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El libro de Urantia
Edición1999

ESCRITO 125

JESÚS EN JERUSALÉN

 

5. EL TERCER DÍA EN EL TEMPLO

1382:3  125:5.1 Durante el tercer día de Jesús en el templo con los escribas y maestros, se congregaron numerosos espectadores que habían oído hablar de este joven de Galilea, para disfrutar de la experiencia de ver a un muchacho confundir a los sabios de la ley. Simón también vino desde Betania para observar lo que hacía el muchacho. Durante toda la jornada, José y María continuaron buscando ansiosamente a Jesús e incluso entraron varias veces en el templo, pero nunca se les ocurrió escudriñar los diversos grupos de discusión, aunque en una ocasión se encontraron casi al alcance de su voz fascinante.
1382:4  125:5.2 Antes de terminar el día, toda la atención del principal grupo de debate del templo se había concentrado en las preguntas de Jesús. Entre sus muchas preguntas se encontraban éstas:

1382:5  125:5.3 1. ¿Qué hay realmente en el santo de los santos, detrás del velo?
1382:6  125:5.4 2. ¿Por qué las madres de Israel deben estar separadas de los creyentes varones en el templo?
1382:7  125:5.5 3. Si Dios es un padre que ama a sus hijos, ¿por qué toda esta carnicería de animales para obtener el favor divino? ¿Se ha interpretado erróneamente la enseñanza de Moisés?
1382:8  125:5.6 4. Puesto que el templo está consagrado al culto del Padre celestial, ¿no es incongruente tolerar la presencia de aquellos que se dedican al trueque y al comercio mundanos?
1382:9  125:5.7 5. ¿Será el Mesías esperado un príncipe temporal que ocupará el trono de David, o actuará como la luz de la vida en el establecimiento de un reino espiritual?

1383:1  125:5.8 A lo largo de todo el día, los espectadores se maravillaron con estas preguntas, pero ninguno estaba más asombrado que Simón. Durante más de cuatro horas, este joven de Nazaret acosó a aquellos maestros judíos con preguntas que daban que pensar y sondeaban el corazón. Hizo pocos comentarios a las observaciones de sus mayores. Trasmitía sus enseñanzas con las preguntas que hacía. Por medio del planteamiento hábil y sutil de sus preguntas, conseguía simultáneamente desafiar sus enseñanzas y sugerir las suyas propias. En su manera de preguntar combinaba con tal encanto la sagacidad y el humor, que se hacía amar incluso por aquellos que se indignaban más o menos por su juventud. Siempre era totalmente honrado y considerado cuando efectuaba estas preguntas penetrantes. Durante esta tarde memorable en el templo, mostró su reticencia característica, confirmada en todo su ministerio público posterior, a sacar ventaja desleal de un adversario. Como adolescente, y más tarde como hombre, parecía estar completamente libre de todo deseo egoísta de ganar una discusión simplemente por el placer de triunfar sobre sus compañeros por medio de la lógica. Una sola cosa le interesaba de manera suprema: proclamar la verdad eterna y efectuar así una revelación más completa del Dios eterno.

1383:2  125:5.8 Cuando terminó el día, Simón y Jesús regresaron a Betania. Durante la mayor parte del camino, el hombre y el niño guardaron silencio. Jesús se detuvo de nuevo en la cima del Olivete, pero al contemplar la ciudad y su templo no lloró; solamente inclinó la cabeza en un gesto de devoción silenciosa.
1383:3  125:5.10 Después de la cena en Betania, rehusó una vez más unirse a la alegre reunión; en lugar de eso, salió al jardín, donde permaneció hasta altas horas de la noche. Se esforzó inútilmente en elaborar un plan definido para abordar el problema de su misión en la vida, y para escoger la mejor manera de trabajar para revelar, a sus compatriotas espiritualmente ciegos, un concepto más hermoso del Padre celestial, y liberarlos así de su terrible esclavitud a la ley, a los ritos, a las ceremonias y a las tradiciones arcaicas. Pero la luz esclarecedora no se le presentó a este joven que buscaba la verdad.

 

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