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ÍNDICE DEL ESTUDIO

Veintiún pasos hacia un despertar espiritual
La sabiduría del Libro de Urantia
de Harry McMullan, III
Traducción de Ángel Sánchez-Escobar

Paso 14: Tuvimos fe



 
 Tuvimos fe en que el plan de Dios para nosotros era el mejor que pudiésemos nunca imaginar para  nosotros mismos, y que nuestra mayor alegría estaba en hacer su voluntad. Experimentamos la libertad espiritual de aceptar la acción de nuestro Padre en el resultado de los actos que acometemos con fe.

 La fe es la expresión de una ley universal basada en nuestra dependencia incondicional al  Soberano de los universos y en su capacidad para efectuar su voluntad en la tierra y en nuestras vidas, sin límites ni obstáculos. Pero, ¿cómo podemos conocer la voluntad de Dios al paso del tiempo cuando se multiplican nuestras posibilidades de decisión? ¿Cómo podemos estar seguros de que estamos haciendo su voluntad al intentar responder a la guía divina que sentimos en nuestras almas?

 En este mundo existen pocas cosas de las podemos estar seguros de verdad; a menudo encontramos una bifurcación en la carretera antes de elegir la ruta que hemos elegido, y no podemos demorarnos si no queremos desviarnos de nuestro camino. En casos así debemos simplemente actuar, confiando en la guía de nuestro Padre. Si hemos pedido a Dios que nos dé sabiduría en una situación particular, una vez que llega el momento de la decisión, quedar paralizados y evitar la acción por miedo a errar confirmaría el mismo error.

 Cuando hacemos la voluntad de Dios de la mejor manera que sabemos, tenemos derecho a actuar con decisión en la fe incluso cuando encontremos nubes en nuestro horizonte y nos sintamos confusos. La duda y la indecisión puede tener un efecto negativo en nuestra fe además de hacer fracasar una decisión que de otra manera hubiese sido acertada. Cuando nos llegue el momento de decidir, podríamos decir,  "Padre, creo que este es el camino que tú deseas que yo tome, y a no ser que me digas lo contrario, voy a seguir adelante en esa dirección".

 Se construyen grandes pesqueros para buscar la pesca en alta mar, y no para quedar anclados en el puerto. Dios, de igual manera, nos coloca en la tierra para que participemos en la vida y no deja por menos de sufrir al vernos amarrados al puerto por miedo a lo que el mar de la vida nos pueda deparar, cuando es para eso para lo que estamos aquí. Él desea que zarpemos con la confianza en que él nos guiará por rutas trazadas con su infinita sabiduría.

  Debemos tener confianza y tomar con fe las decisiones que tenemos que tomar, de otra manera, ¿dónde está la fe?  Y no debemos preocuparnos porque, aunque nos equivoquemos, Dios corregirá cualquier error convirtiéndolo en un buen resultado. Cuando caminamos conforme a la verdad, a la bondad y a al amor superior, y nos conducimos de acuerdo con la guía de Dios como mejor sabemos, él corregirá la senda que tomemos, aunque sea muy defectuosa. El padre conoce las  limitaciones de nuestra mente y de nuestras naturalezas, nos acepta tal como somos y adapta sus planes de perfección para que se ajusten a las circunstancias de sus hijos aquí en la tierra, permitiéndonos así ser compañeros suyos en la realización de su eterno destino.

 Los actos de fe están siempre en armonía con la verdad, la belleza, la bondad y el amor, y cuando nos sintamos confundidos en cuanto a la guía del Padre, esos valores siempre nos indicarán cuál es su voluntad, porque es inconcebible que Dios nos lleve hacia algo que sea no verdadero, feo y  falto de amor. Muchos de los problemas cotidianos carecen de una dimensión espiritual, y con frecuencia debemos basar nuestra elección en el sentido común unida al consejo sensato de algún buen amigo o amiga. Pero, incluso en esos momentos, no debemos nunca desatender un cierto sentido de la guía de Dios, porque, como cualquier padre, a él le preocupan las nimiedades de nuestra vida diaria y quiere que vivamos una vida feliz y fructífera, y, en especial, que nuestras almas avancen.

