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El libro de Urantia
Edición1999

ESCRITO 133

EL REGRESO DE ROMA

 

1. LA MISERICORDIA Y LA JUSTICIA

1468:4  133:1.1 Una tarde se produjo un incidente muy interesante al borde de la carretera, cuando se acercaban a Tarento. Observaron que un joven tosco y fanfarrón estaba atacando brutalmente a un muchacho más pequeño. Jesús se apresuró a socorrer al joven agredido, y una vez que lo hubo rescatado, mantuvo firmemente al agresor hasta que el muchacho más pequeño pudo huir. En cuanto Jesús soltó al pequeño matón, Ganid agarró al muchacho y empezó a sacudirle vigorosamente; ante el asombro de Ganid, Jesús intervino inmediatamente. Refrenó a Ganid y permitió que el asustado muchacho saliera huyendo. Tan pronto como recobró el aliento, Ganid exclamó con agitación: "Maestro, no consigo comprenderte. Si la misericordia requiere que rescates al muchacho más pequeño, ¿no exige la justicia que se castigue al agresor más grande?". Jesús le respondió:
1469:1  133:1.2 "Ganid, es bien cierto que no comprendes. El ministerio de la misericordia es siempre un trabajo individual, pero el castigo de la justicia es una función de los grupos administrativos de la sociedad, del gobierno o del universo. Como individuo estoy obligado a mostrar misericordia; tenía que ir a rescatar al muchacho agredido, y con toda lógica, debía emplear la fuerza suficiente para contener al agresor. Esto es exactamente lo que he hecho. He logrado liberar al muchacho agredido y ahí termina el ministerio de la misericordia. Luego he retenido por la fuerza al agresor el tiempo necesario para permitir que la parte más débil de la disputa pudiera huir, después de lo cual me he retirado del asunto. No me he puesto a juzgar al agresor, examinando sus motivos —determinando todos los factores que entraban en juego en el ataque a su semejante— para luego proceder a infligir el castigo que mi mente pudiera dictar como justa retribución por su mala acción. Ganid, la misericordia puede ser pródiga, pero la justicia es precisa. ¿No te das cuenta de que no hay dos personas que se pongan de acuerdo sobre el castigo que daría satisfacción a las exigencias de la justicia? Una querría imponer cuarenta latigazos, otra veinte, mientras que una tercera recomendaría la celda de aislamiento como justo castigo. ¿No puedes ver que en este mundo es mejor que tales responsabilidades recaigan sobre la colectividad, o sean administradas por los representantes escogidos de esa colectividad? En el universo, el acto de juzgar está a cargo de aquellos que conocen plenamente los antecedentes de todas las malas acciones, así como sus motivos. En una sociedad civilizada y en un universo organizado, la administración de la justicia presupone el pronunciamiento de una sentencia justa después de un juicio equitativo, y estas prerrogativas corresponden a los cuerpos judiciales de los mundos y a los administradores omniscientes de los universos superiores de toda la creación".
1469:2  133:1.3 Durante varios días conversaron sobre este problema de manifestar misericordia y de administrar justicia. Ganid comprendió, al menos en cierta medida, por qué Jesús se negaba a participar en las peleas personales. Pero Ganid hizo una última pregunta, a la que nunca recibió una respuesta plenamente satisfactoria; esta pregunta fue: "Pero, Maestro, si una criatura de mal carácter y más fuerte te atacara y amenazara con destruirte, ¿qué harías? ¿No harías ningún esfuerzo por defenderte?" Jesús no podía responder de una manera completa y satisfactoria a la pregunta del muchacho, puesto que no quería revelarle que él (Jesús) estaba viviendo en la tierra para dar ejemplo del amor del Padre del Paraíso a un universo que lo contemplaba. Sin embargo le dijo lo siguiente:
1469:3  133:1.4 "Ganid, comprendo muy bien que algunos de estos problemas te dejen perplejo, y voy a procurar contestar a tu pregunta. Ante cualquier ataque que se pudiera hacer contra mi persona, primero determinaría si el agresor es o no un hijo de Dios —mi hermano en la carne. Si yo estimara que esa criatura no posee juicio moral ni razón espiritual, me defendería sin vacilar hasta el límite de mi fuerza de resistencia, sin preocuparme por las consecuencias para el agresor. Pero no me comportaría así con un semejante que tuviera la condición de la filiación, ni siquiera en defensa propia. Es decir, no lo castigaría de antemano y sin juicio por haberme atacado. Mediante todas las estratagemas posibles, trataría de impedirle y de disuadirle que lanzara su ataque, y de mitigarlo en caso de que no consiguiera abortarlo. Ganid, tengo una confianza absoluta en la protección de mi Padre celestial. Estoy consagrado a hacer la voluntad de mi Padre que está en los cielos. No creo que pueda sucederme ningún daño real; no creo que la obra de mi vida pueda ser puesta en peligro realmente por cualquier cosa que mis enemigos pudieran desear hacerme, y es seguro que no tenemos que temer ninguna violencia por parte de nuestros amigos. Estoy absolutamente convencido de que el universo entero es amistoso conmigo —insisto en creer en esta verdad todopoderosa con una confianza total, a pesar de todas las apariencias en contra".
1470:1  133:1.5 Pero Ganid no estaba satisfecho por completo. Conversaron muchas veces sobre estos temas, y Jesús le contó algunas de sus experiencias infantiles; le habló también de Jacobo, el hijo del albañil. Al enterarse de cómo Jacobo se había erigido a sí mismo en defensor de Jesús, Ganid dijo: "¡Oh, empiezo a comprender! En primer lugar, sería muy raro que un ser humano normal quisiera atacar a una persona tan bondadosa como tú, e incluso si alguien fuera tan irreflexivo como para hacerlo, es casi seguro que algún otro mortal estaría a la mano para acudir en tu ayuda, como tú mismo te apresuras siempre a socorrer a cualquier persona que se encuentra en apuros. Maestro, estoy de acuerdo contigo en mi corazón, pero en mi cabeza continúo pensando que si yo hubiera sido Jacobo, hubiera disfrutado castigando a aquellos brutos que se atrevían a atacarte sólo porque pensaban que no te defenderías. Supongo que viajas con bastante seguridad a través de la vida, puesto que pasas mucho tiempo ayudando a otros y socorriendo a tus semejantes en apuros —así pues, es muy probable que siempre haya alguien al alcance de la mano para defenderte". Y Jesús replicó: "Esa prueba aún no ha llegado, Ganid, y cuando llegue, deberemos atenernos a la voluntad del Padre". Esto fue casi todo lo que el muchacho pudo sacarle a su maestro sobre el difícil tema de la defensa propia y de la no resistencia. En otra ocasión consiguió arrancarle a Jesús la opinión de que la sociedad organizada tenía todo el derecho a emplear la fuerza para hacer que se ejecuten sus justos mandatos.

 


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