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El libro de Urantia
Edición1999

ESCRITO 169

LA ÚLTIMA ENSEÑANZA EN PELLA

 

4. EL PADRE Y SU REINO

1855:2  169:4.1 Jesús siempre tuvo dificultades cuando intentó explicar a los apóstoles que, aunque proclamaban el establecimiento del reino de Dios, el Padre que está en los cielos no era un rey. En la época en que Jesús vivió en la tierra y enseñó en la carne, los pueblos de Urantia conocían más que nada la existencia de reyes y de emperadores en el gobierno de las naciones, y los judíos habían esperado durante mucho tiempo la llegada del reino de Dios. Por estas razones y otras más, el Maestro consideró que era mejor nombrar la fraternidad espiritual de los hombres como el reino de los cielos, y el jefe espiritual de esta fraternidad como el Padre que está en los cielos. Jesús nunca se refirió a su Padre como si fuera un rey. En sus conversaciones íntimas con los apóstoles, siempre se refería a sí mismo como el Hijo del Hombre, como su hermano mayor. Describía a todos sus seguidores como los "servidores de la humanidad" y como los "mensajeros del evangelio del reino".
1855:3  169:4.2 Jesús nunca dio a sus apóstoles una lección sistemática sobre la personalidad y los atributos del Padre que está en los cielos. Nunca pidió a los hombres que creyeran en su Padre, pues daba por hecho que lo hacían. Jesús nunca se rebajó a ofrecer argumentos que probaran la realidad del Padre. Toda su enseñanza acerca del Padre estaba centrada en la declaración de que él y el Padre son uno solo; que el que ha visto al Hijo, ha visto al Padre; que el Padre, al igual que el Hijo, conoce todas las cosas; que sólo el Hijo conoce realmente al Padre, y aquella persona a quien el Hijo se lo revela; que aquel que conoce al Hijo conoce también al Padre; y que el Padre lo había enviado al mundo para revelar sus naturalezas combinadas y para dar a conocer su trabajo conjunto. Nunca hizo otras declaraciones sobre su Padre, excepto a la mujer de Samaria en el pozo de Jacob, cuando afirmó: "Dios es espíritu."

1856:1  169:4.3 Sabéis de Dios por Jesús observando la divinidad de su vida, y no dependiendo de sus enseñanzas. Cada uno puede asimilar, de la vida del Maestro, ese concepto de Dios que representa la medida de vuestra capacidad para percibir las realidades espirituales y divinas, las verdades reales y eternas. El finito nunca puede esperar comprender al Infinito, salvo cuando el Infinito estuvo focalizado en la personalidad espacio-temporal de la experiencia finita de la vida humana de Jesús de Nazaret.
1856:2  169:4.4 Jesús sabía muy bien que a Dios sólo se le puede conocer mediante las realidades de la experiencia; nunca se le puede comprender mediante la simple enseñanza de la mente. Jesús enseñó a sus apóstoles que, aunque nunca podrían comprender plenamente a Dios, podrían conocerlo con toda certeza, tal como habían conocido al Hijo del Hombre. Podéis conocer a Dios, no comprendiendo lo que Jesús dijo, sino sabiendo lo que Jesús era. Jesús era una revelación de Dios.

