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El libro de Urantia
Edición1999

ESCRITO 154

Los ÚLTIMOS DÍAS EN CAFARNAUM

 

6. LLEGA LA FAMILIA DE JESÚS

1721:1  154:6.1 Eran aproximadamente las ocho de la mañana de este domingo cuando cinco miembros de la familia terrestre de Jesús llegaron al lugar, en respuesta al llamamiento urgente de la cuñada de Judá. De toda su familia carnal, solamente Rut había creido constantemente y de todo corazón en la divinidad de su misión en la tierra. Judá, Santiago e incluso José, aun conservaban gran parte de su fe en Jesús, pero habían dejado que el orgullo obstaculizara su mejor saber y entender y sus verdaderas inclinaciones espirituales. María estaba desgarrada por igual entre el amor y el temor, entre el amor maternal y el orgullo familiar. Aunque estaba abrumada por las dudas, nunca había podido olvidar por completo la visita de Gabriel antes del nacimiento de Jesús. Los fariseos se habían esforzado por persuadir a María de que Jesús estaba fuera de sí, de que estaba loco. Le insistieron para que fuera con sus hijos y tratara de disuadirlo de continuar con sus esfuerzos de enseñanza pública. Aseguraron a María que la salud de Jesús estaba a punto de quebrantarse, y que si se le permitía continuar, el único resultado sería que el deshonor y la ignominia caerían sobre toda la familia. Así pues, cuando recibieron la noticia de la cuñada de Judá, los cinco partieron inmediatamente hacia la casa de Zebedeo, pues se hallaban todos juntos en el hogar de María, donde se habían reunido con los fariseos la noche anterior. Habían conversado con los dirigentes de Jerusalén hasta muy entrada la noche, y todos estaban más o menos convencidos de que Jesús actuaba de una manera extraña, de que se había comportado de forma extravagante desde hacía algún tiempo. Aunque Rut no podía explicar todos los motivos de su conducta, insistió en que Jesús siempre había tratado equitativamente a su familia, y se negó a participar en el programa consistente en intentar disuadirlo de que continuara su obra.
1721:2  154:6.2 Por el camino hacia la casa de Zebedeo, discutieron sobre todas estas cosas y acordaron entre ellos tratar de persuadir a Jesús para que volviera a casa con ellos, porque, según decía María: "Sé que podría influir en mi hijo si tan sólo quisiera venir a casa y escucharme." Santiago y Judá habían oído rumores sobre los planes para arrestar a Jesús y llevarlo a Jerusalén para ser juzgado. También tenían miedo por su propia seguridad. Mientras Jesús había sido una figura popular a los ojos de la gente, su familia había dejado que las cosas siguieran su curso, pero ahora que la población de Cafarnaum y los dirigentes de Jerusalén se habían vuelto repentinamente contra él, empezaron a sentir en lo más vivo la presión de la supuesta desgracia de su embarazosa situación.
1721:3  154:6.3 Habían esperado encontrar a Jesús, cogerlo aparte, e instarlo a que volviera a casa con ellos. Habían pensado en asegurarle que se olvidarían de que los había descuidado —que perdonarían y olvidarían— con que sólo renunciara a la tontería de intentar predicar una nueva religión que sólo le acarrearía problemas y traería el deshonor a su familia. Ante todos estos razonamientos, Rut se limitaba a decír: "Le diré a mi hermano que pienso que es un hombre de Dios, y que espero que esté dispuesto a morir antes de permitir que esos malvados fariseos pongan fin a su predicación." José prometió mantener callada a Rut mientras los demás trataban de convencer a Jesús.
1721:4  154:6.4 Cuando llegaron a la casa de Zebedeo, Jesús estaba en plena exposición de su discurso de despedida a los discípulos. Trataron de entrar en la casa, pero estaba atestada a rebosar. Terminaron por instalarse en el pórtico de atrás e hicieron saber a Jesús, de persona en persona, la noticia de su llegada; finalmente, Simón Pedro se lo anunció en voz baja, interrumpiendo su discurso para decirle: "Mira, tu madre y tus hermanos están fuera, y están muy impacientes por hablar contigo." Ahora bien, a su madre no se le había ocurrido pensar en la importancia que tenía dar este mensaje de despedida a sus seguidores, ni tampoco sabía que su discurso podía terminar probablemente en cualquier momento por la llegada de sus captores. Después de una separación aparente tan prolongada, y en vista del favor que ella y sus hermanos le hacían viniendo de hecho hasta él, María creía realmente que Jesús dejaría de hablar e iría a reunirse con ellos en cuanto se enterara de que lo estaban esperando.
1722:1  154:6.5 Éste fue otro de esos casos en los que su familia terrestre no podía comprender que Jesús tenía que ocuparse de los asuntos de su Padre. Así pues, María y sus hermanos se sintieron profundamente ofendidos cuando, a pesar de que interrumpió su discurso para recibir el mensaje, en lugar de salir precipitadamente para saludarlos, escucharon su voz melodiosa aumentar de tono para decir: "Decid a mi madre y a mis hermanos que no teman nada por mí. El Padre que me ha enviado al mundo no me abandonará, y mi familia tampoco sufrirá ningún daño. Rogadles que tengan buen ánimo y que pongan su confianza en el Padre del reino. Pero, después de todo, ¿quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?" Y extendiendo las manos hacia todos sus discípulos congregados en la sala, dijo: "Yo no tengo madre; yo no tengo hermanos. ¡He aquí a mi madre y he aquí a mis hermanos! Porque cualquiera que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi madre, mi hermano y mi hermana."
1722:2  154:6.6 Cuando María escuchó estas palabras, se desmayó en los brazos de Judá. La llevaron al jardín para reanimarla, mientras Jesús pronunciaba las últimas palabras de su mensaje de despedida. Entonces hubiera salido para conversar con su madre y sus hermanos, pero un mensajero llegó apresuradamente de Tiberiades, trayendo la noticia de que los oficiales del sanedrín estaban de camino con autoridad para detener a Jesús y llevarlo a Jerusalén. Andrés recibió este mensaje, e interrumpió a Jesús para comunicarselo.
1722:3  154:6.7 Andrés no se acordaba de que David había apostado unos veinticinco centinelas alrededor de la casa de Zebedeo, de manera que nadie podía cogerlos por sorpresa; por eso preguntó a Jesús qué debían hacer. El Maestro permaneció allí de pie en silencio, mientras su madre se recuperaba en el jardín de la conmoción de haberle oído decir las palabras: "Yo no tengo madre". En ese preciso momento, una mujer se levantó en la sala y exclamó: "Benditas sean las entrañas que te engendraron y benditos sean los senos que te amamantaron." Jesús se desvió un momento de su conversación con Andrés para responder a esta mujer, diciendo: "No, bendito es más bien aquel que escucha la palabra de Dios y se atreve a obedecerla."

