ÍNDICEEl libro de Urantia Edición1999
ESCRITO 117 DIOS SUPREMO
1283:3 117:4.1 Al observar las luchas incesantes de las criaturas de toda la creación para conseguir el estado perfecto y la existencia divina, sólo podemos pensar que estos esfuerzos interminables demuestran la lucha constante del Supremo para lograr su propia realización divina. Dios Supremo es la Deidad finita, y tiene que afrontar los problemas de lo finito en el sentido total de esta palabra. Nuestras luchas contra las vicisitudes del tiempo en las evoluciones del espacio reflejan sus esfuerzos para conseguir auto-realizarse y completar su soberanía, dentro del campo de acción que su naturaleza evolutiva está ampliando hasta los máximos límites posibles.
1283:4 117:4.2 El Supremo lucha por expresarse en todo el gran universo. La medida de su evolución divina está basada en los actos de sabiduría de cada personalidad que existe. Cuando un ser humano escoge la supervivencia eterna, está cocreando su destino, y el Dios finito encuentra en la vida de ese mortal ascendente un aumento de su propia realización personal, y una ampliación de su soberanía experiencial. Pero si una criatura rechaza la carrera eterna, la fracción del Supremo que dependía de la elección de dicha criatura sufre un retraso inevitable, una carencia que tiene que ser compensada con una experiencia sustitutoria o colateral. En cuanto a la personalidad del no sobreviviente, es absorbida en la superalma de la creación, convirtiéndose en una parte de la Deidad del Supremo.
1283:5 117:4.3 Dios es tan confiado, tan amoroso, que pone una fracción de su divina naturaleza entre las manos mismas de los seres humanos para que la cuiden y se auto-realicen. La naturaleza del Padre, la presencia del Ajustador, es indestructible, cualquiera que sea la elección del ser mortal. El hijo del Supremo, el yo en evolución, puede ser destruído aunque la personalidad potencialmente unificadora de ese yo desviado persista como un factor de la Deidad de Supremacía.
1283:6 117:4.4 La personalidad humana puede destruir realmente la individualidad de la criatura, y aunque perdure todo aquello que tenía un valor en la vida de esa suicida cósmica, dichas cualidades no persistirán como una criatura individual. El Supremo encontrará una nueva expresión entre las criaturas del universo, pero nunca más con la forma de aquella persona particular; la personalidad única de un no ascendente regresa al Supremo como una gota de agua vuelve al océano.
1284:1 117:4.5 Cualquier acción aislada de las fracciones personales de lo finito tiene relativamente poca importancia para la aparición final del Todo Supremo, pero el conjunto no por ello depende menos de la totalidad de los actos de sus múltiples partes. La personalidad de un mortal individual es insignificante con respecto al total de la Supremacía, pero la personalidad de cada ser humano representa un valor significativo irreemplazable en lo finito. Una vez que la personalidad ha sido manifestada, nunca más se podrá expresar de manera idéntica, salvo que continúe existiendo esa misma personalidad viviente.
1284:2 117:4.6 Así, mientras que luchamos por expresar nuestro yo, el Supremo se esfuerza en nosotros y con nosotros para expresar la Deidad. Al igual que nosotros encontramos al Padre, el Supremo encuentra de nuevo al Creador Paradisíaco de todas las cosas. A medida que dominamos los problemas de nuestro propio desarrollo, el Dios de la experiencia consigue la supremacía todopoderosa en los universos del tiempo y del espacio.1284:3 117:4.7 La humanidad no asciende sin esfuerzos por el universo, y el Supremo tampoco evoluciona si no actúa con inteligencia e intencionalidad. Las criaturas no alcanzan la perfección con la simple pasividad, y el espíritu de la Supremacía no puede convertir en realidad el poder del Todopoderoso sin un ministerio permanente de servicio hacia la creación finita.
1284:4 117:4.8 La relación temporal entre el hombre y el Supremo es el fundamento de la moral cósmica, la sensibilidad universal hacia el deber, y su aceptación. Se trata de una moral que trasciende el significado temporal del bien y del mal relativos; está directamente basada en la apreciación consciente que posee la criatura de una obligación experiencial hacia la Deidad experiencial. El hombre mortal y todas las demás criaturas finitas son creados a partir del potencial viviente de energía, de mente y de espíritu que existe en el Supremo. El ascendente humano provisto de un Ajustador extrae del Supremo los recursos para crear el carácter inmortal y divino de un finalitario. El Ajustador utiliza la realidad misma del Supremo, y con el consentimiento de la voluntad humana, va tejiendo los arquetipos de la naturaleza eterna de un hijo ascendente de Dios.
