ÍNDICEEl libro de Urantia Edición1999
ESCRITO 156 LA ESTANCIA EN TIRO Y SIDÓN
1734:3 156:1.1 Cerca de la casa de Karuska, donde se alojaba el Maestro, vivía una mujer siria que había oído hablar mucho de Jesús como gran sanador e instructor, y este sábado por la tarde vino a verlo con su hijita. La chica, que tenía unos doce años de edad, estaba afligida con un doloroso trastorno nervioso caracterizado por convulsiones y otras manifestaciones angustiosas.
1734:4 156:1.2 Jesús había encargado a sus asociados que no informaran a nadie de su presencia en la casa de Karuska, explicando que deseaba descansar. Aunque habían obedecido las instrucciones de su Maestro, la criada de Karuska había ido a la casa de esta mujer siria, llamada Norana, para informarle que Jesús estaba alojado en la casa de su ama, y había incitado a esta madre ansiosa a que llevara a su hija afligida para que la curara. Esta madre creía, por supuesto, que su hija estaba poseída por un demonio, por un espíritu impuro.
1734:5 156:1.3 Cuando Norana llegó con su hija, los gemelos Alfeo le explicaron, por medio de un intérprete, que el Maestro estaba descansando y que no se le podía molestar, a lo cual Norana replicó que se quedaría allí con la niña hasta que el Maestro hubiera terminado su descanso. Pedro también intentó razonar con ella y persuadirla para que volviera a su casa. Le explicó que Jesús estaba rendido de cansancio de tanto enseñar y curar, y que había venido a Fenicia para pasar un período de tranquilidad y descanso. Pero fue inútil. Norana no quiso irse. Ante las súplicas de Pedro, ella se limitó a responder: "No me marcharé hasta que haya visto a tu Maestro. Sé que puede echar al demonio de mi niña, y no me iré hasta que el sanador haya visto a mi hija."
1734:6 156:1.4 Entonces, Tomás intentó despedir a la mujer, pero tampoco tuvo éxito. Ella le dijo: "Tengo fe en que tu Maestro será capaz de echar a este demonio que atormenta a mi hija. He oído hablar de sus obras poderosas en Galilea, y creo en él. ¿Qué os ha sucedido a vosotros, sus discípulos, para que queráis despedir a los que vienen buscando la ayuda de vuestro Maestro?" Cuando ella hubo dicho esto, Tomás se retiró.
1735:1 156:1.5 Luego se adelantó Simón Celotes para amonestar a Norana. Simón dijo: "Mujer, eres una gentil que habla griego. No es justo que esperes que el Maestro coja el pan destinado a los hijos de la casa favorecida y se lo eche a los perros." Pero Norana rehusó ofenderse por el ataque de Simón. Se limitó a replicar: "Sí, maestro, comprendo tus palabras. No soy más que un perro a los ojos de los judíos, pero en lo que respecta a tu Maestro, soy un perro creyente. Estoy decidida a que él vea a mi hija, porque estoy persuadida de que, con que sólo la mire, la curará. Y ni siquiera tú, buen hombre, te atreverías a privar a los perros del privilegio de conseguir las migajas que puedan caer de la mesa de los hijos."
1735:2 156:1.6 En ese preciso momento, la chiquilla sufrió una violenta convulsión delante de todos ellos, y la madre exclamó: "Ahora podéis ver que mi hija está poseída por un espíritu maligno. Si nuestra miseria no os impresiona, sí conmoverá a vuestro Maestro, que me han dicho que ama a todos los hombres y que se atreve incluso a curar a los gentiles cuando estos creen. No sois dignos de ser sus discípulos. No me iré hasta que mi hija haya sido curada."
1735:3 156:1.7 Jesús, que había escuchado toda esta conversación por una ventana abierta, salió entonces, para gran sorpresa de todos, y dijo: "Oh mujer, tu fe es grande, tan grande que no puedo rehusar lo que deseas; puedes irte en paz. Tu hija ya ha recuperado la salud." Y la chiquilla se sintió bien a partir de ese momento. Cuando Norana y la niña iban a despedirse, Jesús les rogó que no le contaran a nadie este suceso; aunque sus compañeros sí cumplieron esta petición, la madre y la niña no dejaron de proclamar por toda la región, e incluso en Sidón, el hecho de que la chiquilla había sido curada, de tal manera que Jesús estimó conveniente cambiar de residencia pocos días después.1735:4 156:1.8 Al día siguiente, mientras Jesús enseñaba a sus apóstoles, comentando la curación de la hija de la mujer siria, dijo: "Siempre ha sido así desde el principio; ya véis por vosotros mismos que los gentiles son capaces de ejercer una fe salvadora en las enseñanzas del evangelio del reino de los cielos. En verdad, en verdad os digo que los gentiles se apoderarán del reino del Padre si los hijos de Abraham no están dispuestos a mostrar la fe suficiente para entrar en él."