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ÍNDICE DEL ESTUDIO

Veintiún pasos hacia un despertar espiritual
La sabiduría del Libro de Urantia
de Harry McMullan, III
Traducción de Ángel Sánchez-Escobar

Paso 20: Amamos a Jesús



 Estamos empezando a conocer y a amar a Jesús, y nuestra amistad con él está dando a nuestra vida propósito y entusiasmo.

 Dicen que hace dos mil años un niño, anunciado por los ángeles, les nació a unos humildes judíos que tenían su hogar en Nazaret. Dicen que el padre murió siendo él todavía muy joven, y con sus manos trabajó en las colinas y orillas de Galilea para mantener a su madre y hermanos. Viajó entonces durante algún tiempo, conociendo el mundo romano mientras compartía el amor de Dios y, mientras pasaba, difundía la buena nueva a cientos de personas. Dicen que pasó por pruebas en todos los aspectos de la vida, y en compañía de Dios venció tentaciones, dificultades y crisis con su fe y su firme devoción. A pesar de sufrir tantas adversidades, fue fiel a su visión superior del propósito de Dios, un propósito que había conocido antes de que los mundos comenzaran.

 Cuando su tiempo llegó, dicen que eligió a unos apóstoles que dejaron sus casas y familias para compartir su vida, para caminar los caminos polvorientos de Palestina y llamar a su gente al servicio de Dios. Dicen que cuando miraba a los hombres éstos eran capaces de ver su misma alma, e incluso un deslumbre del corazón de Dios. Dicen que era un hombre entre hombres; rudos pescadores de Galilea lo llamaron Maestro. Dicen que curaba a los enfermos, devolvía la vista a los ciegos, perdonaba los pecados y resucitaba a los muertos; que daba a beber de una abundante fuente de agua viva, que daba fuerza al débil, consuelo al desconsolado, aliento al abatido, comprensión a todas las criaturas, todo lo que él sabía que las personas necesitaban; que depositaba, en el lugar más profundo del corazón de los hombres, los rayos sanadores del amor de Dios y hacía completos a aquellos cuyas vidas estaban destrozadas. Dicen que la gente común se alegraba cuando le oía y anhelaba su presencia, incluso bajaron a un paralítico de un tejado sólo para que estuviese cerca de él, y hasta una mujer de la vida bañó de lágrimas sus pies.

 Dijo que sólo Dios era bueno, y dijo a aquellos que sanó que su fe les había hecho completos. Enseñó  la amistad sencilla con Dios y el servicio a los hombres; instruyó sobre el reino celestial, sobre la rectitud,  la paz de Dios y la vida eterna. Los altos sacerdotes vieron los peligros en su idea de que había de olvidarse de uno mismo, de que el hombre podía comulgar directamente con el Dios del cielo; y por tanto, ¿qué necesidad había de sacerdotes y rituales? Incapaces de hacer callar su fuerte voz, forzaron al débil gobernador romano a matar al que, habiendo salvado a otros, se negó a salvarse a sí mismo.

 Dicen que al tercer día la roca que bloqueaba la entrada de sepulcro rodó y resucitó, y durante cuarenta días se apareció a aquellos que compartieron su amor. En Pentecostés subió a los cielos, pero envió a su espíritu a los que amaban la verdad y se les fortaleció el alma, e hizo nuevas todas las cosa. Sus seguidores no se intimidaron y difundieron la historia de su vida por todo el mundo romano, muriendo con honra  por aquel que llamaban el Cristo.

 Este hombre, del que se han escrito más libros que de cualquier otra persona, existió en inconcebible majestad mucho antes de que los mundos comenzaran y vino a la tierra para revelar el amor de su Padre. Su vida fue el misterio del hombre en Dios y de Dios en el hombre, un misterio que permanecerá para siempre. Una vez que le conocemos de verdad, nuestras vidas cambian, porque en él reside todo lo que podemos ser si queremos vivir la vida de la fe.  El secreto de nuestra vida espiritual -él es el punto de apoyo de nuestra fe- reside en todo lo que podemos conocer de Dios. Aparte de él, todo lo que creemos que sabemos no es sino una mera abstracción. Con él, somos como ramas de una vid verdadera; sin él somos nada. Él conoce nuestros caminos y sus propósitos. Él nos da de su propia vida, entra en nuestra mente para hacerlas más limpias y fuertes.

 Ayúdanos a amarte, Señor misericordioso. Ayúdanos a comprender tus palabras de bondad y de vida. Vive renovado en nosotros, porque sabemos que todo lo bueno viene de ti, y que sin ti estamos indefensos. Cuando nuestras vidas se complican tanto y no sabemos qué pedir, transforma nuestros deseos sinceros y trae  paz y sabiduría a nuestras confusas mentes. Dependemos de ti para hacer que nuestra vida merezca la pena y que honre tu nombre. Erradica de nosotros cualquier sombra de mal y de oscuridad; haznos de nuevo, si es necesario, para poder estar por completo al servicio de tu reino. Anhelamos día a día tu compañía y aceptación; anhelamos disfrutar del brillo de  tu sonrisa. Prometiste preparar un lugar en lo alto para aquellos que deseaban hacer tu voluntad; prepáranos uno también aquí, para que tu presencia inunde nuestros corazones y nuestras vidas.
 

