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ÍNDICE DEL ESTUDIO

Veintiún pasos hacia un despertar espiritual
La sabiduría del Libro de Urantia
de Harry McMullan, III
Traducción de Ángel Sánchez-Escobar

Paso 3: Aceptamos la gracia de Dios


 Reconocimos que en la ausencia del poder divino no podemos responder de forma espiritual a la vida y vimos que todos los atributos espirituales son dones de Dios que no podemos ganar sino aceptarlos gratuitamente.

 La gracia de Dios parece ser como un viento que sopla de todas direcciones, pero su origen no tiene ningún secreto. Todas las cosas buenas descienden del Padre de misericordia, y hasta que no nos demos cuenta de eso, nos enfrentaremos a la vida con unos maltrechos atavíos de combate. No podemos alcanzar ningún objetivo espiritual con nuestras propias fuerzas humanas; sólo Dios puede hacer que nos sintamos realizados incluso más allá de nuestras limitaciones. Nos complace este vínculo con Dios, y él encuentra en nosotros, al aceptar el espíritu divino que nos ha dado para que more en nuestra mente, a otro hijo.

 La gracia de Dios es la fuente de nuestras posibilidades, la que despierta en nosotros dones y talentos que sobrepasan nuestra capacidad humana. Su bálsamo curativo nos hace superar las  limitaciones mentales, emocionales y espirituales; este poder que mueve montañas nos abre nuevas vías de  realización en la confusa jungla de nuestras vidas.

 Mediante la gracia encontramos la Fuente de la vida, mediante la gracia se nos alienta a realizar grandes logros, mediante la gracia aprendemos a amar. La gracia nos persuade de que una Deidad omnisapiente y omnipotente asume la responsabilidad de nuestro bienestar personal, la seguridad de aquellos que amamos y el éxito en la labor que realicemos con fe. Dios nos posibilita que realicemos una labor inmensa y determinante al investirla de confianza en su soberanía. Humanamente somos débiles, dubitativos, temerosos y dolorosamente conscientes de cuan escasa y deficiente es nuestra lastimosa reserva de valor y sabiduría, pero la gracia nos ha dado el cometido de que sigamos adelante, como instrumentos de un Ser de ilimitado poder que actúa tanto en nosotros como mediante nosotros. El Padre guía nuestros pasos, e incluso aunque interpretemos de forma errónea sus instrucciones -siempre que lo hagamos en la fe- él transforma esos errores parciales en vivencias que benefician a todos.

 Nuestra guía espiritual es infaliblemente consistente con lo que, dentro de nosotros, siempre hemos sabido que era verdad. La verdad viva, que brota de dentro, nos ha liberado de la servil conformidad con los convencionales patrones de acción y pensamiento. Estamos ligado al espíritu de Dios, no a las formas externas o prácticas de la humanidad. Nuestra nueva vida es un regalo de Dios que no se compra ni con dinero humano ni se gana con el sacrificio de uno mismo, la autoayuda o el pensamiento positivo. Cuando obramos así, esta dedicación se convierte en fe por cuyos canales Dios derrama esa paz interior que por sí sola hace que merezca la pena vivir la vida.

 La gracia está a nuestro lado en las dificultades; la gracia nos da fuerzas cuando nos sentimos débiles; la gracia nos conforta cuando estamos apesadumbrados. La gracia desciende del Maestro de Obras cuyo diseño eterno engloba todo lo que podamos ser o hacer, todas nuestra oportunidades de realización en el futuro. Dios nos ha proveído de la vida misma, y aparte de él nos sentiremos desconsolados, abandonados e inútiles. Dios conoce nuestros nombres y nuestros caminos, y nos guía de la mano por los senderos de la existencia humana.

 Te damos gracias, Padre, por darnos la vida, por todas esas circunstancias diferentes que se dan en este entorno terrenal, y por la coherencia eterna de su diseño. Danos valor para actuar en tu gracia, que nuestras vidas se beneficien de nosotros mismos y de nuestro mundo.
 

