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El libro de Urantia
Edición1999

ESCRITO 177

EL MIÉRCOLES, DÍA DE DESCANSO

 

4. JUDAS Y Los JEFES DE Los SACERDOTES

1924:5  177:4.1 Poco después de que Jesús y Juan Marcos dejaran el campamento, Judas Iscariote desapareció del grupo de sus hermanos y no regresó hasta el final de la tarde. A pesar de la recomendación expresa de su Maestro de que no entraran en Jerusalén, este apóstol confundido y descontento se dirigió apresuradamente a su cita con los enemigos de Jesús, en la casa del sumo sacerdote Caifás. Se trataba de una reunión informal del sanedrín, fijada para poco después de las diez de aquella mañana. Esta reunión se había convocado para discutir la naturaleza de las acusaciones que se iban a presentar contra Jesús, y decidir el procedimiento a seguir para llevarlo ante las autoridades romanas, a fin de conseguir la confirmación civil necesaria para la sentencia de muerte que ya habían decretado.
1924:6  177:4.2 El día anterior, Judas había revelado a algunos de sus parientes, y a ciertos amigos saduceos de la familia de su padre, que había llegado a la conclusión de que, aunque Jesús era un soñador y un idealista bien intencionado, no era el libertador esperado de Israel. Judas declaró que le gustaría mucho encontrar una manera airosa de retirarse de todo el movimiento. Sus amigos le aseguraron halagadoramente que su retirada sería saludada por los dirigentes judíos como un gran acontecimiento, y que podría lograr cualquier cosa. Le indujeron a creer que recibiría inmediatamente grandes honores del sanedrín, y que por fin se encontraría en condiciones de borrar el estigma de su "asociación bien intencionada, aunque desafortunada, con unos galileos ignorantes."
1924:7  177:4.3 Judas no podía creer del todo que las grandes obras del Maestro habían sido realizadas por el poder del príncipe de los demonios, pero ahora estaba plenamente convencido de que Jesús no ejercería su poder para engrandecerse; al final se había convencido de que Jesús se dejaría destruir por los dirigentes judíos, y no podía soportar la idea humillante de ser identificado con un movimiento condenado al fracaso. Se negaba a considerar la idea de un fracaso aparente. Comprendía plenamente el carácter firme de su Maestro y la agudeza de su mente majestuosa y misericordiosa, pero sin embargo le causaba placer aceptar, aunque fuera parcialmente, la sugerencia de uno de sus parientes de que Jesús, aunque fuera un fanático bien intencionado, es probable que no estuviera realmente bien de la cabeza; que siempre había parecido ser una persona extraña y mal comprendida.
1925:1  177:4.4 Y ahora más que nunca, Judas empezó a sentir un extraño resentimiento porque Jesús nunca le había asignado una posición más honorífica. Durante todo este tiempo había apreciado el honor de ser el tesorero apostólico, pero ahora empezaba a sentir que no era apreciado, que sus aptitudes no eran reconocidas. Repentinamente se sintió dominado por la indignación porque Pedro, Santiago y Juan habían sido honrados con una asociación estrecha con Jesús, y en aquel momento, mientras se dirigía a la casa del sumo sacerdote, estaba más resuelto a desquitarse de Pedro, Santiago y Juan, que a preocuparse por la idea de traicionar a Jesús. Pero por encima de todo, en aquel preciso momento, una nueva idea dominante empezó a ocupar el primer lugar en su mente consciente: Se había puesto en marcha para conseguir honores para sí mismo, y si podía asegurárselos al mismo tiempo que se desquitaba de los que habían contribuído a la mayor desilusión de su vida, mucho mejor. Cayó presa de una terrible confabulación de confusión, orgullo, desesperación y resolución. Así pues, debe quedar claro que no era por dinero por lo que Judas se dirigía en aquel momento hacia la casa de Caifás para preparar la traición a Jesús.
1925:2  177:4.5 Mientras Judas se acercaba a la casa de Caifás, tomó la decisión definitiva de abandonar a Jesús y a sus compañeros apóstoles; habiendo decidido dejar así la causa del reino de los cielos, estaba resuelto a asegurarse para sí mismo el máximo de honor y de gloria que había esperado recibir algún día, cuando se identificó por primera vez con Jesús y el nuevo evangelio del reino. Todos los apóstoles habían compartido alguna vez esta ambición con Judas, pero a medida que pasaba el tiempo habían aprendido a admirar la verdad y a amar a Jesús, al menos más que Judas.
1925:3  177:4.6 El traidor fue presentado a Caifás y a los dirigentes judíos por su primo. Éste explicó que Judas había descubierto el error que había cometido al dejarse engañar por la sutil enseñanza de Jesús, y había llegado a un punto en que deseaba renunciar pública y oficialmente a su asociación con el galileo; al mismo tiempo, pedía que se le restableciera en la confianza y la hermandad de sus hermanos judeos. El portavoz de Judas continuó explicando que Judas reconocía que sería mejor, para la paz de Israel, que Jesús fuera arrestado. Como demostración de su pesar por haber participado en este movimiento erróneo, y como prueba de la sinceridad de su presente regreso a las enseñanzas de Moisés, había venido para ofrecerse al sanedrín como alguien que podía colaborar con el capitán que tenía la orden de arrestar a Jesús, para que éste pudiera ser detenido discretamente, evitando así el peligro de excitar a las multitudes, o la necesidad de retrasar su arresto hasta después de la Pascua.
