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ÍNDICE DEL ESTUDIO La sabiduría del Libro de Urantia de Harry McMullan, III Traducción de Ángel Sánchez-Escobar Paso 12: Perseveramos en nuestra búsqueda
Estamos perseverando en nuestra búsqueda ,confiando que se cumpla el tiempo fijado por Dios para nuestro despertar espiritual. Estamos buscando sabiduría para conocer cuál es la voluntad de Dios y paciencia para que se cumpla en todas las cosas. El Eclesiastés nos dice que cada cosa tiene su debido tiempo. Las manzanas no maduran tras los primeros fríos porque queramos que sea así, sino porque ha llegado su momento. Sólo raras veces, si es que alguna vez, ocurren las cosas en el momento deseado. Nuestras acciones resultan en unas consecuencias que no podemos ni controlar ni predecir por los innumerables factores implicados, y mientras esperamos el resultado final de los acontecimientos de nuestra vida, los fracasos y reveses nos van haciendo crecer en la fe. Es posible que tardemos en ver esos resultados esperados o que nunca se atengan a nuestras propias acciones. Ante esto, sólo la paciencia nos va a enseñar a hacer lo que en sí mismo es bueno y correcto. Por ejemplo, si ayudar a otra persona nos trajera una inmediata recompensa, puede que este servicio no fuera sino un acto egoísta y premeditado, inaceptable para Dios, que nos pide que sirvamos a los demás por amor, no por el deseo o la expectativa de una gratificación personal. Dios ha fijado el tiempo perfecto para nuestro despertar espiritual, y, sabiendo todas las cosas, de alguna manera teje todas las aparentes circunstancias fortuitas de la vidas, nuestras actitudes y acciones como si se tratara de un singular tapiz de ricos matices y simetrías. El Padre con su poder relaciona todas las circunstancias a nuestro alrededor y nos hace crecer en el momento adecuado. Puede que tengamos un deseo especial en que las cosas ocurran de la manera que queremos, pero no podemos hacer que las circunstancias y las personas, cuya relación Dios ya ha previsto, se acomoden a nuestras expectativas. No podemos ejercer ningún control sobre el momento en que las cosas ocurren. Las posibilidades irán apareciendo como lo hacen las truchas momentáneamente entre las rocas del río para no volver a aparecer, por mucho tiempo que pasemos con la caña de pescar echada. No debemos intentar conseguir todo lo que queremos de forma instantánea porque la vida sencillamente no es así, y la impaciencia sólo trae frustración y acritud de carácter. La vida nos muestra día a día que a menudo tenemos que soportar, incluso por largos períodos, situaciones desagradables. La fe nos enseña lo mismo, pero además, nos enseña a comprender la necesidad de la paciencia. Antes, la paciencia era nuestra única alternativa; ahora, sin embargo, sabemos del gran bien que recibimos cuando esperamos el tiempo que Dios ha fijado. El Padre nos ha abierto los ojos al funcionamiento de su universo, y estamos de acuerdo con su debido curso. La perseverancia es importate en nuestras oraciones. La salvación para muchos de los problemas por los que oramos no es fácil, pero no debemos desanimarnos, porque, aunque tarde esa respuesta, cuando se haga realidad, será mucho mejor que la que la que esperábamos. Pase lo que pase, debemos resistir y nunca renunciar; debemos mantener una inquebrantable confianza en la buena voluntad y misericordia de nuestro Padre, y en su propósito de concedernos los justos deseos que brotan de nuestro corazón. La paciencia enriquece nuestras vidas. Esperamos la palabra de Dios y reconocemos que él está a cargo, no nosotros. Comprender que nuestras vidas y caminos están seguros en las manos amorosas y todopoderosas del Padre nos llena de satisfacción y de paz interior. Hemos dejado atrás el ejercicio inútil y frustrante de querer que los sucesos se acomoden a nuestras expectativas personales o de que las vidas de los demás se acomoden a nuestra visión de las cosas. La situación es simplemente así. Tenemos la obligación de obrar conforme a nuestro sentido de la guía de Dios, aceptando el mundo tal como, sin caer en la pernicionsa tentación de querer anticipar los irremediables efectos de nuestras acciones ni de imponer nuestros deseos sobre la libre voluntad de los demás. La paciencia es un noble rasgo de carácter, aunque pasivo.
