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ÍNDICE DEL ESTUDIO

Veintiún pasos hacia un despertar espiritual
La sabiduría del Libro de Urantia
de Harry McMullan, III
Traducción de Ángel Sánchez-Escobar

Paso 15: Sentimos seguridad


 Nos damos más cuenta de la incesante preocupación de Dios por nuestro crecimiento espiritual. Comenzamos a sentirnos mucho más seguro del amor incondicional del Padre y a sentir una paz interior que no alcanzamos a comprender.

 Interiormente nos encontramos agotados; nuestros hombros se desploman como si estuvieran cargando un gran cubo de mezcla. Cuando el miedo o la culpa acorralan nuestra mente no nos es posible actuar con eficacia y decisión, pero cuando nuestro interior está en armonía con el universo, poco nos puede detener: se abren sendas por las que caminar con firmeza, un ejército invisible nos apoya en la batalla, los grandes problemas se reducen, los pequeños problemas desaparecen, los fantasmas de nuestro interior huyen y nuestra mente se torna más clara a la hora de tomar decisiones.

 El amor de Dios es incondicional, y siempre hemos tenido la seguridad de su amor. Como un agricultor que siembra la tierra con sus semillas, el Padre continuamente siembra nuestras poco receptivas mentes de semillas espirituales de fe y de amor, esperando que al menos algunas de ellas echen raíces. Él conoce el momento de la siembra, cuándo regar y cuándo fertilizar; siempre hace lo mejor de lo que le damos. El consuelo y la seguridad que sentimos, cada vez con más fuerzas, nos muestran que, al menos, algunas de esas semillas han empezado a crecer. Sentimos esa paz cuando ya la tenemos, pero resulta más intensa cuando nos hemos visto privado de ella, cuando en algún momento hemos creído que estaba fuera de nuestro alcance.

 Existe un ritmo en la vida y en los asuntos de los seres humanos; no siempre es posible conseguir una paz duradera y profunda. Con las circunstancias, nuestras emociones nos hacen vacilar, como si sólo de vez en cuando pudiéramos sintonizar con nuestro Hacedor. Sin embargo, Dios no quiere que nos apartemos de la vida para evitar sus inevitables turbaciones y confusiones; todo lo contrario, él desea que llevemos esa seguridad en nosotros cuando participamos activamente en la vida,  como si nos vistiéramos de un reluciente traje de cordura contra los conflictos de este mundo y los viéramos desde una perspectiva nueva, con una nueva serenidad.

 Puede que el resultado sea incierto, pero no así los objetivos. Percibimos el mundo a través de un cristal oscuro, pero la paz infunde e invade nuestras almas de confianza. No sabemos hasta dónde nos lleva la carretera, sino sólo que tenemos en nosotros el amor de Dios para darnos la mayor recompensa de los tiempos. Es posible que sintamos el polvo del camino, pero nuestro interior estará limpio.

 Todo parece ir bien cuando de repente el día se oscurece y se acercan unas tormentas que hacen temblar la tierra como si estuviese bombardeada por una artillería pesada. Desde los nubarrones negros, salen cientos de rayos que abrasan la tierra. Una lluvia de granizo comienza a  caer sobre nosotros. La tormenta sigue sobre nosotros, haciendo a los árboles añicos; los relámpagos iluminan de vez en cuando el terrible escenario; los cristales de las ventanas explotan en mil fragmentos cerca de nuestra familia, que casi no ha tenido tiempo de acurrucarse a nuestro lado; el viento se lleva los aleros de la casa cuyos pilares comienzan a crujir; el revestimiento exterior y las tejas se desgajan y ruedan como plantas rodadoras con el viento. Nos abrazamos a nuestros asustados hijos y pedimos que Dios en su voluntad les proteja, pero ni las heridas ni incluso la muerte nos estremecen, porque las circunstancias están fuera de nuestro control, en las manos de Dios, y tenemos seguridad de su amor y de su poder.

 Cuando una multitud sin piedad ataca las puertas de la ciudad; cuando los dientes de miles de engranajes hacen polvo nuestros planes; cuando la virulencia del temporal en el mar inunda nuestra endeble cabaña; cuando la familia nos rechaza, los amigos nos abandonan y el enemigo se regodea de nuestros fracasos; cuandos nuestras deudas nos llevan a la ruina; cuando el teléfono no trae sino noticias desagradables y todas las cosas de la tierra se tambalean, hay un lugar en el que todavía podemos estar a salvo; hay Alguien que consuela nuestras sufridas almas.

 Padre, te amamos por quien eres y por lo que haces por nosotros. Necesitamos tu ayuda cuando estamos heridos, y sabemos que tú das respuesta a nuestra súplicas incluso antes de que te pidamos nada. Nos diste la vida, pero también la gracia para poder soportar su adversidad. Deseamos sentir en mayor plenitud tu presencia de espíritu. Tú respondes a las oraciones de nuestras almas y nos cuentas sin palabras los secretos de éste y de otros mundos. Otros gritan pero tu susurras, bañando nuestras almas de tu luz eterna. Tú hablas el lenguaje de los corazones, extiendes los confines de lo inconmensurable hasta más allá del conocimiento humano. Tú enseñaste a volar a las gaviotas, modelaste el álamo y el sauce, y creaste la maleza y el vidrio. Por encima de todo y ante todo te adoramos, Fuente de la vida.
 

