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ÍNDICE DEL ESTUDIO

Veintiún pasos hacia un despertar espiritual
La sabiduría del Libro de Urantia
de Harry McMullan, III
Traducción de Ángel Sánchez-Escobar

Paso 13: Adquirimos perspectiva



 Llegamos a valorar tanto lo inevitable como las compensaciones que la vida nos ofrece, a medida que comenzamos nuestra ilimitada exploración de la creación de Dios.

 Desde una perspectiva humana, muchas cosas de la vida nos pueden parecer injustas o trágicas. Un accidente de tráfico, una carta inesperada -el mínimo giro en el caleidoscopio y todo cambia-. Desde una amplia perspectiva espiritual, se es capaz de reconocer que Dios rige el mundo invisible que subyace y sostiene  la creación física. Sin embargo, desde nuestra limitada perspectiva espiritual, los caminos de Dios pueden que nos parezcan misteriosos por nuestra inhabilidad de entender la verdadera naturaleza que rige los acontecimientos. Aceptaríamos de mayor grado los avatares de la vida si comprendiéramos que es la mano de Dios la que hace o permite que todo suceda de la manera que sucede. Nuestros momentos de aflicción no lo serían tanto cuando llegamos a esta conclusión, y mucho menos cuando consideramos que nuestro Padre es capaz de transformar el mayo dolor en el mayor bien. Dios nos manda lo bueno, mientras que sólo permite lo doloroso en la presencia de cosas o relaciones que se interpongan en el desarrollo de nuestras almas o en caso de situaciones que, aunque nos hagan sufrir, nos van a ayudar a construir un  carácter con el temple del acero.  Es verdad que nuestro Padre no evita nuestra aflicción, pero la soporta con nosotros con su compañía amorosa.

 Aunque Dios no desea la aflicción de sus hijos, sí permite que ocurran circunstancias dolorosas cuando necesitamos aprender una lección en la vida, haciendo así que este dolor se transforme en un aprendizaje enriquecedor para nuestras almas. Con su asistencia, incluso nuestras más lamentables experiencias se tornan beneficiosas al dotarlas de valor espiritual y al incluirlas -olvidando nuestros errores- en el plan universal que ha diseñado para la evolución de sus universos.

 Algunas de las tragedias de la vida suceden a causa de circunstancias físicas  inevitables en un planeta gobernado por leyes físicas establecidas, como en el caso de un alud que aplasta a un montañero de forma repentina. Las rocas ruedan cuesta abajo por la gravedad, una ley física establecida por Dios, que arrastra siempre hacia abajo a cualquier objeto que se esté en desequilibrio o sin apoyo. La muerte del montañero es una tragedia para él y para los que le amaban o dependían de él, pero la tragedia sería aún mayor si fuese una fuerza caprichosa, a la que no se pudiese aplicar coherentemente ninguna ley, la causante. Si miramos este suceso desde otra perspectiva, el libre albedrío del montañero le permite elegir y escalar por una peligrosa ruta, porque el plan que Dios ha dispuesto para nuestro crecimiento y avance precisa que estemos sin protección y en contacto con la realidad si es que hemos de poner en práctica nuestra completa, aunque relativa libertad de acción.

 Otras tragedias surgen como consecuencia de actos de maldad o despreocupación de unas personas respecto a otras. Dios permite que esto ocurra porque su respeto por la libertad de albedrío se aplica tanto al mal como al bien, y el auténtico libre albedrío implica la posibilidad de equivocarse. Nuestro Padre desea que sus hijos e hijas amen y sirvan a sus semejantes voluntariamente, desde el corazón, y esto precisa de  libertad para hacer lo contrario. Pero cuando aquellos que han dedicado sus vidas a él reciben algún daño,  ya sea por causas físicas o por cualquiera otra causa, el Padre hace que las consecuencias de estos dolorosos sucesos o acciones de maldad se conviertan en un bien para ellos.

 ¿Quién puede concebir la majestad del Creador o adivinar su presciencia o su sabiduría? ¿Quién puede mejor que él dar un propósito a nuestras vidas? ¿Qué ser de inteligencia es capaz de comprender mejor las causas y efectos que recorren galaxias y eras? El Padre de luz vive todos los aspectos de su creación en un presente sin tiempo, sosteniendo y manteniendo la existencia de cada ser y cosa mediante la inaccesible sabiduría de su mente infinita. Ver la vida como la ve el Padre es verla en su auténtica dimensión, es descubrir su propósito en la confusa dispersión de los avatares diarios, es  adquirir las necesarias fuerzas para vivir como si le pudiéramos ver a él que es invisible.

 El sol hace caer sus últimos rayos. Desde lo alto de una colina vemos como las calles de la ciudad se iluminan poco a poco. Muchos regresan en coche a sus casas tras una agotadora jornada de trabajo. Tras los faros se adivinan distintas vidas, distintos problemas; algunos regresan con sus familias o con sus seres queridos, otros, a la soledad de sus casas. Es imposible que comprendamos cómo se relaciona Dios de manera personal con cada una de estas personas, pero sabemos que lo hace. Dios vive de forma transcendente en su Paraíso, pero también en cada uno de estos corazones. Su llamada amorosa resuena como un eco por los corredores solitarios, mientras su brazo sostiene al herido. Su majestad estremece montañas gigantescas, y sus ojos lo alcanzan a ver todo. Él recorre el curso de los tiempos y nos encuentra donde quiera que estemos, y nos invita a ocupar el lugar que tiene para nosotros en su universo, un universo que se extiende de forma ilimitada. A medida que caminamos por la senda del espíritu, más vamos aprendiendo del propósito eterno de Dios  y adquiriendo una perspectiva cósmica cada vez más amplia. Sentimos en nosotros el amor del Padre, y, cada vez, abrigamos una mayor seguridad de su continua presencia con nosotros.
 