 La fe hace que el poder de Dios actúe en nuestras tareas diarias dándole un propósito divino. La fe no es simplemente la convicción de que Dios existe, sino de que él actúa con su poder para ayudarnos a ganar las batallas de la vida. La fe desencadena la energía con la que podemos romper cualquier barrera, ganar a cualquier enemigo, vencer cualquier adicción, conquistar cualquier discapacidad e incluso cualquier tipo de miedo. La fe crea vínculos entre nuestros corazones y el Soberano de los universos y nos desvela objetivos, propósitos y miras que nos otorgan la prerrogativa de recorrer el último trecho, después de que todas las cosas de la tierra fallan estrepitosamente.

 El Padre de luz camina al lado de nuestra cabalgadura de sueños, abriendo veredas al puro de corazón. Dios concede la paz interior a aquellos cuya fe está anclada en la roca de su soberanía, a aquellos que entienden que él hace bien de todas las cosas. Ya sea nuestra vida larga o corta, la fe sostiene los grandes logros humanos e impulsa nuestras almas a la vida eterna, donde todavía mayores logros aguardan a los hijos e hijas de Dios.,

 La fe es el proceso por el que llegamos a conocer al Hacedor. La fe resuelve los misterios, abre las puertas de las prisiones, explora cavernas profundas y salva a las almas atrapadas en la desesperanza o en la depravación. La fe enseña de las cosas del espíritu al que se inicia en éste; su red nos trae todas las cosas buenas cuando la echamos con valentía. La fe quita la ceguera del materialismo, pero nunca nos lo  muestra todo, porque el Creador infinito, en quien depositamos nuestra fe, reside en un misterio inaccesible. Por medio de nuestra fe, el Padre aquieta nuestros pensamientos dispersos, conforta nuestras almas e ilumina el camino del recto vivir hacia el reino del espíritu, donde Dios ha preparado nuestro hogar eterno. La fe consuela al alma atribulada del hombre moderno y serena su mente en medio de los conflictos y tensiones de nuestra existencia. La fe abre nuestras almas a Dios, cuyo amor nos envuelve, desvelando aquello que es lo más valioso de la existencia humana,

 Dios reúne los migas de la fe y las multiplica llenando cestas y cestas. Él nos toma de su mano de pequeños cuando nos abate la confusión, y nos devuelve ya adultos, como santos. Dios cuida del jardín de nuestra fe con sus mejores herramientas, con ojos vigilantes y dedos amorosos. Él hace girar el mundo para que la luz del sol nutra las hojas de este jardín de fe, y empuja las nubes para regarlo. Él busca en las raíces pocos profundas, vulnerables y jóvenes de nuestra fe y aparta las asfixiantes malas yerbas , y tala las ramas que crecen sin rumbo para que podamos, a su debido tiempo, ser árboles maduros.

 Más allá nos aguarda ese viaje que nunca creímos poder realizar. Pero el objeto de la fe nos mueve a lugares cada vez más elevados; lugares que todavía visualizamos con dificultad. El peregrino caminante ve a lo lejos, entre la alta cadena de montañas, todavía envuelta en la niebla, la colina que busca, pero no le importa el reto, sus fuertes pies siguen caminando. La fuente de la fe es sólo Dios, que es también el destino, el hogar al que viajamos, y a quien veremos, con incluso mayor claridad, como nuestro Padre.
 

Citas de El libro de Urantia

 
 La providencia de Dios consiste en la actividad entrelazada de los seres celestiales y de los espíritus divinos que, de acuerdo con las leyes cósmicas, laboran sin cesar para honrar a Dios y hacer avanzar espiritualmente a sus hijos del universo. (p.54§4; 4:1.1)
 
      En el hombre mora espiritualmente un Modelador del Pensamiento que sobrevive. Si la mente de este hombre está sincera y espiritualmente motivada, si su alma humana desea conocer a Dios y parecerse a él, si con franqueza desea hacer la voluntad del Padre, no existirá ninguna influencia negativa debida a carencias humanas ni posible interferencia de capacidad positiva alguna que impida que dicha alma, así motivada de forma divina, ascienda con seguridad hasta las puertas del Paraíso.(p.63§5; 5:1.7)

