ÍNDICE
El libro de UrantiaEdición 1999
ESCRITO 191 LAS APARICIONES A Los APÓSTOLES
Y A OTROS DISCÍPULos PRINCIPALES
2039:1 191:1.1 Eran casi las ocho y media de la noche de este domingo cuando Jesús se apareció a Simón Pedro en el jardín de la casa de Marcos. Ésta era su octava manifestación morontial. Pedro había vivido con una pesada carga de dudas y de culpabilidad desde que había negado al Maestro. Toda la jornada del sábado y este domingo había luchado contra el temor de que quizás ya no era un apóstol. Se había estremecido de horror ante la suerte de Judas, e incluso había pensado que él también había traicionado a su Maestro. Toda esta tarde pensó que quizás su presencia entre los apóstoles era la que impedía que Jesús se les apareciera, a condición, por supuesto, de que hubiera resucitado realmente de entre los muertos. Y fue a Pedro, en estas condiciones mentales y con este estado de ánimo, a quien Jesús se apareció mientras el deprimido apóstol deambulaba entre las flores y los arbustos.
2039:2 191:1.2 Cuando Pedro pensó en la mirada afectuosa del Maestro mientras éste pasaba por el porche de Anás, cuando dio vueltas en su cabeza al maravilloso mensaje "Id a decir a mis apóstoles —y a Pedro" que le habían traído aquella mañana temprano las mujeres que regresaban de la tumba vacía, cuando contempló estas muestras de misericordia, su fe empezó a vencer sus dudas. Entonces se detuvo, apretando los puños, mientras decía en voz alta: "Creo que ha resucitado de entre los muertos; voy a decírselo a mis hermanos." Cuando pronunció estas palabras, la forma de un hombre apareció repentinamente delante de él y le habló con un tono de voz familiar, diciendo: "Pedro, el enemigo deseaba poseerte, pero no he querido abandonarte. Sabía que no me habías negado con el corazón; por eso te había perdonado incluso antes de que me lo pidieras; pero ahora debes dejar de pensar en ti mismo y en los problemas del momento, y prepararte para llevar la buena nueva del evangelio a los que están en las tinieblas. Ya no debe importarte lo que puedas obtener del reino, sino que debes preocuparte más bien por lo que puedas dar a los que viven en una espantosa miseria espiritual. Cíñete, Simón, para la batalla de un nuevo día, para la lucha contra las tinieblas espirituales y las dudas perjudiciales de la mente común de los hombres."
2039:3 191:1.3 Pedro y el Jesús morontial caminaron por el jardín y hablaron de las cosas del pasado, del presente y del futuro durante cerca de cinco minutos. Luego el Maestro desapareció de su vista, diciendo: "Adiós, Pedro, hasta que te vea con tus hermanos."
2039:4 191:1.4 Pedro se quedó aturdido durante un momento al darse cuenta de que había hablado con el Maestro resucitado, y que podía estar seguro de que continuaba siendo un embajador del reino. Acababa de escuchar al Maestro glorificado que le exhortaba a continuar predicando el evangelio. Con todo esto brotando en su corazón, se precipitó hacia la habitación de arriba donde estaban sus compañeros apóstoles, y jadeando de excitación exclamó: "He visto al Maestro; estaba en el jardín. He hablado con él y me ha perdonado."
2040:1 191:1.5 La declaración de Pedro de que había visto a Jesús en el jardín causó una profunda impresión en sus compañeros apóstoles, y estaban casi dispuestos a abandonar sus dudas cuando Andrés se levantó y les advirtió que no se dejaran influir demasiado por el relato de su hermano. Andrés dio a entender que Pedro había visto cosas irreales anteriormente. Aunque Andrés no aludió directamente a la visión nocturna en el Mar de Galilea, donde Pedro afirmó que había visto al Maestro venir hacia ellos caminando sobre el agua, dijo lo suficiente como para mostrar a todos los presentes que guardaba este incidente en la memoria. Simón Pedro se sintió muy dolido por las insinuaciones de su hermano, y cayó inmediatamente en un silencio alicaído. Los gemelos sintieron mucha compasión por Pedro; los dos se acercaron para expresarle su simpatía y decirle que ellos le creían, y reafirmar que su propia madre también había visto al Maestro.