Citas de El libro de Urantia

       La conciencia de una vida humana victoriosa en la tierra nace de esa fe de la criatura que se atreve a desafiar persistentes episodios de la existencia, en los que se enfrenta con el horrible espectáculo de las limitaciones humanas, con la inquebrantable declaración: aunque yo no pueda hacer esto, en mí vive alguien que puede y que lo hará, una parte del Padre-Absoluto del universo de los universos. Y ésa es "la victoria que ha vencido al mundo, vuestra fe".(p.59§5; 4:4.9)

      Este pacto de Melquisedec con Abraham representa el gran acuerdo en Urantia entre la divinidad y la humanidad mediante el cual Dios acuerda hacer todo; el hombre tan sólo tiene que estar de acuerdo en  creer en las promesas de Dios y seguir sus instrucciones.[...] (p.1020§7; 93:6.4)

 La única contribución que puede hacer el  hombre al crecimiento es la activación de todo el poder de su personalidad, de la fe viva.(p.1097§4; 100:3.7)

  Entre otras cosas, el Modelador suplicó,"que coopere conmigo con más fidelidad y sinceridad, que tolere con más alegría las tareas propias de la posición que ostento, que lleve a cabo con más fidelidad mi plan de acción, que soporte con más paciencia las pruebas que  escojo, que camine con mayor persistencia y alegría por el camino que elijo, que reciba con más humildad el mérito que acumule como resultado de mis constantes esfuerzos -trasmitid así mi consejo al hombre en quien moro-". [...] (p.1213§5; 110:7.10)

 "Por el viejo método procuráis suprimir, obedecer y cumplir las normas de la vida; por el nuevo método, primero sois transformados por el Espíritu de la Verdad y así vuestra alma se ve fortalecida por la constante renovación espiritual de vuestra mente; de este modo se os dota del poder para hacer con certeza  y júbilo la voluntad misericordiosa, estimada y perfecta de Dios. No olvidéis: es vuestra fe personal en las extraordinariamente grandes y valiosas promesas de Dios, la que os asegura que participaréis de la naturaleza divina. [...]" (p.1609§5;143:2.4)

 "Es la bondad misma de Dios la que conduce a los hombres a un arrepentimiento verdadero y genuino. El secreto del dominio de vosotros mismos está ligado a vuestra fe en el espíritu interior, que siempre actúa por amor. Ni incluso esta fe que salva proviene de vosotros; sino que es otro don de Dios. [...]" (p.1610§2; 143:2.7)

      En toda oración, recordad que la filiación es un don. Ningún pequeño tiene que hacer nada para ganar la condición de hijo o hija. El hijo terrenal adquiere el ser por voluntad de sus padres. De la misma manera llega el hijo de Dios a la gracia y a la nueva vida del espíritu por voluntad del Padre en el cielo. Por consiguiente, el reino del cielo -la filiación divina- debe ser recibida por el hijo como si fuese un niño pequeño. [...] (P.1621§2; 144:4.3)

      "La salvación es el don del Padre, y es revelada por sus Hijos. Vuestra aceptación mediante la fe os permite compartir de la naturaleza divina, ser hijo o hija de Dios. Por la fe estáis justificados; por la fe sois salvados; y por la misma fe avanzaréis eternamente en un camino continuado de perfección divina. [...]"(p.1682§5; 150:5.3)

 "No podéis comprar la salvación; no podéis ganar la rectitud. La salvación es el don de Dios, y la rectitud es el fruto natural de la vida nacida del espíritu de la filiación en el reino.[...]" (p.1683§2; 150:5.5)

  "Veis pues que el Padre otorga salvación a los hijos de los hombres, y esta salvación es un don para todos los que tienen la fe necesaria para recibir su filiación en la familia divina. No hay nada que el hombre pueda hacer para merecer esta salvación. Las obras con las que se pretende ser superior moralmente no compran el favor de Dios, y el orar mucho en público no expía la falta de fe viva en el corazón. [...]" (p.1838§2; 167:5.1)

 "Es vuestra fe la que salva vuestra alma. La salvación es el don de Dios para todos los que creen que son sus hijos. Pero no os engañéis; aunque la salvación es un don gratuito de Dios y se otorga a los que la aceptan por la fe, lo que sigue es la vivencia de rendir los frutos de esta vida espiritual tal como se vive en la carne. [...]" (p.2053§4; 193:1.2 )