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El libro de Urantia
Edición1999

ESCRITO 126

Los DOS AÑOS CRUCIALES

1386:1  126:0.1 DE TODAS las experiencias de la vida terrestre de Jesús, su decimocuarto y decimoquinto años fueron los más cruciales. Los dos años comprendidos entre el momento en que empezó a tomar conciencia de su divinidad y de su destino, y el momento en que logró un alto grado de comunicación con su Ajustador interior, fueron los más penosos de su extraordinaria vida en Urantia. Este período de dos años es el que debería llamarse la gran prueba, la verdadera tentación. Ningún joven humano que haya experimentado las primeras confusiones y los problemas de adaptación de la adolescencia, ha tenido que someterse nunca a una prueba más crucial que la que Jesús atravesó durante su paso de la infancia a la juventud.
1386:2  126:0.2 Este importante período en el desarrollo juvenil de Jesús empezó con el final de la visita a Jerusalén y su regreso a Nazaret. Al principio, María estaba feliz con la idea de haber recobrado a su hijo, de que Jesús había vuelto al hogar para ser un hijo obediente —aunque nunca hubiera sido otra cosa— y que en adelante sería más receptivo a los planes que ella forjaba para su vida futura. Pero no se iba a calentar durante mucho tiempo al sol de las ilusiones maternas y del orgullo familiar no reconocido; muy pronto se iba a desilusionar mucho más. El muchacho vivía cada vez más en compañía de su padre; cada vez acudía menos a ella con sus problemas. Al mismo tiempo, sus padres comprendían cada vez menos sus frecuentes alternancias entre los asuntos de este mundo y las meditaciones sobre su relación con los asuntos de su Padre. Francamente, no lo comprendían, pero lo amaban sinceramente.

1386:3  126:0.3 A medida que Jesús crecía, su compasión y su amor por el pueblo judío se hicieron más profundos, pero con el paso de los años, se fue acentuando en su mente un justo resentimiento contra la presencia, en el templo del Padre, de los sacerdotes nombrados por razones políticas. Jesús tenía un gran respeto por los fariseos sinceros y los escribas honestos, pero sentía un gran menosprecio por los fariseos hipócritas y los teólogos deshonestos; miraba con desdén a todos los jefes religiosos que no eran sinceros. Cuando examinaba a fondo la conducta de los dirigentes de Israel, a veces se sentía tentado a ver con buenos ojos la posibilidad de convertirse en el Mesías que esperaban los judíos, pero nunca cedió a esta tentación.

1386:4  126:0.4 El relato de sus hazañas entre los sabios del templo en Jerusalén era gratificante para todo Nazaret, en especial para sus antiguos maestros de la escuela de la sinagoga. Durante algún tiempo, los elogios hacia Jesús estuvieron en boca de todos. Todo el pueblo contaba su sabiduría infantil y su conducta ejemplar, y predecía que estaba destinado a convertirse en un gran jefe de Israel; por fin saldría de Nazaret de Galilea un maestro realmente superior. Todos esperaban el momento en que cumpliera los quince años para que se le permitiera leer regularmente las escrituras en la sinagoga el día del sábado.

 

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