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El libro de Urantia
Edición1999

ESCRITO 127

Los AÑOS DE ADOLESCENCIA

 

4. EL DECIMONOVENO AÑO (AÑO 13 d. de J.C.)

1401:1  127:4.1 Por esta época, Jesús y María se entendieron mucho mejor. Ella lo consideraba menos como un hijo; se había vuelto para ella como un padre para sus hijos. La vida cotidiana hervía de dificultades prácticas e inmediatas. Hablaban con menos frecuencia de la obra de su vida, porque a medida que pasaba el tiempo, todos sus pensamientos estaban mútuamente consagrados al mantenimiento y a la educación de su familia de cuatro niños y tres niñas.
1401:2  127:4.2 A principios de este año, Jesús había conseguido que su madre aceptara plenamente sus métodos para educar a los niños —la orden positiva de hacer el bien en lugar del antiguo método judío de prohibir hacer el mal. En su casa y durante toda su carrera de enseñanza pública, Jesús utilizó invariablemente la fórmula de exhortación positiva. Siempre y en todas partes decía: "Haréis esto, deberíais hacer aquello". Nunca empleaba la manera negativa de enseñar, derivada de los antiguos tabúes. Evitaba resaltar el mal prohibiéndolo, mientras que realzaba el bien ordenando su ejecución. En esta casa, la hora de la oración era el momento de debatir todos los asuntos relacionados con el bienestar de la familia.
1401:3  127:4.3 Jesús empezó a disciplinar sabiamente a sus hermanos y hermanas a una edad tan temprana que nunca tuvo necesidad de castigarlos mucho para conseguir su pronta y sincera obediencia. La única excepción era Judá, a quien en diversas ocasiones, Jesús estimó necesario imponer un castigo por sus infracciones a las reglas del hogar. En tres ocasiones en que se juzgó oportuno castigar a Judá por haber violado deliberadamente las reglas de conducta de la familia, y haberlo confesado, su castigo fue dictado por la decisión unánime de los niños mayores y aprobado por el mismo Judá antes de serle infligido.
1401:4  127:4.4 Aunque Jesús era muy metódico y sistemático en todo lo que hacía, había también, en todas sus decisiones administrativas, una elasticidad de interpretación refrescante y una adaptación individual que impresionaba enormemente a todos los niños por el espíritu de justicia con que actuaba su hermano-padre. Nunca castigó arbitrariamente a sus hermanos y hermanas; esta justicia constante y esta consideración personal hicieron que Jesús fuese muy querido por toda su familia.
1401:5  127:4.5 veces enfurecidos mediante la persuasión y la no resistencia, y muchas veces lo consiguieron; por el contrario, aunque José y Judá aceptaban estas enseñanzas en el hogar, se apresuraban a defenderse cuando eran agredidos por sus compañeros; Judá en particular era culpable de violar el espíritu de estas enseñanzas. Pero la no resistencia no era una regla de la familia. No se imponía ningún castigo por violar las enseñanzas personales.
1401:6  127:4.6 Todos los niños en general, pero sobre todo las niñas, consultaban a Jesús acerca de sus aflicciones infantiles y confiaban en él como lo harían en un padre cariñoso.
1401:7  127:4.7 A medida que crecía, Santiago se iba convirtiendo en un joven bien equilibrado y de buen carácter, pero no tenía tantas tendencias espirituales como Jesús. Era mucho mejor estudiante que José, y éste, aunque era un buen trabajador, tenía aún menos tendencias espirituales. José era constante y no llegaba al nivel intelectual de los otros niños. Simón era un muchacho bien intencionado, pero demasiado soñador. Fue lento para establecerse en la vida y causó considerables inquietudes a Jesús y María, pero siempre fue un chico bueno y bien intencionado. Judá era un cizañero. Tenía los ideales más elevados, pero poseía un temperamento inestable. Era tan decidido y dinámico como su madre o más aún, pero carecía mucho del sentido de la medida y de la discreción que ella tenía.
1402:1  127:4.8 Miriam era una hija bien equilibrada y sensata, con una aguda apreciación de las cosas nobles y espirituales. Marta pensaba y actuaba lentamente, pero era una chica muy eficiente y digna de confianza. La pequeña Rut era la alegría de la casa; aunque hablaba sin reflexionar, tenía un corazón de lo más sincero. Adoraba literalmente a su hermano mayor y padre, pero no la mimaban. Era una niña hermosa, pero no tan bien parecida como Miriam, que era la belleza de la familia, si no de la ciudad.

1402:2  127:4.9 A medida que pasaba el tiempo, Jesús contribuyó mucho a liberalizar y modificar las enseñanzas y las prácticas de la familia relativas a la observancia del sábado y a otros muchos aspectos de la religión; María dio su sincera aprobación a todos estos cambios. Por esta época Jesús se había convertido en el jefe incontestable de la casa.
1402:3  127:4.10 Judá empezó a ir a la escuela este año, y Jesús se vió obligado a vender su arpa para costear los gastos. Así desapareció el último de sus placeres recreativos. Le gustaba mucho tocar el arpa cuando tenía la mente cansada y el cuerpo fatigado, pero se consoló con la idea de que al menos el arpa no caería en manos del cobrador de impuestos.

 

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