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El libro de Urantia
Edición1999

ESCRITO 152

Los ACONTECIMIENTOS QUE CONDUJERON
A LA CRISIS DE CAFARNAUM

 

2. LA ALIMENTACIÓN DE Los CINCO MIL

1700:2  152:2.1 Jesús continuó enseñando a la gente durante el día, e instruyendo a los apóstoles y a los evangelistas por la noche. El viernes decretó una semana de vacaciones para que todos sus seguidores pudieran pasar unos días en sus casas o con sus amigos, antes de prepararse a subir a Jerusalén para la Pascua. Pero más de la mitad de sus discípulos se negaron a abandonarlo, y la multitud aumentaba diariamente hasta tal punto, que David Zebedeo deseaba establecer un nuevo campamento, pero Jesús se negó a darle su consentimiento. El Maestro había descansado tan poco durante el sábado, que el domingo 27 de marzo por la mañana intentó alejarse de la gente. Algunos evangelistas se quedaron allí para hablarle a la multitud, mientras que Jesús y los doce planeaban escaparse, sin ser vistos, a la orilla opuesta del lago, donde pensaban encontrar el descanso que tanto necesitaban en un hermoso parque al sur de Betsaida-Julias. Esta región era un lugar de recreo favorito para los habitantes de Cafarnaum; todos conocían bien estos parques de la costa oriental.
1700:3  152:2.2 Pero la gente no les dejó salirse con la suya. Vieron la dirección que tomaba la barca de Jesús, alquilaron todas las embarcaciones disponibles y salieron en su persecución. Los que no pudieron conseguir una barca se pusieron en camino para rodear a pie el extremo septentrional del lago.
1700:4  152:2.3 Al caer la tarde, más de mil personas habían localizado al Maestro en uno de los parques; él les habló brevemente, y Pedro lo hizo después. Mucha de esta gente había traído su comida, y después de cenar, se reunieron en pequeños grupos mientras los apóstoles y los discípulos de Jesús les enseñaban.
1700:5  152:2.4 El lunes por la tarde, la multitud había aumentado a más de tres mil personas. Y además —ya entrada la noche— la gente continuaba afluyendo, trayendo con ellos todo tipo de enfermos. Cientos de personas interesadas habían planeado detenerse en Cafarnaum, en su camino hacia la Pascua, para ver y escuchar a Jesús, y se negaban sencillamente a sufrir un desengaño. El miércoles a mediodía, unos cinco mil hombres, mujeres y niños se habían congregado aquí, en este parque al sur de Betsaida-Julias. El tiempo era agradable, pues se acercaba el final de la estación de las lluvias en esta región.

1700:6  152:2.5 Felipe había traído provisiones para alimentar a Jesús y los doce durante tres días, y estaban al cuidado del joven Marcos, su recadero. Este día por la tarde, el tercero para casi la mitad de esta multitud, los víveres que la gente había traído consigo estaban a punto de agotarse. David Zebedeo no contaba aquí con una ciudad de tiendas para alimentar y alojar a las multitudes. Felipe tampoco había previsto alimentos para una muchedumbre tan grande. Pero aunque la gente tenía hambre, no quería irse. Se cuchicheaba en voz baja que, como Jesús deseaba evitar dificultades tanto con Herodes como con los dirigentes de Jerusalén, había elegido este sitio tranquilo, fuera de la jurisdicción de todos sus enemigos, como el lugar adecuado para ser coronado rey. El entusiasmo de la gente aumentaba de hora en hora. A Jesús no le decían ni una palabra, aunque, por supuesto, sabía todo lo que estaba pasando. Incluso los doce apóstoles también estaban contaminados con estas ideas, y en especial los evangelistas más jóvenes. Los apóstoles que estaban a favor de esta tentativa para proclamar rey a Jesús eran Pedro, Juan, Simón Celotes y Judas Iscariote. Andrés, Santiago, Natanael y Tomás se oponían a este proyecto. Mateo, Felipe y los gemelos Alfeo no opinaban. El cabecilla de esta conspiración para hacerlo rey era Joab, uno de los jóvenes evangelistas.

1701:1  152:2.6 Ésta era la situación el miércoles hacia las cinco de la tarde, cuando Jesús le pidió a Santiago Alfeo que llamara a Andrés y a Felipe. Jesús dijo: "¿Qué vamos a hacer con la multitud? Hace ya tres días que están con nosotros, y muchos de ellos tienen hambre. No tienen comida." Felipe y Andrés intercambiaron una mirada, y luego Felipe contestó: "Maestro, deberías despedir a esta gente para que fueran a los pueblos de los alrededores a comprar comida." Andrés temía que se materializara la intriga para coronarlo rey, por lo que apoyó rápidamente a Felipe, diciendo: "Sí, Maestro, creo que es mejor que despidas a la multitud para que se vayan por su camino y compren comida, y así consigues descansar algún tiempo." Mientras tanto, otros apóstoles se habían unido a la conversación. Jesús dijo entonces: "Pero no deseo despedirlos hambrientos; ¿no podéis alimentarlos?" Esto fue demasiado para Felipe, que dijo inmediatamente: "Maestro, aquí en pleno campo, ¿dónde podemos comprar pan para esta multitud? Con doscientos denarios no tendríamos suficiente para un almuerzo."
1701:2  152:2.7 Antes de que los apóstoles tuvieran la posibilidad de expresarse, Jesús se volvió hacia Andrés y Felipe, diciendo: "No quiero despedir a esta gente. Están aquí como ovejas sin pastor. Me gustaría alimentarlos. ¿De cuánta comida disponemos?" Mientras Felipe conversaba con Mateo y Judas, Andrés buscó al joven Marcos para averiguar cuántas provisiones quedaban. Volvió hacia Jesús, diciendo: "Al muchacho sólo le quedan cinco panes de cebada y dos pescados secos" —y Pedro añadió inmediatamente: "Y aún tenemos que comer esta noche."
1701:3  152:2.8 Jesús permaneció en silencio durante un momento. Había en sus ojos una mirada lejana. Los apóstoles no decían nada. Jesús se volvió repentinamente hacia Andrés y dijo: "Tráeme los panes y los peces." Cuando Andrés le trajo la canasta, el Maestro dijo: "Ordenad a la gente que se siente en la hierba en grupos de cien, y que designen a un jefe para cada grupo, mientras traéis a todos los evangelistas aquí con nosotros."
1701:4  152:2.9 Jesús cogió los panes en sus manos y, después de dar las gracias, partió el pan y lo dio a sus apóstoles, que lo pasaron a sus compañeros, quienes a su vez lo llevaron a la multitud. Jesús partió y distribuyó los peces de la misma manera. Y aquella multitud comió hasta saciarse. Cuando hubieron terminado de comer, Jesús dijo a los discípulos: "Recoged los trozos que quedan para que no se pierda nada." Cuando terminaron de recoger los pedazos, tenían doce canastas llenas. Unos cinco mil hombres, mujeres y niños habían comido en este banquete extraordinario.
1702:1  152:2.10 Éste fue el primero y el único milagro de la naturaleza que Jesús efectuó después de haberlo planeado conscientemente. Es verdad que sus discípulos tenían tendencia a calificar de milagros muchas cosas que no lo eran, pero éste fue un auténtico ministerio sobrenatural. Se nos ha enseñado que, en este caso, Miguel multiplicó los elementos nutritivos como siempre lo hace, salvo que eliminó el factor tiempo y el encauzamiento vital observable.

 

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