ÍNDICEEl libro de Urantia Edición1999
ESCRITO 123 Los PRIMEROS AÑOS DE LA INFANCIA DE JESÚS
6. SU OCTAVO AÑO (AÑO 2 d. de J.C.)
1364:4 123:6.1 Éste fue un año interesante en la escuela. Aunque Jesús no era un estudiante excepcional, sí era un alumno aplicado y formaba parte del tercio más avanzado de la clase; hacía sus tareas tan bien que durante una semana al mes estaba exento de asistir a la escuela. Dicha semana la pasaba generalmente con su tío el pescador en las orillas del mar de Galilea, cerca de Magdala, o en la granja de otro tío suyo (hermano de su madre) a ocho kilómetros al sur de Nazaret.
1364:5 123:6.2 Aunque su madre se preocupaba exageradamente por su salud y su seguridad, poco a poco se iba habituando a estas ausencias fuera del hogar. Los tíos y las tías de Jesús lo querían mucho; entre ellos se produjo una viva rivalidad, durante todo este año y algunos de los siguientes, para asegurarse su compañía durante estas visitas mensuales. La primera vez (desde la infancia) que permaneció una semana en la granja de su tío fue en enero de este año; la primera semana de experiencia como pescador en el mar de Galilea tuvo lugar en el mes de mayo.
1364:6 123:6.3 Por esta época, Jesús conoció a un profesor de matemáticas de Damasco, y después de aprender algunas nuevas técnicas aritméticas, dedicó mucho tiempo a las matemáticas durante varios años. Desarrolló un agudo sentido de los números, de las distancias y de las proporciones.
1364:7 123:6.4 Jesús empezó a disfrutar mucho con la compañía de su hermano Santiago y al final de este año, había empezado a enseñarle el alfabeto.
1364:8 123:6.5 Jesús hizo planes este año para intercambiar productos lácteos por clases de arpa. Tenía una inclinación especial por todo lo musical. Más adelante contribuyó mucho a promover el interés por la música vocal entre sus jóvenes compañeros. A la edad de once años ya era un arpista hábil, y disfrutaba mucho entreteniendo a la familia y a los amigos con sus extraordinarias interpretaciones y con sus hábiles improvisaciones.
1365:1 123:6.6 Aunque Jesús continuaba haciendo progresos considerables en la escuela, no todo se desarrollaba fácilmente para sus padres o sus maestros. Persistía en hacer muchas preguntas embarazosas acerca de la ciencia y de la religión, particularmente en geografía y astronomía. Insistía especialmente en averiguar por qué había una temporada seca y una temporada de lluvias en Palestina. Una y otra vez buscó la explicación de la gran diferencia entre las temperaturas de Nazaret y las del valle del Jordán. Simplemente no paraba nunca de hacer preguntas de este tipo, inteligentes pero inquietantes.1365:2 123:6.7 Su tercer hermano, Simón, nació la tarde del viernes 14 de abril de este año, el 2 d. de J.C.
1365:3 123:6.8 Nacor, un profesor de una academia rabínica de Jerusalén, vino en febrero a Nazaret para observar a Jesús, después de haber realizado una misión similar en casa de Zacarías, cerca de Jerusalén. Vino a Nazaret por insistencia del padre de Juan. Aunque al principio le disgustó un poco la franqueza de Jesús y su manera nada convencional de relacionarse con las cosas religiosas, lo atribuyó a que Galilea estaba lejos de los centros de instrucción y de cultura hebreos, y aconsejó a José y María que le permitieran llevarse a Jesús a Jerusalén, donde tendría las ventajas de la educación y de la enseñanza en el centro de la cultura judía. María estaba casi decidida a dar su consentimiento; estaba convencida de que su hijo mayor iba a ser el Mesías, el libertador de los judíos. José dudaba; él también estaba persuadido de que cuando Jesús creciera sería un hombre del destino, pero estaba profundamente inseguro en cuanto a cuál sería ese destino. Pero nunca dudó realmente de que su hijo tuviera que realizar alguna gran misión en la tierra. Cuanto más pensaba en el consejo de Nacor, más dudaba de la sabiduría de esta estancia que proponía en Jerusalén.
1365:4 123:6.9 Debido a esta diferencia de opinión entre José y María, Nacor solicitó permiso para someter todo el asunto a Jesús. Jesús escuchó con atención y habló con José, con María y con un vecino, Jacobo el albañil, cuyo hijo era su compañero de juego favorito. Dos días más tarde, les manifestó que había diferencias de opinión entre sus padres y sus consejeros, y que no se consideraba cualificado para asumir la responsabilidad de tal decisión, porque no se sentía fuertemente inclinado ni en un sentido ni en otro. En estas circunstancias, había decidido finalmente "hablar con mi Padre que está en los cielos"; y aunque no estaba totalmente seguro de la respuesta, sentía que debía más bien quedarse en casa "con mi padre y mi madre", añadiendo: "Ellos que me quieren tanto, serán capaces de hacer más por mí y de guiarme con más seguridad que unos extraños que sólo pueden ver mi cuerpo y observar mi mente, pero que difícilmente pueden conocerme de verdad." Todos se quedaron maravillados, y Nacor emprendió su camino de regreso a Jerusalén. Pasaron muchos años antes de que se volviera a considerar la posibilidad de que Jesús se fuera de su hogar.