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El libro de Urantia
Edición1999

ESCRITO 140

LA ORDENACIÓN DE Los DOCE

 

8. EL JUEVES POR LA TARDE EN EL LAGO

1579:3  140:8.1 Jesús sabía muy bien que sus apóstoles no asimilaban plenamente sus enseñanzas. Decidió impartir una instrucción especial a Pedro, Santiago y Juan, con la esperanza de que fueran capaces de clarificar las ideas de sus compañeros. Veía que los doce captaban algunas características de la idea de un reino espiritual, pero persistían con obstinación en relacionar directamente estas nuevas enseñanzas espirituales con sus antiguos conceptos literales y arraigados del reino de los cielos como restauración del trono de David y restablecimiento de Israel como potencia temporal en la tierra. En consecuencia, el jueves por la tarde, Jesús se alejó de la costa en una barca con Pedro, Santiago y Juan, para hablarles de los asuntos del reino. Fue una conversación educativa de cuatro horas que abarcó decenas de preguntas y respuestas, y se puede incluir de manera muy provechosa en este relato, reorganizando el resumen de esta tarde importante que Simón Pedro ofreció a su hermano Andrés a la mañana siguiente:

1579:4  140:8.2 1. Hacer la voluntad del Padre. La enseñanza de Jesús sobre confiar en los cuidados del Padre celestial no era un fatalismo ciego y pasivo. Aquella tarde citó, dándolo por bueno, un viejo refrán hebreo: "El que no trabaje no comerá." Señaló a su propia experiencia como un comentario suficiente de sus enseñanzas. Sus preceptos sobre la confianza en el Padre no deben juzgarse según las condiciones sociales o económicas de los tiempos modernos o de cualquier otra época. Su enseñanza abarca los principios ideales de una vida cercana a Dios, en todas las épocas y en todos los mundos.
1579:5  140:8.3 Jesús aclaró a los tres la diferencia que había entre las exigencias de ser apóstol y las de ser discípulo. Incluso entonces no prohibió a los doce que ejercitaran la prudencia y la previsión. Él no predicaba contra la prevención, sino contra la ansiedad y la preocupación. Enseñaba la sumisión activa y alerta a la voluntad de Dios. En respuesta a las numerosas preguntas sobre la frugalidad y el ahorro, sinplemente llamó la atención sobre su vida de carpintero, de fabricante de barcas y de pescador, y sobre su cuidadosa organización de los doce. Trató de aclararles que el mundo no debe ser considerado como un enemigo; que las circunstancias de la vida constituyen una dispensación divina que trabaja con los hijos de Dios.
1579:6  140:8.4 Jesús tuvo grandes dificultades para hacerles comprender su práctica personal de la no resistencia. Se negaba absolutamente a defenderse, y a los apóstoles les pareció que le hubiera gustado que ellos hubieran seguido la misma política. Les enseñó que no se opusieran al mal, que no combatieran las injusticias o las injurias, pero no les enseñó que toleraran pasivamente la maldad. Aquella tarde dejó muy claro que aprobaba el castigo social para los malhechores y los criminales, y que a veces el gobierno civil tiene que emplear la fuerza para mantener el orden social y aplicar la justicia.
1579:7  140:8.5 Nunca dejó de prevenir a sus discípulos contra la práctica perniciosa de las represalias; no soportaba la revancha, la idea de desquitarse. Deploraba que se guardara rencor. Rechazaba la idea de ojo por ojo y diente por diente. Desaprobaba todo el concepto de la revancha privada y personal, dejando estas cuestiones al gobierno civil, por un lado, y al juicio de Dios, por el otro. Aclaró a los tres que sus enseñanzas se aplicaban al individuo, y no al estado. Las instrucciones que había dado hasta ese momento sobre estas cuestiones las resumió como sigue: 1580:1  140:8.6 Amad a vuestros enemigos —recordad las pretensiones morales de la fraternidad humana.
1580:2  140:8.7 La futilidad del mal: un agravio no se repara con la venganza. No cometáis el error de combatir el mal con sus propias armas.
1580:3  140:8.8 Tened fe —tened confianza en el triunfo final de la justicia divina y de la bondad eterna.