Citas de El libro de Urantia

      La confusión y agitación de Urantia no indican la falta de interés o de capacidad de los Gobernantes del Paraíso para actuar en relación a éstos. Los Creadores poseen pleno poder para hacer de Urantia un verdadero paraíso, pero un Edén así no contribuiría al desarrollo de esos rasgos fuertes, nobles y experimentados que los Dioses con tanta firmeza  forjan en vuestro mundo, entre el yunque y el martillo, entre la necesidad y la angustia. Vuestra ansiedad y aflicción,  vuestras pruebas y desencantos, son parte del plan divino en vuestra esfera al igual que lo son la excelente perfección y la infinita adaptación de todas las cosas a su propósito supremo en los mundos del universo central y perfecto.   (p.258§11; 23:2.5)

 Pero inherente a esta capacidad de realización está la responsabilidad de la ética, la necesidad de reconocer que el mundo y el universo están llenos de muchos tipos diferentes de seres. Toda esta magnífica creación, incluyéndote a ti mismo, no se hizo sólo para ti. No es este un universo egocéntrico. Los Dioses han instruido,  "Es más noble dar que recibir", y  vuestro Hijo Soberano dijo, "El que sea más grande entre vosotros, que sea el servidor de todos".  (p.316§5;  28:6.18)

      El universo de los universos, incluyendo a este pequeño mundo llamado Urantia, no se dirige simplemente para que tenga nuestra aprobación ni para nuestra conveniencia, mucho menos para complacer nuestros caprichos y satisfacer nuestra curiosidad. Los seres de sabiduría y omnipotencia que tienen la responsabilidad de dirigir el universo sin duda saben muy bien lo que tienen que hacer; y así sucede a los Portadores de Vida y corresponde a la mente humana procurar esperar con paciencia y cooperar fervientemente con el régimen de la sabiduría, el reino del poder y la marcha del progreso.  (p.736§6; 65:5.3)

      Vosotros los humanos habéis comenzado el despliegue interminable de un horizonte  casi infinito, la expansión sin límites de ámbitos cada vez más amplio de oportunidades sin fin para el servicio vivificante, la aventura incomparable, la incertidumbre sublime y la realización sin fronteras. Cuando ante vosotros se acumulen las nubes, debéis en la fe aceptar el hecho de la presencia del Modelador en vuestro interior; así deberíais ser capaces de mirar más de las nieblas de la incertidumbre humana hasta llegar hasta la clara luz del sol de la eterna rectitud en las acogedoras alturas de los mundos de morada [...]. (p.1194§1;108:6.8)

      La paciencia se ejercita por esos mortales de cortas miras temporales; la verdadera madurez trasciende la paciencia mediante la tolerancia nacida de la genuina comprensión.
      Madurar significa vivir más intensamente en el presente, escapando al mismo tiempo de las limitaciones del presente. Los planes hechos en la madurez, fundados en las experiencias pasadas, se hacen realidad en el presente con el objeto de mejorar los valores del futuro.
      En la inmadurez, el marco temporal concentra el significado-valor de las cosas en el momento presente para separar el presente de su relación real con el no presente, con el pasado futuro. En la madurez, el marco temporal está proporcionado para revelar la relación equiparada del pasado-presente-futuro en que el yo comienza a tener una apreciación de la totalidad de los acontecimientos, comienza a visualizar el escenario del tiempo desde una perspectiva panorámica de horizontes más amplios, comienza quizás a imaginarse el continuo eterno, sin principio ni fin, cuyos fragmentos llamamos tiempo. (p.1295§6-8; 118:1.6-8)

      No os desaniméis al descubrir que sois humanos. La naturaleza humana puede tener tendencia al mal pero no es intrínsecamente pecaminosa. No os sintáis desalentados ante vuestra incapacidad para olvidar por completo algunas de vuestras experiencias más lamentables. Los errores que no podáis olvidar en el tiempo se olvidarán en la eternidad. Aliviad el peso de vuestra alma poniendo vuestro destino en una perspectiva más amplia, en la expansión de vuestra andadura en el universo. (p.1739§3; 156:5.8)

 Los seres humanos indefectiblemente se desalientan cuando sólo perciben el paso transitorio del tiempo. El presente, cuando se separa del pasado y del futuro, se torna exasperadamente  trivial. Tan sólo vislumbrar el círculo de la eternidad puede inspirar al hombre a dar lo mejor de sí mismo y llevar lo mejor que hay en él a su máxima expresión.[...] (p.1776§3; 160:2.9)
 
 "Que no se atribule vuestro corazón; todas las cosas cooperan a la gloria de Dios y a la salvación de los hombres". (p.1966§1; 182:2.1)

      Enseñó a los hombres a que se tuvieran a sí mismos en gran estima en el tiempo y en la eternidad. Fue por esta gran estimación que tenía Jesús del hombre por lo que estaba dispuesto a rendir un absoluto servicio a la humanidad. Y fue este valor infinito de lo finito que hizo que la regla de oro fuera un factor vital de su religión. ¿Qué mortal puede dejar de sentirse elevado por la fe extraordinaria que Jesús tiene en él?  (p.2093 §4; 196:2.10)