1856:3  169:4.5 Excepto cuando citaba las escrituras hebreas, Jesús sólo empleaba dos nombres para referirse a la Deidad: Dios y Padre. Cuando el Maestro se refería a su Padre como Dios, empleaba generalmente la palabra hebrea que significa el Dios plural (la Trinidad), y no la palabra Yahvé, que representaba el concepto progresivo del Dios tribal de los judíos.
1856:4  169:4.6 Jesús nunca llamó rey al Padre, y lamentaba mucho que la esperanza de los judíos de poseer un reino restaurado y la proclamación de Juan sobre un reino venidero, le hubieran obligado a denominar "el reino de los cielos" a la fraternidad espiritual que se proponía establecer. Con una sola excepción —la declaración de que "Dios es espíritu"— Jesús nunca se refirió a la Deidad de manera distinta a los términos que describían su propia relación personal con el Origen-Centro Primero del Paraíso.
1856:5  169:4.7 Jesús empleó la palabra Dios para designar la idea de la Deidad, y la palabra Padre para designar la experiencia de conocer a Dios. Cuando la palabra Padre se emplea para designar a Dios, se debería entender en su significado más amplio posible. La palabra Dios no se puede definir y representa por tanto el concepto infinito del Padre, pero como la palabra Padre se puede definir parcialmente, puede ser empleada para representar el concepto humano del Padre divino, tal como éste está asociado con el hombre en el transcurso de la existencia mortal.
1856:6  169:4.8 Elohim era para los judíos el Dios de los dioses, mientras que Yahvé era el Dios de Israel. Jesús aceptaba el concepto de Elohim y llamaba Dios a este grupo supremo de seres. En el lugar del concepto de Yahvé, la deidad racial, Jesús introdujo la idea de la paternidad de Dios y de la fraternidad mundial de los hombres. Elevó el concepto de Yahvé, el de un Padre racial deificado, hasta la idea de un Padre de todos los hijos de los hombres, un Padre divino del creyente individual. Y además enseñó que este Dios de los universos y este Padre de todos los hombres eran la misma y única Deidad del Paraíso.
1856:7  169:4.9 Jesús nunca pretendió ser la manifestación de Elohim (Dios) en la carne. Nunca declaró que fuera una revelación de Elohim (Dios) para los mundos. Nunca enseñó que cualquiera que lo hubiera visto, había visto a Elohim (Dios). Pero sí se proclamó como la revelación del Padre en la carne, y dijo también que cualquiera que lo hubiera visto, había visto al Padre. Como Hijo divino afirmó que sólo representaba al Padre.
1857:1  169:4.10 En verdad, él era incluso el Hijo del Dios Elohim; pero en la similitud de la carne mortal y para los hijos mortales de Dios, escogió limitar la revelación de su vida a la descripción del carácter de su Padre hasta donde esta revelación pudiera ser comprensible por el hombre mortal. En cuanto al carácter de las otras personas de la Trinidad del Paraíso, deberemos contentarnos con la enseñanza de que son totalmente como el Padre, cuyo retrato personal ha sido revelado en la vida de su Hijo encarnado, Jesús de Nazaret.

1857:2  169:4.11 Aunque Jesús reveló en su vida terrenal la verdadera naturaleza del Padre celestial, pocas cosas enseñó sobre él. De hecho, sólo enseñó dos cosas: que Dios es en sí mismo espíritu y que, en todas las cuestiones de las relaciones con sus criaturas, es un Padre. Aquella noche, Jesús efectuó la declaración final de su relación con Dios cuando afirmó: "He salido del Padre y he venido al mundo; de nuevo, dejaré el mundo e iré al Padre."
1857:3  169:4.12 ¡Pero poned atención! Jesús nunca dijo: "Cualquiera que me ha escuchado, ha escuchado a Dios." Pero sí dijo: "Aquel que me ha visto, ha visto al Padre." Escuchar la enseñanza de Jesús no equivale a conocer a Dios, pero ver a Jesús es una experiencia que es en sí misma una revelación del Padre al alma. El Dios de los universos gobierna la extensa creación, pero es el Padre que está en los cielos el que envía a su espíritu para que resida dentro de vuestra mente.
1857:4  169:4.13 Jesús es, en su semejanza humana, la lente espiritual que hace visible a la criatura material a Aquel que es invisible. Es vuestro hermano mayor que, en la carne, os hace conocer a un Ser con atributos infinitos, que ni siquiera las huestes celestiales pueden vanagloriarse de comprender plenamente. Pero todo esto debe consistir en la experiencia personal del creyente individual. Dios, que es espíritu, sólo se puede conocer como experiencia espiritual. A los hijos finitos de los mundos materiales, el Hijo divino de los reinos espirituales sólo les puede revelar a Dios como Padre. Podéis conocer al Eterno como Padre, pero podéis adorarlo como el Dios de los universos, el Creador infinito de todo lo que existe.


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