1580:4  140:8.9 2. Actitud política. Advirtió a sus apóstoles que fueran discretos en sus comentarios sobre las tensas relaciones que existían entonces entre el pueblo judío y el gobierno romano; les prohibió que se enredaran de alguna manera en estas dificultades. Siempre tenía el cuidado de evitar las trampas políticas de sus enemigos, respondiendo siempre: "Dad al césar lo que es del césar, y a Dios lo que es de Dios." Se negaba a desviar su atención de su misión, que era la de establecer un nuevo camino de salvación; no se permitía a sí mismo preocuparse por otra cosa. En su vida personal, siempre acataba debidamente todas las leyes y reglas civiles; en todas sus enseñanzas públicas, hacía caso omiso de las cuestiones cívicas, sociales y económicas. Dijo a los tres apóstoles que sólo se preocupaba por los principios de la vida espiritual interior y personal del hombre.
1580:5  140:8.10 Jesús no era pues un reformador político. No venía para reorganizar el mundo; aunque lo hubiera hecho, sólo hubiera sido aplicable a aquella época y a aquella generación. Sin embargo, mostró al hombre la mejor manera de vivir, y ninguna generación está exenta de la tarea de descubrir la mejor manera de adaptar la vida de Jesús a sus propios problemas. Pero no cometáis nunca el error de identificar las enseñanzas de Jesús con alguna teoría política o económica, con algún sistema social o industrial.

1580:6  140:8.11 3. Actitud social. Durante mucho tiempo, los rabinos judíos habían debatido la cuestión: ¿Quién es mi prójimo? Jesús vino dando a conocer la idea de una bondad activa y espontánea, de un amor tan sincero por los semejantes, que ampliaba el concepto de vecindad hasta incluir al mundo entero, convirtiendo así en prójimos a todos los hombres. Pero a pesar de todo esto, Jesús se interesaba únicamente por el individuo, no por la masa. Jesús no era un sociólogo, pero trabajó para destruir todas las formas de aislamiento egoísta. Enseñaba la simpatía pura, la compasión. Miguel de Nebadón es un Hijo dominado por la misericordia; la compasión es su verdadera naturaleza.
1580:7  140:8.12 El Maestro no dijo que los hombres nunca debían convidar a comer a sus amigos, pero sí dijo que sus discípulos deberían organizar festines para los pobres y los desgraciados. Jesús tenía un sólido sentido de la justicia, pero siempre estaba templada por la misericordia. No enseñó a sus apóstoles que se dejaran engañar por los parásitos sociales o los mendigos profesionales. El momento en que estuvo más cerca de efectuar unas declaraciones sociológicas fue cuando dijo: "No juzguéis, para que no seáis juzgados."
1580:8  140:8.13 Indicó claramente que la beneficiencia sin distinción puede ser acusada de muchos males sociales. Al día siguiente, Jesús ordenó definitivamente a Judas que no se entregara ningún fondo apostólico como limosna, a menos que él lo pidiera o que dos de los apóstoles lo solicitaran conjuntamente. En todas estas cuestiones, Jesús siempre tenía la costumbre de decir: "Sed tan prudentes como las serpientes, pero tan inofensivos como las palomas." En todas las situaciones sociales, parecía tener el propósito de enseñar la paciencia, la tolerancia y el perdón.
1581:1  140:8.14 Para Jesús, la familia ocupaba el centro mismo de la filosofía de la vida —aquí y en el más allá. Sus enseñanzas sobre Dios las basó en la familia, tratando al mismo tiempo de corregir la tendencia de los judíos a honrar excesivamente a sus antepasados. Alabó la vida familiar como el deber humano más alto, pero indicó claramente que las relaciones familiares no deben interferir con las obligaciones religiosas. Llamó la atención sobre el hecho de que la familia es una institución temporal, que no sobrevive a la muerte. Jesús no dudó en abandonar a su familia cuando ésta se opuso a la voluntad del Padre. Enseñó la nueva y más amplia fraternidad de los hombres —los hijos de Dios. En la época de Jesús, las costumbres relacionadas con el divorcio eran relajadas en Palestina y en todo el imperio romano. Se negó repetidas veces a establecer leyes sobre el matrimonio y el divorcio, pero muchos de los primeros seguidores de Jesús tenían opiniones arraigadas sobre el divorcio, y no dudaron en atribuírselas a él. Todos los escritores del Nuevo Testamento, exceptuando a Juan Marcos, se adhirieron a estas ideas más estrictas y avanzadas sobre el divorcio.

