ÍNDICEEl libro de Urantia Edición1999
ESCRITO 186 POCO ANTES DE LA CRUCIFIXIÓN
1. EL FINAL DE JUDAS ISCARIOTE
1997:4 186:1.1 El juicio de Jesús ante Pilatos terminó aproximadamente a las ocho y media de este viernes por la mañana, y el Maestro fue puesto en manos de los soldados romanos que iban a crucificarlo. En cuanto los romanos tomaron posesión de Jesús, el capitán de los guardias judíos regresó con sus hombres a su cuartel general en el templo. El sumo sacerdote y sus asociados sanedristas siguieron de cerca a los guardias, y fueron directamente a su lugar habitual de reunión en la sala de piedras labradas del templo. Allí encontraron a otros muchos miembros del sanedrín que esperaban para saber lo que se había hecho con Jesús. Mientras Caifás presentaba su informe al sanedrín sobre el juicio y la condena de Jesús, Judas apareció ante ellos para reclamar su recompensa por el papel que había jugado en el arresto y la sentencia de muerte de su Maestro.
1997:5 186:1.2 Todos estos judíos detestaban a Judas; sólo miraban al traidor con unos sentimientos de total desprecio. A lo largo de todo el juicio de Jesús ante Caifás y durante su aparición ante Pilatos, a Judas le había remordido la conciencia por su comportamiento traidor. Y también empezaba a perder un poco sus ilusiones sobre la recompensa que iba a recibir como pago por su traición a Jesús. No le gustaba la frialdad y la indiferencia de las autoridades judías; sin embargo, contaba con ser recompensado ampliamente por su cobarde conducta. Preveía que sería llamado ante el pleno del sanedrín y que allí escucharía sus elogios mientras le conferían los honores adecuados como prueba del gran servicio que se vanagloriaba haber prestado a su nación. Imaginad pues la gran sorpresa de este traidor egoísta cuando un criado del sumo sacerdote le tocó en el hombro, lo llamó para que saliera de la sala y le dijo: "Judas, me han encargado que te pague por haber traicionado a Jesús. Aquí está tu recompensa." Mientras le decía esto, el criado de Caifás le entregó a Judas una bolsa que contenía treinta monedas de plata —el precio corriente de un buen esclavo sano.
1998:1 186:1.3 Judas se quedó atónito, confundido. Se abalanzó para entrar en la sala, pero el portero se lo impidió. Quería apelar al sanedrín, pero no quisieron recibirlo. Judas no podía creer que estos dirigentes de los judíos le habían permitido traicionar a sus amigos y a su Maestro para ofrecerle después como recompensa treinta monedas de plata. Se sentía humillado, desilusionado y totalmente aplastado. Se alejó del templo, por así decirlo, como enajenado. Como un autómata, dejó caer la bolsa de dinero en su profundo bolsillo, el mismo bolsillo en el que había transportado durante tanto tiempo la bolsa que contenía los fondos apostólicos. Y estuvo vagando por la ciudad detrás de la muchedumbre que se dirigía a presenciar las crucifixiones.
1998:2 186:1.4 Judas vio a lo lejos que levantaban el travesaño donde estaba clavado Jesús; al ver esto, volvió precipitadamente al templo, apartó a la fuerza al portero y se encontró en presencia del sanedrín, que estaba reunido todavía. El traidor estaba casi sin aliento y sumamente desconcertado, pero se las arregló para balbucear estas palabras: "He pecado porque he traicionado una sangre inocente. Me habéis insultado. Me habéis ofrecido dinero como recompensa por mi servicio —el precio de un esclavo. Me arrepiento de haber hecho esto; aquí está vuestro dinero. Quiero escapar de la culpabilidad de este acto."
1998:3 186:1.5 Cuando los dirigentes de los judíos escucharon a Judas, se mofaron de él. Uno de ellos, que estaba sentado cerca de donde se encontraba Judas, le hizo señas para que se fuera de la sala, y le dijo: "Tu Maestro ya ha sido ejecutado por los romanos, y en cuanto a tu culpabilidad, ¿qué nos importa a nosotros? Ocúpate tú de ella —y ¡fuera de aquí!"
1998:4 186:1.6 Cuando dejó la sala del sanedrín, Judas sacó de la bolsa las treinta monedas de plata y las lanzó al voleo sobre el suelo del templo. Cuando el traidor salió del templo, estaba casi fuera de sí. Judas estaba pasando ahora por la experiencia de comprender la verdadera naturaleza del pecado. Todo el encanto, la fascinación y la embriaguez de las malas acciones se habían desvanecido. Ahora el malhechor se encontraba solo, frente a frente con el veredicto del juicio de su alma desilusionada y decepcionada. El pecado era fascinante y aventurero mientras se cometía, pero ahora había que hacer frente a la cosecha de los hechos desnudos y poco románticos.
1998:5 186:1.7 Este antiguo embajador del reino de los cielos en la tierra caminaba ahora solo y abandonado por las calles de Jerusalén. Su desesperación era terrible y casi absoluta. Continuó caminando por la ciudad y por fuera de sus muros, hasta descender a la terrible soledad del valle de Hinom, donde subió por las rocas escarpadas; cogió el cinturón de su vestido, ató un extremo a un pequeño árbol, anudó el otro alrededor de su cuello, y se arrojó al precipicio. Antes de morir, el nudo que había atado con sus manos nerviosas se soltó, y el cuerpo del traidor se hizo trizas al caer sobre las rocas puntiagudas de abajo.