 Citas de El libro de Urantia

 Para nuestro universo y todos sus mundos habitados, para todos los fines y propósitos prácticos, el Hijo Soberano es Dios. [...] (p.367§1; 33:1.4)

      Aunque el Espíritu de la Verdad se derrame sobre todo ser humano, este espíritu del Hijo está casi por completo limitado en su actuación y poder por la recepción personal del hombre de aquello que constituye la suma y substancia de la misión del Hijo de efusión. [...]  (p.379§5; 34:5.5)

      Incluso en Urantia, estos serafines imparten la perpetua verdad: si tu propia mente no te sirve de mucho, puedes cambiarla por la mente de Jesús de Nazaret, que siempre te servirá bien. (553§7; 48:6.15)

      La personalidad humana de Jesús estaba perfectamente unificada. Y hoy, como en Galilea, sigue unificando las vivencias de los mortales y coordinando el esfuerzo humano. Unifica la vida, ennoblece el carácter y clarifica las vivencias. Entra en la mente humana para elevar, transformar y transfigurarla. Es literalmente verdad: "Si un hombre tiene dentro de sí a Cristo Jesús, es él una criatura nueva; las cosas viejas pasaron; he aquí todas las cosas son hechas nuevas" (p.1103§6; 100:7.18)

 Jesús fue y es el nuevo camino vivo por el que el hombre puede alcanzar la herencia divina que el Padre ha decretado será suya con tan sólo pedirla. [...] (p.1113§6; 101:6.10)

 Jesús aclaró que él había venido para establecer relaciones personales y eternas con los hombres, relaciones que para siempre habrían de tener prioridad  sobre cualquier otra relación humana. [...] (p.1593§6; 141:7.5)

      El ejercía una influencia poderosa y peculiarmente fascinante sobre amigos y enemigos por igual. Las multitudes lo seguían semanas enteras tan sólo para escuchar sus palabras misericordiosas y contemplar su vida sencilla. Los hombres y las mujeres con devoción amaban a Jesús con un afecto casi sobrehumano, y cuanto mejor le conocían, más le amaban. Y todo esto es verdad; incluso hoy y en todas las épocas futuras, cuanto mejor conozca el hombre a este Dios-hombre, más lo amará y más lo seguirá. (p.1672§3; 149:2.14)

 Estos gentiles no tenían miedo de Jesús; se atrevieron a aceptar su mensaje. A través de todos los tiempos, los hombres no han sido incapaces de comprender a Jesús; han tenido miedo a hacerlo. (p.1736§1;156:2.4)

      Aprendéis de Dios a través de Jesús, observando la divinidad de su vida, no dependiendo de sus enseñanzas. De la vida del Maestro cada uno de vosotros puede asimilar ese concepto de Dios que representa la medida de vuestra capacidad para percibir las realidades espirituales y divinas, las verdades reales y eternas. Lo finito jamás puede esperar comprender al Infinito, excepto en cuanto se proyectó el Infinito en la personalidad espacio-temporal, en las vivencias finitas de la vida humana de Jesús de Nazaret.
      Jesús bien sabía que Dios tan sólo puede ser conocido por las realidades vivenciales; no se le puede comprender nunca por la mera enseñanza de la mente. Jesús enseñó a sus apóstoles que, aunque jamás podrían comprender plenamente a Dios,  podían con certeza conocerle, tal como habían conocido al Hijo del Hombre. Podéis conocer a Dios, no tanto entendiendo lo que dijo Jesús, sino más bien conociendo lo que fue Jesús. Jesús fue una revelación de Dios.  (p.1856§1-2;169:4.3-4)

      Jesús es la lente espiritual en semejanza humana que hace visible para la criatura material a Aquel que es invisible. Él es vuestro hermano mayor que, en la carne, hace que vosotros conozcáis a un Ser de atributos infinitos a quien ni siquiera las huestes celestiales pueden creer comprender por completo. [...] (p.1857§4; 169:4.13)

 "Debéis permanecer en mí, y yo en vosotros; la rama muere si se la separa de la vid. Como la rama no puede rendir fruto a menos que permanezca en la vid, así tampoco podéis vosotros rendir fruto en vuestro amoroso servicio  a menos que permanezcáis en mí. Recordad: yo soy la vid verdadera, y vosotros sois las ramas vivas. El que vive en mí, y yo en él, rendirá mucho fruto del espíritu y experimentará la felicidad suprema de dar esta cosecha espiritual. Si mantenéis esta relación viva espiritual conmigo, rendiréis abundante fruto. Si permanecéis en mí y mis palabras viven en vosotros, podréis comulgar libremente conmigo, y entonces mi espíritu vivo de tal manera os imbuirá que vosotros podéis pedir lo que mi espíritu desea y hacer todo esto con la seguridad de que el Padre nos otorgará nuestra petición. [...]" (p.1945§4; 180:2.1)

      El cristianismo rindió sin duda un gran servicio a este mundo, pero a quien más se necesita ahora es a Jesús. El mundo necesita ver a Jesús vivir de nuevo en la tierra, en las vivencias de los mortales nacidos del espíritu que realmente revelen al Maestro a todos los hombres. Es inútil hablar de un renacimiento del cristianismo primitivo; debéis seguir hacia adelante desde donde os encontráis. La cultura moderna debe volverse espiritualmente bautizada con una nueva revelación de la vida de Jesús e iluminada con una nueva comprensión de su evangelio de salvación eterna. Y cuando Jesús así se eleve, él atraerá a todos los hombres hacia él. Los discípulos de Jesús deberían ser más que conquistadores, incluso fuentes colmadas de inspiración y de un vivir elevado para todos los hombres.[...] (p.2084§1; 195:10.1)

      "Seguir a Jesús" significa compartir personalmente su fe religiosa y entrar en el espíritu de la vida del Maestro de servicio desinteresado al hombre. Una de las cosas más importantes del vivir humano es descubrir qué creía Jesús, cuáles eran sus ideales y luchar por alcanzar este excelso propósito de la vida. De todo el conocimiento humano, el de mayor valía es conocer la vida religiosa de Jesús y como la vivió. (p.2090§4; 196:1.3)