      La mente humana puede pensar inmediatamente en mil y una cosas -catástrofes físicas, accidentes espantosos, desastres horribles, enfermedades dolorosas y calamidades mundiales- y preguntarse si tales sucesos están correlacionados con los desconocidos designios de esta  probable acción del Ser Supremo. Francamente, no lo sabemos; no estamos realmente seguros. Pero sí observamos que, según pasa el tiempo, todas estas situaciones difíciles y más o menos misteriosas tienen siempre como resultado el bienestar y el progreso de los universos. [...] (p.115§7 10:7.5)

      Existe un propósito grande y glorioso en la marcha de los universos por el espacio.Todas vuestras luchas humanas no son en vano. Todos nosotros somos parte de un plan inmenso, de un gigantesca obra, y es la inmensidad de esa tarea la que imposibilita que, en un momento determinado o durante una vida, veamos gran parte de ella. Todos formamos parte de un proyecto eterno que los Dioses dirigen y efectúan. La espléndida totalidad del mecanismo universal sigue su marcha a través del espacio, con majestuosidad, al compás de la música del pensamiento infinito y del propósito eterno de la Primera Gran Fuente y Centro.
      El propósito eterno del Dios eterno es un elevado ideal espiritual. Los acontecimientos del tiempo y las luchas de la existencia material no son otra cosa que el andamiaje transitorio que tiende un puente hacia el otro lado, hacia la tierra prometida de la realidad espiritual y la existencia celestial.[...] (p.364§3-4; 32:5.1-2)

      Hay en la mente de Dios un plan que incluye a todas las criaturas de todos sus inmensos dominios, y este plan consiste en un propósito eterno de oportunidades sin límites, de progreso ilimitado y de vida sin fin. ¡Y los tesoros infinitos de una andadura tan inigualable son vuestros sólo con luchar!
      ¡El objetivo de la eternidad os aguarda! ¡La aventura de lograr la divinidad se encuentra frente a vosotros! ¡La carrera por la perfección está en marcha! Quien lo desee puede correr, y la victoria de cierto coronará los esfuerzos de todo ser humano que participe en la carrera de la fe y de la esperanza, dependiendo a cada paso de la dirección de su Modelador interior y de la guía de ese buen espíritu del Hijo del Universo, que generosamente ha sido derramado sobre toda carne. (p.365§3-4; 32:5.7-8)
 
 Aunque es del todo cierto que no puede venir el bien del mal para aquel que concibe y hace el mal, es igualmente verdad que todas las cosas (incluyendo el mal, potencial o manifestado) cooperan para el bien de todos los seres que conocen a Dios, desean  hacer su voluntad y ascienden al Paraíso de acuerdo con su plan eterno y su propósito divino. (p.616§6; 54:4.7)

      Cuando los Modeladores del Pensamiento moran en la mente humana, traen con ellos caminos modélicos, vidas ideales, tal como ellos mismos y los Modeladores Personalizados de Divinintón determinaron y predispusieron, y  Modelador Personalizado de Urantia autorizó. Así empiezan su tarea con un plan definido y predeterminado para el desarrollo intelectual y espiritual de aquellos bajo su dirección, pero no corresponde a ningún ser humano aceptar este plan. Todos vosotros estáis predestinados, pero no está predispuesto que debáis aceptar esta predestinación divina; tenéis  plena libertad para rechazar cualquier parte del plan de acción de los Modeladores del Pensamiento o todo el plan. [...] (p.1204§5; 110:2.1)

 "La acción es nuestra, las consecuencias de Dios". (p.1286§3; 117:5.5)

 "Ganid, tengo una absoluta confianza en el completo cuidado de mi Padre celestial. Estoy consagrado a hacer la voluntad de mi Padre que está en el cielo. No creo que pueda acontecerme ningún daño real; no creo que las intenciones de mis enemigos puedan hacer peligrar mi labor en la vida, y de seguro que no hemos de temer violencia alguna de parte de nuestros amigos. Estoy absolutamente convencido de que el universo entero me es amigable; quiero creer de todo corazón esta verdad todopoderosa, a pesar de que las apariencias puedan indicar lo contrario". (p.1469§3; 133:1.4)
 
      Al ver los dolientes que María había ido a saludar a Jesús, se retiraron a corta distancia, mientras Marta y María estaban con el Maestro y recibían sus palabras de consuelo y estímulo para que se mantuvieran  firmes en su fe en el Padre y se resignaran por completo  a la voluntad divina. (p.1843§5; 168:0.11)