ÍNDICEEl libro de Urantia Edición1999
ESCRITO 150 LA TERCERA GIRA DE PREDICACIÓN
1684:4 150:8.1 Aquel sábado hacía un día magnífico, y todo Nazaret, amigos y enemigos, salió para escuchar lo que este antiguo habitante de su ciudad iba a decir en la sinagoga. Una gran parte del séquito apostólico tuvo que permanecer fuera de la sinagoga, pues no había sitio para todos los que habían venido a escucharlo. Cuando era joven, Jesús había hablado con frecuencia en este lugar de culto. Aquella mañana, cuando el jefe de la sinagoga le pasó el rollo de los escritos sagrados donde iba a leer la lección de las Escrituras, ninguno de los presentes pareció recordar que éste era el mismo manuscrito que Jesús había regalado a esta sinagoga.
1684:5 150:8.2 Los oficios de este día se celebraron exactamente igual que cuando Jesús asistía siendo niño. Subió al estrado de los oradores con el jefe de la sinagoga, y el oficio empezó recitándose dos oraciones: "Bendito sea el Señor, Rey del mundo, que forma la luz y crea las tinieblas, que hace la paz y crea todas las cosas; que en su misericordia, da la luz a la tierra y a los que viven en ella, y que en su bondad, renueva las obras de la creación día tras día y cada día. Bendito sea el Señor nuestro Dios por la gloria de las obras de sus manos y por las luces iluminadoras que ha hecho para su alabanza. Selá. Bendito sea el Señor nuestro Dios que ha creado las luces."
1685:1 150:8.3 Después de una breve pausa, siguieron rezando: "El Señor nuestro Dios nos ha amado con un gran amor, y se ha compadecido de nosotros con una piedad desbordante, nuestro Padre y nuestro Rey, por amor a nuestros padres que confiaron en él. Tú les enseñaste las reglas de la vida; ten misericordia de nosotros y enséñanos. Ilumina nuestros ojos con la ley; haz que nuestros corazones se ajusten a tus mandamientos; une nuestros corazones para que amemos y temamos tu nombre, y no nos avergonzaremos por los siglos de los siglos. Porque tú eres un Dios que prepara la salvación, y nos has escogido entre todas las naciones y lenguas, y en verdad nos has acercado a tu gran nombre —selá— para que podamos alabar tu unidad con amor. Bendito sea el Señor que, en su amor, ha elegido a su pueblo Israel."
1685:2 150:8.4 La congregación recitó luego el Semá, el credo de la fe judía. Este ritual consistía en repetir numerosos pasajes de la ley, e indicaba que los creyentes aceptaban el yugo del reino de los cielos, y también el yugo de los mandamientos tal como debían aplicarlos de día y de noche.
1685:3 150:8.5 Luego continuaron con la tercera oración: "Es verdad que tú eres Yahvé, nuestro Dios y el Dios de nuestros padres, nuestro Rey y el Rey de nuestros padres; nuestro Salvador y el Salvador de nuestros padres; nuestro Creador y la roca de nuestra salvación; nuestra ayuda y nuestro libertador. Tu nombre existe desde la eternidad, y no hay más Dios que tú. Los que fueron liberados cantaron un nuevo cántico a tu nombre a la orilla del mar; todos juntos te alabaron y te reconocieron como Rey, diciendo: Yahvé reinará por los siglos de los siglos. Bendito sea el Señor que salva a Israel."
1685:4 150:8.6 El jefe de la sinagoga se situó entonces en su puesto delante del arca, o cofre, que contenía las escrituras sagradas, y empezó a recitar las diecinueve oraciones de elogio, o bendiciones. Pero en esta ocasión era conveniente acortar el oficio a fin de que el invitado de honor dispusiera de más tiempo para su discurso; por consiguiente, sólo se recitaron la primera y la última bendiciones. La primera era: "Bendito sea el Señor nuestro Dios y el Dios de nuestros padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob; el grande, el poderoso y el terrible Dios, que muestra misericordia y benevolencia, que crea todas las cosas, que recuerda sus bondadosas promesas a nuestros padres y envía con amor a un salvador a los hijos de sus hijos para gloria de su propio nombre. Oh Rey, favorecedor, salvador y protector. Bendito eres tú, oh Yahvé, protector de Abraham."
1685:5 150:8.7 Después siguió la última bendición: "Oh, concede a tu pueblo Israel una gran paz perpétua, pues tú eres el Rey y el Señor de toda paz. Y ves con buenos ojos bendecir con la paz a Israel en todo tiempo y a todas horas. Bendito seas, Yahvé, que bendices con la paz a tu pueblo Israel." La asamblea no miraba al jefe mientras éste recitaba las bendiciones. Después de las bendiciones, ofreció una oración no oficial, adecuada a la circunstancia, y cuando concluyó, toda la congregación se unió para decir amén.
1685:6 150:8.8 Luego, el chazán se dirigió al arca y sacó un rollo que entregó a Jesús para que éste pudiera leer la lección de las Escrituras. Era habitual llamar a siete personas para que leyeran por lo menos tres versos de la ley, pero en esta ocasión se renunció a esta práctica para que el visitante pudiera leer la lección que él mismo había escogido. Jesús cogió el rollo, se puso de pie y empezó a leer en el Deuteronomio: "Pues este mandamiento que hoy te doy no es un secreto para ti, ni está lejos. No está en el cielo, para que no digas: ¿quién subirá al cielo por nosotros y nos lo traerá para que podamos oírlo y ponerlo en práctica? Tampoco está al otro lado del mar, para que no digas: ¿quién atravesará el mar por nosotros para que nos traiga el mandamiento a fin de que podamos oírlo y ponerlo en práctica? No, la palabra de vida está muy cerca de ti, incluso en tu presencia y en tu corazón, para que puedas conocerla y obedecerla."
1686:1 150:8.9 Cuando terminó de leer en el libro de la ley, pasó a Isaías donde empezó a leer: "El espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para que predique la buena nueva a los pobres. Me ha enviado para que proclame la libertad a los cautivos y la recuperación de la vista a los ciegos, para poner en libertad a los que se sienten heridos y proclamar el año favorable del Señor."
1686:2 150:8.10 Jesús cerró el libro y, después de devolverlo al jefe de la sinagoga, se sentó y empezó a hablarle a la gente. Comenzó diciendo: "Hoy, estas Escrituras se han cumplido." Y luego habló cerca de quince minutos sobre "Los hijos y las hijas de Dios". Su discurso le gustó a muchos de los asistentes, que se maravillaron de su gracia y de su sabiduría.
1686:3 150:8.11 Después de concluir los oficios formales, existía la costumbre de que el orador permaneciera en la sinagoga para que las personas interesadas pudieran hacerle preguntas. En consecuencia, este sábado por la mañana, Jesús descendió para mezclarse con la multitud que se adelantaba para hacerle preguntas. En este grupo había muchos individuos violentos con intenciones dañinas, mientras que alrededor del gentío circulaban aquellos degenerados que habían sido sobornados para causarle problemas a Jesús. Muchos discípulos y evangelistas que habían permanecido fuera avanzaron ahora para entrar en la sinagoga y se dieron cuenta enseguida de que se estaba fraguando un disturbio. Trataron de llevarse al Maestro, pero éste no quiso ir con ellos.