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El libro de Urantia
Edición1999

ESCRITO 160

RODÁN DE ALEJANDRÍA

 

1. LA FILosOFÍA GRIEGA DE RODÁN

1772:2  160:1.1 El lunes por la mañana temprano, Rodán comenzó una serie de diez discursos para Natanael, Tomás y un grupo de unas dos docenas de creyentes que se encontraban casualmente en Magadán. Estas conversaciones, condensadas, reunidas y expresadas en un lenguaje moderno, ofrecen para nuestra consideración los pensamientos siguientes:

1772:3  160:1.2 La vida humana consiste en tres grandes estímulos: los impulsos, los deseos y las atracciones. Un carácter fuerte y una personalidad con autoridad sólo se pueden adquirir convirtiendo el impulso natural de la vida en el arte social de vivir, y transformando los deseos inmediatos en esas aspiraciones superiores que dan lugar a realizaciones duraderas, mientras que la atracción común de existir debemos transferirla desde las ideas personales, convencionales y establecidas, hasta los niveles más elevados de las ideas no exploradas y de los ideales por descubrir.
1772:4  160:1.3 Cuanto más compleja se vuelva la civilización, más difícil será el arte de vivir. Cuanto más rápidamente cambien los hábitos sociales, más complicada será la tarea de desarrollar el carácter. Para que el progreso pueda continuar, la humanidad tiene que aprender de nuevo el arte de vivir cada diez generaciones. Y si, debido a su ingenio, el hombre aumenta aún con más rapidez las complejidades de la sociedad, habrá que reaprender el arte de vivir con mucha más frecuencia, quizás en cada generación. Si la evolución del arte de vivir no progresa paralelamente a la técnica de la existencia, la humanidad retrocederá rápidamente al simple impulso de vivir —a la satisfacción de los deseos inmediatos. De esta manera, la humanidad seguirá siendo inmadura, y la sociedad no conseguirá alcanzar su plena madurez.
1773:1  160:1.4 La madurez social es equivalente al grado en que el hombre está dispuesto a renunciar a satisfacer sus meros deseos pasajeros e inmediatos, para mantener unas aspiraciones superiores cuya obtención, por medio del esfuerzo, proporciona las satisfacciones más abundantes del avance progresivo hacia objetivos permanentes. Pero el verdadero indicativo de la madurez social de un pueblo es su voluntad para renunciar al derecho de vivir satisfecho y en paz bajo las normas que promueven la facilidad, basadas en el atractivo de las creencias establecidas y de las ideas convencionales, para perseguir el atractivo inquietante, y que necesita energía, de las posibilidades inexploradas de alcanzar los objetivos no descubiertos de las realidades espirituales idealistas.
1773:2  160:1.5 Los animales reaccionan noblemente al impulso de vivir, pero sólo el hombre puede alcanzar el arte de vivir, aunque la mayoría de la humanidad sólo experimenta el impulso animal de vivir. Los animales no conocen más que este impulso ciego e instintivo; el hombre es capaz de trascender este impulso que le incita al funcionamiento natural. El hombre puede decidir vivir en el plano elevado del arte inteligente, e incluso en el plano de la alegría celestial y del éxtasis espiritual. Los animales no se preguntan por el propósito de la vida; por este motivo nunca tienen preocupaciones y tampoco se suicidan. Entre los hombres, el suicidio demuestra que han sobrepasado el estado puramente animal de la existencia, y además, que los esfuerzos exploratorios de tales seres humanos no han logrado alcanzar los niveles en que la experiencia mortal se vuelve un arte. Los animales no conocen el significado de la vida; el hombre no sólo posee la capacidad de reconocer los valores y de comprender los significados, sino que también tiene conciencia del significado de los significados —es consciente de su propia perspicacia.
1773:3  160:1.6 Cuando los hombres se atreven a abandonar una vida de intensos deseos naturales a favor de un arte de vivir arriesgado y de lógica incierta, han de prepararse para soportar los riesgos correspondientes de accidentes emocionales —conflictos, infelicidad e incertidumbres— al menos hasta que alcanzan cierto grado de madurez intelectual y emocional. El desaliento, la preocupación y la indolencia son pruebas innegables de la inmadurez moral. La sociedad humana se enfrenta con dos problemas: alcanzar la madurez por parte del individuo, y alcanzar la madurez por parte de la raza. El ser humano maduro empieza pronto a mirar a todos los demás mortales con sentimientos de ternura y con emociones de tolerancia. Los hombres maduros perciben a sus compañeros inmaduros con el amor y la consideración que los padres tienen por sus hijos.
1773:4  160:1.7 El éxito en la vida no es ni más ni menos que el arte de dominar las técnicas seguras para solucionar los problemas ordinarios. El primer paso para solucionar un problema cualquiera consiste en localizar la dificultad, aislar el problema y reconocer francamente su naturaleza y su gravedad. Cuando los problemas de la vida despiertan nuestros temores profundos, cometemos el gran error de negarnos a reconocerlos. Asímismo, cuando reconocer nuestras dificultades implica reducir nuestra vanidad largamente acariciada, admitir que somos envidiosos, o abandonar unos prejuicios profundamente arraigados, la persona común prefiere aferrarse a sus viejas ilusiones de seguridad y a sus falsas impresiones de estabilidad largo tiempo cultivadas. Sólo una persona valiente está dispuesta a admitir honradamente lo que descubre una mente sincera y lógica, y se enfrenta a ello sin temor.
1773:5  160:1.8 Para solucionar de manera sabia y eficaz cualquier problema, se necesita una mente libre de ideas preconcebidas, de pasiones y de cualquier otro prejuicio puramente personal que pueda interferir con el análisis imparcial de los factores reales que juntos constituyen el problema que se ha presentado para ser resuelto. La solución de los problemas de la vida requiere valentía y sinceridad. Sólo las personas honestas y valientes son capaces de continuar valerosamente su camino a través del laberinto confuso y desconcertante de la vida, al que puede llevarles la lógica de una mente intrépida. Esta emancipación de la mente y del alma nunca puede producirse sin el poder impulsor de un entusiasmo inteligente que roza el fervor religioso. Se necesita la atracción de un gran ideal para impulsar al hombre en pos de un objetivo cargado de problemas materiales difíciles y de riesgos intelectuales múltiples.
1774:1  160:1.9 Aunque estéis eficazmente preparados para afrontar las situaciones difíciles de la vida, no podéis esperar mucho éxito a menos que estéis provistos de esa sabiduría de la mente y de ese encanto de la personalidad que os permita conseguir el apoyo y la cooperación sincera de vuestros semejantes. Tanto en el trabajo seglar como en el trabajo religioso, no podéis esperar mucho éxito a menos que aprendáis a persuadir a vuestros semejantes, a convencer a los hombres. Simplemente debéis de tener tacto y tolerancia.

