias
a estos antiguos recuerdos de Nazaret, Cafarnaum, el Monte Hermón y las salidas
y puestas de sol en el resplandeciente mar de Galilea, logró calmarse mientras
fortalecía y preparaba su corazón humano para salir al encuentro del traidor
que tan pronto iba a traicionarlo.
1970:1 182:3.11
Antes de que Judas y los soldados llegaran, el Maestro había recuperado por
completo su equilibrio habitual; el espíritu había triunfado sobre la carne;
la fe se había afirmado sobre todas las tendencias humanas al temor y a albergar
dudas. La prueba suprema del desarrollo completo de la naturaleza humana había
sido afrontada y superada de manera aceptable. Una vez más, el Hijo del Hombre
estaba preparado para enfrentarse a sus enemigos con serenidad y con la plena
seguridad de que era invencible como hombre mortal dedicado sin reservas a
hacer la voluntad de su Padre.