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ÍNDICE DEL ESTUDIO La sabiduría del Libro de Urantia de Harry McMullan, III Traducción de Ángel Sánchez-Escobar Paso 11: Conseguimos un equilibrio entre lo físico y lo espiritual
A medida que Dios nos otorgaba el poder de cambiar nuestros objetivos materiales por los espirituales, pasamos por conflictos en nuestras vidas, pero estamos ya consiguiendo un mejor equilibrio entre nuestras necesidades humanas y nuestra vida espiritual. Este paso tiene que ver con la reconciliación entre un total compromiso interior y las exigencias de la vida diaria, equilibrando lo que es bueno para nosotros con lo que es bueno para los otros. ¿Es posible vivir en este mundo y, sin embargo, como Jesús dijo, no ser de este mundo? ¿Cómo podemos obrar en el espíritu cuando somos cada momento rehenes de la carne y de la sangre? ¿Cómo podemos resistirnos a no sentir ira, lujuria, codicia y egoísmo cuando el instinto de conservación, inculcados en nosotros por ese mismo Creador, nos impulsa a reaccionar de esa manera? ¿Es compatible vivir a la manera desinteresada del Maestro y tener un sentido práctico de la vida , e incluso triunfar en ésta? Nuestros instintos sirven para perpetuar la especie y nos mantienen vivos en un mundo a menudo cruel, pero, ¿cómo podemos reconciliar estos impulsos innatos con los opuestos, es decir, con los consejos de Jesús para que demos nuestras capas, caminemos una segunda milla y salvemos nuestras vidas perdiéndolas? A los ojos de Dios, todos tenemos unos derechos como personas, y no desea que nuestros semejantes tengan un total control de nuestro tiempo y de nuestras energía. El Padre nos ha creado tal como somos, y en tanto no comprometamos nuestra lealtad espiritual, él nos apoya en esos deseos de éxito y de satisfacción tan humanos. Dios nos ha dado los apetitos físicos y los deseos, y de la misma manera que no hay nada malo con el agua a no ser que nos ahoguemos en ella, no hay ningún mal intrínseco en estos impulsos humanos, incluso si se deben coartar en razón de consideraciones éticas de orden superior. La nueva vida se vive en el mismo mundo que la vieja, y los que buscan el espíritu deben adaptarse a las condiciones del vivir diario. Si ignoráramos nuestro propio bienestar, si nadie nos cuidara, moriríamos rápidamente de hambre o por las inclemencias del tiempo. Si continuamos viviendo sólo para nosotros como hicimos en la vieja vida, ¿qué diferencia hay con la vida a la que hemos renacido? Al haber renacido espiritualmente como hijos e hijas, no debemos tomar ninguno de estos extremos, sino dejarnos guiar por el sentido común y la sensatez que Dios nos ha otorgado. Dios no nos solicita o espera que ignoremos nuestro bienestar personal; su deseo es que subordinemos de manera desinteresada nuestros intereses al de los demás, recordando que él conoce nuestras necesidades personales y confiando en él para que nos la provea. Nuestro Padre es bien consciente de la difícil transición por la que todos debemos pasar para adaptarnos a la nueva vida en el espíritu, y él guiará sin percances a las almas dedicadas a su cuidado. Dios puede harmonizar las necesidades de nuestros cuerpos con los deseos de nuestras almas y sólo solicita que cooperemos para que la transición sea positiva y fructífera. Habiendo cruzado las puertas del reino, la batalla más importante se ha ganado, pero debemos conservar nuestro sentido común y sensatez para evitar ataques por la retaguardia, por un lado, de un materialismo exacerbado, y, por otro, de un fanatismo pseudo-espiritual falto de madurez. Tampoco debemos desanimarnos cuando en nuestra mente aparecen inesperados e indeseables huéspedes como la venganza, la ira o los celos. Sólo el tiempo puede borrar una huella tan profunda y perniciosamente marcada, pero ahora que el espíritu de Dios tiene su trono en nuestros corazones, podemos esperar pacientemente a que nos transforme a su semejanza. Es posible que nuestras dificultades emocionales no desaparezcan de momento, pero la ansiedad con respecto al estado de nuestras almas sólo conseguirá que la herida que cicatrizaba se vuelva a abrir. El mundo espiritual es tan real como el físico. El mundo físico nos facilita un aprendizaje que nunca más encontraremos en nuestro vida de ascenso por las muchas moradas del universo del Padre. Las necesidades del cuerpo en cuanto a alimentos, refugio y ropa no son menos reales que las que tiene el alma de fe, esperanza y amor. Vivimos nuestros ideales en el escenario de este mundo físico que contiene un entramado de circunstancias, a menudo asociadas de forma incongruente, de personas y cosas, incluyéndonos a nosotros. Las persistentes exigencias del mundo físico hacen que pongamos a prueba nuestros propósitos espirituales, impidiendo que se conviertan en meras abstracciones o fantasías. En este mundo, debemos saber acomodar, equilibrar y reconciliar
las diversas fuerzas e intereses en disputa de la mejor manera que sepamos,
y es raro que encontremos la perfecta solución a estos complejos
problemas de forma inmediata. La perfección es nuestra meta, pero
no se puede conseguir en este mundo. El Padre tiene todo esto en cuenta,
y no debemos recriminarnos con pensamientos de fracaso porque dificultaríamos
su acción en nosotros. Nuestro barco ha zarpado hacia las inexploradas
aguas de nuestro camino espiritual, y el Poder que pone al universo en
movimiento puede y hará por nosotros lo que es humanamente imposible
hacer.