 Citas de El libro de Urantia

      Al hombre mortal le es imposible conocer la infinitud del Padre celestial. La mente finita no puede concebir tal verdad o hecho absoluto. Pero este mismo ser humano finito puede en realidad sentir -experimentar en un sentido literal- el efecto pleno y sin disminución del AMOR de ese Padre infinito. [...] (p.50§4;  3:4.6)

       Si el hombre mortal está espiritualmente motivado y consagrado, con todo su corazón, sin reservas, a hacer la voluntad del Padre, entonces, puesto que está tan cierta y efectivamente dotado por el Modelador divino que habita en su interior, no puede dejar de materializarse, en la experiencia de ese ser, la conciencia sublime de conocer a Dios y la excelsa seguridad de sobrevivir con el propósito de encontrar a Dios al hacerse progresivamente cada vez más semejante a él. (p.63§4; 5:1.6)

      Y cuando se acepta con libertad e inteligencia esa vida bajo la guía del espíritu, se desarrolla, de forma paulatina, en la mente humana una inequívoca conciencia de contacto divino y de certitud en la comunión espiritual; tarde o temprano "el Espíritu mismo da testimonio a tu espíritu (el Modelador) de que eres hijo de Dios".
     La conciencia de la dominación del espíritu en una vida humana viene acompañada de una creciente manifestación de características del Espíritu en la reacción hacia la vida del  mortal bajo la dirección del espíritu, "porque los frutos del espíritu son amor, gozo, paz, paciencia, dulzura, bondad, fe, mansedumbre, humildad y templanza". Estos mortales guiados  por el espíritu e iluminados de forma divina, incluso cuando caminan por los humildes senderos del esfuerzo y cumplen, con lealtad humana, con las obligaciones de sus deberes terrenales, han comenzado ya a percibir las luces de la vida eterna que brillan en las lejanas orillas de otro mundo; ya han comenzado a comprender la realidad de esa verdad inspiradora y reconfortante, "El reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo". Y a través de cada prueba, frente a cada penuria, las almas nacidas del espíritu se sostienen de esa esperanza que trasciende todos los temores, porque el amor de Dios se esparce a todos los corazones mediante la presencia del Espíritu divino. ( p.381§6-7;34:6.12-13)

      Jesús ilustró la profunda seguridad del mortal que conoce a Dios cuando dijo: "¿Qué le importa al creyente del reino que conoce a Dios si sucumben todas las cosas terrenales?" La seguridad en lo temporal es vulnerable, pero la certeza espiritual es inalterable. Cuando las fuertes mareas de la adversidad humana, del egoísmo, de la crueldad, del odio, de la maldad y de los celos golpean al alma humana, podéis descansar en la seguridad de que existe un bastión interior, la ciudadela del espíritu, que es absolutamente inexpugnable; esto es verdad al menos para cada ser humano que haya encomendado el cuidado de su alma al espíritu del Dios eterno que mora en su interior. (p.1096§4; 100:2.7)

      "En cuanto a mi mensaje y a las enseñanzas de mis discípulos, debéis juzgarlos por sus frutos. Si os proclamamos las verdades del espíritu, el espíritu atestiguará en vuestro corazón que nuestro mensaje es genuino. En cuanto al reino y a vuestra convicción de ser aceptados por el Padre celestial, dejad que os pregunte ¿qué padre entre vosotros, que sea bondadoso y merecedor de llamarse padre, dejaría a un hijo suyo en la angustia o en la duda sobre su situación familiar o sobre el lugar afectivo que ocupa en su corazón de padre? ¿Acaso vosotros, padres terrenales, disfrutáis torturando a vuestros hijos con la incertidumbre sobre el amor que les profesáis en vuestro corazón humano? Tampoco deja vuestro Padre en el cielo a sus hijos espirituales por la fe en la incertidumbre de no saber cuál es su posición en el reino. Si recibís a Dios como vuestro Padre, entonces de cierto y en verdad seréis hijos de Dios. Y si sois sus hijos, entonces encontraréis certitud de posición y estado en todo lo que se refiera a vuestra filiación eterna y divina.[...]" (p.1601§2;142:5.2)

 "Venid pues todos vosotros que laboráis y lleváis pesadas cargas y encontraréis descanso para vuestras almas. Aceptad el yugo divino, y experimentaréis la paz de Dios, que está más allá de toda comprensión". ( p.1627 §5; 144:8.8)

       Cuando mis hijos tengan conciencia de la seguridad de la presencia divina, esa fe les expandirá la mente, les ennoblecerá el alma, les reforzará la personalidad, les aumentará la felicidad, les profundizará la percepción espiritual, y aumentará su capacidad para amar y ser amados. (p.1766§8; 159:3.12)

      "Si mis palabras albergan en vosotros y queréis hacer la voluntad de mi Padre, seréis entonces en verdad mis discípulos. Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres'. [...]" (p.1796§4; 162:7.2)