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El libro de Urantia
Edición1999

ESCRITO 125

JESÚS EN JERUSALÉN

 

6. EL CUARTO DÍA EN EL TEMPLO

1383:4  125:6.1 Jesús se había olvidado, extrañamente, de sus padres terrenales. Incluso en el desayuno, cuando la madre de Lázaro comentó que sus padres debían estar llegando ahora al hogar, Jesús no pareció darse cuenta de que estarían un poco preocupados porque él se había quedado atrás.
1383:5  125:6.2 De nuevo se dirigió hacia el templo, pero no se detuvo en la cima del Olivete para meditar. Durante las discusiones de la mañana, dedicaron mucho tiempo a la ley y a los profetas, y los maestros se asombraron de que Jesús conociera tan bien las escrituras, tanto en hebreo como en griego. Pero estaban más perplejos por su juventud que por su conocimiento de la verdad.
1383:6  125:6.3 En la conferencia de la tarde, apenas habían empezado a responder a su pregunta sobre la finalidad de la oración cuando el presidente invitó al muchacho a que se acercara, y una vez sentado a su lado, le pidió que expusiera su propio punto de vista respecto a la oración y la adoración.

1383:7  125:6.4 La noche anterior, los padres de Jesús habían oído hablar de un extraño joven que se batía muy hábilmente con los intérpretes de la ley, pero no se les había ocurrido que este muchacho pudiera ser su hijo. Casi habían decidido dirigirse a la casa de Zacarías, pues imaginaban que Jesús podría haber ido allí para ver a Isabel y a Juan. Pensando que Zacarías quizás estuviera en el templo, se detuvieron allí camino de la Ciudad de Judá. Mientras deambulaban por los patios del templo, imaginad su sorpresa y asombro cuando reconocieron la voz del muchacho extraviado, y lo vieron sentado entre los maestros del templo.
1384:1  125:6.5 José se quedó mudo, pero María dio rienda suelta a su temor y ansiedad largo tiempo reprimidos; se abalanzó hacia el joven, que ahora se había levantado para saludar a sus sorprendidos padres, y le dijo: "Hijo mío, ¿por qué nos has tratado así? Hace ya más de tres días que tu padre y yo te buscamos angustiados. ¿Qué te ha llevado a abandonarnos?" Fue un momento de tensión. Todas las miradas se volvieron hacia Jesús para ver qué iba a contestar. Su padre lo miraba con desaprobación pero no dijo nada.

1384:2  125:6.6 Hay que recordar que se suponía que Jesús era un hombre joven. Había terminado la escolaridad normal de un niño, había sido reconocido como hijo de la ley y había recibido la consagración como ciudadano de Israel. Sin embargo, su madre le regañaba duramente delante de todo el público reunido, precísamente en mitad del esfuerzo más serio y sublime de su joven vida, poniendo fin de manera poco gloriosa a una de las mayores oportunidades que jamás se le habían presentado de enseñar la verdad, predicar la rectitud y revelar el carácter amoroso de su Padre celestial.
1384:3  125:6.7 Pero el joven se mostró a la altura de las circunstancias. Si tenéis en cuenta con imparcialidad todos los factores que se combinaron para dar lugar a esta situación, estaréis mejor preparados para examinar la sabiduría de la respuesta del chico a la reprimenda inintencionada de su madre. Después de reflexionar un momento, Jesús le dijo: "¿Por qué me habéis buscado durante tanto tiempo? ¿Acaso no esperábais encontrarme en la casa de mi Padre, puesto que ha llegado la hora de que me ocupe de los asuntos de mi Padre?"
1384:4  125:6.8 Todo el mundo se asombró de la manera de hablar del muchacho. Todos se alejaron en silencio y lo dejaron a solas con sus padres. El joven suavizó enseguida la embarazosa situación de los tres diciendo tranquilamente: "Vamos, padres míos, cada cual ha hecho lo que consideraba mejor. Nuestro Padre que está en los cielos ha ordenado estas cosas; regresemos a casa."
1384:5  125:6.9 Partieron en silencio y por la noche llegaron a Jericó. Sólo se detuvieron una vez, en la cima del Olivete, donde el joven levantó su cayado hacia el cielo y, temblando de los pies a la cabeza con la agitación de una intensa emoción, dijo: "Oh Jerusalén, Jerusalén y sus habitantes, ¡cuán esclavizados estáis —sometidos al yugo romano y víctimas de vuestras propias tradiciones— pero volveré para purificar el templo y liberar a mi pueblo de esta esclavitud!"
1384:6  125:6.10 Durante los tres días de viaje hasta Nazaret, Jesús no dijo casi nada; sus padres tampoco hablaron mucho en su presencia. Estaban realmente desorientados por la conducta de su hijo primogénito, pero atesoraron sus palabras en su corazón, aunque no pudieran comprender plenamente su significado.
1384:7  125:6.11 Al llegar al hogar, Jesús hizo una breve declaración a sus padres, reiterándoles su afecto y dándoles a entender que no tenían que temer pues no volvería a ocasionarles nuevas ansiedades con su conducta. Concluyó esta importante declaración diciendo: "Aunque debo hacer la voluntad de mi Padre celestial, también obedeceré a mi padre terrenal. Esperaré a que llegue mi hora."

1384:8  125:6.12 Aunque mentalmente Jesús rehusaba muchas veces aprobar los esfuerzos bien intencionados, pero descaminados, de sus padres por dictarle el rumbo de sus reflexiones o establecer el plan de su obra en la tierra, sin embargo, de todas las maneras compatibles con su consagración a hacer la voluntad de su Padre del Paraíso, se conformaba con mucho agrado a los deseos de su padre terrenal y a las costumbres de su familia carnal. Incluso cuando no podía aprobarlos, hacía todo lo posible por conformarse a ellos. Era un artista en la cuestión de conciliar su consagración al deber con sus obligaciones de lealtad familiar y de servicio a la sociedad.

1385:1  125:6.13 José estaba perplejo, pero María, después de reflexionar sobre estas experiencias, se sintió fortificada, acabando por considerar las palabras de Jesús en el Olivete como proféticas de la misión mesiánica de su hijo como liberador de Israel. Se dedicó con renovada energía a moldear los pensamientos de Jesús dentro de canales nacionalistas y patrióticos, y recurrió a la ayuda de su hermano, el tío favorito de Jesús. De todas las maneras posibles, la madre de Jesús se dedicó a la tarea de preparar a su hijo primogénito para que asumiera el mando de los que querían restaurar el trono de David y rechazar para siempre la esclavitud política del yugo de los gentiles.

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