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El libro de Urantia
Edición1999

ESCRITO 188

EL PERÍODO EN LA TUMBA

 

1. EL ENTIERRO DE JESÚS

2012:4  188:1.1 Cuando José y Nicodemo llegaron al Gólgota, encontraron que los soldados estaban bajando a Jesús de la cruz y que los representantes del sanedrín estaban allí cerca para asegurarse de que ninguno de los seguidores de Jesús impediría que su cuerpo fuera llevado a la fosa común de los criminales. Cuando José presentó al centurión la orden de Pilatos para que le entregara el cuerpo del Maestro, los judíos causaron un alboroto y pidieron a gritos su posesión. En su frenesí, trataron de apoderarse del cuerpo por la fuerza; al ver esto, el centurión llamó a su lado a cuatro de sus soldados, y con las espadas desenvainadas permanecieron a horcajadas sobre el cuerpo del Maestro que yacía allí en el suelo. El centurión ordenó a los otros soldados que dejaran a los dos ladrones y que rechazaran a esta chusma irritada de judíos enfurecidos. Cuando se restableció el orden, el centurión leyó a los judíos el permiso de Pilatos, se apartó a un lado y le dijo a José: "Este cuerpo es tuyo para que hagas con él lo que creas conveniente. Yo y mis soldados nos quedaremos aquí para asegurarnos de que nadie se entremeta."
2013:1  188:1.2 Una persona crucificada no podía ser enterrada en un cementerio judío; había una ley que prohibía estrictamente esta manera de proceder. José y Nicodemo conocían esta ley, y en el camino hacia el Gólgota habían decidido enterrar a Jesús en el nuevo sepulcro de la familia de José, tallado en la roca maciza y situado a corta distancia al norte del Gólgota, al otro lado de la carretera que conducía a Samaria. Nadie había sido nunca enterrado en este sepulcro, y consideraron apropiado que el Maestro reposara allí. José creía realmente que Jesús resucitaría de entre los muertos, pero Nicodemo tenía muchas dudas. Estos antiguos miembros del sanedrín habían mantenido más o menos en secreto su fe en Jesús, aunque sus colegas sanedristas habían desconfiado de ellos desde hacía tiempo, incluso antes de que se retiraran del consejo. A partir de este momento se convirtieron en los discípulos más abiertos de Jesús en todo Jerusalén.
2013:2  188:1.3 Hacia las cuatro y media, el cortejo fúnebre de Jesús de Nazaret partió del Gólgota hacia el sepulcro de José, situado al otro lado de la carretera. El cuerpo estaba envuelto en una sábana de lino y lo llevaban cuatro hombres, seguidos por las fieles mujeres de Galilea que habían estado vigilando. Los mortales que llevaron hasta la tumba el cuerpo material de Jesús fueron: José, Nicodemo, Juan y el centurión romano.
2013:3  188:1.4 Transportaron el cuerpo hasta el sepulcro, una cámara cuadrada de unos tres metros de lado, donde lo prepararon rápidamente para sepultarlo. En realidad, los judíos no enterraban a sus muertos; los embalsamaban. José y Nicodemo habían traído grandes cantidades de mirra y áloes, y entonces envolvieron el cuerpo con unos vendajes empapados en estas soluciones. Cuando terminaron de embalsamarlo, ataron un paño alrededor de la cara, envolvieron el cuerpo en una sábana de lino y lo depositaron respetuosamente en una plataforma del sepulcro.
2013:4  188:1.5 Después de colocar el cuerpo en la tumba, el centurión hizo señas a sus soldados para que ayudaran a rodar la piedra de cierre delante de la entrada del sepulcro. Los soldados partieron después para Gehena con los cuerpos de los ladrones, mientras los demás regresaban entristecidos a Jerusalén para guardar la fiesta de la Pascua según las leyes de Moisés.
2013:5  188:1.6 El entierro de Jesús se llevó a cabo con una prisa y una precipitación extremas, porque era el día de la preparación y el sábado se acercaba rápidamente. Los hombres se apresuraron en regresar a la ciudad, pero las mujeres se quedaron cerca de la tumba hasta que se hizo de noche.
2013:6  188:1.7 Mientras sucedía todo esto, las mujeres estaban ocultas cerca de allí, de manera que lo vieron todo y observaron el lugar donde había sido enterrado el Maestro. Se habían escondido así porque a las mujeres no les estaba permitido asociarse con los hombres en momentos como éste. Estas mujeres pensaban que Jesús no había sido preparado adecuadamente para ser enterrado, y se pusieron de acuerdo para regresar a la casa de José, descansar el sábado, preparar los aromas y los ungüentos, y volver el domingo por la mañana para preparar convenientemente el cuerpo del Maestro para el descanso de la muerte. Las mujeres que permanecieron así cerca de la tumba este viernes por la noche fueron: María Magdalena, María la mujer de Clopas, Marta (otra hermana de la madre de Jesús) y Rebeca de Séforis.
2013:7  188:1.8 Aparte de David Zebedeo y José de Arimatea, muy pocos discípulos de Jesús creían o comprendían realmente que iba a resucitar de la tumba al tercer día.

 


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