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El libro de Urantia
Edición1999

ESCRITO 122

EL NACIMIENTO Y LA INFANCIA DE JESÚS

 

2. GABRIEL SE APARECE A ISABEL

1345:3  122:2.1 El trabajo que Jesús realizó durante su vida en Urantia fue empezado, de hecho, por Juan Bautista. Zacarías, el padre de Juan, pertenecía al clero judío, mientras que su madre, Isabel, era miembro de la rama más próspera del mismo gran grupo familiar al que también pertenecía María, la madre de Jesús. Zacarías e Isabel, aunque estaban casados desde hacía muchos años, no tenían hijos.

1345:4  122:2.2 A finales del mes de junio del año 8 a. de J.C., unos tres meses después de que se casaran José y María, Gabriel se apareció a Isabel, un día al mediodía, de la misma forma que más tarde hizo conocer su presencia a María. Gabriel dijo:
1345:5  122:2.3 "Mientras tu marido Zacarías oficia ante el altar en Jerusalén, y mientras el pueblo reunido ruega por la llegada de un libertador, yo, Gabriel, he venido para anunciarte que pronto darás a luz un hijo que será el precursor de este maestro divino; llamarás a tu hijo Juan. Crecerá consagrado al Señor tu Dios, y cuando llegue a la madurez, alegrará tu corazón porque llevará muchas almas hacia Dios, y proclamará también la venida del sanador de almas de tu pueblo y libertador espiritual de toda la humanidad. Tu pariente María será la madre de este hijo de la promesa, y también me apareceré a ella."
1345:6  122:2.4 Esta visión asustó mucho a Isabel. Después de la partida de Gabriel, le dio muchas vueltas a esta experiencia en su cabeza, reflexionando largamente en las palabras del majestuoso visitante, pero no habló de esta revelación a nadie salvo a su marido, hasta que visitó posteriormente a María a principios de febrero del año siguiente.

1345:7  122:2.5 Sin embargo, Isabel guardó durante cinco meses su secreto incluso a su marido. Cuando le contó la historia de la visita de Gabriel, Zacarías permaneció muy escéptico y dudó de toda la experiencia durante semanas, consintiendo solamente en creer a medias en la visita de Gabriel a su esposa, hasta que ya no pudo dudar de que estaba embarazada. Zacarías estaba absolutamente perplejo ante la próxima maternidad de Isabel, pero no puso en duda la integridad de su mujer, a pesar de su propia edad avanzada. Hasta unas seis semanas antes del nacimiento de Juan, y a consecuencia de un sueño impresionante, Zacarías no se convenció por completo de que Isabel iba a ser la madre de un hijo del destino, el encargado de preparar el camino para la venida del Mesías.
1346:1  122:2.6 Gabriel se apareció a María hacia mediados de noviembre del año 8 a. de J.C., mientras ella estaba trabajando en su casa de Nazaret. Más adelante, cuando María supo sin lugar a dudas que iba a ser madre, persuadió a José para que la dejara ir a la Ciudad de Judá, a siete kilómetros en las colinas al oeste de Jerusalén, para visitar a Isabel. Gabriel había informado a cada una de estas futuras madres de su aparición a la otra. Naturalmente estaban impacientes por encontrarse, comparar sus experiencias y hablar del futuro probable de sus hijos. María permaneció tres semanas con su prima lejana. Isabel contribuyó mucho a fortalecer la fe de María en la visión de Gabriel, de manera que ésta regresó a su hogar más plenamente dedicada a la misión de ser la madre del hijo del destino, a quien muy pronto debería presentar al mundo como un bebé indefenso, como un niño normal y común del planeta.

1346:2  122:2.7 Juan nació en la Ciudad de Judá, el 25 de marzo del año 7 a. de J.C. Zacarías e Isabel sintieron una gran alegría con la llegada de su hijo, como Gabriel había prometido. Al octavo día, cuando presentaron al niño para la circuncisión, lo llamaron oficialmente Juan como les había ordenado anteriormente. Un sobrino de Zacarías ya había partido para Nazaret llevando el mensaje de Isabel a María de que su hijo había nacido y que se llamaría Juan.
1346:3  122:2.8 Desde la más tierna infancia de Juan, sus padres le inculcaron juiciosamente la idea de que cuando creciera se convertiría en un dirigente espiritual y en un instructor religioso. Y el corazón de Juan siempre fue un terreno favorable para sembrar estas semillas sugerentes. Incluso siendo niño, se le encontraba con frecuencia en el templo durante los períodos de servicio de su padre, y estaba profundamente impresionado con el significado de todo lo que veía.

 

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