1774:2  160:1.10 Pero el mejor de todos los métodos para solucionar los problemas, lo he aprendido de Jesús, vuestro Maestro. Me refiero a lo que él practica con tanta perseverancia, y que tan fielmente os ha enseñado: la meditación adoradora en solitario. En esta costumbre que tiene Jesús de apartarse con tanta frecuencia para comulgar con el Padre que está en los cielos, se encuentra la técnica, no sólo para recuperar las fuerzas y la sabiduría necesarias para los conflictos ordinarios de la vida, sino también para apropiarse de la energía necesaria para resolver los problemas más elevados de naturaleza moral y espiritual. No obstante, incluso los métodos correctos para solucionar los problemas no compensan los defectos inherentes a la personalidad, ni la ausencia de hambre y de sed de verdadera rectitud.
1774:3  160:1.11 Me impresiona profundamente el hábito de Jesús de retirarse a solas para emprender esos períodos de examen solitario de los problemas de la vida; para buscar nuevas reservas de sabiduría y de energía para poder enfrentarse a las múltiples exigencias del servicio social; para vivificar y hacer más profunda la meta suprema de la vida, sometiendo realmente su personalidad total a la conciencia del contacto con la divinidad; para tratar de conseguir métodos nuevos y mejores para adaptarse a las situaciones siempre cambiantes de la existencia viviente; para efectuar las reconstrucciones y reajustes vitales de las actitudes personales, que son tan esenciales para comprender mejor todo lo que es válido y real. Y hacer todo esto con el único propósito de la gloria de Dios —decir sinceramente la oración favorita de vuestro Maestro: "Que se haga, no mi voluntad, sino la tuya".
1774:4  160:1.12 Esta práctica de adoración de vuestro Maestro aporta ese reposo que renueva la mente, esa iluminación que inspira el alma, ese valor que permite enfrentarse valientemente con los problemas propios, esa comprensión de sí mismo que suprime el temor debilitante, y esa conciencia de la unión con la divinidad que da al hombre la seguridad necesaria para atreverse a ser como Dios. El reposo de la adoración, o comunión espiritual, tal como la practica el Maestro, alivia la tensión, elimina los conflictos y aumenta poderosamente los recursos totales de la personalidad. Y toda esta filosofía, más el evangelio del reino, constituyen la nueva religión tal como yo la comprendo.

1774:5  160:1.13 Los prejuicios ciegan el alma y le impiden reconocer la verdad. Los prejuicios sólo se pueden eliminar mediante la devoción sincera del alma a la adoración de una causa que abarque e incluya a todos nuestros semejantes humanos. Los prejuicios están inseparablemente vinculados con el egoísmo. Sólo se pueden suprimir abandonando el egocentrismo y reemplazándolo por la búsqueda de la satisfacción de servir a una causa que sea no sólo más grande que uno mismo, sino incluso más grande que toda la humanidad —la búsqueda de Dios, la adquisición de la divinidad. La prueba de la madurez de la personalidad consiste en la transformación de los deseos humanos en una búsqueda constante de la realización de los valores más elevados y más divinamente reales.
1774:6  160:1.14 En un mundo que cambia contínuamente, en medio de un orden social en evolución, es imposible mantener unas metas de destino establecidas para siempre. Sólo pueden experimentar la estabilidad de la personalidad aquellos que han descubierto al Dios viviente y lo han aceptado como meta eterna de consecución infinita. Para transferir así la meta individual del tiempo a la eternidad, de la tierra al Paraíso, de lo humano a lo divino, es necesario que el hombre se regenere, se convierta, nazca de nuevo, que se vuelva el hijo re-creado del espíritu divino, que gane su entrada en la fraternidad del reino de los cielos. Todas las filosofías y religiones que tengan ideales inferiores a estos son inmaduras. La filosofía que yo enseño, unida al evangelio que vosotros predicáis, representa la nueva religión de la madurez, el ideal de todas las generaciones futuras. Y esto es verdad porque nuestro ideal es definitivo, infalible, eterno, universal, absoluto e infinito.
1775:1  160:1.15 Mi filosofía me ha impulsado a buscar las realidades de la consecución verdadera, la meta de la madurez. Pero mi impulso era impotente, mi búsqueda carecía de fuerza motriz, mi indagación sufría por faltarle la certidumbre de una orientación. Estas deficiencias han sido ampliamente colmadas con el nuevo evangelio de Jesús, con su aumento del discernimiento, su elevación de los ideales y su estabilidad de objetivos. Sin más dudas ni desconfianzas, ahora puedo emprender de todo corazón la aventura eterna.

 

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