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El libro de Urantia
Edición1999

ESCRITO 124

Los ÚLTIMOS AÑOS DE LA INFANCIA DE JESÚS

 

4. EL DUODÉCIMO AÑO (AÑO 6 d. de J.C.)

1371:4  124:4.1 Éste fue un año memorable en la vida de Jesús. Continuó haciendo progresos en la escuela y nunca se cansaba de estudiar la naturaleza; al mismo tiempo, se dedicaba cada vez más a estudiar los métodos que la gente utilizaba para ganarse la vida. Empezó a trabajar regularmente en el taller familiar de carpintería y se le autorizó para que gestionara su propio salario, un arreglo bastante excepcional en una familia judía. Este año aprendió también la conveniencia de guardar en familia el secreto de estas cosas. Se iba haciendo consciente de la manera en que había causado perturbación en el pueblo, y en adelante se volvió cada vez más discreto, ocultando todo lo que contribuyera a mostrarlo como diferente a sus compañeros.
1371:5  124:4.2 Durante todo este año experimentó numerosos períodos de incertidumbre, si no de verdadera duda, en cuanto a la naturaleza de su misión. Su mente humana, que se desarrollaba de manera natural, aún no captaba por completo la realidad de su doble naturaleza. El hecho de tener una sola personalidad hacía difícil que su conciencia reconociera el origen doble de los factores que componían la naturaleza asociada con esta misma personalidad.
1371:6  124:4.3 A partir de este momento logró entenderse mejor con sus hermanos y hermanas. Tenía cada vez más tacto, se mostraba siempre compasivo y considerado por su bienestar y felicidad, y mantuvo buenas relaciones con ellos hasta el principio de su ministerio público. Para ser más explícito, se llevó muy bien con Santiago, Miriam y los dos niños más pequeños, Amós y Rut (que aún no habían nacido). Siempre se llevó bastante bien con Marta. Los disgustos que tuvo en el hogar surgieron principalmente de las fricciones con José y Judá, en particular con éste último.

1372:1  124:4.4 Para José y María fue una experiencia difícil encargarse de criar a un ser que reunía esta combinación sin precedentes de divinidad y de humanidad; merecen admiración por haber cumplido con tanta fidelidad y con tanto éxito sus deberes paternos. Los padres de Jesús comprendieron cada vez más que había algo sobrehumano en su hijo mayor, pero jamás pudieron soñar ni siquiera un instante que este hijo de la promesa fuera en verdad el creador efectivo de este universo local de cosas y de seres. José y María vivieron y murieron sin enterarse nunca de que su hijo Jesús era realmente el Creador del Universo, encarnado en la carne mortal.

1372:2  124:4.5 Este año, Jesús se interesó más que nunca por la música, y continuó enseñando a sus hermanos y hermanas en el hogar. Aproximadamente por esta época, el muchacho se volvió intensamente consciente de la diferencia de puntos de vista entre José y María respecto a la naturaleza de su misión. Meditó mucho sobre la diferencia de opinión de sus padres, y a menudo escuchó sus discusiones cuando ellos creían que estaba profundamente dormido. Se inclinaba cada vez más por el punto de vista de su padre, de manera que su madre estaba destinada a sentirse herida al darse cuenta de que su hijo rechazaba poco a poco sus directrices en las cuestiones relacionadas con la carrera de su vida. A medida que pasaban los años, esta brecha de incomprensión fue incrementándose. María comprendía cada vez menos el significado de la misión de Jesús, y esta madre buena se sintió cada vez más herida porque su hijo favorito no llevaba a cabo sus esperanzas más acariciadas.
1372:3  124:4.6 José creía cada vez más en la naturaleza espiritual de la misión de Jesús; y si no fuera por otras razones más importantes, de hecho es una pena que no viviera lo suficiente como para ver realizarse su concepto de la donación de Jesús en la tierra.

1372:4  124:4.7 Durante su último año en la escuela, cuando tenía doce años, Jesús manifestó a su padre su protesta por la costumbre hebrea de tocar el trozo de pergamino clavado en el marco de la puerta, cada vez que entraban o salían de la casa, y besar después el dedo que lo había tocado. Como parte de este rito, era costumbre decir: "El Señor protegerá nuestra entrada y nuestra salida, de ahora en adelante y para siempre." José y María habían enseñado repetidas veces a Jesús las razones por las cuales estaba prohibido hacer retratos o dibujar cuadros, explicando que estas creaciones se podían utilizar con fines idólatras. Aunque Jesús no llegaba a comprender por completo la prohibición de hacer retratos y dibujos, poseía una lógica superior, y por eso señaló a su padre la naturaleza esencialmente idólatra de esta reverencia habitual al pergamino de la puerta. Después de estas objeciones de Jesús, José retiró el pergamino.
1372:5  124:4.8 Con el paso del tiempo, Jesús contribuyó mucho a modificar las prácticas religiosas de los suyos, tales como las oraciones familiares y otras costumbres. Muchas de estas cosas se podían hacer en Nazaret porque su sinagoga estaba bajo la influencia de una escuela liberal de rabinos, representada por José, el famoso maestro de Nazaret.
1372:6  124:4.9 Durante este año y los dos siguientes, Jesús sufrió una gran aflicción mental como resultado de sus constantes esfuerzos por conciliar sus opiniones personales sobre las prácticas religiosas y las diversiones sociales, con las creencias enraizadas de sus padres. Estaba angustiado por el conflicto entre la necesidad de ser fiel a sus propias convicciones, y la exhortación de su conciencia a someterse obedientemente a sus padres; su conflicto supremo se encontraba entre dos grandes mandamientos que predominaban en su mente juvenil. El primero era: "Sé fiel a los dictámenes de tus convicciones más elevadas de la verdad y de la rectitud." El otro era: "Honra a tu padre y a tu madre, porque ellos te han dado la vida y la nutrición de la vida". Sin embargo, nunca eludió la responsabilidad de hacer cada día los ajustes necesarios entre la lealtad a sus convicciones personales y el deber hacia su familia. Consiguió la satisfacción de fundir cada vez más armoniosamente sus convicciones personales con las obligaciones familiares, en un concepto magistral de solidaridad colectiva basada en la lealtad, la justicia, la tolerancia y el amor.

 

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