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El libro de Urantia
Edición1999

ESCRITO 150

LA TERCERA GIRA DE PREDICACIÓN

 

3. UN SÁBADO EN TIBERIADES

1680:3  150:3.1 Andrés, siguiendo las instrucciones de Jesús, había responsabilizado a las mujeres de los oficios del sábado del grupo apostólico. Esto significaba, naturalmente, que no se podían celebrar en la nueva sinagoga. Las mujeres eligieron a Juana para que se encargara de esta contingencia, y la reunión se celebró en la sala de banquetes del nuevo palacio de Herodes, ya que Herodes se encontraba residiendo en Julias, en Perea. Juana leyó en las Escrituras unos pasajes sobre la obra de la mujer en la vida religiosa de Israel, haciendo referencia a Miriam, Débora, Ester y otras.

1680:4  150:3.2 A una hora avanzada de aquella noche, Jesús dió al grupo reunido una charla memorable sobre "La magia y la superstición". En aquellos tiempos, la aparición de una estrella brillante y supuestamente nueva era considerada como el signo de que un gran hombre había nacido en la tierra. Como se había observado recientemente una estrella de este tipo, Andrés le preguntó a Jesús si estas creencias estaban bien fundadas. En su larga respuesta a la pregunta de Andrés, el Maestro emprendió un examen completo de todo el tema de la superstición humana. La exposición que Jesús efectuó en esta ocasión se puede resumir, en lenguaje moderno, de la manera siguiente:

1680:5  150:3.3 1. El camino que siguen las estrellas en el cielo no tiene absolutamente nada que ver con los acontecimientos de la vida humana en la tierra. La astronomía es una ocupación adecuada de la ciencia, pero la astrología es una masa de errores supersticiosos que no tienen ningún sitio en el evangelio del reino.
1680:6  150:3.4 2. El examen de los órganos internos de un animal recién degollado no puede revelar nada sobre el tiempo atmosférico, los acontecimientos futuros o el resultado de los asuntos humanos.
1680:7  150:3.5 3. Los espíritus de los muertos no regresan para comunicarse con sus familiares o con sus antiguos amigos todavía vivos.
1681:1  150:3.6 4. Los amuletos y las reliquias son impotentes para curar las enfermedades, evitar los desastres o influir en los malos espíritus; la creencia en todos estos medios materiales para influir sobre el mundo espiritual no es más que una vulgar superstición.
1681:2  150:3.7 5. Echar a la suerte quizás sea una manera útil de resolver muchas dificultades menores, pero no es un método destinado a descubrir la voluntad divina. Los resultados que se obtienen así son simplemente el producto de la casualidad material. El único medio de comulgar con el mundo espiritual está incluído en la dotación espiritual de la humanidad, el espíritu interior del Padre, junto con el espíritu derramado por el Hijo y la influencia omnipresente del Espíritu Infinito.
1681:3  150:3.8 6. La adivinación, la hechicería y la brujería son supersticiones de las mentes ignorantes, como también lo son las ilusiones de la magia. La creencia en los números mágicos, en los pronósticos de buena suerte y en los presagios de mala suerte, es una pura superstición sin ningún fundamento.
1681:4  150:3.9 7. La interpretación de los sueños es ampliamente un sistema supersticioso e infundado de especulaciones ignorantes y fantásticas. El evangelio del reino no ha de tener nada en común con los sacerdotes adivinos de la religión primitiva.
1681:5  150:3.10 8. Los espíritus del bien o del mal no pueden residir dentro de los símbolos materiales de arcilla, madera o metal; los ídolos no son nada más que el material con el que están fabricados.
1681:6  150:3.11 9. Las prácticas de los encantadores, los brujos, los magos y los hechiceros provienen de las supersticiones de los egipcios, los asirios, los babilonios y los antiguos cananeos. Los amuletos y todas las clases de encantamientos son inútiles tanto para conseguir la protección de los buenos espíritus como para desviar a los supuestos espíritus impuros.
1681:7  150:3.12 10. Jesús desenmascaró y censuró la creencia de sus oyentes en los encantamientos, las ordalías, los hechizos, las maldiciones, los signos, las mandrágoras, las cuerdas anudadas y todas las demás formas de superstición ignorante y esclavizante.

 


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