1581:2  140:8.15 4. Actitud económica. Jesús trabajó, vivió y comerció en el mundo tal como lo encontró. No era un reformador económico, aunque llamó frecuentemente la atención sobre la injusticia de la distribución desigual de la riqueza; pero no ofreció ninguna sugerencia como remedio. Indicó claramente a los tres que, aunque sus apóstoles no debían poseer bienes, no predicaba contra la riqueza y la propiedad, sino únicamente contra su distribución desigual e injusta. Reconocía la necesidad de la justicia social y de la equidad industrial, pero no ofreció ninguna regla para conseguirlas.
1581:3  140:8.16 Nunca enseñó a sus discípulos que evitaran las posesiones terrenales; sólo a sus doce apóstoles. Lucas, el médico, creía firmemente en la igualdad social, y contribuyó mucho a interpretar las palabras de Jesús en consonancia con sus creencias personales. Jesús nunca ordenó personalmente a sus seguidores que adoptaran un modo de vida comunitario; no hizo ninguna declaración de ningún tipo sobre estas cuestiones.
1581:4  140:8.17 Jesús previno con frecuencia a sus oyentes contra la codicia, declarando que "la felicidad de un hombre no consiste en la abundancia de sus posesiones materiales." Reiteraba constantemente: "¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si pierde su propia alma?" No lanzó ataques directos contra la posesión de bienes, pero sí insistió en que es eternamente esencial el dar la prioridad a los valores espirituales. En sus enseñanzas posteriores trató de corregir muchas opiniones erróneas urantianas sobre la vida, contando numerosas parábolas que dió a conocer en el transcurso de su ministerio público. Jesús nunca tuvo la intención de formular teorías económicas; sabía muy bien que cada época debe desarrollar sus propios remedios para los problemas existentes. Si Jesús estuviera hoy en la tierra, viviendo su vida en la carne, desilusionaría mucho a la mayoría de los hombres y mujeres de bien, por la sencilla razón de que no tomaría partido en los debates políticos, sociales o económicos del día. Permanecería sublimemente al margen, mientras que os enseñaría a perfeccionar vuestra vida espiritual interior, con el fin de haceros mucho más competentes para atacar la solución de vuestros problemas puramente humanos.
1581:5  140:8.18 Jesús quería hacer a todos los hombres semejantes a Dios, y luego permanecer cerca con simpatía mientras estos hijos de Dios resuelven sus propios problemas políticos, sociales y económicos. No era la riqueza lo que denunciaba, sino lo que hace la riqueza a la mayoría de sus adictos. Este jueves por la tarde, Jesús dijo por primera vez a sus discípulos que "es más bienaventurado dar que recibir."

1581:6  140:8.19 5. Religión personal. Vosotros, al igual que hicieron sus apóstoles, deberíais comprender mejor las enseñanzas de Jesús a través de su vida. Vivió una vida perfeccionada en Urantia, y sus enseñanzas excepcionales sólo se pueden comprender cuando se visualiza esa vida en su trasfondo inmediato. Es su vida, y no sus lecciones a los doce o sus sermones a las multitudes, lo que ayudará mejor a revelar el carácter divino y la personalidad amante del Padre.
1582:1  140:8.20 Jesús no atacó las enseñanzas de los profetas hebreos o de los moralistas griegos. El Maestro reconocía las numerosas cosas buenas que defendían estos grandes pensadores, pero había venido a la tierra para enseñar algo adicional : "la conformidad voluntaria de la voluntad del hombre a la voluntad de Dios". Jesús no quería limitarse a producir hombres religiosos, unos mortales enteramente ocupados en sentimientos religiosos y animados exclusivamente por impulsos espirituales. Si hubierais podido echar una sola mirada sobre él, hubierais sabido que Jesús era realmente un hombre de gran experiencia en las cosas de este mundo. Las enseñanzas de Jesús en este sentido han sido groseramente falseadas y muy mal presentadas a lo largo de todos los siglos de la era cristiana; también habéis tenido ideas tergiversadas sobre la mansedumbre y la humildad del Maestro. La meta que perseguía en su vida parece haber sido un magnífico respeto de sí mismo. Sólo aconsejaba a los hombres que se humillaran para que pudieran ser verdaderamente ensalzados; lo que en realidad perseguía era una humildad auténtica ante Dios. Atribuía un gran valor a la sinceridad —al corazón puro. La fidelidad era una virtud cardinal en su evaluación del carácter, mientras que la valentía era el centro mismo de sus enseñanzas. Su consigna era "No temáis", y el aguante paciente era su ideal de la fuerza de carácter. Las enseñanzas de Jesús constituyen una religión de valor, de coraje y de heroísmo. Y precísamente por eso escogió, como representantes personales suyos, a doce hombres corrientes que eran en su mayoría pescadores toscos, viriles y valerosos.
1582:2  140:8.21 Jesús tenía poco que decir sobre los vicios sociales de su época; rara vez se refirió a la delincuencia moral. Era un educador positivo de la verdadera virtud. Evitó cuidadosamente el método negativo de impartir la enseñanza; rehusó darle publicidad al mal. No era siquiera ni un reformador moral. Sabía muy bien, y así lo enseñó a sus apóstoles, que los impulsos sensuales de la humanidad no se suprimen con los reproches religiosos ni con las prohibiciones legales. Sus pocas denuncias estaban dirigidas sobre todo contra el orgullo, la crueldad, la opresión y la hipocresía.
1582:3  140:8.22 Jesús no denunció con vehemencia ni siquiera a los fariseos, como había hecho Juan. Sabía que muchos escribas y fariseos tenían un corazón honesto; comprendía que eran esclavos serviles de las tradiciones religiosas. Jesús insistía mucho en "empezar por sanar el árbol". Fijó en el ánimo de los tres que valoraba la vida en su totalidad, y no sólo algunas virtudes particulares.

