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El libro de Urantia
Edición1999

ESCRITO 164

EN LA FIESTA DE LA CONSAGRACIÓN

 

1. LA HISTORIA DEL BUEN SAMARITANO

1809:3  164:1.1 Aquella noche, un considerable número de personas se reunió alrededor de Jesús y de los dos apóstoles para hacer preguntas; los apóstoles contestaron muchas de ellas, mientras que el Maestro respondió a las demás. En el transcurso de la noche, cierto jurista trató de enredar a Jesús en una discusión comprometedora, diciendo: "Instructor, me gustaría preguntarte qué debo hacer exactamente para heredar la vida eterna." Jesús contestó: "¿Qué está escrito en la ley y los profetas?; ¿cómo interpretas las Escrituras?" Conociendo las enseñanzas de Jesús así como las de los fariseos, el jurista respondió: "Amar al Señor Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas, y a tu prójimo como a ti mismo." Entonces dijo Jesús: "Has contestado bien; si lo haces realmente, eso te conducirá a la vida eterna."
1809:4  164:1.2 Pero al hacer esta pregunta, el jurista no era totalmente sincero; deseando justificarse y esperando al mismo tiempo desconcertar a Jesús, se atrevió a hacer otra pregunta. Se acercó un poco más al Maestro, y dijo: "Pero, Instructor, me gustaría que me dijeras quién es exactamente mi prójimo." El jurista hizo esta pregunta con la esperanza de que Jesús cayera en la trampa de hacer alguna declaración que infringiera la ley judía, la cual definía al prójimo como "los hijos de su propio pueblo". Los judíos consideraban a todos los demás como "perros gentiles". Este jurista estaba un poco familiarizado con las enseñanzas de Jesús y por eso sabía muy bien que el Maestro pensaba de manera diferente; así pues, esperaba inducirlo a decir algo que se pudiera interpretar como un ataque contra la ley sagrada.
1810:1  164:1.3 Pero Jesús discernía los móviles del jurista, y en lugar de caer en la trampa, procedió a contar a sus oyentes una historia, una historia que podía ser plenamente apreciada por cualquier audiencia de Jericó. Jesús dijo: "Un hombre que bajaba de Jerusalén a Jericó cayó en manos de unos crueles bandidos que le robaron, lo despojaron, le golpearon y se fueron dejándolo medio muerto. Poco después, un sacerdote bajó por casualidad por aquel camino y llegó donde se encontraba el herido; al ver su estado lastimoso, pasó de largo por el otro lado de la carretera. De la misma manera, cuando llegó un levita también y vio al hombre, pasó de largo por el otro lado. Luego, aproximadamente a esa hora, un samaritano que viajaba hasta Jericó se encontró con el herido, y cuando vio cómo le habían robado y golpeado, se llenó de compasión; se acercó a él, le vendó sus heridas poniéndoles aceite y vino, y colocando al hombre en su propia montura, lo trajo aquí al albergue y cuidó de él. A la mañana siguiente, sacó algún dinero y se lo dio al posadero, diciendo: `Cuida bien de mi amigo, y si los gastos son más elevados, te los pagaré a mi regreso.' Ahora, permíteme preguntarte: ¿Cuál de estos tres resultó ser el prójimo del hombre que cayó en manos de los ladrones?" Cuando el jurista percibió que había caído en su propia trampa, respondió: "El que fue misericordioso con él." Y Jesús dijo: "Ve pues y haz lo mismo."
1810:2  164:1.4 El jurista respondió "el que fue misericordioso" para abstenerse incluso de tener que pronunciar la odiosa palabra de "samaritano". A la pregunta "¿Quién es mi prójimo?", el jurista se vio obligado a dar la respuesta misma que Jesús deseaba, mientras que si Jesús la hubiera contestado, eso lo hubiera implicado directamente en una acusación de herejía. Jesús no solamente confundió al jurista deshonesto, sino que contó a sus oyentes una historia que era, al mismo tiempo, una hermosa advertencia para todos sus seguidores y un impresionante reproche para todos los judíos por su actitud hacia los samaritanos. Y esta historia ha continuado estimulando el amor fraternal entre todos los que han creído posteriormente en el evangelio de Jesús.

 

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