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El libro de Urantia
Edición1999

ESCRITO 127

Los AÑOS DE ADOLESCENCIA

 

1. EL DECIMOSEXTO AÑO (AÑO 10 d. de J.C.)

1395:5  127:1.1 El Hijo encarnado pasó por la infancia y experimentó una niñez exentas de acontecimientos notables. Luego emergió de la penosa y probatoria etapa de transición entre la infancia y la juventud —se convirtió en el Jesús adolescente.
1395:6  127:1.2 Este año alcanzó su máxima estatura física. Era un joven viril y bien parecido. Se volvió cada vez más formal y serio, pero era amable y compasivo. Tenía una mirada bondadosa pero inquisitiva; su sonrisa era siempre simpática y alentadora. Su voz era musical pero con autoridad; su saludo cordial, pero sin afectación. En todas las ocasiones, incluso en los contactos más comunes, parecía ponerse de manifiesto la esencia de una doble naturaleza, la humana y la divina. Siempre mostraba esta combinación de amigo compasivo y de maestro con autoridad. Y estos rasgos de su personalidad comenzaron a manifestarse muy pronto, incluso desde los años de su adolescencia.
1395:7  127:1.3 Este joven físicamente fuerte y robusto también había adquirido el crecimiento completo de su intelecto humano, no la experiencia total del pensamiento humano, sino la plena capacidad para ese desarrollo intelectual. Poseía un cuerpo sano y bien proporcionado, una mente aguda y analítica, una disposición de ánimo generosa y compasiva, un temperamento un poco fluctuante pero dinámico; todas estas cualidades se estaban organizando en una personalidad fuerte, sorprendente y atractiva.

1396:1  127:1.4 A medida que pasaba el tiempo, su madre y sus hermanos y hermanas tenían más dificultades para comprenderlo; tropezaban con lo que decía e interpretaban mal sus acciones. Todos eran incapaces de comprender la vida de su hermano mayor, porque su madre les había dado a entender que estaba destinado a ser el libertador del pueblo judío. Después de haber recibido estas insinuaciones de María como secretos de familia, imaginad su confusión cuando Jesús desmentía francamente todas estas ideas e intenciones.

1396:2  127:1.5 Este año Simón empezó a ir a la escuela, y la familia se vio obligada a vender otra casa. Santiago se encargó ahora de la enseñanza de sus tres hermanas, dos de las cuales eran lo bastante mayores como para empezar a estudiar en serio. En cuanto Rut creció, la pusieron en manos de Miriam y Marta. Habitualmente, las muchachas de las familias judías recibían poca educación, pero Jesús sostenía (y su madre estaba de acuerdo) que las chicas tenían que ir a la escuela lo mismo que los varones, y puesto que la escuela de la sinagoga no las admitiría, lo único que se podía hacer era habilitar una escuela en casa especialmente para ellas.
1396:3  127:1.6 Durante todo este año, Jesús no pudo separarse de su banco de carpintero. Afortunadamente tenía mucho trabajo; lo realizaba de una manera tan superior que nunca se encontraba en paro, aunque la faena escaseara por aquella región. A veces tenía tanto que hacer que Santiago lo ayudaba.
1396:4  127:1.7 A finales de este año tenía casi decidido que, después de haber criado a los suyos y de verlos casados, emprendería su trabajo público como maestro de la verdad y revelador del Padre celestial para el mundo. Sabía que no se convertiría en el Mesías judío esperado, y llegó a la conclusión de que era prácticamente inútil discutir estos asuntos con su madre. Decidió permitirle que siguiera manteniendo todas las ilusiones que quisiera, puesto que todo lo que él había dicho en el pasado había hecho poca o ninguna mella en ella; recordaba que su padre nunca había podido decir algo que la hiciera cambiar de opinión. A partir de este año habló cada vez menos con su madre, o con otras personas, sobre estos problemas. Su misión era tan especial que nadie en el mundo podía darle consejos para realizarla.
1396:5  127:1.8 A pesar de su juventud, era un verdadero padre para su familia. Pasaba todas las horas que podía con los pequeños, y éstos lo amaban sinceramente. Su madre sufría al verlo trabajar tan duramente; le apenaba que estuviera día tras día atado al banco de carpintero para ganar la vida de la familia, en lugar de estar en Jerusalén estudiando con los rabinos, tal como habían planeado con tanto cariño. Aunque María no podía comprender muchas cosas de su hijo, lo amaba de verdad; lo que más apreciaba era la buena voluntad con que asumía la responsabilidad del hogar.

 

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