Aquellos hombres y mujeres que conocen a Dios y que han nacido de la vivencia del Espíritu, no experimentan conflicto con sus naturalezas mortales más de lo que lo hacen los habitantes de los mundos y planetas más normales que nunca han sido manchados por el pecado ni tocados por la rebelión. Los hijos de la fe trabajan en niveles intelectuales y viven en planos espirituales muy por encima de los conflictos producidos por desenfrenados o desnaturalizados deseos físicos. El estímulo normal del ser animal y el apetito e impulso natural de la naturaleza física no entran en conflicto ni siquiera con la más alta realización espiritual excepto en la mente de las personas ignorantes, mal instruidas o, desafortunadamente, escrupulosas en extremo. Habiendo iniciado el camino de la vida eterna, habiendo aceptado la misión y recibido las instrucciones para avanzar, no temas los peligros del olvido humano y de la inconstancia mortal, no te preocupes por el temor al fracaso o te desconcierte la confusión, no vaciles ni cuestiones tu condición y situación porque en las horas tenebrosas, en cada encrucijada de tu lucha por seguir adelante, el Espíritu de la Verdad siempre hablará, diciendo: "Este es el camino". (p.383§1-2; 34:7.7-8) Cuando se trata de conflictos intensos y bien definidos entre las tendencias superiores e inferiores de las razas, entre lo que realmente es correcto o erróneo (no a lo que meramente se le llama correcto y erróneo), podéis confiar en que el Modelador siempre participará de alguna forma definida y activa en dichas vivencias. El hecho de que el proceder del Modelador pueda no ser percibido por el ser humano al que acompaña no disminuye en lo más mínimo su valor y realidad. (p. 1192§4; 108:5.9) El gran problema de la vida es saber adaptar las ancestrales tendencias de la vida a las exigencias de los impulsos espirituales iniciados por la presencia divina del Preceptor Misterioso. Aunque en su andadura en el universo y en el suprauniverso ningún hombre puede servir a dos amos, en la vida que vosotros vivís ahora en Urantia cada hombre debe por fuerza servir a dos amos. Debe tornarse hábil en el arte del continuo y temporal compromiso humano mientras cede a un solo amo su lealtad espiritual; y por esto tantos tropiezan y fracasan, se agotan y sucumben a la presión de la lucha evolutiva. (p.1199§5; 109:5.4) La mente humana no soporta bien el conflicto de una doble lealtad. Es un gran peso para el alma sufrir la experiencia de esforzarse por servir al bien y al mal a la vez. La mente supremamente feliz y eficazmente unificada es aquella dedicada por entero a hacer la voluntad del Padre celestial. Los conflictos no resueltos destruyen la unidad y pueden dar lugar a la dislocación de la mente. Pero el carácter de supervivencia del alma no se alimenta intentando asegurar la paz mental a cualquier precio, abandonando nobles aspiraciones y comprometiendo ideales espirituales; más bien tal paz se alcanza por la afirmación decidida del triunfo de lo que es verdadero, y esta victoria se logra venciendo al mal con la poderosa fuerza del bien. (p.1480§4 133:7.12) "Aunque experimentaréis gran gozo en el servicio de mi Padre, debéis también prepararos para las dificultades, porque os advierto que será sólo con mucha tribulación que muchos entrarán en el reino. Pero para los que hayan hallado el reino, su gozo será completo, y serán llamados los benditos de toda la tierra. [...]" (p.1533§3; 137:6.5) Se necesita tiempo para que se efectúe en hombres y mujeres un cambio amplio y radical de sus conceptos básicos y fundamentales en relación a la conducta social, a la actitudes filosóficas y a las convicciones religiosas.[...](p.1705§1; 152:6.1) "Sabes que el ímpetu de su propio egoísmo y los
impulsos de su naturaleza animal conduce a los hombres con demasiada frecuencia
a la tentación. Cuando seas tentado de esta manera, te aconsejo
que reconozcas honesta y sinceramente la tentación por lo que es,
y más bien canalices con inteligencia las energías del espíritu,
de la mente y del cuerpo, que tratan de expresarse, hacia caminos más
elevados y metas más idealistas. Así podrás transformar
las tentaciones en el más elevado y edificante ministerio humano,
evitando a la vez casi por completo esos estériles y debilitadores
conflictos entre la naturaleza animal y la naturaleza espiritual. [...]"
(p.1738§3; 156:5.4)
Enseñad a todos los creyentes
que los que entran en el reino no se vuelven inmunes a los accidentes del
tiempo ni a las catástrofes ordinarias de la naturaleza. Creer en
el evangelio no evitará encontrarse con problemas, pero sí
os asegurará que no tendréis miedo cuando éstos os
acucien. Si os atrevéis a creer en mí y de todo corazón
me seguís, al hacerlo así de cierto entraréis en un
camino en verdad difícil. No os prometo liberaros de las oscuras
aguas de la adversidad, pero sí os prometo que navegaré con
vosotros sobre ellas. (p.1767§1; 159:3.13)
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