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El libro de Urantia
Edición1999

ESCRITO 147

EL PARÉNTESIS DE LA VISITA A JERUSALÉN

 

3. EN EL ESTANQUE DE BETESDA

1649:1  147:3.1 Durante la tarde del segundo sábado en Jerusalén, mientras el Maestro y los apóstoles estaban a punto de participar en los servicios del templo, Juan le dijo a Jesús: "Ven conmigo, quisiera mostrarte algo." Juan llevó a Jesús por una de las puertas de Jerusalén hasta un estanque de agua llamado Betesda. Alrededor de este estanque había una estructura de cinco pórticos, bajo los cuales permanecía un gran número de enfermos en busca de curación. Se trataba de un manantial caliente cuyas aguas rojizas burbujeaban a intervalos irregulares a causa de las acumulaciones de gases en las cavernas rocosas que se encontraban debajo del estanque. Muchos creían que esta perturbación periódica de las aguas calientes se debía a influencias sobrenaturales, y era creencia popular de que la primera persona que entrara en el agua después de una de estas perturbaciones se curaría de cualquier enfermedad que tuviera.
1649:2  147:3.2 Los apóstoles estaban un poco inquietos por las restricciones impuestas por Jesús, y Juan, el más joven de los doce, se sentía particularmente impaciente por esta prohibición. Había llevado a Jesús al estanque pensando que el espectáculo de los enfermos allí reunidos conmovería tanto la compasión del Maestro que lo incitaría a efectuar un milagro de curación, y así todo Jerusalén se quedaría asombrado y pronto se pondría a creer en el evangelio del reino. Juan le dijo a Jesús: "Maestro, mira toda esta gente que sufre; ¿no hay nada que podamos hacer por ellos?" Y Jesús replicó: "Juan, ¿por qué me tientas para que me desvíe del camino que he escogido? ¿Por qué continúas deseando sustituir la proclamación del evangelio de la verdad eterna por la realización de prodigios y la curación de los enfermos? Hijo mío, no me está permitido hacer lo que deseas, pero reúne a esos enfermos y afligidos para que pueda dirigirles unas palabras de aliento y de consuelo eterno."
1649:3  147:3.3 Al dirigirse a los allí reunidos, Jesús les dijo: "Muchos de vosotros estáis aquí, enfermos y afligidos, porque habéis vivido muchos años en el camino equivocado. Algunos sufren por los accidentes del tiempo, otros a consecuencia de los errores de sus antepasados, mientras que algunos de vosotros lucháis contra los obstáculos de las condiciones imperfectas de vuestra existencia temporal. Pero mi Padre trabaja, y yo quisiera trabajar, para mejorar vuestra condición en la tierra, y más especialmente para asegurar vuestro estado eterno. Ninguno de nosotros puede hacer gran cosa por cambiar las dificultades de la vida, a menos que descubramos que el Padre que está en los cielos así lo quiere. Después de todo, todos estamos obligados a hacer la voluntad del Eterno. Si todos os pudiérais curar de vuestras aflicciones físicas, indudablemente os admiraríais, pero es aun más importante que seáis purificados de toda enfermedad espiritual y que os encontréis curados de todas las dolencias morales. Todos sois hijos de Dios; sois los hijos del Padre celestial. Las trabas del tiempo pueden parecer afligiros, pero el Dios de la eternidad os ama. Cuando llegue la hora del juicio, no temáis, pues todos encontraréis no solamente justicia, sino una abundante misericordia. En verdad, en verdad os lo digo: Aquel que escucha el evangelio del reino y cree en esta enseñanza de la filiación con Dios, posee la vida eterna; esos creyentes pasan ya del juicio y de la muerte a la luz y a la vida. Y se acerca la hora en que incluso aquellos que están en la tumba escucharán la voz de la resurrección."
1649:4  147:3.4 Muchos de los que lo escucharon creyeron en el evangelio del reino. Algunos de los afligidos se sintieron tan inspirados y revivificados espiritualmente, que anduvieron proclamando de acá para allá que también habían sido curados de sus dolencias físicas.
1649:5  147:3.5 Un hombre que había estado muchos años deprimido y gravemente afligido con las dolencias de su mente perturbada, se regocijó con las palabras de Jesús, recogió su lecho y salió hacia su casa, aunque era el día del sábado. Este hombre angustiado había esperado todos estos años que alguien le ayudara; era tan víctima del sentimiento de su propia impotencia, que ni una sola vez había concebido la idea de ayudarse a sí mismo, aunque ésta era la única cosa que tenía que hacer para recuperarse —recoger su lecho y salir caminando.
1650:1  147:3.6 Jesús le dijo entonces a Juan: "Vámonos de aquí antes de que los principales sacerdotes y los escribas se encuentren con nosotros y se ofendan porque hemos dirigido unas palabras de vida a estos afligidos." Volvieron al templo para reunirse con sus compañeros, y todos partieron enseguida para pasar la noche en Betania. Juan nunca contó a los otros apóstoles la visita que había hecho con Jesús, este sábado por la tarde, al estanque de Betesda.

 


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