La verdadera persistencia requiere de paciencia pero exige además
de nuestra activa reafirmación de buscar la voluntad de Dios en
lo que hagamos, sin ofrecer resistencia ni dejarnos vencer. Nada,
absolutamente nada, puede detener a un alma dedicada por completo a hacer
la voluntad del Padre. Dejamos a un lado nuestro desánimo y seguimos
adelante, confiando totalmente en que la rectitud acabará por triunfar
en nosotros y en el mundo.
Citas de El libro de Urantia El Padre Universal revela a todos los seres espirituales y a todas las criaturas mortales, de cualquier esfera y de cualquier mundo del universo de los universos, toda la clemencia y divinidad de su ser que estos seres espirituales y criaturas mortales sean capaces de percibir y comprender. [...] (p.27§1; 1:4.6 ) Ese es pues el curso primario o
elemental que afrontan los peregrinos de probada fe y que tanto han
viajado en el espacio. Pero mucho antes de llegar a Havona, estos
hijos que ascienden del tiempo han aprendido a dejarse agasajar por la
incertidumbre, a crecerse ante la desilusión, a entusiasmarse
frente a la aparente derrota, a sacar fuerzas ante las dificultades, a
mostrar un indomable valor frente a la inmensidad y a ejercer una invencible
fe frente a los retos de lo inexplicable. Por mucho tiempo, el grito de
batalla de estos peregrinos ha sido: "Junto con Dios, nada -absolutamente
nada- es imposible". (p.291§3; 26:5.3)
Cierto día, al preguntarle Ganid a Jesús por qué no se dedicaba a enseñar públicamente, él le respondió: "Hijo mío, todo ha de aguardar a que llegue su hora. Naces en el mundo, pero ninguna cantidad de ansiedad ni expresión de impaciencia podrá hacerte crecer. Debes darte tiempo en todos estos asuntos. Sólo el tiempo madurará la fruta verde en el árbol. Una estación sucede a la otra, y el atardecer sigue al amanecer sólo con el paso del tiempo. Ahora estoy yo de camino a Roma con tu padre y contigo, y eso es suficiente por hoy. Mi mañana está totalmente en las manos de mi Padre en el cielo". [...] (p.1436§4; 130:5.3) "La oración es el aliento del alma y debe conduciros a perseverar en vuestro intento de conocer la voluntad del Padre. Si alguno de vosotros tiene un vecino, y acude a él a media noche y le dice: 'amigo mío, préstame tres panes, porque acaba de llegar un viajero amigo mío, y nada tengo para darle'; y si tu vecino responde, 'no me molestes porque mi puerta ya está cerrada y mis hijos y yo ya estamos acostados; es por eso por lo que no puedo levantarme para darte pan', pero tú insistirías y explicarías que tu amigo tiene hambre, y que no tienes comida para darle. Y yo te digo que si tu vecino no quiere levantarse para darte pan por amistad, se levantará y te dará tantos panes como necesites para que no le importunes más. Así pues, si la perseverancia gana el favor de un simple mortal, imaginaos cuánto más ganará vuestra perseverancia en el espíritu el pan de la vida de las generosas manos del Padre celestial. De nuevo os digo: pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque el que pide recibe; el que busca halla; y al que llama a la puerta de la salvación, la puerta se le abrirá. [...]" (p.1619§1; 144:2.3) Esa misma noche Jesús dio a los
apóstoles el inolvidable discurso sobre el valor relativo de nuestra
condición ante Dios y del progreso en el eterno ascenso al
Paraíso. Dijo Jesús: "Hijos míos, si existe un nexo
verdadero y vivo entre el hijo y el Padre, con certeza el hijo continuamente
progresará hacia los ideales del Padre. Es verdad que el hijo
quizás al principio progrese con lentitud, pero será sin
embargo un progreso seguro. Lo importante no es la rapidez con la que progreséis
sino su seguridad. Vuestro verdadero logro no es tan importante como el
hecho de que la dirección en la que progresáis sea hacia
Dios. Lo que lleguéis a ser día tras día es infinitamente
más importante que lo que sois hoy. (p.1653§1; 147:5.7)
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