1582:4  140:8.23 La única lección que Juan aprendió de la enseñanza de este día fue que el fondo de la religión de Jesús consistía en adquirir un carácter compasivo, acoplado con una personalidad motivada por hacer la voluntad del Padre que está en los cielos.
1582:5  140:8.24 Pedro captó la idea de que el evangelio que estaban a punto de proclamar era realmente un nuevo punto de partida para toda la raza humana. Más tarde transmitió esta impresión a Pablo, que la utilizó para formular su doctrina de Cristo como "el segundo Adán".
1582:6  140:8.25 Santiago comprendió la emocionante verdad de que Jesús deseaba que sus hijos de la tierra vivieran como si ya fueran ciudadanos del reino celestial acabado.

1582:7  140:8.26 Jesús sabía que todos los hombres eran diferentes, y así lo enseñó a sus apóstoles. Los exhortaba constantemente a que se abstuvieran de intentar moldear a los discípulos y a los creyentes según un modelo predeterminado. Intentaba dejar que cada alma se desarrollara según su propia manera, como un individuo distinto que se perfecciona ante Dios. En respuesta a una de las numerosas preguntas de Pedro, el Maestro dijo: "Quiero liberar a los hombres para que puedan empezar de nuevo como niños pequeños en una vida nueva y mejor." Jesús insistía siempre en que la verdadera bondad debe ser inconsciente, que al hacer caridad no hay que dejar que la mano izquierda se entere de lo que hace la derecha.
1583:1  140:8.27 Aquella tarde, los tres apóstoles se escandalizaron cuando se dieron cuenta de que la religión de su Maestro no preveía el examen espiritual de sí mismo. Todas las religiones anteriores y posteriores a los tiempos de Jesús, incluído el cristianismo, preveen cuidadosamente un examen concienzudo de sí mismo. Pero no es así con la religión de Jesús de Nazaret; su filosofía de la vida carece de introspección religiosa. El hijo del carpintero nunca enseñó la formación del carácter; enseñó el crecimiento del carácter, declarando que el reino de los cielos se parece a un grano de mostaza. Pero Jesús no dijo nada que proscribiera el análisis de sí mismo como un medio de prevenir el egotismo presuntuoso.
1583:2  140:8.28 El derecho a entrar en el reino está condicionado por la fe, por la creencia personal. Lo que hay que pagar para permanecer en la ascensión progresiva del reino es la perla de gran precio; para poseerla, el hombre vende todo lo que tiene.
1583:3  140:8.29 La enseñanza de Jesús es una religión para todos, no solamente para los débiles y los esclavos. Su religión nunca se cristalizó (en su época) en credos y en leyes teológicas; no dejó ni una línea escrita detrás de él. Su vida y sus enseñanzas fueron legadas al universo como una herencia inspiradora e ideal, adecuada para la orientación espiritual y la instrucción moral de todas las épocas en todos los mundos. Incluso hoy día, las enseñanzas de Jesús se mantienen apartadas de todas las religiones, como tales, aunque son la esperanza viviente de cada una de ellas.
1583:4  140:8.30 Jesús no enseñó a sus apóstoles que la religión es la única ocupación del hombre en la tierra; ésta era la idea que tenían los judíos del servicio de Dios. Pero sí insistió en que la religión sería la ocupación exclusiva de los doce. Jesús no enseñó nada que desviara a sus creyentes de la búsqueda de una cultura auténtica; sólo le quitó mérito a las escuelas religiosas de Jerusalén, atadas a la tradición. Era liberal, generoso, culto y tolerante. La piedad retraída no ocupaba ningún lugar en su filosofía de la manera recta de vivir.
1583:5  140:8.31 El Maestro no ofreció soluciones para los problemas no religiosos de su propia época, ni de ninguna época posterior. Jesús deseaba desarrollar la comprensión espiritual de las realidades eternas y estimular la iniciativa en la originalidad de la manera de vivir; se ocupó exclusivamente de las necesidades espirituales subyacentes y permanentes de la raza humana. Reveló una bondad igual a la de Dios. Exaltó el amor —la verdad, la belleza y la bondad— como el ideal divino y la realidad eterna.
1583:6  140:8.32 El Maestro vino para crear un nuevo espíritu en el hombre, una nueva voluntad —para conferirle una capacidad nueva para conocer la verdad, experimentar la compasión y escoger la bondad— la voluntad de estar en armonía con la voluntad de Dios, unida al impulso eterno de volverse perfecto, como el Padre que está en los cielos es perfecto.

 


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