1925:4  177:4.7 Cuando hubo terminado de hablar, el primo presentó a Judas, el cual se acercó al sumo sacerdote, y dijo: "Haré todo lo que mi primo ha prometido, pero ¿qué estáis dispuestos a darme por este servicio?" Judas no pareció percibir la expresión de desdén, e incluso de disgusto, que cruzó por el rostro del insensible y vanidoso Caifás; el corazón de Judas estaba demasiado centrado en su propia glorificación y en el anhelo de satisfacer la exaltación de su ego.
1926:1  177:4.8 Caifás bajó entonces la mirada hacia el traidor mientras decía: "Judas, ve a ver al capitán de la guardia y ponte de acuerdo con ese oficial para traernos a tu Maestro esta noche o mañana por la noche. Y cuando nos lo hayas entregado, recibirás tu recompensa por este servicio." Cuando Judas escuchó esto, se retiró de la presencia de los sacerdotes y dirigentes principales, y fue a consultar con el capitán de los guardias del templo sobre la manera en que debían apresar a Jesús. Judas sabía que Jesús estaba entonces ausente del campamento, y no tenía ni idea de la hora en que volvería aquella noche, por lo que acordaron detener a Jesús a la noche siguiente (jueves), después de que el pueblo de Jerusalén y todos los peregrinos visitantes se hubieran retirado a descansar.
1926:2  177:4.9 Judas regresó al campamento con sus compañeros, embriagado con unas ideas de grandeza y de gloria como no había tenido desde hacía mucho tiempo. Se había enrolado con Jesús esperando convertirse algún día en un gran hombre en el nuevo reino, y al final se había dado cuenta de que no habría ningún nuevo reino tal como él lo había esperado. Pero se regocijaba por ser lo bastante sagaz como para canjear la decepción de no conseguir la gloria en el nuevo reino esperado, por la obtención inmediata de honores y recompensas en el viejo orden de cosas; ahora creía que este viejo orden sobreviviría, y estaba seguro de que destruiría a Jesús y a todo lo que él representaba. En el móvil final de su intención consciente, la traición de Judas a Jesús fue el acto cobarde de un desertor egoísta, cuya única preocupación era su propia seguridad y su glorificación, cualquiera que fueran los resultados de su conducta para su Maestro y sus antiguos compañeros.
1926:3  177:4.10 Pero siempre había sido así. Hacía mucho tiempo que Judas alimentaba esta conciencia deliberada, persistente, egoísta y vengativa de construir progresivamente en su mente, y de albergar en su corazón, estos deseos odiosos y malvados de venganza y deslealtad. Jesús amaba y confiaba en Judas tal como amaba y confiaba en los otros apóstoles, pero Judas no logró desarrollar a cambio una confianza leal ni experimentar un amor sincero. ¡Cuán peligrosa puede ser la ambición cuando está enteramente unida al egoísmo y motivada de manera suprema por la venganza sombría tanto tiempo reprimida! Qué aplastante es la decepción en la vida de aquellas personas necias que fijan sus miras en los atractivos oscuros y evanescentes del tiempo, y se vuelven ciegas a los logros superiores y más reales de las conquistas perpétuas de los mundos eternos de los valores divinos y de las verdaderas realidades espirituales. Judas ansiaba en su mente los honores mundanos y llegó a amar este deseo con todo su corazón; los otros apóstoles también ansiaban en su mente estos mismos honores mundanos, pero amaban a Jesús con el corazón y hacían todo lo posible por aprender a amar las verdades que él les enseñaba.
1926:4  177:4.11 Judas no se daba cuenta de ello en este momento, pero había criticado subconscientemente a Jesús desde que Juan el Bautista había sido decapitado por Herodes. En lo más profundo de su corazón, a Judas siempre le había indignado el hecho de que Jesús no salvara a Juan. No debéis olvidar que Judas había sido discípulo de Juan antes de convertirse en un seguidor de Jesús. Toda esta acumulación de resentimiento humano y de amarga decepción que Judas había conservado en su alma con atuendos de odio, se encontraba ahora bien organizada en su mente subconsciente, lista para brotar y sumergirlo en cuanto se atreviera a separarse de la influencia protectora de sus hermanos, exponiéndose al mismo tiempo a las hábiles insinuaciones y a las burlas sutiles de los enemigos de Jesús. Cada vez que Judas permitía que sus esperanzas se elevaran muy alto, y Jesús decía o hacía algo que las hacía añicos, siempre quedaba en el corazón de Judas una cicatriz de amargo resentimiento; y a medida que estas cicatrices se multiplicaron, aquel corazón herido con tanta frecuencia perdió enseguida todo afecto real por aquel que había infligido esta experiencia desagradable a una personalidad bien intencionada, pero cobarde y egocéntrica. Judas no se daba cuenta de ello, pero era un cobarde. En consecuencia, siempre tenía la tendencia de atribuir a la cobardía de Jesús los móviles que le llevaron con tanta frecuencia a no coger el poder o la gloria, cuando estaban en apariencia fácilmente a su alcance. Y todo hombre mortal sabe muy bien que el amor, aunque al principio haya sido sincero, puede convertirse finalmente en un odio real a causa de las decepciones, los celos y un resentimiento constante.
1927:1  177:4.12 Los jefes de los sacerdotes y los ancianos pudieron por fin respirar tranquilamente durante algunas horas. No tendrían que arrestar a Jesús en público, y los servicios de Judas como aliado traidor les aseguraba que Jesús no se escaparía de su jurisdicción como lo había hecho tantas veces en el pasado.

 

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