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El libro de Urantia
Edición1999

ESCRITO 150

LA TERCERA GIRA DE PREDICACIÓN

 

9. NAZARET RECHAZA A JESÚS

1686:4  150:9.1 Jesús se encontró rodeado en la sinagoga por una gran multitud de enemigos y muy pocos de sus propios seguidores. En respuesta a las preguntas groseras y a las burlas siniestras, comentó medio en broma: "Sí, soy el hijo de José; soy el carpintero, y no me sorprende que me recordéis el proverbio `Médico, cúrate a ti mismo', ni que me desafiéis para que haga en Nazaret lo que habéis oído decir que realicé en Cafarnaum; pero os pongo por testigos de que las mismas Escrituras afirman que `a un profeta no le faltan honores, salvo en su propio país y entre su propia gente.'"
1686:5  150:9.2 Pero lo empujaron y, señalándolo con un dedo acusador, le dijeron: "Crees que eres mejor que la gente de Nazaret; te fuiste de aquí, pero tu hermano es un obrero común y tus hermanas viven todavía entre nosotros. Conocemos a tu madre, María. ¿Donde se encuentran hoy? Hemos escuchado grandes cosas sobre ti, pero observamos que no haces ningún prodigio a tu regreso." Jesús les contestó: "Amo a la gente que vive en la ciudad donde crecí, y me regocijaría veros entrar a todos en el reino de los cielos, pero no me corresponde determinar la realización de las obras de Dios. Las transformaciones de la gracia se forjan como respuesta a la fe viviente de aquellos que son sus beneficiarios."
1686:6  150:9.3 Jesús hubiera manejado amablemente a la multitud y hubiera desarmado eficazmente incluso a sus enemigos más violentos, si uno de sus propios apóstoles, Simón Celotes, no hubiera cometido un grave error táctico. Con la ayuda de Nacor, uno de los evangelistas más jóvenes, Simón había reunido entretanto a un grupo de amigos de Jesús que estaban entre el gentío y, con una actitud agresiva, advirtieron a los enemigos del Maestro que se fueran de allí. Hacía tiempo que Jesús había enseñado a los apóstoles que una respuesta dulce desvía el furor, pero sus partidarios no estaban acostumbrados a que trataran a su amado instructor, a quien tan gustosamente llamaban Maestro, con tanta descortesía y desdén. Aquello fue demasiado para ellos y se pusieron a expresar su resentimiento apasionado y vehemente, lo cual no hizo más que encender los ánimos alborotadores de esta asamblea impía y grosera. Y así, bajo la dirección de los mercenarios, aquellos rufianes agarraron a Jesús y lo sacaron precipitadamente de la sinagoga hasta la cima de una escarpada colina cercana, donde estaban dispuestos a empujarlo al vacío para que se estrellara abajo. Pero cuando estaban a punto de empujarlo por el borde del acantilado, Jesús se revolvió de pronto sobre sus captores y, haciéndoles frente, se cruzó tranquilamente de brazos. No dijo nada, pero sus amigos se quedaron más que asombrados cuando empezó a caminar hacia adelante, mientras que el populacho se apartaba y lo dejaba pasar sin molestarlo.
1687:1  150:9.4 Jesús, seguido de sus discípulos, se dirigió al campamento, donde refirieron todo lo sucedido. Aquella tarde se prepararon para volver al día siguiente temprano a Cafarnaum, tal como Jesús lo había ordenado. Este final turbulento de la tercera gira de predicación pública tuvo un efecto de moderación sobre todos los seguidores de Jesús. Empezaron a darse cuenta del significado de algunas enseñanzas del Maestro; estaban despertando al hecho de que el reino sólo se establecería a través de muchas tristezas y de amargas desilusiones.
1687:2  150:9.5 Aquel domingo por la mañana abandonaron Nazaret, y después de viajar por caminos diferentes, todos se congregaron finalmente en Betsaida el jueves 10 de marzo al mediodía. Se reunieron como un grupo sobrio y serio de predicadores desilusionados del evangelio de la verdad, y no como un conjunto entusiasta y conquistador de cruzados triunfantes.


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