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El libro de Urantia
Edición1999

ESCRITO 158

EL MONTE DE LA TRANSFIGURACIÓN

 

1. LA TRANSFIGURACIÓN

1752:3  158:1.1 El lunes 15 de agosto por la mañana temprano, seis días después de la memorable confesión de Pedro, realizada un mediodía al borde del camino debajo de las moreras, Jesús y los tres apóstoles empezaron la ascensión del Monte Hermón.
1752:4  158:1.2 Jesús había sido llamado para que subiera solo a la montaña con el fin de gestionar unos asuntos importantes que tenían que ver con el desarrollo de su donación en la carne, ya que esta experiencia estaba relacionada con el universo creado por él mismo. Es significativo que este acontecimiento extraordinario estuviera calculado para que ocurriera mientras Jesús y los apóstoles se encontraban en las tierras de los gentiles, y que se produjera efectivamente en una montaña de los gentiles.
1752:5  158:1.3 Llegaron a su destino, casi a mitad de camino de la cima, un poco antes del mediodía. Mientras almorzaban, Jesús contó a los tres apóstoles una parte de la experiencia que había tenido, poco después de su bautismo, en las colinas al este del Jordán, y también les dijo algo más sobre su experiencia en el Monte Hermón durante su visita anterior a este retiro solitario.
1752:6  158:1.4 Cuando era niño, Jesús tenía la costumbre de subir a la colina que estaba cerca de su casa, y soñar con las batallas que los ejércitos de los imperios habían librado en la planicie de Esdraelón; ahora, subía al Monte Hermón para recibir la dotación que lo prepararía para descender a las llanuras del Jordán y representar las escenas finales del drama de su donación en Urantia. Este día, en el Monte Hermón, el Maestro hubiera podido abandonar la lucha y volver a gobernar sus dominios universales, pero no solamente escogió satisfacer las exigencias de su orden de filiación divina, contenidas en el mandato del Hijo Eterno del Paraíso, sino que también escogió satisfacer plenamente y hasta el fin la voluntad presente de su Padre Paradisiaco. Este día de agosto, tres de sus apóstoles vieron cómo rehusaba ser investido con la plena autoridad sobre su universo. Observaron aterrados la partida de los mensajeros celestiales, dejándolo solo para que terminara su vida terrestre como Hijo del Hombre e Hijo de Dios.
1753:1  158:1.5 La fe de los apóstoles alcanzó su punto culminante en el momento de la alimentación de los cinco mil, y luego cayó rápidamente casi hasta cero. Ahora, debido a que el Maestro había admitido su divinidad, la fe rezagada de los doce se elevó hasta su apogeo en las pocas semanas que siguieron, para sufrir después un declive progresivo. El tercer resurgimiento de su fe no se produjo hasta después de la resurrección del Maestro.
1753:2  158:1.6 Hacia las tres de esta hermosa tarde, Jesús se despidió de los tres apóstoles, diciendo: "Me voy solo durante un tiempo para comulgar con el Padre y sus mensajeros; os ruego que os quedéis aquí, y mientras esperáis mi regreso, orad para que se haga la voluntad del Padre en toda vuestra experiencia relacionada con el resto de la misión donadora del Hijo del Hombre." Después de haberles dicho esto, Jesús se retiró para celebrar una larga conferencia con Gabriel y el Padre Melquisedec, y no regresó hasta cerca de las seis. Cuando Jesús observó la ansiedad de sus apóstoles debido a su ausencia prolongada, dijo: "¿Por qué teníais miedo? Sabéis muy bien que debo ocuparme de los asuntos de mi Padre; ¿por qué dudáis cuando no estoy con vosotros? Os declaro ahora que el Hijo del Hombre ha optado por pasar toda su vida en medio de vosotros y como uno de vosotros. Estad alegres; no os abandonaré hasta que haya terminado mi obra."
1753:3  158:1.7 Mientras compartían una cena frugal, Pedro le preguntó al Maestro: "¿Cuánto tiempo vamos a permanecer en esta montaña, lejos de nuestros hermanos?" Jesús contestó: "Hasta que hayáis visto la gloria del Hijo del Hombre y sepáis que todo lo que os he declarado es verdad." Y hablaron de los asuntos de la rebelión de Lucifer, mientras estaban sentados cerca del rescoldo encendido de su fuego, hasta que la oscuridad los envolvió y los párpados de los apóstoles se hicieron pesados, pues habían emprendido su viaje muy temprano aquella mañana.
1753:4  158:1.8 Los tres dormían profundamente desde hacía una media hora, cuando fueron despertados repentinamente por un crujido cercano; al mirar a su alrededor, para su gran sorpresa y consternación, vieron a Jesús conversando íntimamente con dos seres brillantes vestidos con las vestiduras de luz del mundo celestial. El rostro y la silueta de Jesús brillaban con la luminosidad de una luz celestial. Los tres hablaban en un lenguaje extraño, pero por ciertas cosas dichas, Pedro supuso erróneamente que los seres que estaban con Jesús eran Moisés y Elías; en realidad se trataba de Gabriel y del Padre Melquisedec. A petición de Jesús, los controladores físicos habían dispuesto lo necesario para que los apóstoles presenciaran esta escena.
1753:5  158:1.9 Los tres apóstoles estaban tan enormemente asustados que tardaron en recuperarse; mientras la deslumbrante visión se desvanecía delante de ellos y observaban que Jesús se quedaba solo, Pedro, que fue el primero en recuperarse, dijo: "Jesús, Maestro, es provechoso haber estado aquí. Nos alegramos de ver esta gloria. Nos disgusta tener que regresar al mundo ignominioso. Si te parece bien, quedémonos aquí, y levantaremos tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías." Pedro dijo esto a causa de su confusión, y porque no se le ocurrió ninguna otra cosa en ese momento.
1753:6  158:1.10 Mientras Pedro aún estaba hablando, una nube plateada se les acercó y ensombreció a los cuatro. Ahora los apóstoles se asustaron mucho, y cuando caían de bruces para adorar, oyeron una voz, la misma que había hablado en el momento del bautismo de Jesús, que decía: "Éste es mi Hijo amado; prestadle atención." Cuando la nube se desvaneció, Jesús estaba de nuevo solo con los tres; se inclinó y los tocó, diciendo: "Levantaos y no temáis; veréis cosas más grandes que ésta." Pero los apóstoles estaban realmente aterrorizados; mientras se preparaban para bajar de la montaña, poco antes de la medianoche, formaban un trío silencioso y pensativo.

 


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