1284:5 117:4.9 La evolución que supone los progresos que realiza el Ajustador para espiritualizar e inmortalizar a una personalidad humana, producen directamente un aumento de la soberanía del Supremo. Estos avances en la evolución humana se transforman también en avances para la manifestación evolutiva del Supremo. Aunque sea cierto que las criaturas no podrían evolucionar sin el Supremo, quizás sea igualmente cierto que la evolución del Supremo nunca podrá alcanzar su plenitud sin que todas las criaturas finalicen su propia evolución. He aquí pués la gran responsabilidad cósmica de las personalidades conscientes de sí mismas: la Deidad Suprema depende en cierto sentido de la elección de la voluntad humana. Y los mecanismos inescrutables de la reflectividad universal indican con exactitud y precisión a los Ancianos de los Días el progreso recíproco de la evolución de las criaturas y del Supremo.
1284:6 117:4.10 El gran desafío que se ha lanzado al hombre mortal es el siguiente: ¿Decidirá usted personalizar en su propio yo en evolución los significados válidos y experimentables del cosmos? O si rechaza la supervivencia ¿permitirá que estos secretos de la Supremacía permanezcan dormidos, esperando que otra criatura de alguna otra época intente aportar a su manera una contribución propia a la evolución del Dios finito? En ese caso se tratará de su contribución al Supremo, y no la de usted.1284:7 117:4.11 La gran lucha de la era actual del universo se está produciendo entre lo potencial y lo manifestado —todo lo que aún no está expresado trata de manifestarse. Cuando el hombre mortal avanza en la aventura del Paraíso, sigue los movimientos del tiempo que se deslizan como corrientes por el río de la eternidad. Cuando el hombre mortal rechaza la carrera eterna, se mueve a contracorriente de los acontecimientos en los universos finitos. La creación mecánica se mueve inexorablemente de acuerdo con el designio en desarrollo del Padre Paradisíaco, pero la creación volitiva tiene la opción de aceptar o de rechazar el papel de su participación personal en la aventura de la eternidad. El hombre mortal no puede destruir los valores supremos de la existencia humana, pero puede impedir definitivamente que dichos valores evolucionen en su propia experiencia personal. En la medida en que el yo humano rehúsa participar en la ascensión al Paraíso, retrasa al Supremo en su intento por expresar su divinidad en el gran universo.
1285:1 117:4.12 El hombre mortal ha recibido para su custodia no solamente la presencia del Ajustador del Padre Paradisíaco, sino tambien el control sobre el destino de una fracción infinitesimal del porvenir del Supremo. Porque de la misma manera que el hombre alcanza su destino humano, el Supremo consigue así su destino en los niveles divinos.
1285:2 117:4.13 Cada uno de ustedes tiene pues que decidirse, como nosotros tuvimos que hacerlo en otra época: ¿Fallaréis al Dios del tiempo, que depende tanto de las decisiones de la mente finita? ¿Fallaréis a la personalidad Suprema de los universos, dedicándoos perezosamente a la regresión animal? ¿Fallaréis al gran hermano de todas las criaturas, que tanto depende de cada criatura? ¿Podéis permitiros pasar al reino de lo irrealizado, cuando se extiende ante vosotros el panorama cautivador de la carrera universal —el divino descubrimiento del Padre Paradisíaco y la divina participación en la búsqueda y la evolución del Dios de la Supremacía?1285:3 117:4.14 Los dones de Dios —sus obsequios de la realidad— no son separaciones de sí mismo. Él no aparta a la creación de sí mismo, pero ha establecido tensiones en las creaciones que rodean al Paraíso. Dios empieza por amar al hombre y le confiere el potencial de la inmortalidad —la realidad eterna. A medida que el hombre ama a Dios, se va volviendo eterno en existencia. Y he aquí un misterio: Cuanto más se acerca el hombre a Dios a través del amor, mayor es la realidad —la manifestación— de ese hombre. Cuanto más se aleja el hombre de Dios, más se aproxima a la no realidad —al cese de la existencia. Cuando el hombre consagra su voluntad a hacer la voluntad del Padre, cuando el hombre da a Dios todo lo que tiene, entonces Dios hace de ese hombre más de lo que es.