1722:4  154:6.8 María y los hermanos de Jesús pensaban que Jesús no los comprendía, que había perdido su interés por ellos, sin darse cuenta de que eran ellos los que no lograban comprenderlo. Jesús comprendía plenamente lo difícil que es para los hombres romper con su pasado. Sabía hasta qué punto los seres humanos se dejan influir por la elocuencia de un predicador, y de qué modo la conciencia responde al llamamiento emocional, como la mente responde a la lógica y a la razón, pero también sabía que es muchísimo más difícil persuadir a los hombres para que renuncien al pasado.
1722:5  154:6.9 Es eternamente cierto que todos los que puedan pensar que son incomprendidos o mal apreciados, tienen en Jesús a un amigo compasivo y a un consejero comprensivo. Había advertido a sus apóstoles que los enemigos de un hombre pueden ser los de su propia casa, pero difícilmente había imaginado que esta predicción se aplicaría tan de cerca a su propia experiencia. Jesús no abandonó a su familia terrestre para hacer la obra de su Padre —fueron ellos los que lo abandonaron. Más tarde, después de la muerte y resurrección del Maestro, cuando su hermano Santiago se unió al movimiento cristiano primitivo, sufrió enormemente por no haber sabido disfrutar de esta asociación inicial con Jesús y sus discípulos.

1723:1  154:6.10 Para pasar por estos acontecimientos, Jesús escogió dejarse guiar por el conocimiento limitado de su mente humana. Deseaba sufrir la experiencia con sus compañeros como un simple hombre. En la mente humana de Jesús estaba la idea de ver a su familia antes de irse. No quería detenerse en medio de su discurso y transformar así en un espectáculo público este primer encuentro después de una separación tan larga. Había tenido la intención de terminar su alocución y luego charlar con ellos antes de partir, pero este plan se frustró debido a la confabulación de acontecimientos que se produjeron inmediatamente después.
1723:2  154:6.11 La llegada de un grupo de mensajeros de David a la puerta trasera de la casa de Zebedeo hizo que aumentara su precipitación por huir. La agitación que produjeron estos hombres asustó a los apóstoles, pues les hizo pensar que estos recién llegados podían ser sus captores; temiendo ser arrestados inmediatamente, se precipitaron por la puerta delantera hacia la barca que les estaba esperando. Todo esto explica por qué Jesús no vio a su familia que lo estaba esperando en el porche de atrás.
1723:3  154:6.12 Sin embargo, al subir a la barca en esta huida precipitada, le dijo a David Zebedeo: "Di a mi madre y a mis hermanos que aprecio su venida, y que tenía la intención de verlos. Recomiéndales que no se ofendan por mi conducta, sino que traten más bien de conocer la voluntad de Dios y de tener la gracia y el coraje de hacer esa voluntad."

 


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